Enseñanzas y disertaciones espíritas
Los cretinos (Sociedad Espírita de París; médium: Sra. de Costel) Nuestra colega, la Sra. de Costel, al haber hecho una excursión a una parte de los Alpes en que el cretinismo parece haber establecido uno de sus principales focos, recibió allí la siguiente comunicación de uno de los Espíritus que habitualmente se manifiesta por su intermedio:
–Los cretinos son seres punidos en la Tierra por el mal uso que han hecho de sus poderosas facultades; su alma está aprisionada en un cuerpo, cuyos órganos con deficiencia no pueden expresar sus pensamientos. Este mutismo moral y físico es una de las más crueles puniciones terrenales; a menudo es escogido por los Espíritus arrepentidos que quieren rescatar sus faltas. Esta prueba no es de modo alguno estéril, porque el Espíritu no permanece estacionario en su prisión de carne; esos ojos hebetados, ven; ese cerebro deficiente, concibe, pero nada puede ser traducido mediante la palabra o la mirada y, salvo el movimiento, se encuentran moralmente en el estado de los letárgicos y de los catalépticos, que ven y oyen lo que pasa a su alrededor sin que puedan expresarlo. Cuando, durante el sueño, vosotros tenéis esas terribles pesadillas en las que queréis huir de un peligro y gritáis para pedir socorro, mientras que vuestra lengua se queda pegada al paladar y vuestros pies al suelo, experimentáis por unos instantes lo que el cretino siente constantemente: la parálisis del cuerpo junto con la vida del Espíritu.
Casi todas las enfermedades tienen, así, su razón de ser; nada sucede sin una causa, y lo que vosotros llamáis de injusticia del destino es la aplicación de la más alta justicia. La locura es también una punición del abuso de elevadas facultades; el loco tiene dos personalidades: la que delira y la que tiene conciencia de sus actos, sin poder dirigirlos. En cuanto a los cretinos, la vida contemplativa y aislada de su alma, que no tiene las distracciones del cuerpo, también puede ser agitada por los acontecimientos, como las existencias más complicadas. Algunos se rebelan contra su suplicio voluntario; lamentan haberlo elegido y experimentan un deseo furioso de volver a una otra vida, deseo que les hace olvidar la resignación en la vida presente y el remordimiento de la vida pasada del cual tienen conciencia, porque los cretinos y los locos saben más que vosotros, y bajo su deficiencia física se oculta una potencia moral de la que no tenéis idea. Los actos de furor o de imbecilidad a los que su cuerpo se entrega, son juzgados por el ser interior, que sufre por ello y que se avergüenza. Por lo tanto, ridiculizarlos, injuriarlos e incluso maltratarlos –como algunas veces se hace con ellos– es aumentar sus sufrimientos, porque les hace sentir más duramente su debilidad y su abyección, y si ellos pudiesen, acusarían de cobardes a los que se comportan de este modo, porque saben que sus víctimas no pueden defenderse.
El cretinismo no es una de las leyes divinas, y la Ciencia puede hacerlo desaparecer, porque es el resultado material de la ignorancia, de la miseria y del abandono. Los nuevos medios de higiene que la Ciencia –que se ha vuelto más práctica– puso al alcance de todos, tienden a destruirlo. Al ser el progreso la condición expresa de la humanidad, las pruebas impuestas se modificarán y seguirán la marcha de los siglos; todas se volverán morales, y cuando vuestra Tierra –joven aún– haya cumplido todas las fases de su existencia, se convertirá en una morada de felicidad, como otros planetas más adelantados.
Pierre JOUTY, padre de la médium.
Nota – Hubo un tiempo en que se puso en cuestión el alma de los cretinos, y se preguntaba si verdaderamente pertenecían a la especie humana. La manera con la cual el Espiritismo considera el asunto, ¿no es de alta moralidad y una gran enseñanza? ¿No hay motivo para serias reflexiones al pensar que esos cuerpos desdichados son animados por almas que tal vez han brillado en el mundo, que son tan lúcidas y tan pensantes como las nuestras, bajo la densa envoltura que ahoga las manifestaciones, y que un día puede sucedernos lo mismo a nosotros si abusamos de las facultades que nos ha concedido la Providencia?
