Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Conversaciones familiares del Más Allá

La Sra. de Bertrand (Alto Saona)

Fallecida el 7 de febrero de 1861 y evocada en la Sociedad Espírita de París el 15 del mismo mes

Nota – La Sra. de Bertrand había hecho un estudio serio del Espiritismo, cuya Doctrina profesaba, comprendiendo todo su alcance filosófico.
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.

2. Vuestra correspondencia nos ha llevado a apreciaros y, conociendo vuestra simpatía por la Sociedad, hemos pensado que os agradaría ser llamada tan pronto. –Resp. Veis que estoy aquí.

3. Otro motivo me lleva a hacerlo personalmente: tengo la intención de escribir a vuestra hija sobre la situación de vuestra desencarnación, y estoy seguro que ella se sentirá feliz en saber el resultado de nuestra conversación. –Resp. Ciertamente; ella lo espera, porque yo le había prometido comunicarme tan pronto como me evocasen.

4. Esclarecida como sois acerca del Espiritismo y compenetrada de los principios de esta Doctrina, vuestras respuestas serán para nosotros doblemente instructivas. Primeramente, ¿queréis decirnos si tardasteis mucho en reconoceros y si ya recobrasteis la plenitud de vuestras facultades? –Resp. La plenitud de mis antiguas facultades, sí; el pleno gozo de mis nuevas facultades, no.

5. Es una costumbre preguntar a los encarnados cómo ellos están; pero a los Espíritus desencarnados les preguntamos si son felices; es con un profundo sentimiento de simpatía que os dirigimos esta última pregunta. –Resp. Gracias, amigos míos. Aún no soy feliz, en el sentido espiritualista de la palabra; pero soy feliz por la renovación de mi ser, arrebatado en éxtasis, y por la visión de las cosas que nos son reveladas, pero que aún comprendemos imperfectamente, por mejor médium o espírita que seamos.

6. Cuando encarnada habíais hecho una idea del mundo espírita a través del estudio de la Doctrina; ¿podéis decirnos si habéis encontrado las cosas tales como vos las figurasteis? –Resp. De manera aproximada, como cuando vemos los objetos en la incertidumbre de la penumbra; mas ¡cuán diferentes son cuando la luz brillante los ilumina!

7. Así, el cuadro que nos es dado de la vida espírita ¡no tiene nada de exagerado ni de ilusorio! –Resp. Él es aminorado por vuestro espíritu, que no puede comprender las cosas divinas sino atenuadas y veladas; procedemos con vosotros como lo hacéis con los niños, a los cuales apenas mostráis una parte de las cosas aptas para su entendimiento.

8. ¿Habéis sido testigo del instante de la muerte de vuestro cuerpo? –Resp. Mi cuerpo, agotado por los largos sufrimientos, no tuvo que pasar por una gran lucha; mi alma se desprendió de él como el fruto maduro que cae del árbol. La aniquilación completa de mi ser me impidió sentir la última angustia de la agonía.

9. ¿Podríais describirnos vuestras sensaciones en el momento del despertar? –Resp. No hubo un despertar o, mejor dicho, me pareció que había una continuación; así como uno vuelve para casa después de una corta ausencia, me pareció que apenas algunos minutos me separaban de lo que yo acababa de dejar. Estando alrededor de mi cama, me vi extendida, transfigurada y no podía alejarme porque estaba retenida –o al menos me parecía– por un último lazo a aquella envoltura corporal que me había hecho sufrir tanto.

10. ¿Visteis inmediatamente que os rodeaban otros Espíritus? –Resp. Luego vinieron a recibirme. Entonces alejé mi pensamiento del yo terreno, y el yo espiritual –transportado– se sumergió en el delicioso gozo de las cosas nuevas y conocidas que yo reencontraba.

11. ¿Estabais entre los miembros de vuestra familia durante la ceremonia fúnebre? –Resp. Vi que llevaban a mi cuerpo, pero luego me alejé. Con anticipación, el Espiritismo desmaterializa y vuelve más repentina la transición del mundo terrestre al mundo espiritual. Yo no traía de mi paso por la Tierra ni vanos lamentos ni pueriles curiosidades.

