Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Banquete ofrecido al Sr. Allan Kardec por los espíritas de Burdeos

Discurso de agradecimiento del Sr. Lacoste, comerciante

Señores:

Ruego sobre todo a los jóvenes que me escuchan que consientan prestar atención a algunas palabras de afecto fraternal que he escrito especialmente para ellos. La falta de experiencia, la conformidad de nuestras edades y la comunión de nuestras ideas me aseguran su indulgencia.

Ninguno de nosotros, señores, ha recibido con indiferencia la revelación de esta santa Doctrina, cuyos elementos nuevos han sido recopilados por nuestro venerable maestro en un libro sabio. Jamás un campo tan vasto fue abierto a nuestras imaginaciones; nunca un horizonte tan grandioso fue develado a nuestras inteligencias. Sin mirar para atrás, fue con el ardor de la edad juvenil que nos hicimos adeptos de la fe en el porvenir y pioneros de la civilización futura. ¡Dios no permita que yo venga a proferir palabras de desánimo! Vuestras creencias son muy conocidas para mí, señores, y sé que son demasiado sólidas como para creer que la burla o el falso razonamiento de algunos adversarios puedan hacerlas vacilar. La juventud es rica de privilegios, fácil a las nobles emociones y ardiente en los emprendimientos; también tiene el entusiasmo de la fe, esta palanca moral que levanta los mundos. Pero si su imaginación la lleva más allá de los obstáculos, frecuentemente la hace sobrepasar el objetivo. Es contra esos desvíos que os exhorto a precaveros. Librados a vosotros mismos y atraídos por los encantos de la novedad, levantando a cada paso la punta del velo que os ocultaba lo desconocido y tocando casi con el dedo la solución del eterno problema de las causas primarias, tened cuidado para no dejaros embriagar por las alegrías del triunfo. Pocos caminos están exentos de precipicios; la confianza en demasía sigue siempre caminos fáciles, y no hay nada más difícil de obtener de jóvenes soldados –como de inteligencias jóvenes– que la moderación en la victoria. Ahí está el mal que temo para vosotros, como para mí.

Felizmente el remedio está junto al mal. Aquí reunidos, hay entre nosotros los que alían a la madurez de la edad y del talento la dichosa ventaja de haber sido, en nuestra ciudad, los propagadores esclarecidos de la enseñanza espírita. Es a estos Espíritus más calmos y más reflexivos que debéis someter la dirección de vuestros estudios y, gracias a esa deferencia de todos los días, gracias a esa subordinación moral, os será dado traer a la construcción del edificio común una piedra que no ha de tambalear.

Por lo tanto, señores, sepamos vencer las cuestiones pueriles de amor propio; nuestra parte, la parte que toca a nuestros jóvenes, ¿no es tan bella? En efecto, el futuro nos pertenece; cuando nuestros padres en Espiritismo vuelvan a vivir en un mundo mejor, nosotros podremos asistir –llenos de vida y de fe– a la espléndida irradiación de esta verdad, de la cual no habrán vislumbrado en la Tierra sino la misteriosa aurora.

Señores, dejadme, pues, la esperanza de que podáis decir conmigo desde el fondo del corazón:

Gracias a todos nuestros superiores; ¡a todos los que, conocidos o desconocidos, con ropas ricas o con guardapolvos de operario, se hicieron adeptos y propagadores de la Doctrina Espírita en Burdeos! A la prosperidad de la Sociedad Espírita de París, ¡de esa Sociedad que empuña tan alto y tan firme el estandarte bajo el cual aspiramos a alistarnos! Que el Sr. Allan Kardec –maestro de todos nosotros– reciba, al igual que nuestros hermanos de París, la certeza de una profunda simpatía; que él les diga que nuestros jóvenes corazones vibran en unísono y que, aunque con un paso menos firme, no por eso dejamos de contribuir para la regeneración universal, alentados por sus ejemplos y sus éxitos.


Discurso de agradecimiento del Sr. Sabò

Señores, los Espíritus también quieren aseverarnos una vez más que hemos conquistado sus simpatías al unir sus deseos a los nuestros para la prosperidad de esta santa Doctrina, que es su obra; el Espíritu Ferdinand, uno de nuestros Guías protectores, ha dictado espontáneamente la siguiente enseñanza, que tengo la felicidad de transmitiros.

