CAPÍTULO XXVII - DE LAS CONTRADICCIONES Y DE LAS MIXTIFICACIONES
De las contradicciones
297. Los adversarios del Espiritismo, no se descuidan de
echar en cara a los adeptos del Espiritismo, que no están acordes
entre ellos; que no todos participan de las mismas creencias; en
una palabra, que se contradicen. Ellos dicen: Si la enseñanza se
os ha dado por los Espíritus, ¿en qué consiste que no es idéntica?
Un estudio formal y profundo de la ciencia es lo único que puede
reducir este argumento a su justo valor.
Apresurémonos en decir primeramente que estas
contradicciones, de las que ciertas personas hacen gran ostentación,
en general son más aparentes que reales; que a menudo tienden
más a la superficie que al fondo de la cosa y que por consiguiente,
no tienen importancia. Las contradicciones provienen de dos
orígenes: los hombres y los Espíritus.
298. Las contradicciones de origen humano se han explicado
suficientemente en el capítulo de los Sistemas, núm. 36, al que
nos remitimos. Todos comprenderán que, en el principio, cuando
las observaciones eran aun incompletas, se originaron opiniones
divergentes sobre las causas y las consecuencias de los fenómenos
espiritistas, opiniones cuyas tres cuartas partes han caído ante un
estudio más formal y más profundo. Con muy pocas excepciones
y aparte de algunas personas que no quieren abandonar fácilmente
las ideas que han abrigado o creado ellas mismas, se puede decir
que hoy hay unidad en la inmensa mayoría de los espiritistas, al
menos en cuanto a los principios generales, a excepción puede
ser, de algunos detalles insignificantes.
299. Para comprender la causa y el valor de las
contradicciones de origen espiritista, es menester haberse
identificado con la naturaleza del mundo invisible, y haberlo
estudiado en todas sus fases. En un principio, puede parecer extraño
que los Espíritus no piensen todos del mismo modo, pero esto no
puede sorprender al que se haya hecho cargo del número infinito
de grados que deben recorrerse antes de llegar a lo último de la
escala. Suponerles una apreciación igual de las cosas, sería
suponerles también en un mismo nivel; pensar que todos deben
ver lo que es justo, sería admitir que todos han llegado a la
perfección, lo que no es así, ni puede serlo, si se considera que no
son otra cosa sino la Humanidad despojada de la cubierta corporal.
Pudiendo manifestarse los Espíritus de todas clases, resulta de
esto que las comunicaciones llevan el sello de su ignorancia o de
su saber, de su inferioridad o de su superioridad moral. Es preciso,
distinguir lo verdadero de los falso, lo bueno de lo malo según las
instrucciones que hemos dado.
Es menester no olvidar que entre los Espíritus hay, como
entre los hombres, falsos y semisabios, orgullosos, presuntuosos
y sistemáticos. Como sólo es dado a los Espíritus perfectos el
conocerlo todo, para los otros, así como para nosotros, hay aun
misterios que explican a su modo, según sus ideas, y sobre las
cuales pueden hacerse opiniones más o menos justas, que su amor
propio se empeña en hacer prevalecer y que desea reproducir en
sus comunicaciones. El mal consiste en que algunos de sus
intérpretes han admitido con demasiada ligereza opiniones
contrarias al buen sentido y en haberse constituido en los editores
responsables. De este modo las contradicciones de origen espiritista no reconocen otra causa que la diversidad en la
inteligencia, los conocimientos, el juicio y la moralidad de ciertos
Espíritus, que aun no son aptos para conocerlo y comprenderlo
todo. (Véase El libro de los Espíritus, “Introducción”, XIII;
“Conclusión”, párrafo IX).
300. Algunos dirán, ¿para qué sirve la enseñanza de los
Espíritus, si no nos ofrece más certeza que la enseñanza de los
hombres? La respuesta es muy fácil. No aceptamos con igual
confianza la enseñanza de todos los hombres y entre dos
doctrinas, damos preferencia a aquella cuyo autor nos parece
más ilustrado, más capaz, más juicioso, menos accesible a las
pasiones; lo mismo debe hacerse con los Espíritus. Si entre ellos
hay que no están más adelantados que la Humanidad, hay muchos
que la han sobrepasado y éstos pueden darnos instrucciones que
en vano quisiéramos recibir de los hombres más instruidos. Es
menester que nos dediquemos a distinguirles de la turba de
Espíritus inferiores, si uno quiere ilustrarse, y esta distinción
conduce al conocimiento profundo del Espiritismo. Pero estas
instrucciones tienen también un límite, y si a los Espíritus no les
es dado el saberlo todo, con mucha más razón debe suceder lo
mismo con los hombres. Hay, pues, cosas que se preguntarían
en vano, sea porque les está prohibido revelarlas, sea porque las
ignoran ellos mismos, y sobre las cuales sólo pueden darnos su
opinión personal; los Espíritus orgullosos dan estas opiniones
personales como verdades absolutas. Insisten sobre todo en
querer decir lo que debe estar oculto, como el porvenir y el
principio de las cosas con el fin de darse la importancia de estar
en posesión de los secretos de Dios; en estos puntos sobre todo
es en donde hay más contradicciones. (Véase el capítulo
precedente).
