Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Efectos de la plegaria
(15 de octubre de 1860)

La plegaria es una aspiración sublime, a la cual Dios ha dado un poder tan mágico que los Espíritus la solicitan constantemente para ellos. Suave rocío, es como un alivio para el pobre exiliado en la Tierra y una buena disposición (sic) para el alma en prueba. La plegaria actúa directamente sobre el Espíritu hacia el cual es dirigida; no transforma espinas en rosas, pero modifica su vida de sufrimientos –nada pudiendo sobre la voluntad inmutable de Dios– al imprimirle ese impulso de voluntad que levanta el ánimo y al darle la fuerza para luchar contra las pruebas, a fin de dominarlas. Por ese medio es abreviado el camino que conduce a Dios y, como efecto maravilloso, nada puede ser comparado con la plegaria.

El que blasfema contra la oración no es más que un Espíritu inferior, de tal modo terreno y atrasado que ni siquiera comprende que debe aferrarse a la plegaria como a una tabla de salvación.

Orad, porque la plegaria es una palabra que desciende del Cielo; es la gota de rocío en el cáliz de una flor; es el sostén de la caña durante la tempestad; es la tabla del pobre náufrago durante la tormenta; es el abrigo del mendigo y del huérfano; es la cuna para que el bebé pueda dormir. Emanación divina, la oración nos une a Dios a través del lenguaje, vinculándolo a nosotros; orar a Él es amarlo; suplicarle por un hermano es un acto de amor de los más meritorios. La plegaria que viene del corazón es la llave de los tesoros de la gracia; es el administrador que distribuye los beneficios en nombre de la misericordia infinita. El alma que se eleva a Dios por medio de uno de esos sublimes impulsos de la oración –desprendida de su envoltura grosera– se presenta llena de confianza ante Él, segura de obtener lo que pide con humildad. ¡Orad, oh, orad! Haced un receptáculo de vuestras santas aspiraciones, que será derramado en el día de la justicia. Preparad el granero de la abundancia, tan precioso durante la escasez; esconded el tesoro de vuestras oraciones hasta el día elegido por Dios para distribuir ese rico depósito. Acumulad para vosotros y para vuestros hermanos, lo que disminuirá vuestras angustias y os hará transponer más rápidamente el espacio que os separa de Dios. Reflexionad en vuestra miserable naturaleza; contad vuestras decepciones y vuestros peligros; sondead el abismo tan profundo hacia donde pueden arrastraros vuestras pasiones; observad a vuestro alrededor a los que caen y sentiréis la imperiosa necesidad de recurrir a la plegaria, que es el ancla de salvación que impedirá la ruptura de vuestro navío, tan sacudido por las tormentas del mundo.

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