EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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103. Hemos dicho que la aparición tiene algo de vaporoso; en ciertos casos se podría compararla a la imagen reflejada en un espejo sin alinde, y que a pesar de su limpieza no impide ver al través los objetos que están por detrás. Así, es generalmente, como los distinguen los médiums videntes; los ven ir y venir, entrar y salir de una habitación, circular entre los grupos de los vivos, teniendo el aire, al menos por lo que respecta a los Espíritus vulgares, de tomar una parte activa en todo lo que se hace alrededor de ellos, de interesarse y escuchar lo que se dice. Frecuentemente se les ve acercarse a una persona, sugerirle ideas, influirla, consolarla si son buenos, ridiculizarla si son malignos, mostrarse tristes o contentos de los resultados que obtienen; sucede, en una palabra, lo mismo que en el mundo corporal. Tal es el mundo oculto que nos rodea, en medio del cual vivimos sin que lo apercibamos, así como vivimos sin tampoco apercibirlo en medio de las miríadas del mundo microscópico. El microscopio nos ha revelado el mundo de lo infinitamente pequeño que no sospechábamos; el Espiritismo, ayudado por los médiums, nos ha revelado el mundo de los Espíritus, que es también una de las fuerzas activas de la Naturaleza. Con ayuda de los médiums videntes hemos podido estudiar el mundo invisible, iniciarnos en sus costumbres, como un pueblo de ciegos podría estudiar el mundo visible, ayudado de algunos hombres que gozasen de la vista. (Véase el capítulo XIV, De los médiums el artículo concerniente a los médiums videntes).