El mismo día en que nos llegó esta carta de México, recibimos la siguiente correspondencia de Constantinopla.
Constantinopla, 28 de mayo de 1861.
Al Sr. Allan Kardec, director de la
Revista Espírita:
Señor:
Permitidme que venga, tanto en mi nombre personal como en el de mis amigos y hermanos espiritualistas de esta ciudad, ofreceros dos pequeños presentes, como recuerdo, no de personas que aún no conocéis y que tienen el honor de conoceros a través de vuestras obras, sino como testimonio de los sentimientos de fraternidad que deben unir a los espiritualistas de todos los países. Además, aceptadlos, porque son una prueba de los fenómenos tan sublimes como extraordinarios del Espiritismo. Al aceptarlos, le concederéis el honor de un cuadro a nuestra buena Sophie, pues es en su nombre y en el de su hermana Angélica que el Espiritismo se desarrolla y se propaga en Constantinopla, esta capital del Oriente, tan emocionante por sus recuerdos históricos. Verdadera torre de Babel, es la ciudad que reúne a todas las sectas religiosas, a todas las naciones, y en la cual se hablan todas las lenguas. Entreved al Espiritismo propagándose de repente en medio de todo esto... ¡Qué inmenso punto de partida! Aún somos en pequeño número, pero este número aumenta a cada día como si fuese una bola de nieve; espero que en poco tiempo nos contemos por centenas.
Las manifestaciones que hemos obtenido hasta el presente son las siguientes: levantamiento de mesas, de las cuales una –de más de 100 kilos– se irguió como una pluma por encima de nuestras cabezas; ruidos directos, producidos por los Espíritus; golpes, etc. Estamos intentando obtener apariciones de Espíritus, visibles para todos; ¿lo conseguiremos? Ellos nos lo han prometido: nosotros esperamos. Ya tenemos un gran número de médiums escribientes; otros hacen dibujos; otros componen fragmentos de música, aun cuando ignoran estas diferentes artes. Hemos visto, acompañado y estudiado a diversos Espíritus de todos los géneros y de todas las cualidades. Algunos de nuestros médiums tienen visiones y éxtasis; otros ejecutan al piano, por vía medianímica, arias inspiradas por los Espíritus. Dos señoritas, que nunca han visto ni leído nada sobre magnetismo, magnetizan toda especie de males por la acción de los Espíritus, que las hacen obrar de la manera más científica posible.
He aquí, señor, un resumen de lo que hasta ahora hemos hecho en materia de Espiritismo. Para que podáis evaluar mejor nuestros trabajos en lo tocante a las revelaciones espirituales, os envío el resultado de algunas sesiones, realizadas por intermedio de la mesa.
(Siguen diversas comunicaciones morales de un orden muy elevado, cuya lectura la
Sociedad ha escuchado con el más vivo interés.)
Si consideráis que esas revelaciones puedan interesar a la propagación de la nueva ciencia espiritualista o espírita –porque para mí, así como para mis amigos, el título no influye absolutamente en nada, pues no cambia la forma ni el fondo–, tendré el placer de enviaros algunas sesiones instructivas y a la vez concluyentes desde el punto de vista de la prueba de las manifestaciones espirituales.
En poco tiempo todos los espiritualistas de la Tierra deberán formar un solo conjunto homogéneo, una única y misma familia. ¿No somos todos hermanos e hijos del mismo Padre, que es Dios? He aquí los primeros principios que los espiritualistas deben predicar al género humano, sin distinción de clase, de país, de idioma, de secta o de fortuna.
Atentamente,
REPOS, abogado.
Esta carta se hace acompañar por un dibujo, que presenta una cabeza de tamaño natural muy correctamente ejecutada, a pesar de que el médium no supiese dibujar; y por un fragmento de música, con letra, canto y acompañamiento de piano, intitulado: El Espiritualismo. Todo ello con esta dedicatoria: «Ofrecimiento en nombre de los espiritualistas de Constantinopla al Sr. Allan Kardec, director de la Revista Espírita, de París.»
En el fragmento de música, solamente el canto y la letra han sido obtenidos por vía medianímica; el acompañamiento ha sido hecho por un artista.
Si publicásemos todas las cartas de adhesión que recibimos, tendríamos que consagrarles varios volúmenes. Miles de veces se vería repetida la expresión de un conmovedor reconocimiento hacia la Doctrina Espírita. Además, muchas de esas cartas son muy íntimas para ser publicadas. Las dos que hemos reproducido anteriormente tienen un interés general como prueba de la extensión que el Espiritismo conquista en todas partes, y del punto de vista serio bajo el cual es ahora encarado, bien lejos –como se ve– del entretenimiento de las mesas giratorias. Por todas partes comprenden las consecuencias morales de la Doctrina y se la considera como la base providencial de las reformas prometidas a la humanidad. De este modo, nos sentimos felices en dar un testimonio de simpatía y un estímulo a nuestros compañeros que se encuentran distantes. Este lazo, que ya existe entre los espíritas de los diferentes puntos del globo, y que no se conocen sino por la afinidad de creencia, ¿no es un síntoma de lo que sucederá más tarde? Ese lazo es una consecuencia natural de los principios que emanan del Espiritismo; dicho lazo solamente puede ser quebrado por los que menosprecian la ley fundamental: la caridad para con todos.