Conversaciones familiares del Más Allá
Los amigos no nos olvidan en el Otro Mundo
Uno de nuestros suscriptores nos envía la siguiente conversación que tuvo con uno de sus amigos, cuya desencarnación lo dejó muy sensibilizado, comunicación obtenida a través de un médium desconocido, dado que el suscriptor no es médium. Además de la notable elevación de los pensamientos, ha de observarse que los lazos establecidos en la Tierra, cuando son sinceros, no se rompen con la muerte.
Primera conversación, 28 de diciembre de 1860
1. Evocación. Ruego al Espíritu Jules P..., tan querido para mí, que consienta en comunicarse conmigo. –Resp. Estimado amigo, vengo a tu llamado; vengo con tanta solicitud, porque sólo más adelante esperaba poder comunicarme contigo, mediante la voluntad de Dios. ¡Cuán agradable es para mí ver ese tiempo abreviado por tu voluntad, y poder decirte cuánto ha servido para mi adelanto la prueba que he sufrido en la Tierra! Aunque aún esté errante, me siento muy feliz, sin otro pensamiento que el del entusiasmo por las obras de Dios, que me permite disfrutar de todos los prodigios que consiente en dejar a mi disposición, en la expectativa de una reencarnación en un mundo superior, donde seguiré la gradación afortunada que me elevará a la suprema felicidad. Querido amigo, ¡que tú puedas, al escucharme, percibir en mis palabras un presagio de lo que te espera! En el último día vendré a tomarte de la mano para mostrarte el camino que recorro desde hace algún tiempo con tanta alegría. Me encontrarás como guía, como en la vida terrena me encontraste como amigo fiel.
2. Estimado amigo, ¿puedo contar con tu apoyo para llegar al objetivo feliz que me permites vislumbrar? –Resp. Quédate tranquilo; haré lo posible para que avances en este camino, donde ambos nos reencontraremos con tanta emoción y placer; como en otros tiempos, vendré a darte todas las pruebas de bondad del corazón a las cuales siempre has sido tan sensible.
3. ¿Debo deducir de tu lenguaje que eres mucho más feliz que en tu última existencia? –Resp. Indiscutiblemente, amigo mío, muy feliz, no estaría de más repetirlo. ¡Qué diferencia! No más aflicciones, ni tristezas, ni sufrimientos corporales o morales; y, con esto, ¡la visión de todo lo que ha sido apreciado por nosotros! Frecuentemente yo estaba contigo, a tu lado; ¡cuántas veces te he acompañado en tu camino! Te veía cuando no suponías que yo estaba tan cerca de ti, ya que tú me creías perdido para siempre. Querido amigo, la vida es valiosa para el Espíritu, tanto más valiosa cuando afable, y éste puede hacerla servir –como en la Tierra– para su adelanto celestial. Ten la certeza de que todo está de conformidad con los decretos divinos, a fin de volver más felices a las criaturas de Dios, y que de parte de éstas basta tener un corazón para amar y una cabeza humilde para curvar; entonces, el Espíritu se eleva más alto de lo que podría esperar.
4. ¿Qué deseas de mí que pueda ser de tu agrado? –Resp. Tu pensamiento revestido de una flor.
Nota – Al haberse establecido un debate sobre el sentido de esta respuesta, el Espíritu agregó:
Cuando digo: Tu pensamiento revestido de una flor, quiero decir que al recoger flores debes pensar algunas veces en mí. Comprenderás que deseo, tanto como posible, presentarme de nuevo ante uno de tus sentidos, conmoviéndote agradablemente.
5. Adiós, estimado amigo; aprovecharé con placer la próxima ocasión que tenga para evocarte. –Resp. Esperaré con impaciencia. Hasta la vista, querido amigo.
Segunda conversación, 31 de diciembre de 1860
6. Evocación. Hago un nuevo pedido a mi amigo para que consienta en darme una comunicación en interés de mi instrucción. –Resp. Estoy aquí nuevamente, estimado amigo; no deseo otra cosa que venir a decirte una vez más cuán querido has sido para mí. Quiero darte una prueba de esto, elevándome a las más altas consideraciones. Sí, amigo mío, la materia no es nada; trátala duramente; no temas, el Espíritu es todo: sólo él permanece y nunca debe cesar de vivir ni de recorrer la senda que Dios le traza. A veces se detiene en los caminos empinados para recobrar aliento; pero cuando dirige los ojos hacia el Creador, toma coraje y supera rápidamente las dificultades que encuentra, elevándose y admirando la bondad del Señor, que en la medida cierta le da las fuerzas que necesita. Entonces avanza; el empíreo se presenta ante sus ojos, a su corazón; él camina y después se vuelve digno del destino celestial que vislumbra. Querido amigo, no temas nada; siento en mí el coraje duplicado y las fuerzas decuplicadas desde que he dejado la Tierra; no dudo más de la felicidad predicha que, comparada a la que disfruto, será tan superior como la más brillante de las piedras preciosas es superior al más simple anillo. Así, ves cuánta grandeza hay en las voluntades celestiales, ¡y cuán difícil será para los humanos apreciar y evaluar los resultados! También vuestro lenguaje difícilmente nos sirve cuando queremos expresar lo que os debe parecer incomprensible.
7. ¿Tienes algo que agregar a los bellos pensamientos que acabas de expresar? –Resp. Sin duda que no he terminado; pero he querido darte una prueba de mi identidad. Cuando quieras, te daré otras.
Nota – Esas pruebas de identidad son aquí todas morales, y no resultan de ningún signo material ni de ninguna de esas cuestiones pueriles que algunas personas suelen hacer con ese objetivo. Las pruebas morales son las mejores y las más seguras, ya que los signos materiales pueden siempre ser imitados por Espíritus embusteros. Aquí, el Espíritu se hace reconocer por sus pensamientos, por su carácter, por la elevación y por la nobleza del estilo. Al respecto, un Espíritu embustero podría ciertamente intentar imitarlo, pero no sería más que una imitación grosera, y como faltaría el fondo, solamente podría imitar la forma y, además, no podría representar por mucho tiempo su papel.
8. Puesto que estás con esa predisposición benevolente, quedaría feliz en aprovecharla ahora, y te pido que tengas a bien continuar. –Resp. Te diré: Abre el libro de tus destinos; el Evangelio, amigo mío, te hará comprender muchas cosas que yo no podría expresar. Deja la letra; toma el espíritu de ese libro sagrado y en él encontrarás todos los consuelos que son necesarios a tu corazón. No te inquietes con los términos desconocidos; busca el pensamiento, y tu corazón interpretará como debe ser interpretado. Ahora estoy mejor informado al respecto, y percibo el error que nosotros –Espíritus– cometíamos al leerlo tan fríamente cuando estábamos encarnados. Hoy, al comprender más las valiosas enseñanzas que el Divino Maestro nos ha dejado, felizmente reconozco que, guiado por mi corazón, yo podría haber extraído de las mismas el auxilio que me faltaba.
9. Gracias y adiós, estimado amigo; aprovecharé con placer la primera ocasión que tenga para evocarte. –Resp. No dudes de que entonces vendré, como vengo hoy; haré lo mejor que pueda.