Revista Espírita Periódico de Estudios Psicológicos - 1861

Allan Kardec

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Correspondencia
Carta del presidente de la Sociedad Espírita de México


México, 18 de abril de 1861.

Al Sr. Allan Kardec, en París:

Señor:

Mi amigo, el Sr. Viseur, en su penúltima carta, me manifiesta el deseo que tenéis en conocer el objeto y los propósitos de la Sociedad Espírita que yo presido en México. Es con inmenso placer y la más profunda simpatía por vuestros profundos conocimientos referentes a esta materia que os dirijo esta breve exposición de la historia del Espiritismo en este país, rogándoos que toméis en consideración nuestra falta de experiencia, pero también que nos contéis entre vos como fervorosos adeptos.

Mucho tiempo después de vos, señor, hemos tenido la felicidad de conocer esta dulce verdad de que los Espíritus, o almas de las personas muertas, pueden comunicarse con los vivos. A pesar de algunas publicaciones provenientes del Norte, nuestra atención y nuestra curiosidad no se habían despertado, y no nos habíamos tomado el trabajo de buscar lo que se entendía por manifestaciones espirituales; solamente ha sido vuestro Le Livre des Esprits, que felizmente ha llegado entre nosotros, el que nos abrió los ojos y el que nos convenció de la realidad de los hechos que se propagan con tanta rapidez por todos los puntos del globo, haciendo que los comprendamos. Entonces comenzamos a hacer investigaciones y experiencias, preparándonos con empeño, a través de un trabajo constante, para recibir las manifestaciones. Los consejos que obtuvimos en vuestro excelente libro nos hicieron conocer esa gran verdad de que después de la muerte el alma existe, y que nos podemos comunicar con aquellos que nos han sido queridos en la Tierra.

Yo no rendiría homenaje a la verdad si os dijera que fuimos aquí los primeros en tener conocimiento de las manifestaciones; varias personas de nuestra ciudad ya se ocupaban de las mismas, lo que sólo supimos más tarde. El principio de la reencarnación es el que nos ha sorprendido más, a primera vista; pero nuestras comunicaciones con los Espíritus de un orden que reconocemos ser superior por su lenguaje, no nos ha permitido dudar de una creencia que prueba que está totalmente en el orden de las cosas y de conformidad con la omnipotente justicia de Dios. Un hecho que prueba la bondad y la superioridad de los Espíritus que nos asisten es que restablecen la salud de los que sufren corporalmente, y dan calma y resignación a las aflicciones espirituales. La simple lógica nos dice que el bien no puede venir sino de una buena fuente; pero seríamos muy presuntuosos si nos presentásemos como paladines de esta Doctrina sublime; a vos, señor, pertenece el derecho de esclarecernos, como lo demuestran los trabajos provenientes del seno de vuestra Sociedad.

Nosotros hemos formado una Sociedad, compuesta por miembros experimentados en la creencia espírita, y recibimos en nuestro seno a todo individuo que quiera ser esclarecido. Las leyes fundamentales que nos rigen son la unidad de principios, la fraternidad entre los miembros y la caridad para con todos los que sufren. Señor, he aquí cómo se han expandido las ideas espíritas en este país y –podemos decirlo con satisfacción– cómo se han propagado más allá de nuestras expectativas. Si consideráis conveniente consentir en guiarnos a través de vuestros buenos consejos, siempre los recibiremos con un vivo reconocimiento y como un testimonio de simpatía de vuestra parte.

Atentamente,

CH. GOURGUES.


El mismo día en que nos llegó esta carta de México, recibimos la siguiente correspondencia de Constantinopla.

Constantinopla, 28 de mayo de 1861.

Al Sr. Allan Kardec, director de la Revista Espírita:

Señor:

Permitidme que venga, tanto en mi nombre personal como en el de mis amigos y hermanos espiritualistas de esta ciudad, ofreceros dos pequeños presentes, como recuerdo, no de personas que aún no conocéis y que tienen el honor de conoceros a través de vuestras obras, sino como testimonio de los sentimientos de fraternidad que deben unir a los espiritualistas de todos los países. Además, aceptadlos, porque son una prueba de los fenómenos tan sublimes como extraordinarios del Espiritismo. Al aceptarlos, le concederéis el honor de un cuadro a nuestra buena Sophie, pues es en su nombre y en el de su hermana Angélica que el Espiritismo se desarrolla y se propaga en Constantinopla, esta capital del Oriente, tan emocionante por sus recuerdos históricos. Verdadera torre de Babel, es la ciudad que reúne a todas las sectas religiosas, a todas las naciones, y en la cual se hablan todas las lenguas. Entreved al Espiritismo propagándose de repente en medio de todo esto... ¡Qué inmenso punto de partida! Aún somos en pequeño número, pero este número aumenta a cada día como si fuese una bola de nieve; espero que en poco tiempo nos contemos por centenas.

