Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Conversaciones familiares del Más Allá
Eugène Scribe

(Sociedad Espírita de París)

Cuando se estableció el debate entre varios Espíritus sobre el aforismo de Buffon: El estilo es el hombre, que hemos relatado en nuestro número anterior, el nombre del Sr. Scribe fue pronunciado, lo que sin duda le ha dado un motivo para venir, aunque no hubiese sido llamado. Sin participar del debate, él dictó espontáneamente la siguiente disertación, que suscitó la conversación que publicamos después de la misma. «–Sería deseable que el teatro, donde grandes y pequeños van para adquirir enseñanzas, se preocupara un poco menos en satisfacer el gusto por las costumbres fáciles y en exaltar los aspectos veniales de una juventud ardiente, sino que el mejoramiento social fuese buscado a través de piezas elevadas y morales, donde la fina gracia reemplazase a la sal gruesa de cocina que hoy usan los autores de comedias ligeras. Pero no: según el teatro, y dependiendo del público, se halagan las pasiones humanas. Aquí, se preconiza la blusa en vez de la casaca, transformada en chivo expiatorio de todas las iniquidades sociales; allá, es la blusa que es infamada y despreciada, porque dicen que esconde siempre al bribón o al asesino. Mentira de los dos lados.

«Algunos autores comienzan a tomar el toro por las astas y, como Émile Augier, a poner a los banqueros en la picota de la opinión pública. ¡Bah! ¡Qué importa! No por eso el público deja de correr a los teatros, donde una plástica desfachatada y sin pudor paga todos los gastos del espectáculo. ¡Ah! Ya es tiempo de que las ideas espíritas sean propagadas en todos los estratos sociales, porque entonces el teatro se moralizará en sí mismo, y a las exhibiciones femeninas sucederán piezas responsables, representadas con conciencia por artistas de talento; todos ganarán con esto. Esperemos que pronto surja un dramaturgo que sea capaz de expulsar del teatro y del entusiasmo del público a todos esos explotadores, proxenetas inmorales de las damas de las camelias de toda especie. Trabajad, pues, para difundir el Espiritismo, que debe producir un resultado muy loable.»

E. SCRIBE

Pregunta 1. En una comunicación que habéis dictado hace poco tiempo a la Srta. J..., y que ha sido leída en la Sociedad, dijisteis que lo que hizo vuestra reputación en la Tierra no la hizo en el Cielo, y que podríais haber empleado mejor los dones que recibisteis
de Dios. ¿Tendríais la bondad de desarrollar este pensamiento y decirnos en qué vuestras obras son reprensibles? Nos parece que las mismas tienen un lado moral y, en un cierto sentido, han abierto un camino hacia el progreso.

Respuesta. Todo es relativo; hoy, en el mundo elevado donde me encuentro, no veo más con los ojos terrenos y, con los dones que había recibido del Todopoderoso, pienso que yo podría haber hecho más por la Humanidad; por eso es que dije que no había trabajado para el Cielo. Pero no puedo expresar en algunas palabras lo que quería deciros en aquella ocasión, porque –como sabéis– yo era un poco verboso.

Preg. 2. Dijisteis también que desearíais producir una obra más útil y más seria, pero que esta alegría os ha sido negada. ¿Es como Espíritu que habríais deseado hacer esa obra y, en este caso, cómo habríais hecho para que los hombres la aprovechasen?

Resp. ¡Dios mío! De la manera más simple que los Espíritus emplean: inspirando a los escritores, que a menudo imaginan que la extraen de su propio bagaje, a veces tan vacío, infelizmente.

Preg. 3. ¿Se puede saber cuál es el tema que os propondríais a tratar?

Resp. Yo no tenía un objetivo determinado, pero –como sabéis– a uno le gusta hacer un poco lo que nunca ha hecho. Hubiera deseado ocuparme de Filosofía y de Espiritualismo, porque me ocupé demasiado con el realismo. No toméis la palabra realismo como hoy es entendida; sólo he querido decir que me he ocupado más especialmente de lo que divertía a los ojos y a los oídos de los Espíritus frívolos de la Tierra, y no de lo que podía satisfacer a los Espíritus serios y filosóficos.

Preg. 4. Habéis dicho a la Srta. J... que no sois feliz. Podéis no tener la dicha de los bienaventurados; pero hace poco, en la comisión, se han contado numerosas acciones buenas que habéis realizado y que, ciertamente, deben haber sido tomadas en consideración.

Resp. No, no soy feliz, porque, ¡ah!, aún tengo ambición y, habiendo sido académico en la Tierra, me habría gustado participar igualmente de la academia de los elegidos.

Preg. 5. Nos parece que, a falta de la obra que aún no podéis hacer, podríais alcanzar el mismo objetivo, para vos y para los otros, si aquí vinieseis a hacer una serie de disertaciones.

Resp. No pido nada mejor, y vendré con placer, si me lo permiten –lo que ignoro–, porque todavía no tengo una posición bien determinada en el mundo espiritual. Todo es tan nuevo para mí –he pasado mi vida casando alférez con herederas ricas–, que aún no tuve tiempo de conocer y de admirar este mundo etéreo, del cual yo me había olvidado en mi encarnación. Volveré, pues, si los Grandes Espíritus me lo permiten.

Preg. 6. En el mundo en que estáis, ¿ya habéis vuelto a ver a Madame de Girardin que, cuando encarnada, se ocupaba mucho con los Espíritus y con las evocaciones?

Resp. Ella tuvo la bondad de venir a esperarme en el portal de la verdadera vida, con los Espíritus de la pléyade a la cual pertenecemos.

Preg. 7. ¿Ella es más feliz que vos?

Resp. Como Espíritu es más feliz que yo, porque ella ha contribuido con obras de educación para la niñez, compuestas por su madre, Sophie Gay.

Nota de Erasto – No; ella es más feliz porque luchó, mientras que Scribe se dejó llevar por la corriente de la vida fácil.

Preg. 8. ¿Vais a asistir algunas veces a la presentación de vuestras obras, así como Madame de Girardin o Casimir Delavigne?

Resp. ¿Cómo pensar que no iríamos a ver a esos queridos hijos que hemos dejado en la Tierra? Aún es uno de nuestros gozos puros.

Nota – Por lo tanto, la muerte no separa a los que se han conocido en la Tierra; ellos se reencuentran, se reúnen y se interesan por lo que constituía el objeto de sus preocupaciones. Dirán, sin duda, que si se acuerdan de lo que les daba alegría, también se acordarán de aquello que les causaba dolor, y que esto debe alterar su felicidad. Ese recuerdo produce un efecto totalmente contrario, porque la satisfacción de estar libre de los males terrenos es un gozo, tanto más suave cuanto mayor fuere el contraste; los beneficios de la salud son mejor apreciados después de una enfermedad, sucediendo lo mismo con la calma después de la tempestad. El guerrero, al volver a su hogar, ¿no se complace en contar los peligros que enfrentó y las fatigas que sintió? Así, para los Espíritus, el recuerdo de las luchas terrenas es un gozo cuando salen victoriosos de las mismas. Pero este recuerdo se pierde a lo lejos, o por lo menos disminuye de importancia a sus ojos, a medida que se liberan de los fluidos materiales de los mundos inferiores y se aproximan a la perfección; para ellos, tales recuerdos son sueños distantes, como en el adulto los recuerdos de la primera infancia.