EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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Desarrollo de la mediumnidad

200. Nos ocuparemos especialmente aquí de los médiums escribientes, porque es la clase de mediumnidad más extendida y además porque es, a la vez, la más sencilla, la más cómoda, la que da los resultados más satisfactorios y más completos; es, también, la que todos ambicionan. Desgraciadamente no hay hasta ahora ningún diagnóstico que pueda indicar siquiera aproximadamente que se posee esta facultad; las señales físicas en las cuales ciertas personas han creído ver indicios, no tienen nada de cierto. Se la encuentra en los niños y en los ancianos en los hombres y en las mujeres, cualquiera que sea su temperamento, el estado de salud y el grado de desarrollo intelectual y moral. Sólo hay un medio de acreditar la existencia, que es el ensayo.


Se puede obtener la escritura, como lo hemos visto por medio de cestitas y tablitas, o directamente con la mano; siendo más fácil este último modo, y se puede decir el único empleado hoy día, es el que aconsejamos con preferencia. El procedimiento es de los más sencillos; consiste únicamente en tomar un lápiz y papel y colocarse en la posición de una persona que escribe, sin otra preparación; pero para tener un buen éxito son indispensables muchas recomendaciones.

201. Como disposición material recomendamos el evitar todo lo que pueda molestar el libre movimiento de la mano, siendo preferible que ésta no descanse del todo sobre el papel. La punta del lápiz debe apoyarse suficientemente para trazar, pero no tanto que pruebe resistencia. Todas estas precauciones vienen a ser inútiles cuando se ha conseguido escribir corrido, porque entonces ningún obstáculo podría detenerla; estos sólo son los preliminares del discípulo.

202. Es indiferente servirse de la pluma o del lápiz; ciertos médiums prefieren la pluma, pero esto sólo puede convenir a los que están formados y que escriben pausadamente. Los hay que escriben con tal velocidad que el uso de la pluma sería casi imposible o al menos incómodo; lo mismo sucede cuando la escritura es salteada e irregular, o cuando se comunican Espíritus violentos que golpean con la punta y la rompen destrozando el papel.

203. El deseo natural de todo aspirante a médium es el poderse comunicar con el Espíritu de las personas que le son queridas, pero debe moderar su impaciencia, porque la comunicación con un Espíritu determinado ofrece muchas veces dificultades materiales que la hacen imposible para el principiante. Para que un Espíritu pueda comunicarse, es preciso que entre él y el médium haya relaciones fluídicas, que no se establecen siempre instantáneamente, sino a medida que la facultad se desarrolla y que el médium adquiere poco a poco la aptitud necesaria para entrar en relación con el primer Espíritu que se presenta. De consiguiente puede suceder que con aquel con quien uno desea comunicarse no esté en condiciones propicias para hacerlo, a pesar de su presencia, así como puede también suceder que no tenga la posibilidad ni el permiso de venir al llamamiento que se le hace. Por esto conviene en un principio no obstinarse en evocar a un Espíritu determinado con exclusión de cualquier otro, porque acontece muchas veces que con aquél no se establecen las relaciones fluídicas con tanta facilidad, por simpatía que se tenga por él. Antes, pues, de pensar en obtener comunicaciones de tal o cual Espíritu, es necesario dedicarse al desarrollo de la facultad, y para esto es preciso hacer un llamamiento general y dirigirse sobre todo a su ángel guardián.


En esto no hay fórmula sacramental; cualquiera que pretendiera dar una, puede tacharse resueltamente de falsa, porque los Espíritus no atienden a la forma sino al fondo. La evocación debe hacerse siempre en nombre de Dios, y se la puede hacer en los términos siguientes o parecido: Ruego a Dios Todopoderoso permita a un buen Espíritu comunicarse conmigo y hacerme escribir; ruego también a mi ángel guardián tenga la bondad de asistirme y apartar a los malos. Se espera entonces que un Espíritu se manifieste haciendo escribir alguna cosa. Puede que se presente el que se desea, así como puede ser un espíritu desconocido o el ángel guardián; de todos modos, generalmente, se da a conocer escribiendo su nombre; pero entonces se presenta la cuestión de la identidad, una de las que requieren más experiencia, pues hay pocos principiantes que no estén expuestos a ser engañados. Trataremos de ella más adelante en un capítulo especial.


