Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Influencia moral de los médiums en las comunicaciones
(Sociedad Espírita de París; médium: Sr. d’Ambel)

Ya lo hemos dicho: los médiums, en calidad de tales, no tienen más que una influencia secundaria en las comunicaciones de los Espíritus; su tarea es la de una máquina eléctrica que transmite los despachos telegráficos entre dos puntos distantes de la Tierra. De este modo, cuando queremos dictar una comunicación, nosotros obramos sobre el médium como el telegrafista lo hace sobre el aparato telegráfico; es decir, así como el tac tac del telégrafo traza a millares de leguas, sobre una tira de papel, las señales que reproducen el despacho, nosotros también transmitimos lo que os queremos enseñar por medio del aparato medianímico, a través de distancias inconmensurables que separan el mundo visible del mundo invisible, el mundo inmaterial del mundo encarnado. Pero, de la misma manera que las influencias atmosféricas a menudo actúan y perturban las transmisiones del telégrafo eléctrico, la influencia moral del médium, algunas veces actúa y perturba la transmisión de nuestros mensajes del Más Allá, porque nos vemos obligados a hacerlos pasar por un ambiente que les es contrario. Sin embargo, esta influencia es frecuentemente anulada por nuestra energía y por nuestra voluntad, y ningún acto perturbador se manifiesta. En efecto, dictados de un alto alcance filosófico y comunicaciones de una perfecta moralidad son a veces transmitidas por médiums poco apropiados para estas enseñanzas superiores, mientras que, por otro lado, comunicaciones poco edificantes también llegan algunas veces a través de médiums que se avergüenzan completamente de haberles servido de intermediarios.

En tesis general, podemos afirmar que los Espíritus se atraen por sus semejanzas, y que raramente los Espíritus de las pléyades elevadas se comunican por malos aparatos intermediarios, cuando tienen a disposición buenos instrumentos medianímicos, en una palabra, buenos médiums.

Los médiums ligeros y poco serios atraen, por lo tanto, a Espíritus de la misma naturaleza; es por esto que sus comunicaciones están impregnadas de banalidades, de frivolidades, de ideas sin sentido y a menudo extremamente heterodoxas, espiríticamente hablando. Ciertamente, a veces ellos pueden decir y dicen cosas buenas; pero, sobre todo en este caso, es necesario hacer un examen severo y escrupuloso, porque –en medio de esas cosas buenas– ciertos Espíritus hipócritas insinúan con habilidad y con calculada perfidia hechos controvertidos y aserciones mentirosas, a fin de engañar la buena fe de sus oyentes. Entonces uno debe quitar, sin consideración, toda palabra o frase equívoca, y no conservar del dictado sino lo que la lógica acepte o lo que la Doctrina haya enseñado ya. Las comunicaciones de esta naturaleza sólo deben temerlas los espíritas aislados, los Grupos recientes o poco esclarecidos, porque en las reuniones donde los adeptos están más adelantados y han adquirido experiencia, por más que el grajo se vista con las plumas del pavo real, será siempre rechazado implacablemente.

No hablaré de los médiums que se complacen en solicitar y en recibir comunicaciones obscenas; dejémoslos que se complazcan en compañía de Espíritus cínicos. Además, las comunicaciones de este orden buscan, de por sí, la soledad y el aislamiento; en todo caso, no despertarán más que el desdén y el disgusto entre los miembros de los Grupos filosóficos y serios. No obstante, la influencia moral del médium se hace realmente sentir cuando éste sustituye con sus ideas personales a las que los Espíritus se esfuerzan por sugerirle; es entonces cuando él saca de su imaginación teorías fantasiosas que, de buena fe, cree que son el resultado de una comunicación intuitiva. En tal caso, entonces, habrá mil posibilidades contra una de que esto sólo sea el reflejo del propio Espíritu del médium; sucede también el hecho curioso de que la mano del médium se mueve a veces casi mecánicamente, impulsada por un Espíritu secundario y burlón. Contra esta piedra de toque se quiebran las pequeñas y ardientes imaginaciones, porque, arrastrados por el ímpetu de sus propias ideas y por los oropeles de sus conocimientos literarios, estos médiums menosprecian la modestia del dictado de un Espíritu sabio y, al dejar escapar la presa para perseguir su sombra, sustituyen eso por una paráfrasis ampulosa. Contra este temible escollo chocan igualmente las personalidades ambiciosas que, a falta de las comunicaciones que los Espíritus buenos les rehúsan, presentan sus propias obras como si fuese la obra de esos mismos Espíritus. He aquí por qué es necesario que los dirigentes de los Grupos Espíritas estén dotados de mucho tacto y de una rara sagacidad para discernir entre las comunicaciones auténticas y las que no lo son, y para no herir a quienes se engañan a sí mismos.

En la duda, abstente, dice uno de vuestros antiguos proverbios; por lo tanto, no admitáis sino aquello que para vosotros sea una evidencia cierta. Cuando surja una opinión nueva, por poco dudosa que os parezca, pasadla por el tamiz de la razón y de la lógica, desechando terminantemente lo que la razón y el buen sentido reprueben; más vale rechazar diez verdades que admitir una sola mentira, una sola teoría falsa. En efecto, porque sobre esta teoría podríais edificar todo un sistema que habría de derrumbarse al primer soplo de la verdad, como un monumento construido sobre arena movediza; mientras que si hoy rechazáis ciertas verdades porque no os son demostradas lógica y claramente, posteriormente un hecho decisivo o una demostración irrefutable vendrá afirmaros su autenticidad.

¡Oh, espíritas!, recordad entretanto que nada es imposible para Dios y para los Espíritus buenos, a no ser la injusticia y la iniquidad.

El Espiritismo se encuentra actualmente bastante difundido entre los hombres, y ha moralizado suficientemente a los adeptos sinceros de su santa Doctrina, de modo que los Espíritus ya no se ven obligados a emplear malas herramientas, es decir, médiums imperfectos. Por lo tanto, si ahora un médium –sea cual fuere– ofrece un motivo legítimo de sospecha, ya sea por su conducta o por sus costumbres, por su orgullo o por su falta de amor y de caridad, rechazad, rechazad sus comunicaciones, porque en ellas hay una serpiente oculta entre la hierba. He aquí mi conclusión sobre la influencia moral de los médiums.

ERASTO