Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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El Espiritismo en América
Fragmentos traducidos del inglés por la Srta. Clémence Guérin [1]

El Espiritismo cuenta en Norteamérica con hombres eminentes que, desde el principio, han vislumbrado su alcance y han visto en Él algo más que simples manifestaciones. En este número está el juez Edmonds, de Nueva York, cuyos escritos sobre este importante tema son bastante apreciados y muy poco conocidos en Europa, donde no han sido traducidos. Debemos ser gratos a la Srta. Guérin por darnos una idea de ellos a través de algunos fragmentos que ha publicado en su opúsculo, lamentando que ella no haya acabado su obra con una traducción completa. Ella junta algunos extractos no menos notables del Dr. Hare, de Filadelfia, el cual también tuvo la osadía de ser uno de los primeros en afirmar su fe en las nuevas revelaciones.

La Srta. Guérin, que residió mucho tiempo en los Estados Unidos de Norteamérica, donde vio producirse y desarrollarse las primeras manifestaciones, es una de esas espíritas sinceras, concienzudas, que juzgan todo con calma, con sangre fría y sin entusiasmo. Nosotros tenemos el honor de conocerla personalmente y estamos felices en darle aquí un testimonio merecido de nuestra profunda estima. Por los siguientes fragmentos de su prólogo se puede evaluar que nuestra opinión es justamente fundamentada.

«Como los americanos, nosotros tenemos la Fe profunda, la radiante Esperanza de que esta doctrina, tan eminentemente basada en la Caridad (no la limosna, sino el amor), es realmente la que debe regenerar y pacificar al mundo. Nunca la solidaridad fraternal fue demostrada de manera tan clara y atrayente. Al venir a consolarnos, a ayudarnos, a instruirnos, en fin, a indicarnos el mejor uso para ejercer nuestras facultades –con miras al futuro–, los Espíritus son tan evidentemente desinteresados que el hombre no puede escucharlos por mucho tiempo sin experimentar el deseo de imitarlos y sin buscar a su alrededor a alguien para participar de los beneficios que le distribuyen con tanta generosidad. Él lo hace más a gusto porque finalmente comprende que su propio progreso tiene un precio y que, en el gran libro de Dios, sólo tiene en su haber las acciones practicadas con miras al bienestar material o moral de sus hermanos. Lo que los Espíritus hacen con éxito en este momento fue intentado muchas veces en la Tierra por nobles corazones, por valerosas almas que han sido y que aún son menospreciadas y ridiculizadas; se sospecha de su devoción, y solamente cuando desaparecen es que tienen la oportunidad de ser juzgadas con imparcialidad. Es por eso que Dios les permite continuar la obra después de lo que nosotros llamamos muerte.

«Es el caso de repetir con Davis: ¡Hermanos, nada temáis: el error, siendo mortal, no puede vivir; la verdad, siendo inmortal, no puede morir!»

CLÉMENCE GUÉRIN

El siguiente pasaje del juez Edmonds mostrará con qué exactitud él ya había vislumbrado las consecuencias del Espiritismo; no debe olvidarse que él escribía en 1854, época en que el Espiritismo aún era joven en América como en Europa.

«Que otros juzguen si mis deducciones son verdaderas o falsas. Mi objetivo será alcanzado si, al hablar del efecto producido en mi Espíritu por esas revelaciones, hubiere despertado en algunos el deseo de investigar también y el de llevar así nuevas luces al estudio de esos fenómenos; porque hasta aquí los más vehementes adversarios, los que –en su indignación– gritan contra la impostura, son igualmente los más obstinados en su total negativa a ver y a escuchar sobre el tema, y también los más decididos a permanecer en la completa ignorancia de la naturaleza de los hechos. Hombres que tienen una reputación de erudición, si no de Ciencia, no temen en comprometerla al dar explicaciones que no satisfacen a nadie, basadas en observaciones superficiales, hechas con tal ligereza que un estudiante sentiría vergüenza.

«Entretanto, ese nuevo poder inherente al hombre [connected with man] no es una cosa indiferente y, sin ninguna duda, tendrá sobre sus destinos una influencia considerable para el bien o para el mal.

«Y ya podemos ver que desde el origen, hace apenas cinco años, la idea espiritualista se ha propagado con una rapidez que la religión cristiana no había igualado en cien años; dicha idea no busca lugares aislados, no se rodea de misterios, sino que viene abiertamente a los hombres, provocando un minucioso examen, no pidiendo una fe ciega, sino recomendando en todas las circunstancias el ejercicio de la razón y de la libre opinión.