“La gran familia espírita, de la que hacéis parte, diariamente ve aumentar el número de sus hijos y, en poco tiempo, no habrá más en vuestra bella patria, ni ciudades ni aldeas donde no se haya instalado la tienda de los miembros de esta tribu bendecida por Dios.

“Ya sería imposible para nosotros señalaros los numerosos Centros que gravitan alrededor del foco luminoso sediado en París, porque los Centros de las grandes ciudades son únicamente conocidos por nosotros. Entre los mismos se distingue, por el saber, por la inteligencia y por la unión fraternal, la Sociedad Espírita de Metz. Ella está destinada a dar frutos en abundancia, y al buscar establecer con ellos relaciones amistosas basadas en una estima recíproca, vosotros llenaréis de suave alegría el corazón paternal de vuestro jefe aquí presente.

“El eminente Espíritu Erasto os lo ha dicho ayer: Sed unidos, la unión hace la fuerza. Por lo tanto, haced todos los esfuerzos para lograrlo, a fin de que en poco tiempo todos los Centros Espíritas franceses, unidos entre sí por los lazos de la fraternidad, caminen a pasos de gigante por la senda trazada.”

FERDINAND, Guía espiritual de la médium.


En conclusión, y como fiel intérprete de los sentimientos expresados por ese Espíritu bueno, manifiesto los mejores deseos a nuestros hermanos espíritas de Metz, en particular, y a todos los espíritas franceses, en general.

Señores:

Persuadido de que las calurosas palabras, pronunciadas ayer entre vosotros por nuestro honorable jefe espírita, no hayan caído en medio de las piedras ni entre los espinos, sino en vuestros corazones, ahora dispuestos a estrechar entre sí los lazos de la fraternidad, vengo a expresar mis felicitaciones a nuestros hermanos espíritas de Lyon; ellos han comenzado su tarea antes que nosotros y, para organizarse, tuvieron que pasar por las mismas dificultades que tiempo atrás nos hicieron sufrir tanto; pero, gracias al impulso que nuestro bienamado jefe les ha dado el año pasado, ellos dieron un paso inmenso en la senda bendita en que los Espíritus buenos vienen a hacer entrar a la Humanidad. Imitémoslos, señores; que una loable emulación pueda unir a los espíritas de Burdeos y de Lyon, a fin de que la comunión de pensamientos y sentimientos, de la cual todos están animados, permita que se diga de ellos: bordeleses y lioneses son hermanos.

Hago votos por la unión de los hermanos de Burdeos y de Lyon.


Discurso del Sr. Desqueyroux, mecánico
En nombre del grupo de obreros

Sr. Allan Kardec, nuestro querido maestro:

En nombre de todos los obreros espíritas de Burdeos, amigos y hermanos míos, vengo a expresar nuestros deseos de prosperidad para vos. Aunque ya habéis logrado una alta perfección, que Dios os haga crecer aún más en los buenos sentimientos que os animaron hasta este día y, sobre todo, que Él os haga crecer a los ojos del Universo y en el corazón de aquellos que, al seguir vuestra Doctrina, se aproximan a Dios. Nosotros, que somos del número de los que la profesan, os bendecimos desde lo más profundo de nuestros corazones, y rogamos a nuestro Divino Creador que os deje aún por mucho tiempo entre nosotros, a fin de que, cuando haya concluido vuestra misión, estemos lo bastante fortalecidos en la fe como para conducirnos solos, sin apartarnos de la buena senda.

Para nosotros es una inefable felicidad haber nacido en una época en que podemos ser esclarecidos por el Espiritismo. Pero no basta conocer y disfrutar esa felicidad; con la Doctrina hemos contraído compromisos que consisten en cuatro deberes diferentes: el deber de sumisión, que nos haga escucharla con docilidad; el deber de afecto, que nos haga amarla con ternura; el deber de dedicación, para defender sus intereses con fervor, y el deber de práctica, que nos haga honrarla por nuestras obras.

