Fenómenos de aportes y otros fenómenos tangibles (Sociedad Espírita de París; médium: Sr. d’Ambel) Para obtener fenómenos de este orden hace falta, necesariamente, que se disponga de médiums a los que llamaré
sensitivos, es decir, dotados en el más alto grado de facultades medianímicas de expansión y de penetrabilidad, porque el sistema nervioso de estos médiums, fácilmente excitable, les permite –a través de ciertas vibraciones– proyectar alrededor de ellos su fluido animalizado con profusión.
Las naturalezas impresionables, las personas cuyos nervios vibran ante el menor sentimiento, ante la más pequeña sensación, y a quienes la influencia moral o física –interna o externa– sensibiliza, son sujetos muy aptos para ser excelentes médiums de efectos físicos de tangibilidad y de aportes. En efecto, el sistema nervioso de dichas personas, casi enteramente desprovisto de la envoltura refractaria que aísla ese sistema en la mayoría de los demás encarnados, las hace aptas para el desarrollo de esos diversos fenómenos. En consecuencia, con un sujeto de esta naturaleza, y cuyas otras facultades no sean hostiles a la
mediumnización, se obtendrán más fácilmente los fenómenos de tangibilidad, los golpes en las paredes y en los muebles, los movimientos inteligentes e inclusive la suspensión en el espacio, de la más pesada materia inerte;
a fortiori se conseguirán esos resultados si, en lugar de un médium, pudiésemos contar con varios otros, igualmente bien dotados.
Sin embargo, de la producción de estos fenómenos a la obtención del fenómeno de aportes hay una gran distancia, porque en este caso no sólo el trabajo del Espíritu es más complejo, más difícil, sino que además el Espíritu puede únicamente operar por intermedio de un solo aparato mediúmnico, es decir, que varios médiums no pueden contribuir simultáneamente para la producción del mismo fenómeno. Por el contrario, incluso sucede que la presencia de ciertas personas antipáticas al Espíritu que opera, obstaculiza radicalmente su acción. A estos motivos que –como lo veis– no carecen de importancia, agregad que los aportes requieren siempre una mayor concentración y, al mismo tiempo, una mayor difusión de ciertos fluidos, que sólo pueden ser obtenidos con los médiums mejor dotados, con aquellos –en una palabra– cuyo aparato
electromedianímico esté en mejores condiciones.
En general, los hechos de aportes son y continuarán siendo excesivamente raros. No preciso demostraros por qué son y serán menos frecuentes que los otros hechos de tangibilidad; vosotros mismos lo deduciréis a partir de lo que os digo. Además, estos fenómenos son de tal naturaleza que no sólo todos los médiums no son aptos para realizarlos, sino que tampoco todos los Espíritus pueden producirlos. En efecto, es necesario que entre el Espíritu y el médium
influido exista cierta afinidad, cierta analogía, en una palabra, cierta semejanza que permita que la parte expansible del fluido
periespirítico [1] del encarnado se mezcle, se una y se combine con el fluido del Espíritu que quiere producir un aporte. Esta fusión debe ser tal que la fuerza resultante de ella se convierta –por así decirlo– en
una, del mismo modo que una corriente eléctrica, al actuar sobre el carbón, produce un solo foco, una única claridad.
¿Por qué esa unión? ¿Por qué esa fusión? –preguntaréis. Es que para la producción de estos fenómenos es necesario que las propiedades esenciales del Espíritu agente sean aumentadas con algunas de las propiedades del sujeto mediumnizado, porque el
fluido vital, indispensable para la producción de todos los fenómenos medianímicos, es un atributo
exclusivo del encarnado y, por consiguiente, el Espíritu que opera se encuentra obligado a impregnarse del mismo. Sólo entonces puede, por intermedio de ciertas propiedades de vuestro medio circundante –desconocidas para vosotros–, aislar, volver invisibles y hacer que se muevan ciertos objetos materiales, e incluso los propios encarnados.
No me es permitido, por el momento, revelaros esas leyes particulares que rigen a los gases y a los fluidos que os circundan; entretanto, antes de que hayan transcurrido algunos años, antes de que una existencia humana se haya cumplido, la explicación de estas leyes y de estos fenómenos os será revelada, y veréis surgir y producirse una nueva variedad de médiums, que caerán en un estado cataléptico particular cuando sean mediumnizados.
Ya veis de cuántas dificultades se encuentra rodeada la producción de aportes; muy lógicamente podéis deducir que los fenómenos de esta naturaleza son excesivamente raros, sobre todo porque los Espíritus se prestan muy poco a producirlos, pues esto exige por parte de ellos un trabajo casi material, que les causa disgusto y fatiga. Por otro lado –y esto es muy frecuente–, sucede también lo siguiente: a pesar de su energía y de su voluntad, el estado del propio médium opone a los Espíritus una barrera infranqueable.
