Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Bibliografía

El Libro de los Médiums

2ª edición [1]

La primera edición de El Libro de los Médiums, publicada en el inicio de este año, se ha agotado en algunos meses, lo que es uno de los rasgos más característicos del progreso de las ideas espíritas. Nosotros mismos hemos podido constatar, en nuestros viajes, la influencia saludable que esta obra ha ejercido en la dirección de los estudios espíritas prácticos; así, las decepciones y las mistificaciones son mucho menos numerosas que antes, porque el libro ha enseñado los medios de desbaratar las artimañas de los Espíritus embusteros. Esta segunda edición es mucho más completa que la primera; contiene numerosas instrucciones nuevas muy importantes y varios capítulos nuevos. Toda la parte que concierne más especialmente a los médiums, a la identidad de los Espíritus, a la obsesión, a las preguntas que se pueden dirigir a los Espíritus, a las contradicciones, a los medios de discernir los Espíritus buenos de los malos, a la formación de las reuniones espíritas, a los fraudes en materia de Espiritismo, ha recibido desdoblamientos muy considerables, frutos de la experiencia. En el capítulo de las disertaciones espíritas hemos agregado varias comunicaciones apócrifas, acompañadas de notas apropiadas para ofrecer los medios de descubrir la superchería de los Espíritus embusteros que se presentan con nombres falsos.

Debemos agregar que los Espíritus han revisado enteramente la obra y han aportado numerosas observaciones del más alto interés, de modo que se puede decir que es obra de ellos, tanto como nuestra.

Recomendamos encarecidamente esta nueva edición como el guía más completo, ya sea para los médiums como para los simples observadores; y podemos afirmar que, si sus enseñanzas son seguidas de manera exacta, se evitarán los escollos tan numerosos contra los cuales tantos principiantes inexpertos llegan a chocarse. Después de haberla leído y meditado con atención, es evidente que, aquellos que fueren engañados o mistificados, sólo a sí mismos podrán responsabilizar, porque tuvieron todos los medios para esclarecerse.


[1] Un volumen in 12º; precio: 3 fr. 50 c. Por correo: 4 francos. [Nota de Allan Kardec.]



El Espiritismo o Espiritualismo en Metz
Primera serie de publicaciones de la Sociedad Espírita de Metz [1]

En nuestro último número hemos mencionado esta publicación, a título informativo, proponiéndonos volver a la misma. La hemos leído con atención y no podemos sino felicitar a la Sociedad Espírita de Metz por sus resultados. Ella cuenta en su seno con un gran número de hombres esclarecidos que –así lo esperamos– sabrán mantenerla alerta contra las emboscadas de los Espíritus malos, que intentarán desviarla de la buena senda en la que se encuentra.

Esta publicación no es periódica; la Sociedad de Metz se propone hacer otras semejantes de cuando en cuando, en épocas indeterminadas, incluyendo en las mismas las mejores comunicaciones que haya obtenido. Este modo es ventajoso porque no obliga a asumir ningún compromiso con los suscriptores, a los cuales es necesario servir a toda costa, y porque los gastos que existen son siempre proporcionales.

Todas las comunicaciones contenidas en este primer opúsculo llevan un sello eminentemente serio y una moralidad irreprochable; nada notamos allí que no fuese lo que se podría llamar de ortodoxo, desde el punto de vista de la Ciencia y de acuerdo con las enseñanzas de El Libro de los Espíritus. Si los espíritas de Metz nos permiten darles un consejo, les diríamos que continúen teniendo en sus publicaciones ulteriores la prudente circunspección que notamos en ésta; que ellos estén bien persuadidos de que las publicaciones intempestivas pueden ser más perjudiciales que útiles a la propagación del Espiritismo. Contamos con la sabiduría y la sagacidad de los que las dirigen, a fin de no ceder a los arrastramientos de aquellos adeptos que son más entusiasmados que reflexivos; que consientan en recordar esta máxima: No por mucho madrugar amanece más temprano.

Las dos comunicaciones siguientes, extraídas de esta primera serie de publicaciones, pueden dar una idea del espíritu con el cual han sido dadas.


[1] Opúsculo in 8º; precio: 1 franco. Disponible en París, en las casas Didier y Compañía (muelle de los Agustinos, Nº 35) y Ledoyen (Palacio Real, Galería de Orleáns, Nº 31); en Metz, en las casas Verronnais (calle de los Jardines, Nº 14) y Warion (calle del Palacio, Nº 8). [Nota de Allan Kardec.]