12. ¿Tenéis particularmente algo que decirle a vuestra hija, que comparte vuestras creencias y que varias veces me ha escrito en vuestro nombre? –Resp. Yo le recomiendo que dé a sus estudios un carácter más serio; le recomiendo que transforme el dolor estéril en recuerdo piadoso y fecundo; que ella no se olvide que la vida continúa sin interrupción y que los intereses frívolos del mundo se desvanecen ante esta gran palabra: ¡Eternidad! Además, mi recuerdo personal –tierno e íntimo– le será transmitido en breve.

13. En el mes de enero os envié una carta y una tarjeta-retrato; como nunca me visteis, ¿podéis decirnos si me reconocéis? –Resp. Pero no os reconozco: os veo.

¿No recibisteis esa carta? –Resp. No me acuerdo.

14. Yo tendría varias preguntas importantes para dirigiros sobre los hechos extraordinarios que han sucedido en vuestra casa y que ya nos informasteis. Pienso que podríais darnos al respecto explicaciones interesantes; pero la hora avanzada y la fatiga del médium me aconsejan a posponerlas. Para terminar, me limito a algunas preguntas.

Aunque vuestra muerte sea reciente, ¿ya habéis dejado la Tierra? ¿Habéis recorrido los espacios y visitado otros mundos? –Resp. El vocablo visitar no corresponde al movimiento tan veloz como lo es la palabra, que nos hace –tan rápido como el pensamiento– descubrir sitios nuevos. La distancia no es más que una palabra, así como el tiempo no es más que un momento para nosotros.

15. Al preparar las preguntas que nos proponemos a dirigir a un Espíritu, tenemos generalmente una evocación anticipada; de ese modo, ¿podéis decirnos si fuisteis avisada de nuestra intención, y si ayer estabais cerca de mí cuando preparaba las preguntas? –Resp. Sí, yo sabía todo lo que me diríais hoy, y responderé con desenvoltura a las preguntas que reservasteis.

16. Habríamos sido muy felices por teneros entre nosotros cuando encarnada; pero como eso no fue posible, somos igualmente felices por teneros en Espíritu y os agradecemos por responder con solicitud a nuestro llamado. –Resp. Amigos míos, yo acompañaba vuestros estudios con interés, y ahora que puedo estar entre vosotros en Espíritu, os doy el consejo de vincularos más al espíritu que a la letra.

Adiós.

La siguiente carta nos ha sido enviada con relación a esta evocación:

Señor,

Es con un sentimiento de profundo reconocimiento que vengo a agradeceros, en nombre de mi padre y en el mío, por haberos anticipado a nuestro deseo de recibir, de vuestra parte, las noticias de aquella que lloramos.

Las numerosas pruebas morales y físicas que mi querida y buena madre ha pasado durante su existencia, su paciencia en soportarlas, su sacrificio, la completa abnegación de sí misma, me hacían esperar que ella fuese feliz; pero la certeza que nos acabáis de dar, Sr., es un gran consuelo para nosotros que la amamos tanto, y que queremos su felicidad antes que la nuestra.

Señor, mi madre era el alma de la casa; no preciso deciros qué vacío ha dejado su ausencia; más de lo que podríamos expresar, sufrimos por no verla más, pero entretanto sentimos una cierta quietud por no verla padecer más esos dolores atroces que sentía. Mi pobre madre era una mártir; debe obtener una bella recompensa por la paciencia y la dulzura con las cuales ella soportó todas sus angustias; su vida no fue sino una larga tortura de espíritu y de cuerpo. Sus sentimientos elevados y su fe en otra existencia le dieron sostén; ella tenía como un presentimiento y un recuerdo velado del mundo de los Espíritus; frecuentemente yo veía que ella sentía piedad de las cosas de nuestro planeta, y me decía: Nada de este mundo puede bastarme; tengo NOSTALGIA de un otro mundo.