Por lo tanto, es evidente –y no me cabe duda de que vuestro razonamiento lo confirma– que los hechos tangibles, tales como los golpes, como el movimiento y la suspensión de objetos, son fenómenos simples que se operan mediante la concentración y la dilatación de ciertos fluidos, y que pueden ser provocados y obtenidos por la voluntad y por el trabajo de los médiums que son aptos para ello, cuando éstos son secundados por Espíritus amigos y benévolos; en tanto que los hechos de aportes son múltiples, complejos, exigen el concurso de circunstancias especiales, no pueden operarse sino por un solo Espíritu y un solo médium, y requieren –más allá de lo necesario para la tangibilidad– una combinación muy particular para aislar y volver invisibles al objeto o a los objetos que
han de ser aportados.
Espíritas, todos vosotros comprendéis mis explicaciones y os dais perfectamente cuenta de esta concentración de fluidos especiales, para la locomoción y la tactilidad de la materia inerte; creéis en ello, así como creéis en los fenómenos de la electricidad y del magnetismo, con los cuales los hechos medianímicos tienen gran analogía y son –por así decirlo– su consagración y desarrollo. En cuanto a los incrédulos, no tengo que convencerlos, pues no me ocupo de ellos; un día se convencerán por la fuerza de la evidencia, porque será realmente preciso que se inclinen ante el testimonio unánime de los hechos espíritas, como ya se han visto forzados a hacerlo ante tantos otros hechos que al principio habían rechazado.
En resumen: si los hechos de tangibilidad son frecuentes, los hechos de aportes son muy raros, porque las condiciones requeridas para la producción de estos últimos son muy difíciles; por lo tanto, ningún médium puede decir que a tal hora o en tal momento obtendrá un aporte, porque a menudo el propio Espíritu se encuentra impedido en su obra. Debo agregar que estos fenómenos son doblemente difíciles en público, puesto que casi siempre ahí se encuentran elementos enérgicamente refractarios, que paralizan los esfuerzos del Espíritu, y con mayor razón la acción del médium. Al contrario, tened por cierto que estos fenómenos se producen de forma espontánea, lo más frecuentemente con desconocimiento de los médiums, sin premeditación, casi siempre en particular y, en fin, muy raramente cuando éstos se hallan prevenidos. De ahí debéis deducir que hay un motivo legítimo de sospecha todas las veces que un médium se jacta de obtenerlos a voluntad o, dicho de otro modo, de dar órdenes a los Espíritus como si fuesen sus sirvientes, lo que es totalmente absurdo. También tened como regla general que de ninguna manera los fenómenos espíritas se producen para que sean exhibidos como un espectáculo, ni para divertir a los curiosos. Si algunos Espíritus se prestan a este tipo de cosas, esto solamente puede ocurrir con los fenómenos simples y no con los que exigen condiciones excepcionales, como los aportes y otros semejantes.
Espíritas, recordad que si es absurdo rechazar sistemáticamente todos los fenómenos del Más Allá, tampoco es prudente aceptarlos ciegamente. Cuando un fenómeno de tangibilidad, de aparición, de visibilidad o de aporte se manifiesta espontáneamente y de modo instantáneo, aceptadlo; entretanto, no estaría de más repetiros que no aceptéis nada ciegamente. Que cada hecho sea sometido a un examen minucioso, profundo y severo; pues –creedlo– el Espiritismo, tan rico en fenómenos sublimes y grandiosos, no tiene nada que ganar con esas pequeñas manifestaciones, que pueden ser imitadas por hábiles prestidigitadores.
Sé muy bien lo que vosotros me vais a decir: que estos fenómenos son útiles para convencer a los incrédulos; pero sabed que si no hubierais tenido otros medios de convicción, hoy no contaríais ni con la centésima parte de los espíritas que existen. Hablad al corazón: es así que haréis las más serias conversiones. Si para ciertas personas creéis que es útil valerse de hechos materiales, presentadlos al menos en circunstancias tales que no puedan dar lugar a ninguna interpretación falsa y, sobre todo, no salgáis de las condiciones normales de estos hechos, porque si se los presenta en malas condiciones, ofrecen argumentos a los incrédulos en lugar de convencerlos.
ERASTO
[1] Vemos que cuando se trata de expresar una idea nueva, para la cual no hay un vocablo específico en el idioma, los Espíritus saben perfectamente crear neologismos. Esas palabras: electromedianímico, periespirítico, no son nuestras. Los que nos han criticado por haber creado las palabras: espírita, Espiritismo, periespíritu –que no tenían análogas–, podrán también hacer la misma crítica a los Espíritus. [Nota de Allan Kardec.]