Además, ¿cómo explicar el cretinismo? ¿Cómo conciliarlo con la justicia y con la bondad de Dios sin admitir la pluralidad de las existencias, es decir, la reencarnación? Si el alma no ha vivido antes, entonces ha sido creada al mismo tiempo que el cuerpo; en esta hipótesis, ¿cómo justificar la creación de almas tan desheredadas como las de los cretinos, por parte de un Dios justo y bueno? Porque aquí no se trata, en absoluto, de uno de esos accidentes –como la locura, por ejemplo– que se puede prevenir o curar; esos seres nacen y mueren en el mismo estado. Al no tener ninguna noción del bien y del mal, ¿cuál será su destino en la eternidad? ¿Serán dichosos al igual que los hombres inteligentes y trabajadores? Pero ¿por qué ese favor, ya que no han hecho ningún bien? ¿Permanecerán ellos en lo que se denomina limbo, es decir, en un estado mixto que no es ni la felicidad ni la desdicha? Mas ¿por qué esa inferioridad eterna? ¿Es su culpa que Dios los haya creado cretinos? Desafiamos a todos aquellos que rechazan la doctrina de la reencarnación a que expliquen esta situación de difícil resolución. Por el contrario, con la reencarnación, lo que parece una injusticia se vuelve una admirable justicia; lo que es inexplicable se explica de la manera más racional. Además, no sabemos si aquellos que rechazan esta doctrina la han combatido con argumentos más perentorios que los de su repugnancia personal en volver a la Tierra. ¡Están, pues, muy seguros de tener bastantes virtudes para ganar el cielo de repente! Nosotros les deseamos lo mejor. Pero ¿los cretinos? ¿Y los niños que mueren en tierna edad? ¿Qué títulos tendrán que hacer valer?
Si fuese un hombre de bien, habría muerto (Sociedad Espírita de Sens) Al hablar de un hombre malo que escapa de un peligro, decís frecuentemente:
Si fuese un hombre de bien, habría muerto. Pues bien, estáis en la verdad al decir esto, porque, efectivamente, sucede a menudo que Dios da a un Espíritu –aún joven en la senda del progreso– una prueba más prolongada que la que otorga a uno bueno, quien recibirá, como una recompensa a su mérito, que su prueba sea tan corta como posible. Así, pues, cuando os servís de ese axioma, no tengáis duda de que estáis blasfemando. Si muere un hombre de bien, cuyo vecino es un malvado, os apresuráis a decir:
Habría sido mejor que muriese este último. Cometéis un gran error, porque el que ha partido concluyó su tarea, y el que se queda quizá no la ha comenzado aún. ¿Por qué, entonces, querríais que el malvado no tuviese tiempo para llevarla a cabo, y que el bueno quedara sujeto a la gleba terrenal? ¿Qué diríais de un prisionero que, a pesar de haber cumplido su pena, quedase detenido en la cárcel, mientras que se pusiera en libertad a uno que no tuviese ese derecho? Por lo tanto, sabed que la verdadera libertad consiste en liberarse de los lazos del cuerpo, y que mientras permanecéis en la Tierra, estáis en cautiverio.
Habituaos a no censurar lo que no podéis comprender, y creed que Dios es justo en todas las cosas. Frecuentemente lo que os parece un mal es un bien; vuestras facultades son tan limitadas que el conjunto del gran todo escapa a vuestros sentidos obtusos. A través del pensamiento esforzaos por salir de vuestra estrecha esfera y, a medida que os elevéis, la importancia de la vida material disminuirá a vuestros ojos, porque se os mostrará apenas como un incidente en la infinita duración de vuestra existencia espiritual, que es la única existencia verdadera.
FENELÓN
Los pobres y los ricos (Sociedad Espírita de Lyon) Nota – Aunque los espíritas de Lyon estén diseminados en varios Grupos, que se reúnen separadamente, nosotros los consideramos como formando una única Sociedad, que designamos con el nombre general de Sociedad Espírita de Lyon. Las dos comunicaciones siguientes han sido obtenidas en nuestra presencia.
