Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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El Coliseo
(Comunicación enviada por el conde X..., de Roma; traducida del italiano)

¿Qué sentimiento suscita en vosotros la visión del Coliseo? El que produce el aspecto de toda ruina: tristeza. Sus vastas y bellas proporciones recuerdan todo un mundo de grandeza; pero su decrepitud transporta involuntariamente el pensamiento a la fragilidad de las cosas humanas. Todo pasa; y los monumentos, que parecían desafiar el tiempo, se desmoronan, como para probar que sólo las obras de Dios son durables. Y cuando los escombros, sembrados por todas partes, deponen contra la eternidad de las obras del hombre, ¡os atrevéis a llamar eterna a una ciudad cubierta de restos del pasado!

¿Dónde estáis, Babilonia? ¿Dónde estáis, Nínive? ¿Dónde se encuentran vuestros inmensos y espléndidos palacios? Viajero, tú que en vano los buscas bajo las arenas del desierto, ¿no ves que Dios los hizo desaparecer de la faz de la Tierra? ¡Roma! ¿Esperas entonces desafiar las leyes de la Naturaleza? Soy cristiana –dices–, y Babilonia era pagana. Sí, pero tú eres de piedra como ella, y un soplo de Dios puede dispersar esas piedras amontonadas. El suelo que tiembla a tu alrededor, ¿no es para advertirte que tu cuna, que está bajo tus pies, puede volverse tu tumba? ¡Soy cristiana –dices–, y Dios me protege! ¿Pero te atreves a compararte con esos primeros cristianos que morían por la fe, y cuyos pensamientos ya no eran más de este mundo, tú que vives de placeres, de lujo y de desidia? Dirige la mirada hacia esas arenas, delante de las cuales tú pasas con tanta indiferencia; interroga a esas piedras que aún están de pie, y ellas te hablarán, y la sombra de los mártires te aparecerá para decirte: ¿Qué has hecho de la simplicidad, de la cual nuestro Divino Maestro hizo una ley, y de la humildad y de la caridad, cuyo ejemplo nos ha dado? Esos primeros propagadores del Evangelio, ¿tenían palacios y estaban vestidos de seda y de oro? ¿Sus mesas se abarrotaban de lo superfluo? ¿Tenían cohortes de siervos inútiles para adular su orgullo? ¿Qué hay de común entre ellos y tú? Ellos no buscaban sino los tesoros del Cielo, ¡y tú buscas los tesoros de la Tierra! ¡Oh, hombres que os intituláis cristianos! Al ver vuestro apego a las posesiones perecederas de este mundo, se diría verdaderamente que no contáis con los de la eternidad. ¡Roma!, que te intitulas inmortal: ¡que los siglos futuros no busquen tu lugar, como hoy se busca el de Babilonia!

DANTE

Nota
– Por una singular coincidencia, estas dos últimas comunicaciones nos han llegado el mismo día. Aunque aborden el mismo tema, se ve que cada uno de los Espíritus lo encaran desde su punto de vista personal. El primero ve la Roma religiosa, que –según él–es eterna, porque ella siempre será la capital del mundo cristiano; el segundo ve la Roma material, y dice que nada de lo construyen los hombres puede ser eterno. Por lo demás, se sabe que los Espíritus tienen sus opiniones y que pueden diferir entre ellos en la manera de ver las cosas, cuando aún están imbuidos de las ideas terrenas; sólo los Espíritus más puros están exentos de prejuicios. Sin embargo, haciendo abstracción de toda opinión controvertida, no se puede negar que esas dos comunicaciones tienen una gran elevación de estilo y de pensamiento, y nosotros creemos que las mismas no serían desaprobadas por los autores cuyos nombres las firman.