Estamos en el seno del Espiritismo, y el Espiritismo es para nosotros un sólido consuelo en nuestras penas, porque –es preciso confesarlo– hay momentos en la vida en que la razón podría quizá sostenernos, pero hay otros en que uno tiene necesidad de toda la fe que da el Espiritismo para no sucumbir. En vano los filósofos vienen a predicarnos una firmeza estoica, a recitarnos sus máximas pomposas, a decirnos que el erudito no se perturba con nada, que el hombre fue hecho para poseerse a sí mismo y para dominar los acontecimientos de la vida; ¡consuelos insulsos! Lejos de aliviar mi dolor, vosotros lo volvéis más amargo; en todas vuestras palabras no encontramos más que el vacío y la estirilidad; pero el Espiritismo viene en nuestro socorro y nos prueba que nuestra propia aflicción puede contribuir para nuestra felicidad.

Sí, estimado maestro; continuad vuestra augusta misión; continuad mostrándonos esta ciencia que os ha sido dictada por la Bondad Divina, que nos trae consuelo durante esta vida y que será el pensamiento sólido que nos tranquilizará en el momento de la muerte.

Querido maestro, recibid estas pocas palabras que salen del corazón de vuestros hijos, porque sois el padre de todos nosotros, el padre de la clase obrera y de los afligidos. Vos lo sabéis: progreso y sufrimiento marchan juntos; pero cuando la desesperación agobiaba nuestros corazones, vinisteis a traernos fuerzas y coraje. Sí, al mostrarnos el Espiritismo, habéis dicho: “Hermanos, ¡coraje! Soportad sin murmurar las pruebas que os son enviadas, y Dios os bendecirá”. Sabed, pues, que nosotros somos apóstoles dedicados y que, en el presente siglo, como en los siglos venideros, vuestro nombre será bendecido por nuestros hijos y por nuestros amigos obreros.

Discurso y agradecimiento del Sr. Allan Kardec

Queridos hermanos míos en Espiritismo:

Me faltan palabras para expresar lo que siento acerca de vuestra acogida tan simpática y tan benevolente. Por lo tanto, permitidme deciros en algunas frases, en vez de hacerlo en largas frases que poco agregarían, que pondré mi primer viaje a Burdeos en el número de los momentos más felices de mi vida, y que guardaré del mismo un eterno recuerdo; nunca olvidaré, señores, que esta recepción me impone una gran tarea: la de justificarla, lo que espero hacer con la ayuda de Dios y de los Espíritus buenos. Además me impone grandes obligaciones, no solamente para con vosotros, sino también para con los espíritas de todos los países, de los cuales sois representantes como miembros de la gran familia; para con el Espiritismo en general, que acabáis de aclamar en estas dos reuniones solemnes, y que –no tengáis duda– ha de adquirir con la pujanza de vuestra importante ciudad una fuerza nueva para luchar contra los obstáculos que han de arrojar en vuestro camino.

En mi discurso de ayer he hablado de la fuerza irresistible del Espiritismo; ¿no sois vosotros la prueba evidente de eso? ¿No es un hecho característico que la inauguración de una Sociedad Espírita como la vuestra, tiene lugar a través de la reunión espontánea de casi 300 personas, atraídas, no por una vana curiosidad, sino por la convicción y por el único deseo de agruparse en un solo conjunto homogéneo? Sí, señores, este hecho no solamente es característico, sino que es providencial. Al respecto, he aquí lo que me decía aún ayer, antes de la sesión, mi Guía espiritual, el Espíritu de Verdad:

«Dios ha marcado con el sello de Su inmutable voluntad la hora de la regeneración de los hijos de esta gran ciudad. Manos a la obra, pues, con confianza y coraje; esta noche los destinos de sus habitantes comenzarán a salir del atolladero de las pasiones, que su riqueza y su lujo hacían germinar como la cizaña en medio del buen grano, para alcanzar, a través del progreso moral que el Espiritismo va a imprimirle, la altura de los destinos eternos. Como tú ves, Burdeos es una ciudad amada por los Espíritus, porque multiplica intramuros las más sublimes devociones de la caridad, en todas sus formas; es por eso que ellos estaban afligidos por verla rezagada en el movimiento progresivo que el Espiritismo viene a imponer a la humanidad. Pero los progresos van a hacerse tan rápidos, que los Espíritus bendecirán al Señor por haberte inspirado el deseo de venir a ayudarlos a entrar en este camino sagrado.»

