Aquéllos están con sus frentes inclinadas al borde del sepulcro; tienen miedo y gustarían levantar la cabeza, pero el tiempo arqueó sus hombros, dejó rígidos sus nervios y sus músculos y no pueden mirar hacia lo alto. ¡Ah, de cuántas angustias son acometidos! En lo más profundo del alma rememoran su vida inútil y a menudo criminal; el remordimiento los corroe como un buitre hambriento; es que, frecuentemente, en el curso de esta existencia transcurrida en la indiferencia, negaron a su Dios que, al borde de la tumba, les aparece como un vengador inexorable. No temáis, hermanos, y orad. Si Dios, en su justicia, os pune, tendrá en cuenta vuestro arrepentimiento, porque el Espiritismo viene a deciros que la eternidad de las penas no existe y que renacéis para purificaros y expiar. Así, vosotros que estáis cansados del exilio en la Tierra, haced todos los esfuerzos para mejoraros, a fin de no volver más a la misma.
Porque los Espíritus del Señor atravesaron las nubes y vienen a enseñaros. Prestad atención a sus voces amigas; escuchad atentamente. Pueblos: ¡haced silencio!
BYRON