Las manifestaciones que hemos obtenido hasta el presente son las siguientes: levantamiento de mesas, de las cuales una –de más de 100 kilos– se irguió como una pluma por encima de nuestras cabezas; ruidos directos, producidos por los Espíritus; golpes, etc. Estamos intentando obtener apariciones de Espíritus, visibles para todos; ¿lo conseguiremos? Ellos nos lo han prometido: nosotros esperamos. Ya tenemos un gran número de médiums escribientes; otros hacen dibujos; otros componen fragmentos de música, aun cuando ignoran estas diferentes artes. Hemos visto, acompañado y estudiado a diversos Espíritus de todos los géneros y de todas las cualidades. Algunos de nuestros médiums tienen visiones y éxtasis; otros ejecutan al piano, por vía medianímica, arias inspiradas por los Espíritus. Dos señoritas, que nunca han visto ni leído nada sobre magnetismo, magnetizan toda especie de males por la acción de los Espíritus, que las hacen obrar de la manera más científica posible.

He aquí, señor, un resumen de lo que hasta ahora hemos hecho en materia de Espiritismo. Para que podáis evaluar mejor nuestros trabajos en lo tocante a las revelaciones espirituales, os envío el resultado de algunas sesiones, realizadas por intermedio de la mesa.

(Siguen diversas comunicaciones morales de un orden muy elevado, cuya lectura la Sociedad ha escuchado con el más vivo interés.)

Si consideráis que esas revelaciones puedan interesar a la propagación de la nueva ciencia espiritualista o espírita –porque para mí, así como para mis amigos, el título no influye absolutamente en nada, pues no cambia la forma ni el fondo–, tendré el placer de enviaros algunas sesiones instructivas y a la vez concluyentes desde el punto de vista de la prueba de las manifestaciones espirituales.

En poco tiempo todos los espiritualistas de la Tierra deberán formar un solo conjunto homogéneo, una única y misma familia. ¿No somos todos hermanos e hijos del mismo Padre, que es Dios? He aquí los primeros principios que los espiritualistas deben predicar al género humano, sin distinción de clase, de país, de idioma, de secta o de fortuna.

Atentamente,
REPOS, abogado.


Esta carta se hace acompañar por un dibujo, que presenta una cabeza de tamaño natural muy correctamente ejecutada, a pesar de que el médium no supiese dibujar; y por un fragmento de música, con letra, canto y acompañamiento de piano, intitulado: El Espiritualismo. Todo ello con esta dedicatoria: «Ofrecimiento en nombre de los espiritualistas de Constantinopla al Sr. Allan Kardec, director de la Revista Espírita, de París.»

En el fragmento de música, solamente el canto y la letra han sido obtenidos por vía medianímica; el acompañamiento ha sido hecho por un artista.

Si publicásemos todas las cartas de adhesión que recibimos, tendríamos que consagrarles varios volúmenes. Miles de veces se vería repetida la expresión de un conmovedor reconocimiento hacia la Doctrina Espírita. Además, muchas de esas cartas son muy íntimas para ser publicadas. Las dos que hemos reproducido anteriormente tienen un interés general como prueba de la extensión que el Espiritismo conquista en todas partes, y del punto de vista serio bajo el cual es ahora encarado, bien lejos –como se ve– del entretenimiento de las mesas giratorias. Por todas partes comprenden las consecuencias morales de la Doctrina y se la considera como la base providencial de las reformas prometidas a la humanidad. De este modo, nos sentimos felices en dar un testimonio de simpatía y un estímulo a nuestros compañeros que se encuentran distantes. Este lazo, que ya existe entre los espíritas de los diferentes puntos del globo, y que no se conocen sino por la afinidad de creencia, ¿no es un síntoma de lo que sucederá más tarde? Ese lazo es una consecuencia natural de los principios que emanan del Espiritismo; dicho lazo solamente puede ser quebrado por los que menosprecian la ley fundamental: la caridad para con todos.