Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Disertación de Lamennais
(Médium: Sr. A. Didier)

Hay en el hombre un fenómeno muy extraño, al que llamaré el fenómeno de los contrastes; ante todo, me refiero a las naturalezas de élite. En efecto, las encontraréis en el mundo de los Espíritus cuyas obras poderosas contrastan extrañamente con la vida privada y con los hábitos de sus autores. El Sr. de Buffon ha dicho: El estilo es el hombre; infelizmente, ese gran señor del estilo y de la elegancia ha visto a todos los autores desde su exclusivo punto de vista. Lo que podía perfectamente aplicarse a él está lejos de ser aplicable a todos los otros escritores. Tomaremos aquí la palabra estilo en el sentido más amplio y en toda su acepción. A mi entender, el estilo será la manera grandiosa, la forma más pura con la cual el hombre explicará sus ideas. Por lo tanto, todo el genio humano está aquí delante nuestro, y de un vistazo contemplamos todas las obras de la inteligencia humana: poesía en el arte, en la literatura y en la Ciencia. Lejos de decir como Buffon: El estilo es el hombre, diremos –tal vez de una manera menos concisa y menos formulada– que el hombre, por su naturaleza cambiante, difusa, contradictoria y rebelde, escribe a menudo contrariamente a su naturaleza original y a sus primeras inspiraciones; diré inclusive más: a sus creencias.

Frecuentemente, al leer las obras de algunos grandes genios de un siglo o de otro, nosotros nos decimos: ¡Qué pureza! ¡Qué sensibilidad! ¡Qué creencia profunda en el progreso! ¡Qué grandeza! Después nos enteramos que el autor, lejos de ser el autor moral de sus obras, no es más que el autor material, imbuido de prejuicios y de ideas preconcebidas. Hay ahí un gran fenómeno, no solamente humano, sino espírita.

Por lo tanto, muy a menudo el hombre no se refleja en sus obras; diremos también: ¡cuántos poetas debilitados, agobiados, y cuántos artistas desilusionados sienten que de repente una chispa divina ilumina a veces su inteligencia! ¡Ah! Es que entonces el hombre escucha algo que no proviene de sí mismo; él escucha lo que el profeta Isaías llamaba el pequeño soplo, y que nosotros llamamos los Espíritus. Sí, sienten en ellos esa voz sagrada, pero al olvidarse de Dios y de su luz, la atribuyen a sí mismos; reciben la gracia en el arte como otros la reciben en la fe, y algunas veces ella toca a los que pretenden negarla.

LAMENNAIS