Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Enseñanzas de los Espíritus
Dictados espontáneos obtenidos o leídos en la Sociedad por diversos médiums


El año 1860
(Médium: Sra. de Costel)


Hablaré de la necesidad filosófica en que se encuentran los Espíritus de hacer frecuentemente exámenes retrospectivos de conciencia, para dar, en fin, al estado de sus mentes el mismo cuidado que cada uno da a su propio cuerpo. He aquí un año que ha terminado; ¿qué progreso ha traído al mundo intelectual? Muy grandes y muy serios resultados, sobre todo en el orden científico. La literatura, menos afortunada, obtuvo solamente fragmentos y detalles encantadores; pero como una estatua mutilada que se encuentra enterrada –y que es admirada–, lamentando haber perdido el conjunto de su belleza, la literatura no ofrece ninguna obra seria. En Francia, por lo general, ella está a la cabeza de las otras artes; este año ha sido aventajada por la pintura, que florece gloriosamente por encima de las escuelas rivales. ¿Por qué esa interrupción entre nuestros jóvenes escritores? La explicación es fácil: les falta la inspiración generosa que las luchas infunden; la indiferencia pesa sobre ellos. Son leídos, criticados, pero no se los discute apasionadamente como en mi tiempo, en que la lucha literaria dominaba casi todas las preocupaciones. Además, no se improvisa un escritor, y es un poco esto lo que cada uno hace. Para escribir son necesarios largos y profundos estudios; exactamente falta eso a vuestra generación, impaciente por el goce y preocupada ante todo por el éxito fácil. Termino admirando la marcha ascendente de las ciencias y de las artes, y lamentando la ausencia de fuerzas generosas en los Espíritus y en los corazones.

J.-J. ROUSSEAU

Nota – Esta comunicación, obtenida espontáneamente, prueba que los Espíritus que han dejado la Tierra se ocupan aún con lo que aquí sucede, se interesan al respecto y acompañan el movimiento del progreso intelectual y moral. No es desde las infinitas profundidades del espacio que ellos irían hacerlo; para esto, es necesario que estén entre nosotros, en nuestro medio, como testigos invisibles de lo que ocurre. Esta comunicación y la siguiente han sido dadas en la sesión de la Sociedad del 28 de diciembre, donde se había tratado del año que terminaba y del año que iba a comenzar; por consecuencia, son concernientes al asunto.

El año 1861

El año que finaliza ha visto progresar sensiblemente las creencias espíritas. Es una gran felicidad para los hombres, porque los aleja un poco de los bordes del abismo que amenaza tragar al Espíritu humano. El nuevo año será mejor todavía, porque verá graves cambios materiales, una revolución en las ideas, y el Espiritismo no será olvidado: creedlo. Al contrario, se agarrarán a Él como a una tabla de salvación. Rogaré a Dios que bendiga vuestra obra y la haga progresar.

SAN LUIS

Nota – En una sesión íntima, otro médium recibió espontáneamente la siguiente comunicación acerca del mismo asunto:

El año que va a comenzar lleva en sus pliegues las cosas más grandes. Con la cabeza baja, la reacción va a caer en la trampa que ella misma preparó. ¿Por qué pensáis que la Tierra se cubre de vías férreas y que el mar se entreabre a la electricidad, si no es para difundir la buena nueva? En fin, lo verdadero, lo bueno y lo bello serán comprendidos por todos. Por lo tanto, verdaderos espíritas, no os canséis, porque vuestra tarea está marcada en la obra de la regeneración; ¡felices de aquellos que sepan cumplirla!

LÉON J... (hermano del médium)

Sobre el mismo tema (a través de otro médium)

El cambio es totalmente necesario; el progreso es una ley divina; parece que el mismo se ha desarrollado en estos últimos años más que en los otros. En comparación con 1860, el año 1861 será magnífico, pero pálido si lo cotejamos con 1862, porque queréis partir, queridos hermanos, y cuando el soplo divino pone la locomotora en movimiento, no hay descarrilamiento posible.

LEÓN X

Comentarios sobre el dictado publicado con el título: El despertar del Espíritu

En una comunicación que el Espíritu Georges dictó a la Sra. de Costel, y que fue publicada en la Revista de 1860, página 324, con el título: El despertar del Espíritu, él dice: No hay comunicaciones amistosas entre los Espíritus errantes; aquellos mismos que se han amado no intercambian señales de reconocimiento. Esta teoría ha causado en muchas personas una impresión muy penosa, ya que los lectores de la Revista consideran a este Espíritu como elevado, y han admirado la mayoría de sus comunicaciones. Si esta teoría fuese absoluta, estaría en contradicción con lo que frecuentemente ha sido dicho, que en el momento de la muerte los Espíritus amigos vienen a recibir al recién llegado, ayudándolo a desprenderse de los lazos terrenos y, en cierto modo, iniciándolo en su nueva vida. Por otro lado, si los Espíritus inferiores no se comunicasen con los Espíritus más adelantados, no podrían mejorarse.

