Conversaciones familiares del Más Allá
El Dr. Glas
Nacido en Lyon; fallecido el 21 de febrero de 1861 a la edad de 35 años y medio
(Sociedad Espírita de París, 5 de abril de 1861)
El Sr. Glas era un fervoroso espírita; falleció después de una larga y dolorosa enfermedad, cuyos sufrimientos sólo fueron aliviados por la esperanza que da el Espiritismo. Su vida laboriosa y accidentada por preocupaciones amargas, y un accidente, inicialmente desconocido, abreviaron su existencia. Ha sido evocado a pedido de su padre.
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
2. Estaremos encantados de conversar con vos, primeramente para condescender al deseo de vuestro padre y de vuestra esposa, y después porque, considerando el estado de vuestros conocimientos, esperamos sacar provecho para nosotros mismos. –Resp. Deseo que esta comunicación sea un consuelo para los que lloran por mí, y que sea para vos –que me evocáis– un objeto de estudios instructivos.
3. Parece que habéis fallecido después de una cruel enfermedad; ¿podríais darnos algunas explicaciones sobre la naturaleza y la causa de la misma? –Resp. Mi enfermedad –hoy lo veo muy claramente– era totalmente moral y terminó por extinguir dolorosamente mi cuerpo. En cuanto a extenderme largamente sobre mis sufrimientos, aún los tengo bastante presentes como para no recordarlos. Un trabajo constante, sumado a una continua agitación en el cerebro, ha sido el verdadero origen de mi mal.
Nota – Esta respuesta es confirmada por el siguiente pasaje de la carta de su padre: «Su vida laboriosa y accidentada por preocupaciones amargas, y un accidente, inicialmente desconocido, abreviaron su existencia». Esta carta no había sido leída antes de la evocación, y ni el médium ni los asistentes conocían ese hecho.
4. También parece que vuestras creencias os han ayudado a soportar vuestros sufrimientos con coraje, y os felicitamos por ello. –Resp. Yo tenía en mí la conciencia de una vida mejor: esto lo dice todo.
5. ¿Esas creencias contribuyeron para acelerar vuestro desprendimiento? –Resp. Infinitamente, porque las ideas espiritualistas que se puede tener sobre la vida son –por así decirlo– indulgencias plenas que apartan de uno, después de la muerte, toda influencia terrestre.
6. ¿Podríais, por favor, describirnos lo más exactamente posible la naturaleza de la turbación que sentisteis, su duración y vuestras sensaciones, cuando os reconocisteis? –Resp. Tenía en mí, cuando fallecí, perfecto conocimiento de mí mismo, y vislumbraba con calma lo que muchos otros temen con tanto pavor. Mi desencarnación fue corta, y la conciencia de mí mismo no cambió; ignoro cuánto tiempo duró la turbación, pero cuando desperté, realmente estaba muerto.
7. En el momento en que os reconocisteis, ¿estabais a solas? –Resp. Sí; por otra parte, yo aún estaba totalmente vinculado a la Tierra por el corazón; no vi inmediatamente a ningún Espíritu a mi alrededor, sino poco a poco.
8. ¿Qué pensáis de vuestros colegas que buscan, a través de la Ciencia, probar a los hombres que en ellos hay únicamente materia, y que sólo la nada los espera? –Resp. ¡Orgullo! Cuando estén cerca de la muerte, tal vez lo hagan callar: es lo que les deseo. ¡Ah! Como decía Lamennais hace poco, hay dos ciencias: la del bien y la del mal. Ellos tienen la Ciencia que viene del hombre: la del mal.
Nota – El Espíritu hace alusión a una comunicación que Lamennais había dado momentos antes, lo que prueba que aquel Espíritu no había esperado la evocación para venir a la sesión.
9. ¿Estáis frecuentemente junto a vuestra esposa, a vuestro hijo y a vuestro padre? –Resp. Casi constantemente.
10. El sentimiento que experimentáis al verlos, ¿es diferente del que experimentabais cuando estabais encarnado junto a ellos? –Resp. La muerte da a los sentimientos, como a las ideas, una visión amplia, pero llena de esperanzas, que el hombre no puede comprender en la Tierra. Yo los amo, pero me gustaría tenerlos junto a mí; sobre todo, es con miras a las esperanzas futuras que el Espíritu debe tener coraje y sangre fría.
11. Estando aquí, ¿podéis verlos en casa sin desplazaros? –Resp. ¡Oh!, perfectamente.
Nota – Un Espíritu inferior no podría hacerlo; solamente los que tienen una cierta elevación pueden ver simultáneamente puntos diferentes: los otros son aún demasiado mundanos.
Al leer esta respuesta, ciertas personas dirán indudablemente que era una buena ocasión de control; que se debería haber preguntado al Espíritu qué hacían sus parientes en ese momento y verificar si era exacto. ¿Con qué objetivo lo habríamos hecho? ¿Para asegurarnos que era realmente un Espíritu el que nos hablaba? Pero entonces, si no era un Espíritu, sería porque el médium nos engañaba; ahora bien, hace varios años que ese médium colabora con la Sociedad y nunca tuvimos motivos para sospechar de su buena fe.