301. He aquí las respuestas dadas por los Espíritus a las
preguntas siguientes relativas a las contradicciones:
1. ¿Comunicándose el mismo Espíritu en dos centros diferentes, puede sobre un mismo asunto transmitir respuestas
contradictorias?
Si los dos centros difieren entre sí de opiniones y de
pensamiento, la respuesta podrá ser disfrazada, porque están bajo
la influencia de diferentes columnas de Espíritus: la respuesta no
es la que es contradictoria, sino el modo como se da.
2. Se concibe que una respuesta pueda ser alterada; pero
cuando las cualidades del médium excluyen toda idea de mala
influencia ¿en qué consiste que los Espíritus superiores tengan un
lenguaje diferente y contradictorio sobre un mismo asunto con
personas perfectamente formales?
Los Espíritus realmente superiores no se contradicen nunca,
y su lenguaje es el mismo siempre, con las mismas personas. Puede
ser diferente según las personas y los lugares; pero es menester
tener cuidado, que a menudo la contradicción sólo es aparente;
está más en las palabras que en los pensamientos; porque
reflexionando se ve que la idea fundamental es la misma. Además
el mismo Espíritu puede responder diferentemente sobre la misma
cuestión, según el grado de perfección de los que evocan, porque
no siempre es bueno que todos tengan la misma contestación,
puesto que no están tan adelantados. Es exactamente como si un
sabio y un niño te hicieran la misma pregunta; ciertamente
contestaría al uno y al otro de manera que pudieran comprenderte
y satisfacerles; la contestación, aunque fuese diferente, tendría,
sin embargo, el mismo fondo.
3. ¿Con qué objeto los Espíritus formales parece que
quisieran acreditar con respecto a unas personas, ideas y aun
prejuicios que combaten respecto a otras?
Es menester que nos hagamos comprender. Si alguno tiene
una convicción bien fija sobre una doctrina aunque sea falsa, es
menester que le separemos de esta convicción, pero poco a poco;
por esto nos servimos muchas veces de sus términos y parece que
abundamos en las mismas ideas, con el fin de que no se ofusque
de repente y cese de instruirse por nosotros.
Por lo demás, no es bueno contradecir bruscamente los
prejuicios; éste sería el medio de no ser escuchado: por esto los
Espíritus hablan muchas veces según la opinión de aquellos que
les escuchan con el fin de conducirles poco a poco a la verdad.
Apropian su lenguaje a las personas, como tú mismo lo haces si
eres orador un poco hábil; por esto no hablarán a un chino o a un
mahometano como a un francés o a un cristiano, porque estarían
seguros de ser rechazados.
No puede tomarse como contradicción lo que muchas veces
sólo es una parte de la elaboración de la verdad. Todos los
Espíritus tienen su tarea señalada por Dios; la cumplen con las
condiciones que juzgan convenientes para el bien de aquellos
que reciben sus comunicaciones.
4. Las contradicciones, aun aparentes, pueden poner dudas
en el Espíritu de ciertas personas. ¿Qué comprobación puede haber
para conocer la verdad?
Para discernir el error de la verdad, es menester profundizar
estas respuestas y meditar mucho tiempo formalmente; debe
hacerse todo un estudio. Para éste como para estudiar las demás
cosas, es necesario el tiempo.
Estudiad, comparad, profundizad; os lo decimos sin cesar,
el conocimiento de la verdad de adquiere a este precio. ¿Cómo
queréis llegar a la verdad cuando lo interpretáis todo según
vuestras ideas limitadas que vosotros tomáis por grandes? Pero
no está lejos el día en que la enseñanza de los Espíritus será
uniforme por todas partes, así en los detalles como en las cosas
principales. Su misión es la de destruir el error, pero esto no puede
venir sino sucesivamente.
5. Hay personas que no tienen ni el tiempo ni las aptitudes
necesarias para un estudio formal y profundo, y que aceptan lo
que se les enseña sin examen. ¿Hay inconveniente para ellas en
comunicarle los errores?