Los celos son el compañero del orgullo y de la envidia; os llevan a desear todo lo que los otros poseen, sin daros cuenta que al envidiar su posición estaréis pedindo que os den de regalo una víbora, que alimentaríais en vuestro seno. Siempre tenéis envidia y celos de los ricos; vuestra ambición y vuestro egoísmo os llevan a estar sedientos del oro de los otros. «Si yo fuese rico –decís– haría de mis bienes un uso muy diferente del que veo que hace tal o cual persona». Y si tuvierais ese oro, ¿sabéis si no haríais con él un uso aún peor? A esto respondéis: «Aquel que está al abrigo de las necesidades cotidianas de la vida tiene sufrimientos muy pequeños comparados a los míos». ¿Qué sabéis al respecto? Aprended que el rico no es más que un administrador de Dios; si hace un mal uso de su fortuna, se le pedirá cuentas severas. Esta fortuna que Dios le da y de la cual saca provecho en la Tierra, es su punición, su prueba, su expiación. ¡Cuántos tormentos se permite el rico para conservar ese oro, al que tanto se apega! Y cuando llega su hora final, cuando necesita rendir cuentas y comprende que esa hora suprema le revela casi siempre toda la conducta que debería haber tenido, ¡cómo tiembla, cómo tiene miedo! Es que comienza a entender que ha fallado en su misión, que ha sido un administrador infiel y que sus cuentas serán objetadas. Los pobres trabajadores, al contrario, que han sufrido toda la vida, sujetados al yunque o al arado, ven llegar la muerte –esa liberación de todos los males– con reconocimiento, sobre todo si han soportado sus miserias con resignación y sin murmurar. Creedme, amigos míos: si os fuese permitido ver la ruda picota a la cual la fortuna sujeta a los ricos, vosotros, que tenéis buen corazón, porque habéis pasado por todos los tamices del infortunio, diríais con el Cristo, cuando vuestro amor propio fuese herido por el lujo de los opulentos de la Tierra: «Dios mío, perdónalos, porque no saben lo que hacen»; y dormiríais en vuestra dura almohada, agregando: «¡¡¡Bendíceme, Dios mío, y que se haga vuestra voluntad!!!»
EL ESPÍRITU PROTECTOR DEL MÉDIUM
Diferentes maneras de hacer la caridad (Sociedad Espírita de Lyon) Nota – La siguiente comunicación ha sido obtenida en nuestra presencia en el Grupo de Perrache:
Sí, amigos míos, vendré siempre a vuestro medio, cada vez que sea llamado. Ayer me sentí muy feliz por vosotros cuando escuché al autor de los libros que os abrieron los ojos, testimoniar el deseo de veros reunidos, a fin de dirigiros palabras benevolentes. Para todos vosotros es, a la vez, una gran enseñanza y un poderoso recuerdo. Pero cuando él os habló del amor y de la caridad, escuché decir a varios de vosotros: ¿Cómo hacer la caridad, si frecuentemente no tengo ni siquiera lo necesario?
Amigos míos, la caridad se hace de muchas maneras: podéis hacer la caridad en pensamientos, en palabras y en acciones. En pensamientos, al orar por los pobres abandonados, que murieron sin haber podido ver la luz: una oración hecha de corazón los alivia. En palabras, al dirigir algunos consejos buenos a vuestros compañeros de todos los días. Decid a los hombres, amargados por la desesperación y por las privaciones, y que blasfeman contra el nombre del Altísimo: «Yo era como vosotros; sufría, era infeliz, pero he creído en el Espiritismo, y ved cuán radiante estoy ahora». A los ancianos que os digan: “Es inútil, estoy en el final de mi jornada y moriré como he vivido”, respondedles: «Todos somos iguales ante la justicia de Dios; acordaos de los trabajadores de la última hora». A los niños que deambulan por las calles –ya viciados por su entorno– y que se encuentran expuestos a sucumbir a las malas tentaciones, decidles: «Dios los ve, mis estimados hijos», y no temáis en repetirles con frecuencia estas dulces palabras, que acabarán por germinar en sus jóvenes inteligencias; así, en lugar de pequeños vagabundos, haréis de ellos hombres. Esto también es caridad.
