La separación del Espíritu (Comunicación enviada por el Sr. Sabò, de Burdeos)
Cuerpo de lodo, foco de corrupción donde se agita el fermento de las pasiones impuras: son los órganos que a menudo arrastran al Espíritu a tomar parte de las sensaciones brutales que se manifiestan en la materia. Cuando el principio de la vida orgánica se extingue por uno de los mil accidentes a los que está sujeto el cuerpo, el Espíritu se desprende de los lazos que lo retenían en su fétida prisión y helo libre en el espacio.
Sin embargo, cuando él es ignorante, y sobre todo cuando es muy culpable, sucede que un espeso velo le oculta las bellezas de la morada donde habitan los Espíritus buenos, y él se ve solo o en compañía de Espíritus malos e inferiores, en un círculo que no le permite percibir dónde se encuentra, ni recordar de dónde viene; entonces, está inquieto, sufrido y se siente mal, hasta que en un tiempo más o menos largo, sus hermanos –los Espíritus– vienen a aclararle su situación y le abren los ojos para que se acuerde del mundo de los Espíritus que habitó, y de los diferentes planetas donde pasará sus diversas encarnaciones. Si procedió bien en la última, esto le abre las puertas de los mundos superiores; pero si la misma fue inútil y llena de iniquidades, él es punido con remordimientos, y después que el Espíritu se ha doblegado ante la cólera de Dios por su arrepentimiento y por la oración de sus hermanos, recomienza su existencia, lo que no es una felicidad, sino un castigo o una prueba.
FERDINAND, Espíritu familiar.
ALLAN KARDEC