Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Discurso y agradecimiento del Sr. Allan Kardec

Queridos hermanos míos en Espiritismo:

Me faltan palabras para expresar lo que siento acerca de vuestra acogida tan simpática y tan benevolente. Por lo tanto, permitidme deciros en algunas frases, en vez de hacerlo en largas frases que poco agregarían, que pondré mi primer viaje a Burdeos en el número de los momentos más felices de mi vida, y que guardaré del mismo un eterno recuerdo; nunca olvidaré, señores, que esta recepción me impone una gran tarea: la de justificarla, lo que espero hacer con la ayuda de Dios y de los Espíritus buenos. Además me impone grandes obligaciones, no solamente para con vosotros, sino también para con los espíritas de todos los países, de los cuales sois representantes como miembros de la gran familia; para con el Espiritismo en general, que acabáis de aclamar en estas dos reuniones solemnes, y que –no tengáis duda– ha de adquirir con la pujanza de vuestra importante ciudad una fuerza nueva para luchar contra los obstáculos que han de arrojar en vuestro camino.

En mi discurso de ayer he hablado de la fuerza irresistible del Espiritismo; ¿no sois vosotros la prueba evidente de eso? ¿No es un hecho característico que la inauguración de una Sociedad Espírita como la vuestra, tiene lugar a través de la reunión espontánea de casi 300 personas, atraídas, no por una vana curiosidad, sino por la convicción y por el único deseo de agruparse en un solo conjunto homogéneo? Sí, señores, este hecho no solamente es característico, sino que es providencial. Al respecto, he aquí lo que me decía aún ayer, antes de la sesión, mi Guía espiritual, el Espíritu de Verdad:

«Dios ha marcado con el sello de Su inmutable voluntad la hora de la regeneración de los hijos de esta gran ciudad. Manos a la obra, pues, con confianza y coraje; esta noche los destinos de sus habitantes comenzarán a salir del atolladero de las pasiones, que su riqueza y su lujo hacían germinar como la cizaña en medio del buen grano, para alcanzar, a través del progreso moral que el Espiritismo va a imprimirle, la altura de los destinos eternos. Como tú ves, Burdeos es una ciudad amada por los Espíritus, porque multiplica intramuros las más sublimes devociones de la caridad, en todas sus formas; es por eso que ellos estaban afligidos por verla rezagada en el movimiento progresivo que el Espiritismo viene a imponer a la humanidad. Pero los progresos van a hacerse tan rápidos, que los Espíritus bendecirán al Señor por haberte inspirado el deseo de venir a ayudarlos a entrar en este camino sagrado.»

Veis, por lo tanto, señores, que el impulso que os anima viene de lo Alto, y muy temerario sería aquel que quisiera detenerlo, porque sería vencido como los ángeles rebeldes, que quisieron luchar contra el poder de Dios. Entonces, de ninguna manera temáis la oposición de algunos adversarios interesados, que se pavonean en su incredulidad materialista; el materialismo llega a su última hora, y es el Espiritismo que viene a anunciarla, porque Él es la aurora que disipa las tinieblas de la noche. Y, cosa providencial, es el propio materialismo que, sin quererlo, sirve de auxiliar a la propagación del Espiritismo; los ataques del materialismo llaman la atención de los indiferentes sobre la Doctrina Espírita; quieren ver lo que Ella es, y como la consideran buena, la adoptan. Tenéis la prueba de esto ante vuestros ojos: sin los artículos de uno de los periódicos de vuestra ciudad, los espíritas bordeleses serían quizá la mitad de numerosos de lo que son hoy. Naturalmente, ese artículo ha despertado la curiosidad, pues han dicho: Si atacan al Espiritismo es porque hay algo en Él; y han medido la importancia de ese algo por la extensión del artículo. Han preguntado: ¿es bueno o malo el Espiritismo? ¿Es verdadero o falso? Entonces, veámoslo. Y después de verlo, ya sabéis el resultado. Por lo tanto, lejos de enfadarse con el autor del artículo, es preciso agradecerle por haber hecho propaganda gratuita; y si hay aquí algún amigo suyo, le rogamos que lo aconseje a recomenzar, a fin de que, si ayer éramos 300, que el año próximo seamos 600. Al respecto, yo podría citaros hechos curiosos de propaganda semejante, realizada en ciertas ciudades por sermones furibundos contra el Espiritismo.

Por lo tanto, Burdeos –como Lyon– acaba de enarbolar con dignidad la bandera del Espiritismo, y lo que veo me da la garantía de que no será arriada. ¡Burdeos y Lyon! Dos de las mayores ciudades de Francia: ¡focos de luces! ¡Y dicen que todos los espíritas son locos! ¡Honor a los locos de esta especie! No nos olvidemos de Metz, que también acaba de fundar su Sociedad –en la cual figuran en gran número oficiales de todos los grados– y que solicita su admisión en la gran familia. En breve, espero que Toulouse, Marsella y otras ciudades donde ya fermenta la nueva semilla, se unan a sus hermanas mayores y den la señal
de la regeneración en sus respectivas regiones.

Señores, en nombre de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, vengo a expresar mi reconocimiento a los espíritas de Burdeos, por su unión fraternal, a fin de resistir al enemigo que gustaría de dividirlos para tener razón más fácilmente.

En este reconocimiento incluyo –desde lo más profundo de mi corazón y con la más viva simpatía– al Grupo Espírita de los Obreros de Burdeos que, como los de Lyon, dan un admirable ejemplo de esmero, sacrificio, abnegación y reforma moral. Me siento feliz, muy feliz –os lo aseguro– en ver a sus delegados reunidos fraternalmente en esta mesa con la élite de la sociedad, lo que prueba, por esta reunión, la influencia del Espiritismo sobre los prejuicios sociales. No podría ser de otro modo, pues Él nos enseña que aquel que se encuentra en elevada posición social en el mundo pudo haber sido tal vez un humilde proletario, y que al apretar la mano del último de los peones, apriete quizá la de un hermano, de un padre o de un amigo.

En nombre de los espíritas de Metz y de Lyon, de los cuales me hago el intérprete, os agradezco por haberlos incluido en la expresión de vuestros sentimientos fraternales.

¡A los espíritas bordeleses!

Señores, los espíritas no deben ser ingratos; creo que es un deber de reconocimiento no olvidar a los que sirven –incluso sin quererlo– a nuestra causa. Por lo tanto, propongo que agradezcamos al autor del artículo del Courrier de la Gironde (Correo del Gironda), por el servicio que nos ha prestado, haciendo votos para que de tiempo en tiempo él repita sus espirituosos artículos; y si Dios quiere, pronto será el único hombre sensato de Burdeos.