Varios de vosotros decís también: “¡Bah! Somos tan numerosos en la Tierra que Dios no puede vernos a todos”. Amigos míos, escuchad bien esto: cuando estáis en la cima de una montaña, ¿no abarca vuestra mirada los millares de granos de arena que la cubren? ¡Pues bien! Dios os ve del mismo modo. Él os permite usar vuestro libre albedrío, así como vosotros dejáis que esos granos de arena se muevan libremente a merced del viento que los dispersa; sólo que Dios, en su infinita misericordia, ha puesto en el fondo de vuestro corazón un centinela vigilante que se llama
conciencia. Escuchadla; ésta os dará únicamente buenos consejos. A veces la embotáis, oponiéndole el Espíritu del mal, y entonces ella permanece en silencio; pero tened la certeza de que esa pobre, que ha sido relegada al olvido, se hará escuchar tan pronto como la dejéis que perciba una señal de remordimiento. Escuchadla, interrogadla y seréis frecuentemente consolados por sus consejos.
Amigos míos, a cada nuevo regimiento el general entrega una bandera; yo os doy esta máxima del Cristo: «Amaos los unos a los otros». Practicad esta máxima; uníos todos alrededor de este estandarte y alcanzaréis la felicidad y el consuelo.
VUESTRO ESPÍRITU PROTECTOR
Roma
(Comunicación enviada por el Sr. Sabò, de Burdeos)
Ciudad de Rómulo, ciudad de los Césares, cuna del Cristianismo, tumba de los Apóstoles, tú eres la ciudad eterna, y Dios quiere que cese finalmente el largo letargo en que has caído. La hora de tu regreso a la vida ha de sonar. Sacude el entorpecimiento de tus miembros; levántate, fuerte y valiente, para obedecer a los destinos que te esperan, porque desde hace muchos siglos no eres más que una ciudad desierta. Las ruinas numerosas de tus vastas arenas, que con gran dificultad recibían a las multitudes de ávidos espectadores, son apenas visitadas por los raros extranjeros que de tiempo en tiempo pasan por tus calles solitarias. Tus catacumbas, donde yacen los restos mortales de tantos soldados valientes que han muerto por la fe, apenas los sacan de su indiferencia. Pero la crisis que sufres será la última, y de ese penoso y doloroso trabajo saldrás grande, fuerte, poderosa y transformada por la voluntad de Dios. De lo alto de tu antigua basílica, la voz del sucesor de san Pedro extenderá sobre ti sus manos, que traerán la bendición del Cielo, y él llamará en su consejo supremo a los Espíritus del Señor; se someterá a sus lecciones y dará la señal de progreso al enarbolar francamente la bandera del Espiritismo. Entonces, sometido a sus enseñanzas, el universo católico acudirá en masa a colocarse alrededor del cayado de su primer pastor y, con este impulso, todos los corazones se volverán hacia ti. Serás el faro luminoso que debe iluminar al mundo, y tus habitantes, alegres y felices al ver que das a las naciones el ejemplo del mejoramiento y del progreso, repetirán en sus cantos: Sí, Roma es la ciudad eterna.
El Coliseo (Comunicación enviada por el conde X..., de Roma; traducida del italiano) ¿Qué sentimiento suscita en vosotros la visión del Coliseo? El que produce el aspecto de toda ruina: tristeza. Sus vastas y bellas proporciones recuerdan todo un mundo de grandeza; pero su decrepitud transporta involuntariamente el pensamiento a la fragilidad de las cosas humanas. Todo pasa; y los monumentos, que parecían desafiar el tiempo, se desmoronan, como para probar que sólo las obras de Dios son durables. Y cuando los escombros, sembrados por todas partes, deponen contra la eternidad de las obras
del hombre, ¡os atrevéis a llamar eterna a una ciudad cubierta de restos del pasado!
