Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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La oración
(Comunicación enviada por el Sr. Sabò, de Burdeos)

Tempestad de pasiones humanas, que sofocais los buenos sentimientos de que todos los Espíritus encarnados tienen una vaga intuición en el fondo de la conciencia, ¿quién calmará vuestra furia? Es la oración que debe proteger a los hombres contra el flujo de ese océano, en cuyo seno encierra a los monstruos horrendos del orgullo, de la envidia, del odio, de la hipocresía, de la mentira, de la impureza, del materialismo y de las blasfemias. El dique que le oponéis a través de la oración se construye con la piedra y el cemento más duros y, en su impotencia para transponerlo, dichos monstruos se chocan en vanos esfuerzos contra ese dique y vuelven, sangrientos y heridos, al fondo del abismo. ¡Oh, oración del corazón, invocación incesante de la criatura al Creador: si conociesen tu fuerza, cuántos corazones arrastrados por la debilidad habrían recurrido a ti en el momento de la caída! Tú eres el valioso antídoto que cura las heridas casi siempre mortales, que la materia abre en el Espíritu, haciendo correr en sus venas el veneno de las sensaciones brutales. Pero ¡cómo es restricto el número de los que oran bien! ¿Creéis que después de haber dedicado una gran parte de vuestro tiempo en recitar fórmulas que aprendisteis o que leísteis en vuestros libros, tendríais mucho mérito ante Dios? Desengañaos; la buena oración es la que sale del corazón; ella no es superabundante en palabras; solamente, de tiempos en tiempos, deja escapar en aspiraciones a Dios su clamor de aflicción o de perdón, como implorando que Él venga en nuestro socorro, y los Espíritus buenos la llevan a los pies del Padre justo y eterno, pues ese incienso le es un aroma agradable. Entonces Él los envía en grupos numerosos para fortalecer a los que oran bien contra el Espíritu del mal. Así, se vuelven fuertes como rocas inquebrantables; ven que se chocan contra ellos las olas de las pasiones humanas y, como enfrentan con satisfacción esa lucha que debe llenarlos de méritos, ellos construyen, como el alción, su nido en medio de las tempestades.

FENELÓN

ALLAN KARDEC