EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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Vespasiano

120. Tácito refiere un hecho análogo. Durante los meses que Vespasiano pasó en Alejandría para esperar la vuelta periódica de los vientos de verano y la estación en que el mar estaba más seguro, acontecieron muchos prodigios, por donde se manifestó el favor del cielo y el interés que los dioses parecían tomar por este príncipe...


Estos prodigios redoblaron en Vespasiano el deseo de visitar el lugar sagrado de Dios, para consultarle los asuntos del imperio. Ordenó que el templo se cerrarse para todo el mundo; luego que hubo entrado en él y fijado su atención en lo que iba a pronunciar el oráculo, percibió detrás de él uno de los principales egipcios, nombrado Basilide, que sabía estaba detenido por enfermo a muchas jornadas de Alejandría. Se informó de los sacerdotes si Basilide había venido al templo en este día; se enteró por los demás si se le había visto en la ciudad; en fin, envió hombres a caballo y se aseguró que en dicho momento estaba a ochenta millas de distancia. Entonces no dudó ya que la visión fuese sobrenatural, y el nombre de Basilide le sirvió para él de oráculo. (Tácito, Historias, Lib. IV, cap. 81 y 82, traducción de Burnouf).

121. El individuo que se muestra simultáneamente en dos parajes diferentes, tiene, pues, dos cuerpos; pero de estos dos cuerpos uno solo es real, el otro no es más que la apariencia; se puede decir que el primero tiene la vida orgánica, y que el segundo tiene la vida del alma; al despertar, los dos cuerpos se reúnen y la vida del alma entra en el cuerpo material. No parece posible, al menos no tenemos nosotros ejemplo, y la razón parece demostrarlo, que en el estado de separación, los dos cuerpos puedan gozar simultáneamente y al mismo grado de la vida activa e inteligente. Se deduce, además, de lo que acabamos de decir, que el cuerpo real no podría morir mientras que el cuerpo aparente quedase visible; la aproximación de la muerte llamaría siempre al Espíritu al cuerpo, aunque sólo fuese por un instante. Resulta, igualmente, que no podría darse la muerte al cuerpo aparente, porque no es orgánico ni está formado de carne y hueso; desaparecería en el mismo momento que se tratara de matarle. *


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* Véase la Revista Espírita, enero de 1859, “El Duende de Bayona”; febrero 1859, “Los no engendrados, Mi amigo Hermann”; mayo 1859; “El Lazo entre el Espíritu y el cuerpo”; noviembre 1859, “El alma errante”; enero 1860, “El Espíritu de un lado y el cuerpo de otro”; marzo 1860, “Estudio sobre el Espíritu de las personas vivas: El doctor V. y la señora I”.; abril 1860, “El fabricante de San Petersburgo”; “Apariciones tangibles”; noviembre 1860; “Historia de María de Agreda”; julio 1861, “Una aparición providencial”.