Si lo hubiésemos hecho, como prueba de identidad, no nos habría servido de nada, porque un Espíritu embustero podría saberlo tanto como un Espíritu amante de la verdad. Por lo tanto, esa cuestión habría entrado en la categoría de las preguntas de curiosidad y de prueba que desagradan a los Espíritus serios, y a las cuales jamás responden. Como hecho, sabemos por experiencia que eso es posible; pero también sabemos que cuando un Espíritu quiere entrar en ciertos detalles, él lo hace espontáneamente, si lo juzga útil, y no para satisfacer un capricho.
12. ¿Hacéis una distinción entre vuestro Espíritu y vuestro periespíritu, y cuál la diferencia que establecéis entre ambos? –Resp. Pienso, luego siento y tengo un alma, como ha dicho un filósofo; no sé más que él sobre ese punto. En cuanto al periespíritu, es una forma –como sabéis– fluídica y natural; pero buscar el alma es querer buscar lo espiritualmente absoluto.
13. ¿Creéis que la facultad de pensar resida en el periespíritu? En una palabra, ¿que el alma y el periespíritu sean una sola y la misma cosa? –Resp. Es como si preguntaseis si el pensamiento reside en el cuerpo; uno se ve; el otro se siente y se concibe.
14. Así, ¿no sois un ser vago e indefinido, sino un ser limitado y circunscripto? –Resp. Limitado, sí; pero rápido como el pensamiento.
15. ¿Podríais indicar con precisión el lugar donde estáis aquí? –Resp. A vuestra izquierda y a la derecha del médium.
Nota – El Sr. Allan Kardec se coloca en el lugar indicado por el Espíritu.
16. ¿Habéis sido obligado a dejar vuestro lugar para cedérmelo? –Resp. En absoluto; nosotros atravesamos todo, como todo nos atraviesa; es el cuerpo espiritual.
17. Por lo tanto, ¿estoy inmerso en vos? –Resp. Sí.
18. ¿Por qué no os siento? –Resp. Porque los fluidos que componen el periespíritu son muy etéreos, no lo suficientemente materiales para vos; pero por la oración, por la voluntad, en una palabra, por la fe, los fluidos pueden volverse más ponderables, más materiales e incluso impresionar el sentido del tacto, lo que sucede en las manifestaciones físicas y que es la conclusión de ese misterio.
Nota – Supongamos que un rayo luminoso penetra en un lugar oscuro: puede atravesarlo, sumergirse allí, sin alterar su forma ni su naturaleza; aunque ese rayo sea una especie de materia, ésta es tan sutil que no ofrece ningún obstáculo al paso de la materia más compacta. Ocurre lo mismo con una columna de humo o de vapor que puede ser también atravesada sin dificultad; sólo el vapor, por tener más densidad, producirá en el cuerpo una impresión que no produce la luz.
19. Supongamos que en este momento pudieseis volveros visible a los ojos de la asamblea; ¿qué efecto producirían nuestros dos cuerpos, uno en el otro? –Resp. El efecto que naturalmente vosotros mismos imagináis: todo vuestro lado izquierdo sería menos visible que vuestro lado derecho; estaría en una niebla, en el vapor del periespíritu; lo mismo sucedería en el lado derecho del médium.
20. Ahora supongamos que pudieseis volveros no solamente visible, sino tangible, como algunas veces esto tiene lugar; ¿podría ocurrir eso, conservando la posición en que estamos? –Resp. Forzosamente yo cambiaría poco a poco de lugar; me formaría a vuestro lado.
21. Hace poco, cuando hablé solamente de la visibilidad, dijisteis que estaríais entre el médium y yo, lo que indica que habríais cambiado de lugar. Ahora, para la tangibilidad, parece que os apartaríais aún más; ¿no os sería posible tomar esas dos apariencias, conservando nuestra primera posición, quedando yo inmerso en vos? –Resp. No, en absoluto. Respondo a esta pregunta: nuevamente me formaría al lado; no puedo solidificarme en aquella posición; solamente puedo estar ahí si permanezco en estado fluídico.
Nota – De esta explicación resalta una grave enseñanza; en su estado normal, es decir, fluídico e invisible, el periespíritu es perfectamente penetrable a la materia sólida; en el estado de visibilidad, ya hay un comienzo de condensación que lo hace menos penetrable; en el estado de tangibilidad, la condensación es completa y la penetrabilidad no puede más tener lugar.
22. ¿Creéis que un día la Ciencia consiga someter el periespíritu a la apreciación de los instrumentos, como lo hace con los otros fluidos? –Resp. Perfectamente. Aún no conocéis sino la superficie de la materia; pero lo sutil, la esencia de la materia, solamente la conoceréis poco a poco; la electricidad y el magnetismo son caminos ciertos.
23. El periespíritu, ¿con cuál otro fluido conocido tiene más analogía? –Resp. Con la luz, la electricidad y el oxígeno.
24. Hay aquí una persona que dice haber sido vuestro compañero de colegio; ¿lo reconocéis? –Resp. No lo veo; no me acuerdo.
25. Se trata del Sr. Lucien B..., de Montbrison, que estuvo con vos en el colegio de Lyon. –Resp. Nunca hubiera pensado encontraros así. Hice estudios serios en la Tierra; pero os aseguro que mis estudios, como Espíritu, son aún más serios. Mil gracias por vuestro buen recuerdo.