¿Dónde estáis, Babilonia? ¿Dónde estáis, Nínive? ¿Dónde se encuentran vuestros inmensos y espléndidos palacios? Viajero, tú que en vano los buscas bajo las arenas del desierto, ¿no ves que Dios los hizo desaparecer de la faz de la Tierra? ¡Roma! ¿Esperas entonces desafiar las leyes de la Naturaleza? Soy cristiana –dices–, y Babilonia era pagana. Sí, pero tú eres de piedra como ella, y un soplo de Dios puede dispersar esas piedras amontonadas. El suelo que tiembla a tu alrededor, ¿no es para advertirte que tu cuna, que está bajo tus pies, puede volverse tu tumba? ¡Soy cristiana –dices–, y Dios me protege! ¿Pero te atreves a compararte con esos primeros cristianos que morían por la fe, y cuyos pensamientos ya no eran más de este mundo, tú que vives de placeres, de lujo y de desidia? Dirige la mirada hacia esas arenas, delante de las cuales tú pasas con tanta indiferencia; interroga a esas piedras que aún están de pie, y ellas te hablarán, y la sombra de los mártires te aparecerá para decirte: ¿Qué has hecho de la simplicidad, de la cual nuestro Divino Maestro hizo una ley, y de la humildad y de la caridad, cuyo ejemplo nos ha dado? Esos primeros propagadores del Evangelio, ¿tenían palacios y estaban vestidos de seda y de oro? ¿Sus mesas se abarrotaban de lo superfluo? ¿Tenían cohortes de siervos inútiles para adular su orgullo? ¿Qué hay de común entre ellos y tú? Ellos no buscaban sino los tesoros del Cielo, ¡y tú buscas los tesoros de la Tierra! ¡Oh, hombres que os intituláis cristianos! Al ver vuestro apego a las posesiones perecederas de este mundo, se diría verdaderamente que no contáis con los de la eternidad. ¡Roma!, que te intitulas inmortal: ¡que los siglos futuros no busquen tu lugar, como hoy se busca el de Babilonia!
DANTE
Nota – Por una singular coincidencia, estas dos últimas comunicaciones nos han llegado el mismo día. Aunque aborden el mismo tema, se ve que cada uno de los Espíritus lo encaran desde su punto de vista personal. El primero ve la Roma religiosa, que –según él–es eterna, porque ella siempre será la capital del mundo cristiano; el segundo ve la Roma material, y dice que nada de lo construyen los hombres puede ser eterno. Por lo demás, se sabe que los Espíritus tienen sus opiniones y que pueden diferir entre ellos en la manera de ver las cosas, cuando aún están imbuidos de las ideas terrenas; sólo los Espíritus más puros están exentos de prejuicios. Sin embargo, haciendo abstracción de toda opinión controvertida, no se puede negar que esas dos comunicaciones tienen una gran elevación de estilo y de pensamiento, y nosotros creemos que las mismas no serían desaprobadas por los autores cuyos nombres las firman.
La Tierra Prometida (Comunicación enviada por el Sr. Rodolphe, de Mulhouse) El Espiritismo despunta y, en breve, su fecunda luz va a iluminar el mundo; su magnífico brillo ha de expresar su protesta contra los ataques de los que están interesados en conservar los abusos y contra la incredulidad del materialismo. Aquellos que dudan se sentirán felices por encontrar en esta Doctrina nueva, tan bella y tan pura, el bálsamo consolador que los curará de su escepticismo y que los volverá aptos para mejorarse y para progresar como todas las demás criaturas. Privilegiados serán los que, al renunciar a las impurezas de la materia, levanten vuelo rápido hasta la cumbre de las ideas más puras y los que busquen desmaterializarse completamente.
¡Pueblos! Levantaos para presenciar la aurora de esta vida nueva, que viene para vuestra regeneración; que viene –enviada por Dios– para uniros en una santa comunión fraternal. ¡Oh! ¡Cuán felices serán los que, al escuchar esta voz bendita del Espiritismo, sigan su bandera y cumplan el apostolado, que debe reconducir a los hermanos que se extraviaron por la duda y por la ignorancia, o que se embrutecieron por el vicio!