«Hemos visto que los escarnios de los filósofos no han podido desviar a un solo creyente; que los sarcasmos de la prensa, los anatemas del púlpito son igualmente impotentes para detener el progreso y, sobre todo, ya podemos constatar su influencia moralizadora. El verdadero creyente se vuelve siempre más prudente y mejor [a wiser and a better man], porque le ha sido demostrado que la existencia del hombre después de la muerte está positivamente probada. Todos los que han hecho sus investigaciones sobre este asunto, de manera seria y sincera, han obtenido pruebas irrefutables. ¿Cómo podría ser de otro modo? He aquí una inteligencia que nos habla todos los días; es un amigo (en general, los americanos comienzan conversando con sus parientes o amigos). Prueba su identidad a través de mil circunstancias que no dejan ninguna duda, por muchos recuerdos que sólo él puede conocer. Nos habla de las consecuencias de la vida terrena y nos describe la vida futura con colores tan racionales, que sentimos que dice la verdad, porque está de conformidad con la idea íntima que teníamos de la Divinidad y de los deberes que nos impone.

«La muerte no nos separa de aquellos que amamos, sino que a menudo están cerca nuestro, ayudándonos y consolándonos a través de la esperanza de una reunión cierta. ¡Cuántas veces los he escuchado por mi intermedio y a través de los otros! ¡Cuántas personas desoladas he visto que se calmaron por causa de la afable certeza de que el ser querido, “conducido por los lazos del amor, volita alrededor de ellas, susurra a sus oídos, contempla su alma, conversa con su Espíritu!”

«Así, la muerte se encuentra despojada del cortejo de terrores misteriosos e indefinidos con que fue rodeada por aquellos que esperan más de la pasión degradante del miedo que del sentimiento noble del amor.

«Notemos de paso que, sean cuales fueren los matices en la enseñanza de la nueva filosofía, todos sus discípulos concuerdan en el siguiente punto: la muerte no es un espantajo, sino un fenómeno natural, el pasaje a una existencia donde –libre de los miles de males de la vida material y de los obstáculos que lo confinan a un solo planeta– el Espíritu puede recorrer la inmensidad de los mundos y emprender su vuelo hacia regiones donde la gloria de Dios es realmente visible.

«Está igualmente demostrado [demonstrated] que nuestros más secretos pensamientos son conocidos por los seres que nos han amado y que continúan velando por nosotros. Es en vano que uno intente sustraerse a esta acción, terrible por su propia benevolencia. No es posible dudar de esto, como se quiso hacer. Muchas veces me quedé estupefacto y me estremecí ante la revelación repentina, pero irrecusable, de que los pliegues más íntimos de la conciencia pueden ser sondeados por aquellos mismos a los cuales gustaríamos esconder nuestras debilidades.

«¿No está ahí un freno saludable contra los malos pensamientos, los actos criminales, cometidos generalmente porque el culpable cobra ánimo con estas palabras: Nadie lo sabrá?... Si algo puede confirmar esta verdad tan espantosa para algunos, es el recuerdo que cada uno siente después de una buena acción, incluso cuando se mantiene secreta: una satisfacción íntima que no se compara con nada. Éstos lo saben muy bien, pues su mano izquierda no sabe lo que da su derecha. Por consiguiente, es racional creer que si nuestros amigos pueden felicitarnos, también pueden reprendernos; si ellos ven nuestros actos meritorios, igualmente ven nuestras malas acciones.

«A esto nosotros no dudamos en atribuir el hecho incontestable e indiscutible de que no hay verdadero creyente que no se haya vuelto mejor.

«De nuestra conducta depende nuestro destino futuro; no de nuestra adhesión a tal o cual secta religiosa, sino de nuestra sumisión a este gran precepto: AMAR A DIOS Y AL PRÓJIMO... No debemos postergar nuestra conversión. Nosotros mismos debemos trabajar por nuestra salvación, no más tarde, sino ahora; no mañana, sino hoy.

«No existe nada más consolador ni más edificante para el alma virtuosa, a través de las pruebas y vicisitudes de esta vida, que la certeza completa de que su felicidad futura depende de sus acciones, que ella puede dirigir.

«Por otro lado, el vicioso, el malo, el cruel, el egoísta –sobre todo el egoísta– sufrirá, por él mismo y por los otros [self and mutual torment], tormentos más terribles que los del infierno material, tales como la imaginación más desordenada nunca pudo describir.»

ALLAN KARDEC


[1] Opúsculo grande in 18º; precio: 1 franco. Disponible en la casa Dentu, Palacio Real, Galería de Orleáns. [Nota de Allan Kardec.]