Cuando quieran evocarse Espíritus determinados es muy esencial dirigirse primero a los que se sabe que son buenos y simpáticos y que pueden tener un motivo para venir como son los parientes o amigos. En ese caso la evocación puede formularse de este modo: En nombre de Dios Todopoderoso ruego al Espíritu de tal que se comunique conmigo; o bien: Ruego a Dios Todopoderoso permita al Espíritu de N. el comunicarse conmigo; o cualquiera otra fórmula respondiendo al mismo pensamiento. No deja de ser conveniente el que las primeras preguntas se hagan de tal modo que simplemente requieran la respuesta de sí o no, como por ejemplo: ¿Estás aquí? ¿Quieres responderme? ¿Puedes hacerme escribir? etc. Más tarde esta precaución viene a ser inútil; en un principio sólo se trata de establecer una relación; lo esencial es que la pregunta no sea frívola, que no tenga relación con cosas de interés privado y, sobre todo, que sea la expresión de un sentimiento benévolo y simpático para el Espíritu al cual se dirige. (Véase más adelante el capítulo especial sobre las “Las Evocaciones”).

204. Todavía debe tenerse presente otra cosa más importante que el modo de hacer la evocación, y es la calma y el recogimiento unidos a un deseo ardiente y a una firme voluntad de obtener buen éxito, y no queremos hablar aquí de una voluntad efímera que tiene intervalos, interrumpiéndose a cada minuto por otras preocupaciones, sino la voluntad formal, perseverante, sostenida, sin impaciencia ni deseo febril. La soledad, el silencio y el alejamiento de todo lo que puede causar distracciones favorece el recogimiento. Entonces sólo queda una cosa por hacer, que es renovar todos los días las tentativas durante diez minutos o un cuarto de hora, todo lo más cada vez, por espacio de quince días, un mes, dos meses, y más si es necesario; conocemos médiums que no se han formado hasta después de seis meses de ejercicio, mientras que otros escriben corrientemente desde la primera vez.

205. Para evitar tentativas inútiles, se puede interrogar por otro médium a un Espíritu formal y adelantado; pero debe notarse que cuando se pregunta los Espíritus si uno es médium o no, responden casi siempre afirmativamente, lo que no impide que los ensayos sean muchas veces infructuosos. Esto se explica naturalmente. Se hace al Espíritu una pregunta general y responde de una manera general; ya se sabe que nada es tan elástico como la facultad mediúmnica, puesto que puede presentarse bajo las formas más variadas y en grados muy diferentes.


Se puede, por lo tanto, ser médium sin apercibirse de ello, y en un sentido diferente del que uno cree. Si hacemos una pregunta vaga, verbigracia: ¿Soy médium? El Espíritu puede responder: “sí”; pero si se la hacemos precisa: ¿Soy médium escribiente? Puede responder: “no”. También es preciso tomar en cuenta la naturaleza del Espíritu a quien se pregunta, pues los hay tan ligeros e ignorantes que responden a tontas y a locas como verdaderos calaveras atolondrados; por esto aconsejamos dirigirse a los Espíritus ilustrados, que generalmente contestan gustosos a estas preguntas e indican la mejor marcha que debe seguirse si ven posibilidad de tener buen resultado.