Volved, ovejas extraviadas, volved al redil; levantad la cabeza, contemplad a vuestro Creador y rendiréis homenaje a su amor por vosotros. Retirad rápidamente el velo que os ocultaba al Espíritu de la Divinidad y admirad toda su bondad; postrad vuestro rostro contra la tierra y arrepentíos. El arrepentimiento os abrirá las puertas de la felicidad: las puertas de un mundo mejor, donde reinan el más puro amor, la más entrañable fraternidad y donde cada uno siente alegría en la alegría del prójimo.
¿No sentís que se aproxima el momento en que han de surgir cosas nuevas? ¿No sentís que la Tierra está en trabajo de parto? ¿Qué quieren esos pueblos inquietos, que se agitan y que se preparan para la lucha? ¿Por qué van a combatir? Para romper las cadenas que detienen el vuelo de su inteligencia; que agotan sus fuerzas; que siembran la desconfianza y la discordia; que arman al hijo contra su padre y al hermano contra su hermano; que corrompen las nobles aspiraciones y que matan al genio. ¡Oh, libertad! ¡Oh, independencia!, nobles atributos de los hijos de Dios, que expandís el corazón y eleváis el alma: es por vosotras que los hombres se vuelven buenos, grandes y generosos; es por vosotras que nuestras aspiraciones se dirigen hacia el bien; es por vosotras que la injusticia desaparece, que los odios se extinguen y que la discordia huye avergonzada, apagando su flama y temiendo irradiar sus destellos tan siniestros. ¡Hermanos! Escuchad la voz que os dice: ¡Marchad! ¡Marchad hacia ese objetivo que veis allí despuntar! Marchad hacia este brillante rayo de luz que está delante vuestro, como sucedió antaño con la columna luminosa delante del pueblo de Israel; ese brillante rayo de luz os conducirá a la verdadera
Tierra Prometida, donde reina la eterna felicidad, reservada a los Espíritus puros. Armaos de virtudes; purificaos de vuestras impurezas y, entonces, el camino os parecerá fácil, hallándolo cubierto de flores; lo recorreréis con un inefable sentimiento de alegría, porque a cada paso comprenderéis que os acercáis al objetivo donde podréis conquistar los laureles eternos.
MARDOQUEO
Egoísmo y orgullo (Sociedad Espírita de Sens) Si los hombres se amasen mutuamente, la caridad se practicaría mejor; pero para ello sería necesario que os esforzarais por despojaros de esa coraza que cubre vuestros corazones, a fin de ser más sensibles con los que sufren. La dureza mata los buenos sentimientos. El Cristo no repelía a nadie; el que se dirigía a Él –fuera quien fuese– no era rechazado: socorría tanto a la mujer adúltera como al criminal; nunca temió que su reputación se perjudicara con eso. ¿Cuándo, pues, habréis de tomarlo como modelo de todas vuestras acciones? Si la caridad reinase en la Tierra, el malo no predominaría más sobre ella: huiría avergonzado; se escondería, porque en todas partes estaría fuera de lugar. Entonces el mal desaparecería de la faz de la Tierra: compenetraos bien de esto. Comenzad vosotros mismos a dar el ejemplo; sed caritativos para con todos indistintamente. Esforzaos por adquirir el hábito de no preocuparos más con los que os miran con desdén; creed siempre que ellos merecen vuestra simpatía y dejad a Dios el cuidado de toda justicia, porque cada día, en su Reino, Él separa el buen grano de la cizaña. El egoísmo es la negación de la caridad; ahora bien, sin caridad no habrá paz en la sociedad; os digo más: no habrá seguridad. Con el egoísmo y el orgullo dándose la mano, será siempre una carrera en la que vencerá el más astuto, una lucha de intereses donde son pisoteados los más santos afectos y en la que ni siquiera se respetan los sagrados lazos de familia.
PASCAL