Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Los dibujos misteriosos
Nuevo género de mediumnidad


Con este título, el Herald of Progress, de Nueva York, periódico dedicado a materias espiritualistas, bajo la dirección de Andrew Jackson Davis, contiene el siguiente relato:

«El 22 de noviembre último, el Dr. Hallock fue invitado –con otras personas– a la casa de la Sra. French, residente en la 4ª Avenida, Nº 8, para ser testigo de diferentes manifestaciones espíritas y para ver los movimientos de un lápiz. Hacia las ocho horas la Sra. French dejó la sala donde el grupo estaba reunido y se sentó en un sofá, en un gabinete contiguo; ella no dejó ese lugar durante toda la noche. Poco después de sentarse, pareció entrar en una especie de éxtasis, permaneciendo con su mirada extraviada. Ella pidió al Dr. Hallock y al profesor Britton que examinasen el cuarto. Ellos encontraron sobre la cama, frente al lugar donde ella estaba sentada, un portafolio cerrado con una cinta de seda, y una botella que contenía vino para usar en la experiencia; el papel que sería usado para hacer los dibujos estaba en el portafolio. Fuimos invitados –dice el Dr. Hallock– a no tocar en el portafolio ni en la botella. Varios lápices y dos pedazos de goma de borrar elástica estaban igualmente sobre la cama, pero en el resto del cuarto no había dibujos ni papel. Después de esta investigación la Sra. French solicitó al Sr. Cuberton que tomara el portafolio y lo llevase a la sala, que estaba ocupada por los invitados, a fin de abrirlo y de sacar el contenido del mismo. Había papel común, del cual seis hojas de tamaños diferentes fueron tomadas de las manos del Sr. Cuberton por la Sra. French, las cuales fueron puestas sobre una mesa situada delante de ella. Ésta pidió algunos alfileres y, tomando una tira de papel de cinco o seis pulgadas de largo, que ella colocó en el borde inferior del papel, prendió los dos bordes del papel a la tira. Una vez hecho esto, fue solicitado a alguien para que tomase el papel y para que lo hiciera examinar por los asistentes, sosteniendo esa persona la tira, los alfileres y devolviendo la hoja. La misma cosa era realizada con las otras hojas, y cada vez los alfileres eran puestos en número y en lugares diferentes; cada hoja era entregada a otra persona, con el objetivo de reconocer el papel por medio de los trazos, que debían corresponder a los de las tiras. Después que las hojas fueron examinadas y devueltas a la Sra. French, el Sr. Cuberton solicitó la botella que contenía vino y se la entregó. Ella puso las hojas en la mesa y sobre cada una derramó una cantidad de vino suficiente para mojarlas por entero, esparciéndolo con la palma de la mano. Enseguida se ocupó en secarlas, exprimiendo las hojas una por una, moviéndolas, soplándolas y agitándolas en el aire. Esto duró algunos minutos; después, ella pidió que disminuyeran la luz del candil y solicitó a los invitados que se aproximasen. Es preciso decir que durante la acción de mojar las hojas de papel, una había quedado seca, siendo necesario recomenzar la operación (el vino era una mezcla simple de jugo de uva y de azúcar, autorizado por el Estado y producido en Nueva Inglaterra). Entonces, la Sra. French solicitó que aumentasen la luz del candil y pidió que las personas vinieran a sentarse cerca de la puerta donde ella estaba: el Sr. Gurney, el profesor Britton, el Dr. Warner y el Dr. Hallock se encontraban a seis pies de ella, y los otros en plena vista.

«Al poner a su frente una de las hojas de papel sobre la mesa, ella colocó varios lápices entre sus dedos; el Dr. Hallock no la perdió de vista, como había prometido hacerlo. Al estar todo listo, la Sra. French, para advertir que la experiencia iba a comenzar, exclamó: Time (tiempo); entonces se observó un movimiento rápido de la mano y, durante un momento, de las dos manos; se escuchó un ruido vivamente repetido sobre el papel. Los lápices y el papel fueron lanzados a cierta distancia en el piso, por una especie de movimiento nervioso; eso duró veintiún segundos. El dibujo Nº 1 representa un ramo de flores, compuesto por jacintos, lirios, tulipanes, etc.

