Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Los celos entre los médiums
(Comunicación enviada por el Sr. Ky..., corresponsal de la Sociedad en Carlsruhe)

El hombre vano, por sí mismo y por su propia inteligencia, es tan despreciable como digno de pena. Rechaza la verdad a su frente para sustituirla por sus argumentos y convicciones personales, que juzga infalibles e irrevocables porque son suyos. El hombre vano es siempre egoísta, y el egoísmo es el flagelo de la humanidad; pero al despreciar al resto del mundo, él muestra totalmente su propia pequeñez. Al repeler verdades que para él son nuevas, muestra también el espacio limitado de su propia inteligencia, pervertida por su obstinación, que aumenta aún más su vanidad y su egoísmo. ¡Infeliz del hombre que se deja dominar por estos dos enemigos de sí mismo! Cuando despierte en ese estado en que la verdad y la luz han de fundirse de todas partes sobre él, entonces sólo verá en sí a un ser miserable que se exaltó locamente por encima de la humanidad en su vida terrena, y que estará muy por debajo de ciertos seres más modestos y más simples a los que él pensaba imponerse en la Tierra.

Sed humildes de corazón, vosotros a quienes Dios permite que recibáis sus dones espirituales. No os atribuyáis ningún mérito, así como no se atribuye la obra a las herramientas, sino al obrero. Recordad bien que no sois más que instrumentos de los que Dios se sirve para manifestar al mundo su Espíritu todopoderoso, y que no tenéis ningún motivo para glorificaros a vosotros mismos. ¡Ah! ¡Hay tantos médiums que se vuelven vanos, en vez de ser humildes, a medida que sus dones se desarrollan! Eso es un atraso en el progreso, porque en lugar de ser humilde y pasivo, el médium a menudo rechaza, por vanidad y orgullo, comunicaciones importantes que entonces se manifiestan a través de otros intermediarios más merecedores. Dios no mira la posición material de una persona para conferirle su espíritu de santidad; muy lejos de esto, porque frecuentemente eleva a los humildes entre los humildes para dotarlos con mayores facultades, a fin de que el mundo vea bien que no es el hombre, sino el Espíritu de Dios –a través del hombre– que hace milagros. El médium es, como ya lo he dicho, el simple instrumento del Gran Creador de todas las cosas, y es a Él que debe rendir gloria y agradecimiento por su inagotable bondad.

Igualmente gustaría decir algunas palabras sobre la envidia y los celos que muy a menudo reinan entre los médiums y que, como hierba dañina, es necesario arrancar desde el momento en que comienza a aparecer, con miedo de que sofoque a los buenos gérmenes que están próximos.

Los celos entre los médiums son tan temibles como el orgullo; tienen la misma necesidad de humildad; incluso diré que denotan una falta de sentido común. No es mostrando celos de los dones de vuestro vecino que recibiréis dones semejantes, porque si Dios da mucho a unos y poco a otros, ¡tened la certeza de que, al obrar así, Él tiene un motivo bien fundamentado! Los celos amargan el corazón; sofocan hasta los mejores sentimientos; por lo tanto, es un enemigo que sólo es posible evitar con mucho cuidado, porque no da tregua cuando se apodera de nosotros. Esto se aplica a todos los casos de la vida terrena; pero, sobre todo, yo he querido hablar de los celos entre los médiums, tan ridículos como despreciables y mal fundados, y que prueban cuán débil es el hombre cuando se vuelve esclavo de sus pasiones.
Luos

Observación – Después de la lectura de esta última comunicación en la Sociedad, se estableció un debate acerca de los celos entre los médiums en comparación con los celos entre los sonámbulos. Uno de los miembros, el Sr. D..., dijo que, en su opinión, los celos son los mismos en ambos casos, y si parecen más frecuentes entre los sonámbulos, es porque, en este estado, ellos no saben disimularlos.

El Sr. Allan Kardec refutó esta opinión: «Los celos –dice él–, parecen inherentes al estado sonambúlico, y esto se debe a una causa que es difícil de comprender y que los propios sonámbulos no pueden explicar. Tal sentimiento existe entre los sonámbulos que, en el estado de vigilia, sólo tienen benevolencia entre sí. Está lejos de ser habitual entre los médiums, y evidentemente depende de la naturaleza moral del individuo. Un médium solamente tiene celos de otro médium porque está en su naturaleza tener celos; este defecto, consecuencia del orgullo y del egoísmo, es esencialmente perjudicial a la buena cualidad de las comunicaciones, mientras que el sonámbulo más celoso puede ser muy lúcido, lo que fácilmente se concibe. El sonámbulo ve por sí mismo; es su propio Espíritu que se desprende y que actúa: no necesita de nadie. Al contrario, el médium no es más que un intermediario: recibe todo de Espíritus extraños, y su personalidad está mucho menos en juego que la del sonámbulo. Los Espíritus simpatizan con él en razón de sus cualidades o de sus defectos; ahora bien, los defectos más antipáticos a los Espíritus buenos son el orgullo, el egoísmo y los celos. La experiencia nos enseña que la facultad mediúmnica, como facultad, es independiente de las cualidades morales; ella puede, así como la facultad sonambúlica, existir en el más alto grado en el hombre más perverso. Ya es completamente diferente con relación a las simpatías de los Espíritus buenos, que naturalmente se comunican más a gusto cuando el intermediario encargado de transmitir su pensamiento es más puro, más sincero y cuanto más se aleje de la naturaleza de los Espíritus malos; al respecto, aquellos hacen lo que nosotros hacemos cuando tomamos a alguien como confidente. En lo que concierne especialmente a los celos, como esta imperfección existe en casi todos los sonámbulos, siendo más rara entre los médiums, parece que entre los primeros es una regla y entre los últimos una excepción, de donde se seguiría que la causa no debe ser la misma en ambos casos.»

ALLAN KARDEC