Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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El Espíritu y las rosas

(Evocación enviada por la Sra. de B..., de Nueva Orleáns)

Emma D..., linda niña fallecida a la edad de 7 años, después de 6 meses de sufrimientos, casi no comía más en las últimas seis semanas antes de su muerte.

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí, Sra., ¿que deseáis?

2. Deseo saber dónde estáis, si sois feliz y por qué Dios les ha impuesto un pesar tan grande a vuestra encantadora madre y a vuestras hermanas, como el de vuestra muerte. –Resp. Estoy en medio de Espíritus buenos, que me aman y me instruyen; soy feliz, muy feliz; mi paso entre vosotros era sólo un resto de prueba física. Sufrí, pero ese sufrimiento no era nada; el mismo depuraba mi alma, al mismo tiempo que destruía mi pobre cuerpo. Ahora, aprendo sobre la vida del alma; estoy reencarnada, pero como Espíritu conservador; estoy en un mundo donde ninguno de nosotros permanece más tiempo que lo necesario a la duración de las enseñanzas que nos son dadas por los Grandes Espíritus. Fuera de esto viajo, previniendo infortunios y alejando tentaciones. Estoy a menudo por aquí; hay tantos pobres negros: siempre me he compadecido de ellos, pero ahora los amo. ¡Sí, los amo, pobres almas! Entre ellos hay muchos que son buenos, mejores que sus amos; e inclusive debemos compadecernos de los perezosos.

Estoy frecuentemente junto a mi madre querida; y cuando ella siente su corazón fortalecido, he sido yo quien le ha derramado el bálsamo divino. ¡Ay! Mas es preciso que ella sufra; pero más tarde todo será olvidado; y Lucie, mi amada Lucie, estará conmigo ante todo. Pero los otros vendrán; basta morir para estar así; nada más: uno cambia de cuerpo, apenas esto. Ya no tengo más aquel mal que me volvía un objeto de horror para cada uno; soy más feliz, y a la noche me inclino ante mi madre y la abrazo; ella no siente nada, pero entonces sueña conmigo, y me ve como yo era antes de mi horrible enfermedad. Comprended, señora, que soy feliz.

Yo quisiera que sean puestas rosas en el rincón del jardín donde antaño yo iba a dormir; sugerid a Lucie la idea de ponerlas allí. ¡Amaba tanto las rosas, y voy tan a menudo allá! Yo tengo rosas en ese mundo; pero Lucie duerme diariamente en mi antiguo rincón, y a cada día estoy también junto a ella; ¡la amo tanto!

3. Mi estimada niña, ¿será que yo podría veros? –Resp. No, todavía no. Aún no podéis verme; pero observad el rayo de sol sobre vuestra mesa: voy a atravesarlo. Gracias por haberme evocado; sed indulgente con mis hermanas. Adiós.

El Espíritu desapareció, haciendo sombra por un instante sobre el rayo de sol que continuaba. Al haber sido puestas las rosas en el pequeño y apreciado rincón, tres días después la médium escribió la palabra gracias en una carta, así como la firma de la niña, que hizo que escribiera lo siguiente: «Volved a comenzar vuestra carta; ¡qué le vamos a hacer! ¡Estoy tan feliz de tener una médium!» Regresaré. Gracias por las rosas. ¡Adiós!