«La acción se operó sucesivamente en las otras hojas. El dibujo Nº 2 es también un grupo de flores. El Nº 3 es un bellísimo racimo de uvas, con su tallo, sus hojas, etc.; ha sido hecho en veintiún segundos. El Nº 4 es un tallo y hojas con cinco grupos de frutas semejantes a damascos; las hojas son una especie de helecho. Cuando se preparaba para esta hoja, la Sra. French preguntó cuánto tiempo se le daba para la ejecución; unos dijeron diez segundos; otros, menos. Bien –dijo la Sra. French–, cuando yo diga: uno, observad vuestros relojes; al llegar al número cuatro, el dibujo estará terminado. ¡Atención! Uno, dos, tres, cuatro: y el dibujo fue hecho, es decir, en cuatro segundos. El Nº 5 representa una rama de grosellero, de la cual salen doce racimos de grosellas verdes con flores y hojas, cercadas por hojas de otra especie. Este dibujo fue presentado por la Sra. French, en éxtasis, al Sr. Bruckmaster, de Pittsbourg, como proveniente del Espíritu de su hermana, en cumplimiento de la promesa que este Espíritu le había hecho. El tiempo empleado fue de dos segundos. El Nº 6, que puede ser considerado como la obra maestra de la serie, es un dibujo de nueve pulgadas por cuatro; consiste en flores y en follajes blancos sobre un fondo oscuro, es decir, que el dibujo es del color natural del papel, siendo que los contornos marcados y los interiores son coloreados con lápiz. Salvo dos otros dibujos producidos de la misma manera en otra ocasión, son siempre con lápiz sobre un fondo blanco. En el centro de ese grupo de flores y al pie de la página hay una mano que sostiene un libro abierto, de una pulgada y un cuarto por tres cuartos; los lados no están exactamente en ángulos rectos; pero –lo que es muy curioso– los agujeros de los alfileres, hechos originalmente para reconocer el papel, marcan los cuatro lados del libro. En lo alto de la página izquierda está escrito: Gálatas VI, y además los seis primeros versículos y una parte del decimosexto versículo de este capítulo, que abarca casi dos páginas enteras en caracteres muy legibles, con buena luz, a simple vista o con una lupa. Se cuentan más de cien palabras bien escritas. El tiempo empleado fue de trece segundos. Cuando se constató la coincidencia de los agujeros del papel con los de la tira, la Sra. French, aún en éxtasis, pidió a las personas presentes que certificasen por escrito lo que ellas habían acabado de observar. Entonces se escribió lo siguiente en el margen del dibujo: “Ejecutado en trece segundos por la Sra. French, en nuestra presencia; certificado por los abajo firmantes, el 22 de noviembre de 1860, en la 4ª Avenida, Nº 8. Siguen diecinueve firmas”.»

No tenemos ningún motivo para dudar de la autenticidad del hecho, ni para sospechar de la buena fe de la Sra. French, que no conocemos; pero convengamos que esta manera de proceder tendría algo de poco convincente para nuestros incrédulos, que no dejarían de hacer objeciones y dirían que todos esos preparativos tienen un aire de familiaridad con los de la prestidigitación, que aparentemente hace las mismas cosas sin tantas dificultades. Nosotros confesamos que concordamos un poco con su opinión. Que los dibujos fueron hechos, es indiscutible; sólo el origen no nos parece probado de una manera auténtica. Sea como fuere, admitiéndose que no haya habido ninguna superchería, es indudablemente uno de los hechos más curiosos de escritura y de dibujo directos, cuya posibilidad la teoría nos explica. Sin esta teoría, semejantes hechos serían relegados –en un primer momento– como fábulas o proezas de escamoteo; pero considerándose que la teoría nos da a conocer las condiciones en las cuales los fenómenos pueden producirse, ella debe volvernos tanto más circunspectos como para no aceptarlos sino con pleno conocimiento de causa.

Los médiums norteamericanos tienen decididamente una especialidad para la producción de fenómenos extraordinarios, porque los diarios de aquel país están repletos de una gran cantidad de hechos de ese género, de los cuales nuestros médiums europeos están lejos de aproximarse; también del otro lado del Atlántico se dice que aún estamos muy atrasados en Espiritismo. Cuando preguntamos a los Espíritus la razón de esta diferencia, ellos respondieron: “A cada uno su papel: el vuestro no es el mismo, y Dios no os ha dado la menor parte en la obra de la regeneración”. Considerando el mérito de los médiums desde el punto de vista de la rapidez de ejecución, de la energía y del poder de los efectos, los nuestros son apagados al lado de aquellos; entretanto, conocemos muchos médiums que no cambiarían las simples y consoladoras comunicaciones que obtienen, por los prodigios de los médiums norteamericanos. Dichas comunicaciones son suficientes para darles fe, y ellos prefieren lo que toca el alma a lo que impresiona a los ojos; prefieren la moral que consuela y que los vuelve mejor, a los fenómenos que causan asombro. Por un instante en Europa se preocuparon con los fenómenos materiales; pero luego los dejaron a un lado por la filosofía, que abre un campo más vasto al pensamiento y tiende hacia el objetivo final y providencial del Espiritismo: la regeneración social. Cada pueblo tiene su genio particular y sus tendencias especiales, y cada uno –dentro de los límites que le son asignados– colabora con las miras de la Providencia. El más adelantado será el que marche más rápido en la senda del progreso moral, porque es éste que lo aproximará más a los designios de Dios.