Que practiquen el bien y que no hagan mal, esto es lo
esencial; para esto no hay dos doctrinas. El bien es siempre el
bien, así lo hagáis en nombre de Allah o de Jehová, porque sólo
hay un Dios en todo el Universo.
6. ¿Cómo Espíritus que parecen desarrollados en
inteligencia, pueden tener ideas evidentemente falsas sobre ciertas
cosas?
Ellos tienen su doctrina. Los que no están bastante
adelantados, y creen estarlo, toman sus ideas por verdades. Sucede
lo mismo que entre vosotros.
7. ¿Qué hemos de pensar de las doctrinas según las cuales
podría comunicarse un solo Espíritu y que éste sería o Dios o
Jesús?
El Espíritu que enseña esto quiere dominar, por esto quiere
hacer creer que es el único, pero desgraciado del que se atreva a
tomar el nombre de Dios en vano pues expiará caro su orgullo.
En cuanto a estas doctrinas, se refutan por sí mismas, porque
están en contradicción con los hechos más verídicos; no merecen
examen formal porque no tienen raíces.
La razón os dice que el bien procede de un buen origen y
el mal de un origen malo. ¿Por qué quisierais que un buen árbol
diese mal fruto? ¿Habéis cogido nunca un racimo de uvas de un
manzano? La diversidad de comunicaciones es la prueba más
patente de la diversidad de su origen. Por lo demás, los Espíritus
que pretenden ser los únicos en comunicarse se olvidan de decir
por qué los otros no pueden hacerlo. Su pretensión es la negación
de aquello que el Espiritismo tiene por más hermoso y
consolador: las relaciones del mundo visible y del mundo
invisible, de los hombres con los seres que les son queridos, y
que de este modo se habrían perdido para ellos sin ninguna
esperanza. Estas son las relaciones que identifican al hombre
con su porvenir, que lo separan del mundo material; suprimir
estas relaciones es sumergirle en la duda que es lo que hace su
tormento; es dar pábulo a su egoísmo. Examinando con cuidado
la doctrina de estos Espíritus, a cada paso se encontrarán
contradicciones injustificables, las señales de su ignorancia
sobre las cosas más evidentes, y por consiguiente los signos
ciertos de su inferioridad.
El Espíritu de Verdad.
8. De todas las contradicciones que se notan en las
comunicaciones de los Espíritus, una de las más notables es la
relativa a la reencarnación. Si la reencarnación es una necesidad
de la vida de los Espíritus, ¿en qué consiste que no todos los
Espíritus la enseñan?
¿No sabéis que hay Espíritus, cuyas ideas son limitadas,
por ahora, como entre muchos hombres de la Tierra? Creen que
lo que pasa por ellos debe durar siempre; no ven más allá del
círculo de sus percepciones y les tiene sin cuidado el no saber ni
de dónde vienen ni a dónde van, y por lo mismo deben sufrir la
ley de la necesidad. La reencarnación es para ellos una necesidad
con la que no piensan hasta que llega; saben que el Espíritu
progresa, pero ¿de qué modo? Para ellos es un problema. Entonces
si les preguntáis, os hablarán de los siete cielos, sobrepuestos
como pisos; aun habrá quien os hable de la esfera de fuego, de la
esfera de las estrellas, después de la ciudad de las flores y de la
ciudad de los elegidos.
9. Concebimos que los Espíritus poco adelantados, no
comprendan esta cuestión; pero ¿en qué consiste que Espíritus de
una inferioridad moral e intelectual notoria, hablen
espontáneamente de sus diferentes existencias, y de su deseo de
reencarnarse para rescatar su pasado?
En el mundo de los Espíritus pasan cosas que es muy difícil
que podáis comprender. ¿No tenéis entre vosotros, personas muy
ignorantes sobre ciertas cosas, y que están ilustradas sobre otras;
personas que tienen más criterio que instrucción, y otras que
tienen más genio que criterio? ¿No sabéis también que ciertos
Espíritus se complacen en mantener a los hombres en la
ignorancia, haciendo como que les instruyen, y que se
aprovechan de la facilidad con que dan crédito a sus palabras?
Podrán seducir a aquellos que no buscan el fondo de las cosas,
pero cuando se les conduce a perder la paciencia por el
razonamiento, no sostienen su papel por mucho tiempo.