El fluido universal
(29 de septiembre de 1860)

El fluido universal une entre sí a todos los mundos; y, según las acciones que le son impresas por la voluntad del Creador, da lugar a todos los fenómenos de la Creación. Es él que es la propria vida, uniendo las diferentes materias de nuestro globo; es él que, mediante propiedades subordinadas a leyes, regula las diferentes cuestiones de las afinidades físicas y morales, tan misteriosas para vosotros; es él que os hace ver el pasado, el presente y el futuro, sobre todo cuando la materia que obstruye vuestra alma es anulada o debilitada por cualquier causa. Entonces, esa doble vista (aunque menos desarrollada que después de la muerte), ve, siente y toca todo, en ese medio fluídico que es su elemento y el reflejo exacto de lo que ha sido, de lo que es y de lo que será, porque sólo las partes más groseras de ese fluido pasan por sensibles modificaciones de composición.

HENRY, antiguo magnetizador.

Efectos de la plegaria
(15 de octubre de 1860)

La plegaria es una aspiración sublime, a la cual Dios ha dado un poder tan mágico que los Espíritus la solicitan constantemente para ellos. Suave rocío, es como un alivio para el pobre exiliado en la Tierra y una buena disposición (sic) para el alma en prueba. La plegaria actúa directamente sobre el Espíritu hacia el cual es dirigida; no transforma espinas en rosas, pero modifica su vida de sufrimientos –nada pudiendo sobre la voluntad inmutable de Dios– al imprimirle ese impulso de voluntad que levanta el ánimo y al darle la fuerza para luchar contra las pruebas, a fin de dominarlas. Por ese medio es abreviado el camino que conduce a Dios y, como efecto maravilloso, nada puede ser comparado con la plegaria.

El que blasfema contra la oración no es más que un Espíritu inferior, de tal modo terreno y atrasado que ni siquiera comprende que debe aferrarse a la plegaria como a una tabla de salvación.

Orad, porque la plegaria es una palabra que desciende del Cielo; es la gota de rocío en el cáliz de una flor; es el sostén de la caña durante la tempestad; es la tabla del pobre náufrago durante la tormenta; es el abrigo del mendigo y del huérfano; es la cuna para que el bebé pueda dormir. Emanación divina, la oración nos une a Dios a través del lenguaje, vinculándolo a nosotros; orar a Él es amarlo; suplicarle por un hermano es un acto de amor de los más meritorios. La plegaria que viene del corazón es la llave de los tesoros de la gracia; es el administrador que distribuye los beneficios en nombre de la misericordia infinita. El alma que se eleva a Dios por medio de uno de esos sublimes impulsos de la oración –desprendida de su envoltura grosera– se presenta llena de confianza ante Él, segura de obtener lo que pide con humildad. ¡Orad, oh, orad! Haced un receptáculo de vuestras santas aspiraciones, que será derramado en el día de la justicia. Preparad el granero de la abundancia, tan precioso durante la escasez; esconded el tesoro de vuestras oraciones hasta el día elegido por Dios para distribuir ese rico depósito. Acumulad para vosotros y para vuestros hermanos, lo que disminuirá vuestras angustias y os hará transponer más rápidamente el espacio que os separa de Dios. Reflexionad en vuestra miserable naturaleza; contad vuestras decepciones y vuestros peligros; sondead el abismo tan profundo hacia donde pueden arrastraros vuestras pasiones; observad a vuestro alrededor a los que caen y sentiréis la imperiosa necesidad de recurrir a la plegaria, que es el ancla de salvación que impedirá la ruptura de vuestro navío, tan sacudido por las tormentas del mundo.

TU ESPÍRITU FAMILIAR

El Espiritismo en América
Fragmentos traducidos del inglés por la Srta. Clémence Guérin [1]

El Espiritismo cuenta en Norteamérica con hombres eminentes que, desde el principio, han vislumbrado su alcance y han visto en Él algo más que simples manifestaciones. En este número está el juez Edmonds, de Nueva York, cuyos escritos sobre este importante tema son bastante apreciados y muy poco conocidos en Europa, donde no han sido traducidos. Debemos ser gratos a la Srta. Guérin por darnos una idea de ellos a través de algunos fragmentos que ha publicado en su opúsculo, lamentando que ella no haya acabado su obra con una traducción completa. Ella junta algunos extractos no menos notables del Dr. Hare, de Filadelfia, el cual también tuvo la osadía de ser uno de los primeros en afirmar su fe en las nuevas revelaciones.