206. Lo que muchas veces da muy buenos resultados es el auxilio momentáneo de un buen médium escribiente flexible y formado. Si éste pone la mano o los dedos sobre la mano que debe escribir, raras veces deja de hacerlo inmediatamente; se comprende el efecto de esta acción; la mano que tiene el lápiz viene a ser de cierto modo un apéndice de la mano del médium, como lo sería una cestita o una tablita; pero esto no impide que este ejercicio sea muy útil cuando se puede emplear, pues, regularizado y repetido a menudo, ayuda a vencer el obstáculo material y provoca el desarrollo de la facultad. Basta también algunas veces magnetizar fuertemente con la misma intención el brazo y la mano de aquel que quiere escribir. El magnetizador muchas veces se limita a poner la mano sobre la espalda, y nosotros hemos visto escribir prontamente bajo esta influencia. El mismo efecto puede igualmente producirse sin ningún contacto y por el solo hecho de la voluntad. Se concibe sin trabajo que la confianza del magnetizador en su propia potencia para producir este resultado, debe hacer aquí un gran papel, y que un magnetizador incrédulo tendría poca o ninguna acción.


El concurso de un guía experimentado es, también, algunas veces, muy útil para hacer observar al principiante una porción de pequeñas precauciones que desprecia con frecuencia en detrimento de la rapidez de los progresos; sobre todo para ilustrarle sobre la naturaleza de las primeras preguntas y de la manera de hacerlas. Su tarea es la de un profesor que deja de ser necesario cuando el médium es bastante hábil.

207. Otro medio que puede igualmente contribuir poderosamente al desarrollo de la facultad consiste en reunir cierto número de personas, animadas todas del mismo deseo y por la comunidad de intención; simultáneamente, en un silencio absoluto y con un religioso recogimiento, que se ensayen todas a escribir haciendo cada una evocación a su ángel de la guarda o a un Espíritu simpático. Una de ellas puede igualmente hacer, sin designación especial y por todos los miembros de la reunión, un llamamiento general a buenos Espíritus, diciendo, por ejemplo: En nombre de Dios Todopoderoso, rogamos a los buenos Espíritus tengan la bondad de comunicarse con las personas aquí presentes. Es raro que entre el número no haya alguno que dé luego señales de mediumnidad, o que escriba corrido en poco tiempo.


Se comprende fácilmente lo que pasa en esta circunstancia. Las personas unidas por comunidad de intención, forman un todo colectivo, cuya potencia y sensibilidad se aumenta por una especie de influencia magnética que ayuda al desarrollo de la facultad. Entre los Espíritus atraídos por este concurso de voluntades los hay que hallan en los asistentes el instrumento que les conviene; si no es el uno, es el otro, y se aprovechan.


Este medio debe, sobre todo, emplearse en los grupos espiritistas que tienen falta de médiums o que no los tiene en número suficiente.

208. Se han buscado procedimientos para la formación de los médiums, como se han buscado diagnósticos; pero hasta ahora no conocemos otros más eficaces que los que hemos indicado. Persuadidos de que el obstáculo para el desarrollo de la facultad es una resistencia enteramente material, ciertas personas pretenden vencerla por una especie de gimnástica casi dislocante de los brazos y de la cabeza. No queremos describir este procedimiento, que nos viene de la otra parte del Atlántico, no sólo porque no tenemos ninguna prueba de su eficacia, sino porque estamos convencidos que puede ofrecer peligro para las complexiones delicadas por la conmoción del sistema nervioso. Si los rudimentos de la facultad no existen nada podría darlos, ni siquiera la electrización, que se ha empleado con el mismo fin, pero sin resultado.

209. La fe en el médium principiante no es una condición de rigor; secunda, sí, los esfuerzos, sin contradicción, pero no es indispensable: la pureza de intención, el deseo y la buena voluntad bastan. Se han visto personas enteramente incrédulas quedarse del todo admirados al escribir a su pesar, mientras que creyentes sinceros no lo pueden conseguir; lo que prueba que esta facultad depende de una predisposición orgánica.