Por lo demás es menester tener cuidado con la prudencia
que en general los Espíritus ponen en la promulgación de la
verdad: la luz demasiado viva y repentina deslumbra y no da
caridad. Pueden, pues, en ciertos casos juzgar útil el esparcirla
gradualmente según los tiempos, los lugares y las personas. Moisés
no enseñó todo lo que enseñó Cristo: y el mismo Cristo dijo muchas
cosas, cuya inteligencia estaba reservada a las generaciones
futuras. Habláis de la reencarnación y os admiráis que este
principio no se haya enseñado en ciertos parajes; pero es menester
que penséis que en un país en el que la preocupación del color
tiene su reinado absoluto, en donde la esclavitud está arraigada
en las costumbres, se hubiera rechazado el Espiritismo sólo porque
proclamaba la reencarnación, porque la idea de que el que es
amo o señor puede ser esclavo, y recíprocamente, hubiera parecido
monstruosa. ¿No valía más hacer aceptar el principio general,
para después sacar las consecuencias? ¡Oh, hombres! de qué corta
es vuestra vista para juzgar los designios, y Dios; sabed, pues,
que no se hace nada sin su permiso y sin un fin que vosotros
muchas veces no podéis penetrar. Ya os he dicho que la unidad se
hará en la creencia del Espiritismo; y tened por cierto que las
disidencias, ya menos profundas, se disiparán poco a poco a
medida que los hombres se ilustren y que al fin desaparecerán
completamente, porque tal es la voluntad de Dios, contra lo cual
no puede prevalecer el error.
El Espíritu de Verdad.
10. ¿Las doctrinas erróneas que pueden enseñarse por ciertos
Espíritus, tienen por objeto el retardar el progreso de la ciencia
verdadera?
Vosotros quisierais tenerlo todo sin trabajo; sabed que no
hay campo en el que no crezcan malas yerbas que el labrador
debe extirpar. Estas doctrinas erróneas son una consecuencia de
la inferioridad de vuestro mundo; si los hombres fuesen perfectos,
sólo aceptarían la verdad; los errores son como las piedras falsas
que sólo un ojo ejercitado puede distinguir; os falta, pues, un
aprendizaje para distinguir lo verdadero de lo falso; pues bien,
las falsas doctrinas son útiles para que os ejercitéis en la práctica
de distinguir la verdad del error.
–¿Los que adoptan el error, retrasan su adelantamiento?
Si adoptan el error es porque no están bastante adelantados
para comprender la verdad.
302. Esperando que se haga la unidad, todos creen que la
verdad está de su parte y sostienen estar ellos solos en lo verdadero;
ilusión que no deja de entretener a los Espíritus mentirosos; ¿en
qué puede basarse el hombre imparcial y desinteresado para formar
juicio?
La más pura luz no la obscurece ninguna nubecilla, el
diamante sin mancha es el que tiene más valor; juzgad, pues, a
los Espíritus por la pureza de su enseñanza. La unidad se hará
del lado en que el bien no habrá estado nunca mezclado con el
mal; a este lado se reunirán los hombres por la fuerza de las
cosas porque juzgarán lo que es y en donde está la verdad.
Observad, por lo demás, que los principios fundamentales por
todas partes son los mismos y deben reuniros en un pensamiento
común: el amor a Dios y la práctica del bien. Cualquiera que
sea, pues, el modo de progresar que se suponga para las almas,
el objeto final es el mismo y el medio de conseguirlo es también el
mismo: hacer el bien; no hay, pues, dos modos de hacerlo. Si
nacen desidencias capitales en cuanto al principio de la doctrina,
tenéis una regla cierta para apreciarlas. Esta regla es la siguiente:
La mejor doctrina es aquella que más satisface al corazón y a la
razón, y que más elementos tiene para conducir a los hombres al
bien; yo os aseguro que es la que prevalecerá.
El Espíritu de Verdad.
Observación. — Las contradicciones que se presentan en las
comunicaciones espiritistas pueden depender de las siguientes causas: de
la ignorancia de ciertos Espíritus; de la superchería de Espíritus inferiores,
que por malicia o maldad dicen lo contrario de aquello que ha dicho en otra
parte el Espíritu cuyo nombre usurpan; de la voluntad del mismo Espíritu
que habla según los tiempos, los lugares y las personas, y puede juzgar útil
no decirlo todo a todo el mundo; de la insuficiencia del lenguaje humano
para expresar las cosas del mundo incorporal; de la insuficiencia de los
medios de comunicación que no siempre permiten al Espíritu manifestar
todo su pensamiento; en fin, de la interpretación que cada uno puede dar a
una palabra o a una explicación, según sus ideas, sus preocupaciones o el
punto de vista desde el cual mira la cosa. El estudio, la observación, la
experiencia y la abnegación de todo sentimiento de amor propio, pueden
enseñar a distinguir estas diferencias.
