Enseñanzas y disertaciones espíritas
Va a nacer la Verdad
(Comunicación enviada por el Sr. Sabò, de Burdeos)
¿Cuáles son los gemidos dolorosos que repercuten en mi corazón y que hacen vibrar todas sus fibras? Es la humanidad que se debate en el esfuerzo de un rudo y penoso trabajo de parto, porque va a dar a luz a la Verdad. Acudid, espíritas, colocaos alrededor de su lecho de sufrimiento; que los más fuertes entre vosotros tiendan firmemente las manos ante las convulsiones del dolor; que los otros esperen el nacimiento de esa criatura y la reciban en la entrada de la vida. Llega el momento supremo; en un último esfuerzo, ella sale del seno que la había concebido, dejando a su madre por algún tiempo exhausta en la atonía de la debilidad. No obstante, nació saludable y robusta, y en su pecho respira la vida a plenos pulmones. Es necesario que vosotros, que habéis asistido a su nacimiento, la sigáis paso a paso en la vida. ¡Observad! La alegría de haber dado a luz hizo que la madre aumentase sus fuerzas y su coraje, y es con su tono maternal que llama a todos los hombres para que se agrupen alrededor de ese bendito bebé, porque ella presiente que en algunos años él hará caer, con su voz retumbante, el sistema del espíritu de la mentira, y llamará a través del Espiritismo –verdad inmutable como el propio Dios– a todos los hombres bajo su bandera. Pero sólo obtendrá el triunfo a costa de luchas, porque tiene enemigos encarnizados que conspiran por su perdición; estos enemigos son el orgullo, el egoísmo, la avaricia, la hipocresía y el fanatismo, enemigos todopoderosos que hasta entonces han reinado como señores y que no se dejarán destronar sin resistencia. Algunos se ríen de su fragilidad, pero otros tiemblan con su llegada y presienten la propia ruina; he aquí por qué tratan de hacerlo perecer, como antaño Herodes trató de matar a Jesús en la masacre de los Inocentes. Aquella criatura no tiene patria; recorre toda la Tierra en busca del pueblo que ha de ser el primero en izar su bandera, y ese pueblo será el más poderoso entre los pueblos, porque tal es la voluntad de Dios.
Massillon
Progreso de un Espíritu perverso (Sociedad Espírita de París; médium: Sra. de Costel) Con el título
Castigo de una egoísta, hemos publicado, en el número de diciembre de 1860, varias comunicaciones firmadas por
Claire, donde este Espíritu revela sus malas inclinaciones y la deplorable situación en que se encuentra. Nuestra compañera, la Sra. de Costel, que ha conocido a esta persona cuando encarnada y que le sirve de médium, ha emprendido su educación moral. Sus esfuerzos han sido coronados con éxito; esto se puede apreciar por el siguiente dictado espontáneo que ha dado a la
Sociedad el pasado 1º de marzo.
«Os hablaré de la importante diferencia que existe entre la moral divina y la moral humana. La primera asiste a la mujer adúltera en su abandono, y dice a los pecadores: “Arrepentíos, y el reino de los cielos se os abrirá”. La moral divina, en fin, acepta todo arrepentimiento y todas las faltas admitidas, mientras que la moral humana las rechaza y, sonriente, acepta los pecados ocultos que –según dice– son parcialmente perdonados. Una ofrece la gracia del perdón; la otra, la hipocresía. ¡Elegid, Espíritus ávidos de la verdad! Elegid entre el cielo abierto al arrepentimiento y la tolerancia que acepta el mal, pero que rechaza la pasión y los sollozos de las faltas admitidas abiertamente, sólo para no molestar a su egoísmo y a sus falsos intereses. Arrepentíos, todos vosotros que pecáis; renunciad al mal, pero sobre todo renunciad a la hipocresía, que oculta la fealdad del mal bajo la máscara risueña y engañosa de las mutuas conveniencias.»
Claire
He aquí otro ejemplo de conversión, obtenido en un caso más o menos semejante. En la misma sesión se encontraba una dama del extranjero, médium, que escribía en la
Sociedad por primera vez. Ella había conocido a una mujer, fallecida hace nueve años y que, cuando encarnada, había merecido poca estima. Desde su muerte, su Espíritu se mostraba a la vez perverso y malo, solamente buscando hacer el mal. Entretanto, buenos consejos terminaron por llevarla a mejores sentimientos. En esa sesión ella dictó espontáneamente lo siguiente:
«Ruego que oren por mí; necesito ser buena. He perseguido y obsesado por mucho tiempo a un ser llamado a hacer el bien, y Dios no quiere que lo persiga más; pero tengo miedo que me falte coraje: ayudadme. ¡Hice tanto mal! ¡Oh, cuánto sufro, cuánto sufro! Yo me regocijaba con el mal practicado y contribuí para el mismo con todas mis fuerzas; pero no quiero más hacer el mal. ¡Oh, orad por mí!»
Adèle
Los celos entre los médiums (Comunicación enviada por el Sr. Ky..., corresponsal de la Sociedad en Carlsruhe) El hombre vano, por sí mismo y por su propia inteligencia, es tan despreciable como digno de pena. Rechaza la verdad a su frente para sustituirla por sus argumentos y convicciones personales, que juzga infalibles e irrevocables porque son suyos. El hombre vano es siempre egoísta, y el egoísmo es el flagelo de la humanidad; pero al despreciar al resto del mundo, él muestra totalmente su propia pequeñez. Al repeler verdades que para él son nuevas, muestra también el espacio limitado de su propia inteligencia, pervertida por su obstinación, que aumenta aún más su vanidad y su egoísmo.