210. El primer indicio de una disposición para escribir es una especie de estremecimiento en el brazo y en la mano; poco a poco la mano es arrastrada por un impulso que no puede dominar. Muchas veces en un principio sólo traza rasgos insignificantes; luego se dibujan los caracteres poco a poco, haciéndose cada vez más claros y la escritura acaba por adquirir la rapidez de la escritura corrida. En todos los casos es precio abandonar la mano a su movimiento natural y no hacer ni resistencia ni propulsión.


Ciertos médiums escriben de corrido y con facilidad desde el principio, algunas veces desde la primera sesión, lo que es bastante raro; otros hacen, durante largo tiempo rayas y verdaderos ejercicios caligráficos; los Espíritus dicen que esto es para soltarles la mano. Si estos ejercicios se prolongan demasiado o degeneran en signos ridículos, no podría dudarse que se ha introducido un Espíritu atrasado o ligero que se divierte, porque los buenos Espíritus nunca permiten que se haga nada inútil; es este caso será preciso redoblar el fervor para llamar su asistencia. Si a pesar de esto no hay cambio, es preciso detenerse desde que uno se apercibe que no obtiene nada formal. Cada día puede repetirse la tentativa, pero conviene cesar a las primeras señales equívocas para no dar esta satisfacción a los Espíritus burlones.


Además de estas observaciones un Espíritu añade lo siguiente: Hay médiums cuya facultad no puede pasar de estos signos: cuando al cabo de algunos meses no se obtienen sino cosas insignificantes, como sí o no o letras sin sentido, es inútil persistir ensuciando papel; estos son médiums, pero médiums improductivos. Por lo demás las primeras comunicaciones que se obtienen no deben considerarse sino como ejercicios que se confían a Espíritus secundarios; por lo mismo sólo se las debe dar una mediana importancia, en razón a que los Espíritus que se emplean en esto son, por decirlo así, como maestros de escritura para desbastar al médium principiante; porque no creáis nunca que sean Espíritus elevados los que se ocupan en estos ejercicios preparatorios que hace el médium; puede suceder que si el médium no tiene un objeto formal, estos Espíritus permanezcan y se adhieran a él. Casi todos los médiums han pasado por este crisol para desarrollarse; a ellos, pues, corresponde hacer todo lo posible para conseguir la simpatía de los Espíritus verdaderamente superiores.

211. El escollo de la mayor parte de los médiums principiantes está en tener comunicaciones con Espíritus inferiores y deben tenerse por dichosos cuando sólo son Espíritus ligeros. Toda su atención debe fijarse en no dejarles tomar pie, porque una vez han echado el áncora no siempre es fácil desembarazarse de ellos. Este punto es tan capital, sobre todo al principio, que sin las precauciones necesarias puede perderse el fruto de las más bellas facultades.


Lo primero que debe hacerse es ponerse con una fe sincera bajo la protección de Dios y reclamar la asistencia del ángel de la guarda; éste es siempre bueno, mientras que los Espíritus familiares, simpatizando con las buenas o las malas cualidades del médium, pueden ser ligeros y también malos.


Después es preciso dedicarse con un cuidado escrupuloso a reconocer por todos los indicios que suministra la experiencia, la naturaleza de los primeros Espíritus que se comunican, y de los cuales es siempre prudente desconfiar. Si estos indicios son sospechosos, debe hacerse una evocación ferviente al ángel de la guarda, y rechazar con todas sus fuerzas al Espíritu malo, probándole que uno no es su juguete, a fin de desanimarle. Por esto es indispensable el previo estudio de la teoría si se quieren evitar los inconvenientes inseparables de la inexperiencia; sobre este asunto se encontrarán instrucciones muy extensas en los capítulos de “La Obsesión” y de la “Identidad de los Espíritus”. Limitándonos ahora a decir que además del lenguaje se pueden tener como pruebas infalibles de la inferioridad de los Espíritus, todos los signos, figuras, emblemas inútiles o pueriles, toda escritura extravagante, truncada y torcida con intención, de dimensiones exageradas o afectando formas ridículas e inusitadas; la escritura puede ser muy mala, aun poco legible, lo que depende más bien del médium que del Espíritus, sin tener nada de insólito. Hemos visto médiums de tal modo engañados, que medían la superioridad de los Espíritus por la dimensión de los caracteres, dando gran importancia a las letras de molde como caracteres de imprenta, puerilidad evidentemente incompatible con una superioridad real.