Sr., en las respuestas que mi estimada y adorada madre os ha dado, nosotros hemos reconocido perfectamente su manera de pensar y de expresarse; ella gustaba mucho servirse de imágenes. Solamente estoy admirada de que ella no se haya acordado del envío de vuestra tarjeta-retrato, que le había dado un placer tan grande y tan vivo; yo debía haberos agradecido de su parte, pero mis numerosas ocupaciones durante los últimos tiempos de la enfermedad de mi venerada madre, no me permitieron hacerlo. Creo que más tarde se acordará mejor; por el momento ella está extasiada con los esplendores de su nueva vida; la existencia que acaba de completar no le parece sino un sueño penoso, ya bien lejos de ella. Mi padre y yo también esperamos que ella venga a decirnos algunas palabras de afecto, de que tenemos mucha necesidad. Señor, ¿sería una indiscreción pediros que nos comunicaseis cuando mi buena madre hable de nosotros? ¡Vos nos habéis hecho tanto bien al hablarnos de ella, diciéndonos de su parte que ya no sufre más! ¡Ah, nuevamente gracias, Señor! Oro a Dios, de corazón y de alma, que os recompense por esto. Al dejarme, mi querida madre me priva de la mejor de las madres, de la más tierna de las amigas; preciso tener la certeza de saber que es feliz, y necesito de mi creencia en el Espiritismo para tener un poco de fuerza. Dios me ha dado sostén; mi coraje ha sido mayor de lo que yo esperaba.

Atentamente.

Nota – Que los incrédulos se rían del Espiritismo todo lo que quieran; que sus adversarios más o menos interesados lo pongan en ridículo; que incluso profieran anatemas contra Él, y aún así no le quitarán ese poder consolador que produce la alegría del infeliz y que lo hace triunfar de la mala voluntad de los indiferentes, a pesar de sus esfuerzos para abatirlo. Los hombres están sedientos de felicidad; cuando no la encuentran en la Tierra, ¿no será un gran alivio tener la certeza de encontrarla en una otra vida, si se ha hecho lo que es necesario para merecerla? Por lo tanto, ¿qué les ofrece más alivios a los males de la Tierra? ¿Será el materialismo, con la horrible expectativa de la nada? ¿Será la perspectiva de las llamas eternas, a las cuales no escapa uno solo entre millones? No os equivoquéis; esta perspectiva es aún más horrible que la de la nada, y he aquí por qué aquellos, cuya razón se niega a admitirla, son llevados al materialismo; cuando el futuro sea presentado de una manera racional a los hombres, no habrá más materialistas. Por lo tanto, que no se admiren al ver que las ideas espíritas son recibidas con tanta solicitud por las masas, porque estas ideas aumentan el coraje en vez de abatirlo. El ejemplo de la felicidad es contagioso; cuando todos los hombres vean a su alrededor a personas felices gracias al Espiritismo, ellos se arrojarán a los brazos del Espiritismo como a una tabla de salvación, porque siempre preferirán una doctrina que sonría y que hable a la razón que a las que llenan de pavor. El ejemplo que acabamos de citar no es el único en su género; ellos se nos presentan a los millares, y la mayor alegría que Dios nos ha reservado aquí en la Tierra es la de ser testigo de los beneficios y de los progresos de una creencia que nuestros esfuerzos tienden a difundir. Son tan numerosas las personas de buena voluntad, las que vienen a beber en ella consuelos, que nosotros no podríamos perder nuestro tiempo ocupándonos con los indiferentes, que no tienen ningún deseo de convencerse. Aquellos que vienen a nosotros son suficientes para absorberlo; por eso no vamos en busca de nadie. He aquí por qué tampoco lo perdemos en espigar en campos estériles; el turno de los otros vendrá cuando Dios decida levantar el velo que los ciega, y ese tiempo vendrá más rápido de lo que ellos piensan, para la gloria de unos y para la vergüenza de otros.

La Srta. Pauline M...
(Evocación enviada por el Sr. Pichon, médium de Sens)

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí, mis buenos amigos.

2. Vuestros padres nos han solicitado que os preguntásemos si sois más feliz que en vuestra existencia terrena; ¿tendríais la amabilidad de decírnoslo? –Resp. ¡Oh, sí! Soy más feliz que ellos.

