EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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336. No olvidemos que el Espiritismo tiene enemigos interesados en contrarrestarle y que ven su buena marcha con despecho; los más peligrosos no son los que atacan abiertamente, sino los que trabajan en secreto; éstos con una mano lo acarician, y con otra lo destrozan. Estos seres mal intencionados se introducen por todas parte en donde puedan hacer mal; como saben que la unión es la fuerza, procuran destruirla poniendo la tea de la discordia. ¿Quién no pensará, pues, que aquellos que en las reuniones siembran turbación y cizaña no sean los agentes provocadores que procuran el desorden? Seguramente éstos no son ni verdaderos ni buenos espiritistas; nunca pueden hacer bien y pueden hacer mucho mal. Se comprende que tienen mucha más facilidad en insinuarse en las reuniones numerosas que en los pequeños grupos en los que todo el mundo se conoce; a favor de sordos manejos que pasan desapercibidos, siembran la duda, la desconfianza y la defección; bajo la apariencia de un hipócrita interés por la cosa, todo lo critican, forman conciliábulos y corrillos que muy pronto rompen la armonía del conjunto; esto es lo que ellos quieren. Con respecto a estas personas, acudir a los sentimientos de caridad y de fraternidad es como si se hablase a sordos voluntarios, porque su objeto es precisamente el destruir estos sentimientos, que son el más grande obstáculo para sus manejos. Este estado de cosas, fastidioso en todas las sociedades, lo es aun más en las sociedades espiritistas, porque si no conduce a un rompimiento, causa una preocupación incompatible con el recogimiento y la atención.