212. Es muy importante no caer sin quererlo bajo la dependencia de los Espíritus malos, pero lo es más aún el hacerlo voluntariamente, y es preciso evitar que un deseo inmoderado de escribir haga creer que es indiferente el dirigirse al primero que se presenta, del que no se podrá desembarazar más tarde, si no conviene, porque nadie pide asistencia a un mal Espíritu impunemente, pues éste hace pagar caro sus servicios.


Algunas personas, impacientes por ver desarrollarse en ellas la facultad mediúmnica, demasiado lenta a su parecer, han tenido la idea de llamar en su ayuda a un Espíritu cualquiera, aunque fuese malo, contando con poderlo despedir en seguida.


Muchos han sido servidos a su gusto y han escrito inmediatamente; pero el Espíritu, haciendo poco caso de que le llamasen porque no podían escribir, no ha sido tan dócil en irse como en presentarse. Conocemos algunos que han sido castigados con obsesiones de años y de todas clases, por las más ridículas sofisticaciones, por una fascinación tenaz y aun por desgracias materiales, y las crueles decepciones por creerse bastante fuertes para alejarles cuando quisieran. El Espíritu se muestra, desde luego, abiertamente malvado, después hipócrita a fin de hacer creer o en su conversión o en la pretendida potencia de subyugado, para echarle a su voluntad.

213. La escritura es algunas veces muy legible; las palabras y las letras perfectamente destacadas; pero con ciertos médiums es difícil descifrarla por otro que no sea el mismo que escribe: es preciso acostumbrarse a esto. Muchas veces su forma es a grandes rasgos; los Espíritus son poco económicos de papel. Cuando una palabra o una frase es poco legible, se ruega al Espíritu que tenga la bondad de volverla a poner, lo que hace generalmente con gusto. Cuando la escritura es habitualmente ilegible, aun para el médium, éste consigue casi siempre obtenerla más clara por medio de ejercicios frecuentes y sostenidos, poniendo una fuerte voluntad y suplicando con ardor al Espíritu el ser más correcto. Ciertos Espíritus adoptan muchas veces signos convencionales que quedan en uso en las reuniones habituales. Para indicar que una pregunta les desagrada y que no quieren responder a ella, harán por ejemplo una larga raya o alguna cosa equivalente.


Cuando el Espíritu ha concluido lo que tenía que decir o que no quiere responder más, la mano queda imóvil, y el médium, cualquiera que sea su potencia y su voluntad, no puede obtener una palabra más. Al contrario, hasta que el Espíritu haya acabado, marcha el lápiz, sin que sea posible a la mano detenerse. Quiere decir espontáneamente alguna cosa, la mano coge convulsivamente el lápiz y se pone a escribir sin poder hacer oposición. Por otra parte el médium siente casi siempre en él alguna cosa que le indica si sólo hay suspensión o si el Espíritu ha terminado. Es raro que no sienta cuando éste se ha marchado.


Tales son las explicaciones más esenciales que tenemos que dar tocante al desarrollo de la psycografía; la experiencia hará conocer, en la práctica, ciertos detalles que sería inútil el referir aquí, y para los cuales se guiará según los principios generales. Si muchos los ensayan encontraremos más médiums de lo que creen.