3. ¿Asistís a menudo a vuestra madre? –Resp. Yo casi no la dejo; pero ella no puede comprender todo el ánimo que le doy; si no fuese eso, ella no estaría tan mal. ¡Ella llora por mí y yo soy feliz! Dios me ha llamado: esto es un favor. Si todas las madres estuviesen bien compenetradas de las luces del Espiritismo, ¡cuánto consuelo tendrían ellas! Decidle a mi pobre madre que se resigne, porque sin esto se alejará de su hija querida. Toda persona que no es dócil a las pruebas que le envía su Creador, falta a los objetivos de sus pruebas. Que ella comprenda bien esto, porque entonces no me volverá a ver tan pronto. Ella me ha perdido materialmente, pero me reencontrará espiritualmente. Por lo tanto, que se apresure en restablecerse para asistir a vuestras sesiones; entonces podré consolarla mejor, y yo misma seré más feliz.

4. ¿Podríais manifestaros a ella de una manera más particular? ¿Podría ella serviros de médium? Así recibiría más consuelos que por nuestro intermedio. –Resp. Que ella tome un lápiz –como vos lo hacéis– y yo intentaré decirle algo. Esto es para nosotros muy difícil cuando no encontramos las disposiciones requeridas para ello.

5. ¿Podríais decirnos por qué Dios os retiró tan joven del seno de vuestra familia, de la cual erais la alegría y el consuelo? –Resp. Volved a leer.

6. ¿Querríais decirnos qué sentisteis en el instante de vuestra muerte? –Resp. Una turbación; yo no creía que estaba muerta. ¡Me dio tanta pena dejar a mi buena madre! Yo no me reconocía; pero cuando entendí lo que sucedía, no fue más la misma cosa.

7. ¿Ahora estáis completamente desmaterializada? –Resp. Sí.

8. ¿Podríais decirnos cuánto tiempo permanecisteis en el estado de turbación? –Resp. Permanecí seis semanas de las vuestras en dicho estado.

9. ¿En qué lugar estabais cuando os reconocisteis? –Resp. Junto a mi cuerpo; vi el cementerio y comprendí.

¡Madre! Yo estoy siempre a tu lado; te veo y te comprendo mucho mejor que cuando tenía mi cuerpo. Por lo tanto, deja de entristecerte, ya que sólo se ha perdido el pobre cuerpo que me habías dado. Tu hija está siempre ahí; no llores más; al contrario, regocíjate: es el único medio de hacerte el bien, y a mí también. Nosotras nos comprenderemos mejor; te diré muchas cosas afables; Dios me lo permitirá; oraremos juntas. Estarás entre estos hombres que trabajan para el bien de la Humanidad; participarás de sus trabajos; yo te ayudaré: esto servirá para el adelanto de ambas.

Tu hija que te ama,
PAULINE. P. D.

Daréis esto a mi madre; os seré agradecida.

10. ¿Pensáis que la convalecencia de vuestra madre será aún larga? –Resp. Esto dependerá de los consuelos que reciba y de su resignación.

11. ¿Os recordáis de todas vuestras reencarnaciones? –Resp. No; no de todas.

12. La penúltima ¿ha tenido lugar en la Tierra? –Resp. Sí; yo estaba en una gran casa de comercio.

13. ¿En qué época ha sido? –Resp. A principios del reino de Luis XIV.

14. ¿Recordáis algunos personajes de ese tiempo? –Resp. He conocido al duque de Orleáns, porque él se abastecía en nuestra casa de comercio. También he conocido a Mazarino y a una parte de su familia.

15. Vuestra última existencia ¿ha servido mucho para vuestro adelanto como Espíritu? –Resp. No me ha podido servir mucho porque no he sufrido ninguna prueba; en vez de para mí, ha sido para mis padres un motivo de pruebas.

16. Y vuestra penúltima existencia ¿ha sido más provechosa? –Resp. Sí, porque he tenido que pasar por muchas pruebas: los reveses de la fortuna, la muerte de todas las personas que me eran queridas, quedarme sola. Pero al confiar en mi Creador, soporté todo eso con resignación. Decidle a mi madre que haga como yo. ¡Que aquel que le lleve mi consuelo, estreche por mí la mano de todos mis parientes! Adiós.

