Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

Volver al menú
Los cretinos
(Sociedad Espírita de París; médium: Sra. de Costel)

Nuestra colega, la Sra. de Costel, al haber hecho una excursión a una parte de los Alpes en que el cretinismo parece haber establecido uno de sus principales focos, recibió allí la siguiente comunicación de uno de los Espíritus que habitualmente se manifiesta por su intermedio:

–Los cretinos son seres punidos en la Tierra por el mal uso que han hecho de sus poderosas facultades; su alma está aprisionada en un cuerpo, cuyos órganos con deficiencia no pueden expresar sus pensamientos. Este mutismo moral y físico es una de las más crueles puniciones terrenales; a menudo es escogido por los Espíritus arrepentidos que quieren rescatar sus faltas. Esta prueba no es de modo alguno estéril, porque el Espíritu no permanece estacionario en su prisión de carne; esos ojos hebetados, ven; ese cerebro deficiente, concibe, pero nada puede ser traducido mediante la palabra o la mirada y, salvo el movimiento, se encuentran moralmente en el estado de los letárgicos y de los catalépticos, que ven y oyen lo que pasa a su alrededor sin que puedan expresarlo. Cuando, durante el sueño, vosotros tenéis esas terribles pesadillas en las que queréis huir de un peligro y gritáis para pedir socorro, mientras que vuestra lengua se queda pegada al paladar y vuestros pies al suelo, experimentáis por unos instantes lo que el cretino siente constantemente: la parálisis del cuerpo junto con la vida del Espíritu.

Casi todas las enfermedades tienen, así, su razón de ser; nada sucede sin una causa, y lo que vosotros llamáis de injusticia del destino es la aplicación de la más alta justicia. La locura es también una punición del abuso de elevadas facultades; el loco tiene dos personalidades: la que delira y la que tiene conciencia de sus actos, sin poder dirigirlos. En cuanto a los cretinos, la vida contemplativa y aislada de su alma, que no tiene las distracciones del cuerpo, también puede ser agitada por los acontecimientos, como las existencias más complicadas. Algunos se rebelan contra su suplicio voluntario; lamentan haberlo elegido y experimentan un deseo furioso de volver a una otra vida, deseo que les hace olvidar la resignación en la vida presente y el remordimiento de la vida pasada del cual tienen conciencia, porque los cretinos y los locos saben más que vosotros, y bajo su deficiencia física se oculta una potencia moral de la que no tenéis idea. Los actos de furor o de imbecilidad a los que su cuerpo se entrega, son juzgados por el ser interior, que sufre por ello y que se avergüenza. Por lo tanto, ridiculizarlos, injuriarlos e incluso maltratarlos –como algunas veces se hace con ellos– es aumentar sus sufrimientos, porque les hace sentir más duramente su debilidad y su abyección, y si ellos pudiesen, acusarían de cobardes a los que se comportan de este modo, porque saben que sus víctimas no pueden defenderse.

El cretinismo no es una de las leyes divinas, y la Ciencia puede hacerlo desaparecer, porque es el resultado material de la ignorancia, de la miseria y del abandono. Los nuevos medios de higiene que la Ciencia –que se ha vuelto más práctica– puso al alcance de todos, tienden a destruirlo. Al ser el progreso la condición expresa de la humanidad, las pruebas impuestas se modificarán y seguirán la marcha de los siglos; todas se volverán morales, y cuando vuestra Tierra –joven aún– haya cumplido todas las fases de su existencia, se convertirá en una morada de felicidad, como otros planetas más adelantados.

Pierre JOUTY, padre de la médium.

Nota
– Hubo un tiempo en que se puso en cuestión el alma de los cretinos, y se preguntaba si verdaderamente pertenecían a la especie humana. La manera con la cual el Espiritismo considera el asunto, ¿no es de alta moralidad y una gran enseñanza? ¿No hay motivo para serias reflexiones al pensar que esos cuerpos desdichados son animados por almas que tal vez han brillado en el mundo, que son tan lúcidas y tan pensantes como las nuestras, bajo la densa envoltura que ahoga las manifestaciones, y que un día puede sucedernos lo mismo a nosotros si abusamos de las facultades que nos ha concedido la Providencia?

Además, ¿cómo explicar el cretinismo? ¿Cómo conciliarlo con la justicia y con la bondad de Dios sin admitir la pluralidad de las existencias, es decir, la reencarnación? Si el alma no ha vivido antes, entonces ha sido creada al mismo tiempo que el cuerpo; en esta hipótesis, ¿cómo justificar la creación de almas tan desheredadas como las de los cretinos, por parte de un Dios justo y bueno? Porque aquí no se trata, en absoluto, de uno de esos accidentes –como la locura, por ejemplo– que se puede prevenir o curar; esos seres nacen y mueren en el mismo estado. Al no tener ninguna noción del bien y del mal, ¿cuál será su destino en la eternidad? ¿Serán dichosos al igual que los hombres inteligentes y trabajadores? Pero ¿por qué ese favor, ya que no han hecho ningún bien? ¿Permanecerán ellos en lo que se denomina limbo, es decir, en un estado mixto que no es ni la felicidad ni la desdicha? Mas ¿por qué esa inferioridad eterna? ¿Es su culpa que Dios los haya creado cretinos? Desafiamos a todos aquellos que rechazan la doctrina de la reencarnación a que expliquen esta situación de difícil resolución. Por el contrario, con la reencarnación, lo que parece una injusticia se vuelve una admirable justicia; lo que es inexplicable se explica de la manera más racional. Además, no sabemos si aquellos que rechazan esta doctrina la han combatido con argumentos más perentorios que los de su repugnancia personal en volver a la Tierra. ¡Están, pues, muy seguros de tener bastantes virtudes para ganar el cielo de repente! Nosotros les deseamos lo mejor. Pero ¿los cretinos? ¿Y los niños que mueren en tierna edad? ¿Qué títulos tendrán que hacer valer?