¡Infeliz del hombre que se deja dominar por estos dos enemigos de sí mismo! Cuando despierte en ese estado en que la verdad y la luz han de fundirse de todas partes sobre él, entonces sólo verá en sí a un ser miserable que se exaltó locamente por encima de la humanidad en su vida terrena, y que estará muy por debajo de ciertos seres más modestos y más simples a los que él pensaba imponerse en la Tierra.
Sed humildes de corazón, vosotros a quienes Dios permite que recibáis sus dones espirituales. No os atribuyáis ningún mérito, así como no se atribuye la obra a las herramientas, sino al obrero. Recordad bien que no sois más que instrumentos de los que Dios se sirve para manifestar al mundo su Espíritu todopoderoso, y que no tenéis ningún motivo para glorificaros a vosotros mismos. ¡Ah! ¡Hay tantos médiums que se vuelven vanos, en vez de ser humildes, a medida que sus dones se desarrollan! Eso es un atraso en el progreso, porque en lugar de ser humilde y pasivo, el médium a menudo rechaza, por vanidad y orgullo, comunicaciones importantes que entonces se manifiestan a través de otros intermediarios más merecedores. Dios no mira la posición material de una persona para conferirle su espíritu de santidad; muy lejos de esto, porque frecuentemente eleva a los humildes entre los humildes para dotarlos con mayores facultades, a fin de que el mundo vea bien que no es el hombre, sino el Espíritu de Dios –a través del hombre– que hace milagros. El médium es, como ya lo he dicho, el simple instrumento del Gran Creador de todas las cosas, y es a Él que debe rendir gloria y agradecimiento por su inagotable bondad.
Igualmente gustaría decir algunas palabras sobre la envidia y los celos que muy a menudo reinan entre los médiums y que, como hierba dañina, es necesario arrancar desde el momento en que comienza a aparecer, con miedo de que sofoque a los buenos gérmenes que están próximos.
Los celos entre los médiums son tan temibles como el orgullo; tienen la misma necesidad de humildad; incluso diré que denotan una falta de sentido común. No es mostrando celos de los dones de vuestro vecino que recibiréis dones semejantes, porque si Dios da mucho a unos y poco a otros, ¡tened la certeza de que, al obrar así, Él tiene un motivo bien fundamentado! Los celos amargan el corazón; sofocan hasta los mejores sentimientos; por lo tanto, es un enemigo que sólo es posible evitar con mucho cuidado, porque no da tregua cuando se apodera de nosotros. Esto se aplica a todos los casos de la vida terrena; pero, sobre todo, yo he querido hablar de los celos entre los médiums, tan ridículos como despreciables y mal fundados, y que prueban cuán débil es el hombre cuando se vuelve esclavo de sus pasiones.
Luos
Observación – Después de la lectura de esta última comunicación en la
Sociedad, se estableció un debate acerca de los celos entre los médiums en comparación con los celos entre los sonámbulos. Uno de los miembros, el Sr. D..., dijo que, en su opinión, los celos son los mismos en ambos casos, y si parecen más frecuentes entre los sonámbulos, es porque, en este estado, ellos no saben disimularlos.
El Sr. Allan Kardec refutó esta opinión: «Los celos –dice él–, parecen inherentes al estado sonambúlico, y esto se debe a una causa que es difícil de comprender y que los propios sonámbulos no pueden explicar. Tal sentimiento existe entre los sonámbulos que, en el estado de vigilia, sólo tienen benevolencia entre sí. Está lejos de ser habitual entre los médiums, y evidentemente depende de la naturaleza moral del individuo. Un médium solamente tiene celos de otro médium porque está en su naturaleza tener celos; este defecto, consecuencia del orgullo y del egoísmo, es esencialmente perjudicial a la buena cualidad de las comunicaciones, mientras que el sonámbulo más celoso puede ser muy lúcido, lo que fácilmente se concibe. El sonámbulo ve por sí mismo; es su propio Espíritu que se desprende y que actúa: no necesita de nadie. Al contrario, el médium no es más que un intermediario: recibe todo de Espíritus extraños, y su personalidad está mucho menos en juego que la del sonámbulo. Los Espíritus simpatizan con él en razón de sus cualidades o de sus defectos; ahora bien, los defectos más antipáticos a los Espíritus buenos son el orgullo, el egoísmo y los celos. La experiencia nos enseña que la facultad mediúmnica, como facultad, es independiente de las cualidades morales; ella puede, así como la facultad sonambúlica, existir en el más alto grado en el hombre más perverso. Ya es completamente diferente con relación a las simpatías de los Espíritus buenos, que naturalmente se comunican más a gusto cuando el intermediario encargado de transmitir su pensamiento es más puro, más sincero y cuanto más se aleje de la naturaleza de los Espíritus malos; al respecto, aquellos hacen lo que nosotros hacemos cuando tomamos a alguien como confidente. En lo que concierne especialmente a los celos, como esta imperfección existe en casi todos los sonámbulos, siendo más rara entre los médiums, parece que entre los primeros es una regla y entre los últimos una excepción, de donde se seguiría que la causa no debe ser la misma en ambos casos.»
ALLAN KARDEC