Veis, por lo tanto, señores, que el impulso que os anima viene de lo Alto, y muy temerario sería aquel que quisiera detenerlo, porque sería vencido como los ángeles rebeldes, que quisieron luchar contra el poder de Dios. Entonces, de ninguna manera temáis la oposición de algunos adversarios interesados, que se pavonean en su incredulidad materialista; el materialismo llega a su última hora, y es el Espiritismo que viene a anunciarla, porque Él es la aurora que disipa las tinieblas de la noche. Y, cosa providencial, es el propio materialismo que, sin quererlo, sirve de auxiliar a la propagación del Espiritismo; los ataques del materialismo llaman la atención de los indiferentes sobre la Doctrina Espírita; quieren ver lo que Ella es, y como la consideran buena, la adoptan. Tenéis la prueba de esto ante vuestros ojos: sin los artículos de uno de los periódicos de vuestra ciudad, los espíritas bordeleses serían quizá la mitad de numerosos de lo que son hoy. Naturalmente, ese artículo ha despertado la curiosidad, pues han dicho: Si atacan al Espiritismo es porque hay algo en Él; y han medido la importancia de ese algo por la extensión del artículo. Han preguntado: ¿es bueno o malo el Espiritismo? ¿Es verdadero o falso? Entonces, veámoslo. Y después de verlo, ya sabéis el resultado. Por lo tanto, lejos de enfadarse con el autor del artículo, es preciso agradecerle por haber hecho propaganda gratuita; y si hay aquí algún amigo suyo, le rogamos que lo aconseje a recomenzar, a fin de que, si ayer éramos 300, que el año próximo seamos 600. Al respecto, yo podría citaros hechos curiosos de propaganda semejante, realizada en ciertas ciudades por sermones furibundos contra el Espiritismo.

Por lo tanto, Burdeos –como Lyon– acaba de enarbolar con dignidad la bandera del Espiritismo, y lo que veo me da la garantía de que no será arriada. ¡Burdeos y Lyon! Dos de las mayores ciudades de Francia: ¡focos de luces! ¡Y dicen que todos los espíritas son locos! ¡Honor a los locos de esta especie! No nos olvidemos de Metz, que también acaba de fundar su Sociedad –en la cual figuran en gran número oficiales de todos los grados– y que solicita su admisión en la gran familia. En breve, espero que Toulouse, Marsella y otras ciudades donde ya fermenta la nueva semilla, se unan a sus hermanas mayores y den la señal
de la regeneración en sus respectivas regiones.

Señores, en nombre de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, vengo a expresar mi reconocimiento a los espíritas de Burdeos, por su unión fraternal, a fin de resistir al enemigo que gustaría de dividirlos para tener razón más fácilmente.

En este reconocimiento incluyo –desde lo más profundo de mi corazón y con la más viva simpatía– al Grupo Espírita de los Obreros de Burdeos que, como los de Lyon, dan un admirable ejemplo de esmero, sacrificio, abnegación y reforma moral. Me siento feliz, muy feliz –os lo aseguro– en ver a sus delegados reunidos fraternalmente en esta mesa con la élite de la sociedad, lo que prueba, por esta reunión, la influencia del Espiritismo sobre los prejuicios sociales. No podría ser de otro modo, pues Él nos enseña que aquel que se encuentra en elevada posición social en el mundo pudo haber sido tal vez un humilde proletario, y que al apretar la mano del último de los peones, apriete quizá la de un hermano, de un padre o de un amigo.

En nombre de los espíritas de Metz y de Lyon, de los cuales me hago el intérprete, os agradezco por haberlos incluido en la expresión de vuestros sentimientos fraternales.

¡A los espíritas bordeleses!

Señores, los espíritas no deben ser ingratos; creo que es un deber de reconocimiento no olvidar a los que sirven –incluso sin quererlo– a nuestra causa. Por lo tanto, propongo que agradezcamos al autor del artículo del Courrier de la Gironde (Correo del Gironda), por el servicio que nos ha prestado, haciendo votos para que de tiempo en tiempo él repita sus espirituosos artículos; y si Dios quiere, pronto será el único hombre sensato de Burdeos.