La inundación (Comunicación enviada por el Sr. Casimir H., de Inspruck; traducida del alemán.) En una región antiguamente estéril, un día surgió una fuente; al principio, no era más que un pequeño curso de agua que corría en la planicie, por lo que no le dieron mucha atención. Poco a poco ese simple arroyo creció y se volvió un río; al ensancharse, avanzó hacia las tierras vecinas, pero los anteriores terrenos por donde pasó fueron fertilizados y produjeron al céntuplo. Sin embargo, un propietario ribereño, disgustado por ver que tenía que ceder terreno, intentó detener la corriente para retomar la porción cubierta por las aguas, creyendo así que aumentaba su riqueza; ahora bien, sucedió que el río desbordó e inundó todo: el terreno y el propietario.
Tal es la imagen del progreso; como un río impetuoso, rompe los diques que se le oponen y arrastra con él a los imprudentes que, en lugar de seguir el curso del mismo, buscan obstaculizarlo. Ocurrirá lo mismo con el Espiritismo: Dios lo envía para fertilizar la tierra moral de la humanidad; ¡bienaventurados los que sepan aprovecharlo, y desdichados los que intenten oponerse a los designios de Dios! ¿No lo véis avanzar a pasos de gigante en los cuatro puntos cardinales? Por todas partes su voz ya se hace escuchar y luego cubrirá de tal modo a sus enemigos, que éstos serán forzados al silencio y a doblegarse ante la evidencia. ¡Hombres! Aquellos que intentan detener la marcha irresistible del progreso os preparan rudas pruebas; Dios permite que sea así para el castigo de unos y para la glorificación de otros, pero Él os da en el Espiritismo el piloto que debe llevaros al puerto, empuñando en las manos la bandera de la esperanza.
WILHELM, abuelo del médium.
ALLAN KARDEC