Hemos procurado refutar esas objeciones en un artículo de la Revista de 1860, página 342, con el título: Relaciones afectuosas de los Espíritus; pero he aquí el comentario que, a nuestro pedido, ha dado el propio Georges sobre su comunicación:

«Cuando un hombre es sorprendido por la muerte en los hábitos materialistas de una existencia en la que nunca se hizo tiempo para ocuparse de Dios; cuando llega al mundo de los Espíritus, aún lleno de angustias y de miedos terrenos, se asemeja a un viajero que ignora el idioma y las costumbres del país que visita. Inmerso en la turbación, él es incapaz de comunicarse y de comprender sus propias sensaciones, ni las de los otros; deambula envuelto en silencio. Entonces siente que pensamientos desconocidos germinan, surgen y se desarrollan lentamente, y una nueva alma florece en la suya. Al llegar a este punto, el alma cautiva siente que se sueltan sus ataduras y, como un pájaro puesto en libertad, se eleva hacia Dios, gritando de alegría y de amor; entonces se juntan a su alrededor los Espíritus de sus parientes, los amigos purificados que silenciosamente lo habían recibido en su regreso. Son en pequeño número los que pueden, inmediatamente después que el alma se desprendió del cuerpo, comunicarse con los amigos que reencuentran; es necesario tener méritos, y solamente los que han cumplido gloriosamente sus últimas migraciones es que, desde el primer momento, se encuentran lo bastante desmaterializados como para gozar ese favor que Dios concede como recompensa.

«He presentado una de las fases de la vida espírita; de ninguna manera quise generalizar y, como se ve, sólo he hablado del estado de los primeros instantes que siguen a la muerte, y este estado puede durar más o menos tiempo, según la naturaleza del Espíritu. Depende de cada uno abreviarlo, desprendiéndose de los lazos terrenos desde la vida corporal, porque no es sino el apego a las cosas materiales que impide gozar la felicidad de la vida espiritual.»

GEORGES

Nota – Nada es más moral que esta doctrina, porque muestra que ninguno de los gozos que nos promete la vida futura es conseguido sin tener méritos; que la propia felicidad de volver a ver a los seres queridos, y de conversar con ellos, puede ser postergada. En una palabra, que nuestra situación en la vida espiritual será, como en todas las cosas, lo que hagamos con nuestra conducta en la vida corporal.

Los tres prototipos (Continuación)

Nota – En los tres dictados siguientes, el Espíritu desarrolla cada uno de los tres prototipos que ha esbozado en el primero. (Véase el número de enero de 1861, página 29.)

I

Aquí en vuestro mundo, el interés, el egoísmo y el orgullo sofocan a la generosidad, a la caridad y a la simplicidad. El interés y el egoísmo son los dos genios malos del financista y del nuevo rico; el orgullo es el vicio del que conoce y, sobre todo, del que puede. Cuando un corazón verdaderamente pensador examina esos tres vicios horribles, sufre, porque –tened la certeza– el hombre que piensa en la nada y en la maldad de este mundo es generalmente un hombre cuyos sentimientos e instintos son delicados y caritativos. Y, como bien lo sabéis, los delicados son desdichados, ha dicho La Fontaine, que yo me he olvidado de poner al lado de Molière; sólo los delicados son desdichados, porque sienten.

Hamlet es la personificación de esa parte desdichada de la humanidad, que llora y sufre siempre, y que se venga, al vengar a Dios y a la moral. Hamlet tuvo que punir vicios vergonzosos en su familia: el orgullo y la lujuria, es decir, el egoísmo. Esa tierna y melancólica alma, deseando la verdad, se ha empañado al soplo del mundo, como un espejo que no puede más reflejar lo que es bueno y lo que es justo; esa alma tan pura derramó la sangre de su madre y vengó su honor. Hamlet es la inteligencia impotente, el pensamiento profundo que lucha contra el orgullo estúpido y contra la impudicia maternal. El hombre que piensa y que venga un vicio de la Tierra, sea cual fuere, es culpable a los ojos de los hombres, y a menudo no lo es ante Dios. No creáis que yo quiera idealizar la desesperación: ¡yo he sido punido lo suficiente! ¡Pero hay tantas brumas delante de los ojos del mundo!

