Correspondencia
Carta del Sr. Mathieu sobre los médiums embusteros
París, 21 de julio de 1861.
Señor,
Se puede estar en desacuerdo sobre ciertos puntos y estar en perfecto acuerdo sobre otros. Acabo de leer, en la página 213 del último número de vuestra
Revista, reflexiones acerca del fraude en materia de experiencias espiritualistas (o espíritas), a las cuales tengo la satisfacción de adherir con todas mis fuerzas. Allí, toda disidencia en materia de teorías y de doctrinas desaparecen como por encanto.
Tal vez yo no sea tan severo como vos con referencia a los médiums que, en forma digna y conveniente, aceptan una remuneración como indemnización por el tiempo que dedican a tales experiencias, a menudo prolongadas y fatigosas; pero sí lo soy, tanto como vos –y nadie lo sería más– en relación a los que en semejante caso suplen con embustes y fraudes, cuando se les presenta la ocasión, la ausencia o la insuficiencia de los resultados prometidos y esperados.
Mezclar lo falso con lo verdadero, cuando se trata de fenómenos obtenidos con la intervención de los Espíritus, es simplemente una infamia, y el médium que creyera que puede hacerlo sin escrúpulo tiene obnubilado el sentido moral. Conforme lo habéis perfectamente observado, esos falsos médiums
causan el descrédito sobre la cuestión en la mente de los indecisos, desde que el fraude sea constatado. Agregaré que eso significa comprometer de la manera más deplorable a los hombres honrados que prestan a los médiums el apoyo desinteresado de sus conocimientos y de sus luces, y que se constituyen en garantes de la buena fe de estos médiums, a quienes patrocinan de algún modo; es cometer con ellos una verdadera falta de lealtad.
Todo médium que sea responsable de maniobras fraudulentas; que sea sorprendido con las manos en la masa –para valerme de una expresión un tanto trivial–, merecería ser puesto al margen por todos los espiritualistas o espíritas del mundo, para quienes sería un riguroso deber desenmascararlo o reprobarlo.
Señor, si consideráis conveniente insertar estas pocas líneas en vuestra
Revista, están a vuestra disposición.
Atentamente,
MATHIEU.
No esperábamos menos de los sentimientos honorables que distinguen al Sr. Mathieu, si no esta enérgica reprobación pronunciada contra los médiums de mala fe; por el contrario, habríamos quedado sorprendidos si él hubiese tomado fríamente y con indiferencia tales abusos de confianza. Estos abusos podían ser más fáciles cuando el Espiritismo era menos conocido; pero a medida que esta ciencia se expande más y se comprende mejor, se conocen mejor las verdaderas condiciones en que los fenómenos pueden producirse, y se encuentran por todas partes ojos clarividentes, capaces de descubrir el fraude; señalarlo, donde quiera que se muestre, es el mejor medio de desalentarlo.
Han dicho que era preferible no develar esas torpezas en interés del Espiritismo; que la posibilidad de engañar podría aumentar la desconfianza de los indecisos. Nosotros no somos de esta opinión y pensamos que es preferible que los indecisos sean desconfiados que engañados, porque una vez que supiesen que fueron engañados, podrían alejarse sin retorno. Además, habría un inconveniente aún mayor: el de creer que los espíritas se dejan embaucar fácilmente. Al contrario, estarán tanto más dispuestos a creer cuando vean que los creyentes se rodean de mayores precauciones, y que repudian a los médiums que son susceptibles de ser engañados.
El Sr. Mathieu dice que tal vez él no sea tan severo como nosotros con referencia a los médiums que, en forma digna y conveniente, aceptan una remuneración como indemnización por el tiempo que dedican al asunto. Somos exactamente de la opinión que pueden y deben haber honrosas excepciones; pero como el afán de lucro es una gran tentación, y como los principiantes no tienen la experiencia necesaria para distinguir lo verdadero de lo falso, mantenemos nuestra opinión de que la mejor garantía de sinceridad está en el absoluto desinterés, porque donde no hay nada que ganar, el charlatanismo no tiene nada que hacer. Aquel que paga quiere algo por su dinero, y no se contentaría si le dijesen que el Espíritu no quiere actuar; de ahí al descubrimiento de los medios para hacer que el Espíritu actúe a toda costa, no hay más que un paso, conforme el proverbio: El hambre aguza el ingenio. Agregamos que los médiums ganarán cien veces más en consideración de lo que dejen de ganar en provechos materiales. Dicen que la consideración no alcanza para vivir; es cierto que no es suficiente, pero para vivir hay otros trabajos más honestos que la explotación de las almas de los muertos.