214. Todo lo que acabamos de decir se aplica a la escritura mecánica; esta es aquella que todos los médiums quieren obtener con razón; pero el mecanismo puro es muy raro y se mezcla en él muy a menudo más o menos intuición. Teniendo el médium la conciencia de lo que escribe; éste, naturalmente, se inclina a dudar de su facultad; no sabe si esto viene de él o de un Espíritu extraño. No debe inquietarse por ningún concepto y sí continuar en su obra; que se observe a sí mismo con cuidado, y reconocerá fácilmente en lo que escribe una porción de cosas que no estaban en su pensamiento, y aunque son contrarias a su opinión; prueba evidente que no vienen de él. Que continúe, pues, y la duda se disipará con la experiencia.

215. Si no le es permitido al médium el ser exclusivamente mecánico, todos los ensayos para obtener este resultado serán infructuosos, y sin embargo haría mal en creerse desheredado por esto; si sólo está dotado de la mediumnidad intuitiva, es preciso que se contente con ella y no dejará de prestarle grandes servicios si sabe aprovecharla y no rechazarla.


Si después de inútiles ensayos continuados durante algún tiempo no se produce ningún indicio de movimiento involuntario, o si éstos movimientos son demasiado débiles para dar resultados, no debe vacilar en escribir el primer pensamiento que le sugiere, sin cuidarse si viene de él o de un origen extraño; la experiencia le enseñará a distinguirlo. Sucede también algunas veces que el movimiento mecánico se desarrolla ulteriormente.


Hemos dicho más arriba que hay casos en que es indiferente el saber si el pensamiento viene del médium o de un Espíritu extraño; sobre todo cuando un médium puramente intuitivo o inspirado hace un trabajo de imaginación por sí mismo; poco importa que se atribuya un pensamiento que le fuera sugerido; si las ideas son buenas, que dé gracias por ello a su buen genio y le serán sugeridas otras. Tal es la inspiración de los poetas, de los filósofos y de los sabios.

216. Supongamos que la facultad mediúmnica esté completamente desarrollada; que el médium escriba con facilidad y que sea, en una palabra, lo que se llama un médium hecho, le sería muy perjudicial si se creyera dispensado de adquirir otras instrucciones; sólo ha vencido la resistencia material, pero entonces es cuando empiezan para él las verdaderas dificultades y cuando más necesita los consejos de la prudencia y de la experiencia sin no quiere caer en los mil lazos que se le preparan. Si quiere levantar demasiado el vuelo con sus propias alas, no tardará en ser juguete de los Espíritus mentirosos que procurarán explotar su presunción.

217. Una vez desarrollada la facultad en el médium es esencial que no haga de ella un abuso. La satisfacción que procura a ciertos principiantes excita en ellos un entusiasmo que es importante moderar; deben pensar que se les ha dado para el bien y no para satisfacer una vana curiosidad; por esto es útil servirse de ella en los momentos oportunos y no a cada instante; como los Espíritus no están constantemente a sus órdenes, corren el riesgo de ser chasqueados por mixtificadores. A este objeto es conveniente adoptar días y horas determinadas, porque de este modo hay mejores disposiciones y más recogimiento, y los Espíritus que quieran presentarse están prevenidos y se disponen en consecuencia.

218. Si a pesar de todas las tentativas no se revela la mediumnidad de ningún modo, será menester renunciar a ella, como se renuncia a cantar cuando no se tiene voz. El que sólo sabe una lengua se sirve de un traductor; debe, pues, hacer lo mismo, es decir, recurrir a otro médium. Nadie debe creerse privado de la asistencia de los Espíritus por falta de médium. La mediumnidad es para ellos un medio de expresarse, y no un medio exclusivo de atracción; los que no tienen afecto están al lado nuestro, seamos o no médiums; un padre no abandonará a su hijo porque sea sordo y ciego y no pueda verle ni oírle; le rodea con solicitud como lo hacen los buenos Espíritus con nosotros; si no pueden transmitirnos materialmente su pensamiento, nos ayudan por medio de la inspiración.