Nota – El Espíritu, al ser solicitado para que diese su apreciación sobre La Fontaine –del cual había acabado de hablar–, agregó:

La Fontaine no es más conocido que Corneille y Racine. Vosotros conocéis apenas a vuestros literatos, mientras que los alemanes conocen tanto a Shakespeare como a Goethe. Volviendo al tema, La Fontaine es el francés por excelencia, que oculta su originalidad y su sensibilidad bajo los nombres de Esopo y de alegre pensador; pero, tened la certeza, La Fontaine era un delicado, como os decía hace poco; al ver que no era comprendido, adoptó esa bonhomía que llamáis de falsa; en vuestros días sería considerado como un hombre de falsa modestia. La verdadera inteligencia no es falsa, pero a menudo es preciso aullar con los lobos; en la opinión de ciertas personas, es eso lo que hizo perder a La Fontaine. Yo no os hablo de su genio, el cual es igual o quizá superior al de Molière.

II

Volviendo a nuestro pequeño curso de literatura muy familiar, Don Juan es –como ya he tenido el honor de deciros– el prototipo más perfectamente descripto de gentilhombre corrupto y blasfemo. Molière lo ha llevado hasta el drama, porque efectivamente la punición de Don Juan no debía ser humana, sino divina; es a través de los golpes inesperados de la venganza celestial que caen las cabezas orgullosas; el efecto es tanto más dramático como imprevisto.

He dicho que Don Juan era un prototipo; pero, en verdad, es un prototipo raro, porque en realidad se observan pocos hombres de ese temple, ya que casi todos ellos son viles: me refiero a la clase de los insensibles y corruptos.

Muchos blasfeman; pero os aseguro que pocos se atreven a blasfemar sin temor. La conciencia es un eco que les devuelve su blasfemia, y ellos la escuchan temblando de miedo, aunque se rían ante el mundo; son los que hoy llamamos fanfarrones del vicio. Esta especie de libertinos es numerosa en vuestra época, mas están lejos de ser hijos de Voltaire.

Molière –volviendo al tema–, como autor más sabio y observador más profundo, no sólo castigó los vicios que atacan a la humanidad, como también aquellos que se atreven a dirigirse a Dios.

III

Hasta ahora hemos visto dos prototipos: uno generoso y desdichado; el otro dichoso según el mundo, pero bien miserable ante Dios. Nos resta ver el más feo, el más indigno, el más repulsivo: me refiero a Tartufo.

En la antigüedad, la máscara de la virtud ya era horrenda, porque, sin estar depurada por la moral cristiana, el paganismo también tenía sus virtudes y sabios; pero ante el altar del Cristo, esa máscara es aún más horrible, por ser la del egoísmo y la de la hipocresía. Tal vez el paganismo haya tenido menos Tartufos que la religión cristiana. He aquí lo que hace Tartufo, lo que hizo y lo que siempre hará: aprovecharse del corazón del hombre sabio y bueno; adularlo en todas sus acciones; engañar a las personas confiadas a través de una aparente piedad y arrastrar a la profanación hasta recibir la eucaristía con el orgullo y la blasfemia en el corazón.

¡Oh, vosotros, hombres imperfectos y mundanos, que condenáis un principio divino y una moral extrahumana porque queréis abusar de los mismos! Estáis ciegos cuando confundís a los hombres con aquel principio, es decir, a Dios con la humanidad. Tartufo es horrendo y repulsivo porque esconde sus torpezas bajo un manto sagrado. Maldición para él, porque él maldecía cuando era perdonado y tramaba una traición cuando predicaba la caridad.

GÉRARD DE NERVAL

La armonía
(Médium: Sr. Alfred Didier)

En ciertas regiones, particularmente en la Provenza, habéis visto a menudo las ruinas de grandes castillos; una torre se eleva a veces en medio de una inmensa soledad, y sus restos tristes y sombríos nos remontan a una época donde la fe era tal vez ignorante, pero donde el arte y la poesía se habían elevado con esa misma fe tan ingenua y tan pura. Como veis, estamos en plena Edad Media. ¿No pensasteis algunas veces que alrededor de esas murallas desmanteladas, la elegante disposición de la señora de un castillo hizo vibrar cuerdas armoniosas, por entonces llamadas arpa de Eolo? ¡Ah! ¡Tan rápido como el viento que las hacía vibrar, desaparecieron las torres, las señoras de los castillos y las armonías! Aquella arpa de Eolo inspiraba el pensamiento de los trovadores y de las damas; era escuchada con un recogimiento religioso.

Todo termina en vuestra Tierra; ahí la poesía raramente desciende del cielo, para enseguida echar vuelo. Al contrario, en los otros mundos la armonía es eterna, y lo que la imaginación humana puede inventar, no iguala esa constante poesía, que no sólo está en el corazón de los Espíritus puros, sino también en toda la Naturaleza.

René de la Provenza

ALLAN KARDEC