La Srta. Guérin, que residió mucho tiempo en los Estados Unidos de Norteamérica, donde vio producirse y desarrollarse las primeras manifestaciones, es una de esas espíritas sinceras, concienzudas, que juzgan todo con calma, con sangre fría y sin entusiasmo. Nosotros tenemos el honor de conocerla personalmente y estamos felices en darle aquí un testimonio merecido de nuestra profunda estima. Por los siguientes fragmentos de su prólogo se puede evaluar que nuestra opinión es justamente fundamentada.

«Como los americanos, nosotros tenemos la Fe profunda, la radiante Esperanza de que esta doctrina, tan eminentemente basada en la Caridad (no la limosna, sino el amor), es realmente la que debe regenerar y pacificar al mundo. Nunca la solidaridad fraternal fue demostrada de manera tan clara y atrayente. Al venir a consolarnos, a ayudarnos, a instruirnos, en fin, a indicarnos el mejor uso para ejercer nuestras facultades –con miras al futuro–, los Espíritus son tan evidentemente desinteresados que el hombre no puede escucharlos por mucho tiempo sin experimentar el deseo de imitarlos y sin buscar a su alrededor a alguien para participar de los beneficios que le distribuyen con tanta generosidad. Él lo hace más a gusto porque finalmente comprende que su propio progreso tiene un precio y que, en el gran libro de Dios, sólo tiene en su haber las acciones practicadas con miras al bienestar material o moral de sus hermanos. Lo que los Espíritus hacen con éxito en este momento fue intentado muchas veces en la Tierra por nobles corazones, por valerosas almas que han sido y que aún son menospreciadas y ridiculizadas; se sospecha de su devoción, y solamente cuando desaparecen es que tienen la oportunidad de ser juzgadas con imparcialidad. Es por eso que Dios les permite continuar la obra después de lo que nosotros llamamos muerte.

«Es el caso de repetir con Davis: ¡Hermanos, nada temáis: el error, siendo mortal, no puede vivir; la verdad, siendo inmortal, no puede morir!»

CLÉMENCE GUÉRIN

El siguiente pasaje del juez Edmonds mostrará con qué exactitud él ya había vislumbrado las consecuencias del Espiritismo; no debe olvidarse que él escribía en 1854, época en que el Espiritismo aún era joven en América como en Europa.

«Que otros juzguen si mis deducciones son verdaderas o falsas. Mi objetivo será alcanzado si, al hablar del efecto producido en mi Espíritu por esas revelaciones, hubiere despertado en algunos el deseo de investigar también y el de llevar así nuevas luces al estudio de esos fenómenos; porque hasta aquí los más vehementes adversarios, los que –en su indignación– gritan contra la impostura, son igualmente los más obstinados en su total negativa a ver y a escuchar sobre el tema, y también los más decididos a permanecer en la completa ignorancia de la naturaleza de los hechos. Hombres que tienen una reputación de erudición, si no de Ciencia, no temen en comprometerla al dar explicaciones que no satisfacen a nadie, basadas en observaciones superficiales, hechas con tal ligereza que un estudiante sentiría vergüenza.

«Entretanto, ese nuevo poder inherente al hombre [connected with man] no es una cosa indiferente y, sin ninguna duda, tendrá sobre sus destinos una influencia considerable para el bien o para el mal.

«Y ya podemos ver que desde el origen, hace apenas cinco años, la idea espiritualista se ha propagado con una rapidez que la religión cristiana no había igualado en cien años; dicha idea no busca lugares aislados, no se rodea de misterios, sino que viene abiertamente a los hombres, provocando un minucioso examen, no pidiendo una fe ciega, sino recomendando en todas las circunstancias el ejercicio de la razón y de la libre opinión.

