Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

Volver al menú
La separación del Espíritu
(Comunicación enviada por el Sr. Sabò, de Burdeos)

Cuerpo de lodo, foco de corrupción donde se agita el fermento de las pasiones impuras: son los órganos que a menudo arrastran al Espíritu a tomar parte de las sensaciones brutales que se manifiestan en la materia. Cuando el principio de la vida orgánica se extingue por uno de los mil accidentes a los que está sujeto el cuerpo, el Espíritu se desprende de los lazos que lo retenían en su fétida prisión y helo libre en el espacio. Sin embargo, cuando él es ignorante, y sobre todo cuando es muy culpable, sucede que un espeso velo le oculta las bellezas de la morada donde habitan los Espíritus buenos, y él se ve solo o en compañía de Espíritus malos e inferiores, en un círculo que no le permite percibir dónde se encuentra, ni recordar de dónde viene; entonces, está inquieto, sufrido y se siente mal, hasta que en un tiempo más o menos largo, sus hermanos –los Espíritus– vienen a aclararle su situación y le abren los ojos para que se acuerde del mundo de los Espíritus que habitó, y de los diferentes planetas donde pasará sus diversas encarnaciones. Si procedió bien en la última, esto le abre las puertas de los mundos superiores; pero si la misma fue inútil y llena de iniquidades, él es punido con remordimientos, y después que el Espíritu se ha doblegado ante la cólera de Dios por su arrepentimiento y por la oración de sus hermanos, recomienza su existencia, lo que no es una felicidad, sino un castigo o una prueba.

FERDINAND, Espíritu familiar.

ALLAN KARDEC