Henri Murger

Nota – En una sesión espírita íntima, que tenía lugar en casa de uno de nuestros compañeros de la Sociedad, el 6 de febrero de 1861, el médium escribió espontáneamente lo siguiente:

Cuanto mayor es el espacio de los Cielos, mayor es la atmósfera, más bellas son las flores, más dulces son los frutos, y las aspiraciones son alcanzadas inclusive más allá de la ilusión. ¡Salve, nueva patria! ¡Salve, nueva morada! ¡Salve, felicidad, amor! ¡Cómo es pálida nuestra corta estación en la Tierra, y cómo debe sentirse feliz aquel que exhaló el suspiro de alivio por haber dejado el Tártaro por el Cielo! ¡Salve, verdadera bohemia! ¡Salve, verdadera tranquilidad! ¡Salve, sueños realizados! Adormecí alegre porque sabía que iba a despertar feliz. ¡Ah, agradezco a mis amigos por sus tiernos recuerdos!

H. MURGER


Las preguntas y las respuestas siguientes han sido realizadas el 8 de febrero en la Sociedad:

1. El miércoles vinisteis espontáneamente a comunicaros en casa de uno de nuestros compañeros, y dictasteis allí una página encantadora; sin embargo, allá no había nadie que os conociera personalmente; ¿queréis decirnos, por gentileza, a qué debemos el honor de vuestra visita? –Resp. He venido a dar pruebas de que vivo, para ser evocado hoy.

2. ¿Habíais sido llevado a las ideas espíritas? –Resp. Dos cosas: primero, yo las presentía; segundo, me dejaba llevar fácilmente por mis inspiraciones.

3. Parece que vuestra turbación ha durado poco tiempo, puesto que os expresáis tan prontamente, con tanta facilidad y claridad. –Resp. Fallecí con perfecto conocimiento de mí mismo y, por consecuencia, no tuve más que abrir los ojos del Espíritu, luego que se cerraron los ojos de la carne.

4. Este dictado puede ser considerado como un relato de vuestras primeras impresiones en el mundo donde estáis ahora; ¿podríais describirnos con más precisión lo que ha sucedido con vos desde el instante en que el alma dejó al cuerpo? –Resp. Me llené de alegría; volví a ver a rostros queridos que yo creía que nunca más los vería. Apenas desmaterializado, sólo tuve sensaciones casi terrenas.

5. ¿Podríais darnos una apreciación, desde vuestro punto de vista actual, de vuestra obra principal: La vie de bohème? –Resp. ¿Cómo queréis que, deslumbrado como estoy con los esplendores desconocidos de la resurrección, yo haga un examen retrospectivo de esta pobre obra, pálido reflejo de una juventud sufrida?

6. Uno de vuestros amigos, el Sr. Théodore Pelloquet, ha publicado en Le Siècle del 6 de febrero un artículo bibliográfico sobre vos. ¿Gustaríais dirigirle algunas palabras, así como a vuestros otros amigos y colegas de literatura, entre los cuales deben encontrarse algunos pocos creyentes en la vida futura? –Resp. Les diría que el éxito presente es semejante al oro transformado en hojas secas; lo que creemos, lo que esperamos –nosotros, los ávidos espigadores del campo parisiense– es el éxito, siempre el éxito, y nunca nuestros ojos se elevan al Cielo para pensar en Aquel que juzga nuestras obras en última instancia. ¿Mis palabras los cambiarán? No; arrastrados por la vida impetuosa que consume creencia y juventud, ellos oirán distraídos y pasarán olvidados.

7. ¿Veis aquí a Gérard de Nerval, que acaba de hablarnos de vos? –Resp. Lo veo, y a Musset, así como a la amable y gran Delphine; los veo a todos; ellos me ayudan, me alientan; me enseñan a hablar.

Nota – Esta pregunta fue motivada por la siguiente comunicación, que uno de los médiums de la Sociedad había escrito espontáneamente en el inicio de la sesión.