«Hemos visto que los escarnios de los filósofos no han podido desviar a un solo creyente; que los sarcasmos de la prensa, los anatemas del púlpito son igualmente impotentes para detener el progreso y, sobre todo, ya podemos constatar su influencia moralizadora. El verdadero creyente se vuelve siempre más prudente y mejor [a wiser and a better man], porque le ha sido demostrado que la existencia del hombre después de la muerte está positivamente probada. Todos los que han hecho sus investigaciones sobre este asunto, de manera seria y sincera, han obtenido pruebas irrefutables. ¿Cómo podría ser de otro modo? He aquí una inteligencia que nos habla todos los días; es un amigo (en general, los americanos comienzan conversando con sus parientes o amigos). Prueba su identidad a través de mil circunstancias que no dejan ninguna duda, por muchos recuerdos que sólo él puede conocer. Nos habla de las consecuencias de la vida terrena y nos describe la vida futura con colores tan racionales, que sentimos que dice la verdad, porque está de conformidad con la idea íntima que teníamos de la Divinidad y de los deberes que nos impone.

«La muerte no nos separa de aquellos que amamos, sino que a menudo están cerca nuestro, ayudándonos y consolándonos a través de la esperanza de una reunión cierta. ¡Cuántas veces los he escuchado por mi intermedio y a través de los otros! ¡Cuántas personas desoladas he visto que se calmaron por causa de la afable certeza de que el ser querido, “conducido por los lazos del amor, volita alrededor de ellas, susurra a sus oídos, contempla su alma, conversa con su Espíritu!”

«Así, la muerte se encuentra despojada del cortejo de terrores misteriosos e indefinidos con que fue rodeada por aquellos que esperan más de la pasión degradante del miedo que del sentimiento noble del amor.

«Notemos de paso que, sean cuales fueren los matices en la enseñanza de la nueva filosofía, todos sus discípulos concuerdan en el siguiente punto: la muerte no es un espantajo, sino un fenómeno natural, el pasaje a una existencia donde –libre de los miles de males de la vida material y de los obstáculos que lo confinan a un solo planeta– el Espíritu puede recorrer la inmensidad de los mundos y emprender su vuelo hacia regiones donde la gloria de Dios es realmente visible.

«Está igualmente demostrado [demonstrated] que nuestros más secretos pensamientos son conocidos por los seres que nos han amado y que continúan velando por nosotros. Es en vano que uno intente sustraerse a esta acción, terrible por su propia benevolencia. No es posible dudar de esto, como se quiso hacer. Muchas veces me quedé estupefacto y me estremecí ante la revelación repentina, pero irrecusable, de que los pliegues más íntimos de la conciencia pueden ser sondeados por aquellos mismos a los cuales gustaríamos esconder nuestras debilidades.

«¿No está ahí un freno saludable contra los malos pensamientos, los actos criminales, cometidos generalmente porque el culpable cobra ánimo con estas palabras: Nadie lo sabrá?... Si algo puede confirmar esta verdad tan espantosa para algunos, es el recuerdo que cada uno siente después de una buena acción, incluso cuando se mantiene secreta: una satisfacción íntima que no se compara con nada. Éstos lo saben muy bien, pues su mano izquierda no sabe lo que da su derecha. Por consiguiente, es racional creer que si nuestros amigos pueden felicitarnos, también pueden reprendernos; si ellos ven nuestros actos meritorios, igualmente ven nuestras malas acciones.

«A esto nosotros no dudamos en atribuir el hecho incontestable e indiscutible de que no hay verdadero creyente que no se haya vuelto mejor.

«De nuestra conducta depende nuestro destino futuro; no de nuestra adhesión a tal o cual secta religiosa, sino de nuestra sumisión a este gran precepto: AMAR A DIOS Y AL PRÓJIMO... No debemos postergar nuestra conversión. Nosotros mismos debemos trabajar por nuestra salvación, no más tarde, sino ahora; no mañana, sino hoy.

«No existe nada más consolador ni más edificante para el alma virtuosa, a través de las pruebas y vicisitudes de esta vida, que la certeza completa de que su felicidad futura depende de sus acciones, que ella puede dirigir.

«Por otro lado, el vicioso, el malo, el cruel, el egoísta –sobre todo el egoísta– sufrirá, por él mismo y por los otros [self and mutual torment], tormentos más terribles que los del infierno material, tales como la imaginación más desordenada nunca pudo describir.»

ALLAN KARDEC


[1] Opúsculo grande in 18º; precio: 1 franco. Disponible en la casa Dentu, Palacio Real, Galería de Orleáns. [Nota de Allan Kardec.]