De las mixtificaciones
303. Si es desagradable el ser engañado, lo es más aún el
ser mixtificado; por otra parte es uno de los inconvenientes más
fáciles de salvar. Los medios de descubrir las astucias de los
Espíritus mentirosos se han manifestado en todas las instrucciones
precedentes; por esto hablaremos poco sobre el particular. Aquí
están las respuestas de los Espíritus sobre este asunto:
1. Las mixtificaciones son uno de los escollos más
desagradables del Espiritismo práctico; ¿hay un medio de
preservarse de ellas?
Me parece que podéis encontrar la respuesta en todo aquello
que se os ha enseñado. Sí, cierto, hay para esto un medio sencillo,
es no pedir al Espiritismo más que aquello que puede y debe daros;
su objeto es el mejoramiento moral de la Humanidad; si no os
separáis de esto nunca seréis engañados, porque no hay dos modos
de comprender la verdadera moral, la que puede admitir todo
hombre de buen sentido.
Los Espíritus vienen a instruiros y a guiaros por el camino
del bien, y no por el de los honores y de la fortuna o para serviros
en vuestras mezquinas pasiones. Si nunca se les pidiera nada
trivial o que esté fuera de sus atribuciones, no se daría motivo a
los Espíritus mentirosos; de donde debéis sacar en consecuencia
que el que es mixtificado es por que lo merece.
La misión de los Espíritus no es para enseñaros las cosas
de este mundo, sino para guiaros con seguridad en lo que pueda
seros útil para el otro. Cuando os hablan de cosas de aquí abajo,
es porque lo juzgan necesario, pero esto no es según vuestra
pregunta. Si viéseis en los Espíritus los substitutos de los adivinos
y de los hechiceros, entonces sería cuando quedarías engañados.
Si los hombres sólo tuvieren que dirigirse a los Espíritus
para saberlo todo, no tendrían ya su libre albedrío y se saldrían
de la vía que Dios ha trazado a la Humanidad. El hombre debe
obrar por sí mismo; Dios no envía a los Espíritus para allanarles
el camino material de la vida, sino para preparar el del porvenir.
–¿Pero hay personas que no piden nada y son engañadas
indignamente por los Espíritus que vienen espontáneamente sin
que nadie les llame?
Si no piden nada, dejan que digan, que viene a ser lo mismo.
Si acogiesen con reserva y desconfianza todo lo que se separa del
objeto esencial del Espiritismo, los Espíritus ligeros no les
engañarían tan fácilmente.
2. ¿Por qué permite Dios que personas sinceras que aceptan
el Espiritismo de buena fe sean mixtificadas? ¿no podría esto tener
por inconveniente el hacerles vacilar en su creencia?
Si esto hiciera vacilar su creencia, su fe no sería muy sólida;
los que renunciasen al Espiritismo por una simple contrariedad,
probarían que no lo comprenden y que no se dedican a la parte
formal. Dios permite las mixtificaciones para probar la
perseverancia de los verdaderos adeptos, y castigar a aquellos
que hacen de él un objeto de diversión.
El Espíritu de Verdad.
Observación. — La truhanería de los Espíritus mixtificadores,
sobrepuja muchas veces a todo lo que uno puede imaginarse; el arte con
que dirigen sus baterías y combinan los medios de persuadir, sería una cosa
curiosa, si sólo se tratase siempre de bromas inocentes, pero estas
mixtificaciones pueden tener consecuencias desagradables para aquellos
que se descuidan; somos bastante felices por haber podido abrir a tiempo
los ojos a muchas personas que quisieron pedirnos nuestro consejo y haberles
evitado acciones ridículas y comprometidas. Entre los medios que emplean
estos Espíritus, es menester colocar en primera línea, como los más
frecuentes, los que tienen por objeto tentar la avaricia, como la revelación
de los pretendidos tesoros ocultos, el anunciar herencias u otros bienes de
fortuna. También es menester mirar como sospechosos en primer grado los
pronósticos en épocas fijas, así como todas las indicaciones precisas tocante
a intereses materiales; guardarse de dar ningún paso prescrito o aconsejado
por los Espíritus, cuando el objeto nos es eminentemente racional; no dejarse
nunca cegar por los hombres que toman los Espíritus para dar una apariencia
de verdad a sus palabras; desconfiar de las teorías y sistemas científicos
aventurados; en fin, de todo lo que separa del objeto moral de las
manifestaciones. Podríamos llenar un volumen muy curioso con la historia
de todas las mixtificaciones que han venido a nuestro conocimiento.