Un hermano ha llegado entre nosotros, feliz y dispuesto; él agradece al Cielo –como acabasteis de escuchar– por su liberación un poco lenta. La tristeza, las lágrimas y la sonrisa amarga están actualmente distantes, porque ahora percibimos muy bien que la sonrisa nunca es sincera entre vosotros; lo que es lamentable y verdaderamente penoso en la Tierra, es que es preciso reír; forzosamente es preciso reírse de nada, sobre todo en Francia, cuando se estaría dispuesto a soñar solitariamente. Lo que hay de horrible para el corazón que esperó mucho, es la desilusión, ese tétrico esqueleto cuyos contornos se quieren tocar en vano; la mano inquieta y trémula no encuentra más que los huesos. ¡Qué horror! Aquel que ha creído en el amor, en la religión, en la familia, en la amistad; aquellos que impunemente pueden mirar de frente esa máscara horrorosa que petrifica, ¡ah, éstos viven, aunque petrificados! Pero los que cantan como bohemios, ¡ah, éstos mueren bien rápido: han visto la cabeza de Medusa! Mi hermano Murger era de estos últimos.

Como veis, amigos, de aquí en adelante no vivimos más solamente en nuestras obras; a vuestro llamado estaremos también junto a vosotros. Lejos de enorgullecernos con este aire de felicidad que nos envuelve, vendremos a vosotros como si aún estuviésemos en la Tierra, y Murger cantará nuevamente.

GÉRARD DE NERVAL
El Espíritu y las rosas

(Evocación enviada por la Sra. de B..., de Nueva Orleáns)

Emma D..., linda niña fallecida a la edad de 7 años, después de 6 meses de sufrimientos, casi no comía más en las últimas seis semanas antes de su muerte.

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí, Sra., ¿que deseáis?

2. Deseo saber dónde estáis, si sois feliz y por qué Dios les ha impuesto un pesar tan grande a vuestra encantadora madre y a vuestras hermanas, como el de vuestra muerte. –Resp. Estoy en medio de Espíritus buenos, que me aman y me instruyen; soy feliz, muy feliz; mi paso entre vosotros era sólo un resto de prueba física. Sufrí, pero ese sufrimiento no era nada; el mismo depuraba mi alma, al mismo tiempo que destruía mi pobre cuerpo. Ahora, aprendo sobre la vida del alma; estoy reencarnada, pero como Espíritu conservador; estoy en un mundo donde ninguno de nosotros permanece más tiempo que lo necesario a la duración de las enseñanzas que nos son dadas por los Grandes Espíritus. Fuera de esto viajo, previniendo infortunios y alejando tentaciones. Estoy a menudo por aquí; hay tantos pobres negros: siempre me he compadecido de ellos, pero ahora los amo. ¡Sí, los amo, pobres almas! Entre ellos hay muchos que son buenos, mejores que sus amos; e inclusive debemos compadecernos de los perezosos.

Estoy frecuentemente junto a mi madre querida; y cuando ella siente su corazón fortalecido, he sido yo quien le ha derramado el bálsamo divino. ¡Ay! Mas es preciso que ella sufra; pero más tarde todo será olvidado; y Lucie, mi amada Lucie, estará conmigo ante todo. Pero los otros vendrán; basta morir para estar así; nada más: uno cambia de cuerpo, apenas esto. Ya no tengo más aquel mal que me volvía un objeto de horror para cada uno; soy más feliz, y a la noche me inclino ante mi madre y la abrazo; ella no siente nada, pero entonces sueña conmigo, y me ve como yo era antes de mi horrible enfermedad. Comprended, señora, que soy feliz.

Yo quisiera que sean puestas rosas en el rincón del jardín donde antaño yo iba a dormir; sugerid a Lucie la idea de ponerlas allí. ¡Amaba tanto las rosas, y voy tan a menudo allá! Yo tengo rosas en ese mundo; pero Lucie duerme diariamente en mi antiguo rincón, y a cada día estoy también junto a ella; ¡la amo tanto!

3. Mi estimada niña, ¿será que yo podría veros? –Resp. No, todavía no. Aún no podéis verme; pero observad el rayo de sol sobre vuestra mesa: voy a atravesarlo. Gracias por haberme evocado; sed indulgente con mis hermanas. Adiós.

El Espíritu desapareció, haciendo sombra por un instante sobre el rayo de sol que continuaba. Al haber sido puestas las rosas en el pequeño y apreciado rincón, tres días después la médium escribió la palabra gracias en una carta, así como la firma de la niña, que hizo que escribiera lo siguiente: «Volved a comenzar vuestra carta; ¡qué le vamos a hacer! ¡Estoy tan feliz de tener una médium!» Regresaré. Gracias por las rosas. ¡Adiós!