EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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IX

Vengo yo, tu Salvador y tu juez vengo como antes entre los hijos descarriados de Israel; vengo a traer la verdad y a disipar las tinieblas. Escuchadme. El Espiritismo, como otrora mi palabra, debe recordar a los materialistas que, por encima de ellos reina la inmutable verdad: el Dios bueno, el Dios grande que hace germinar la planta y que levanta las olas. Revelé la doctrina divina; como un segador he atado en manojos el bien esparcido en la Humanidad, y dije: ¡Venid a mí todos vosotros que sufrís! Pero los hombres ingratos se han apartado del camino recto y amplio que conduce al reino de nuestro Padre, dispersos en los ásperos atajos de la impiedad. Nuestro Padre no quiere aniquilar la raza humana; no ya por los profetas, tampoco por los apóstoles, quiere que ayudándoos unos a los otros, muertos y vivos, es decir, muertos según la carne, porque la muerte no existe, os socorráis, y que la voz de aquellos que ya no están se haga oír para gritaros: ¡Rogad y creed! Porque la muerte es la resurrección y la vida la prueba elegida, durante la cual vuestras virtudes cultivadas deben crecer y desarrollarse como el cedro. Creed en las voces que os responden: son las mismas almas de aquellos que evocáis. Sólo me comunico rara vez; mis amigos, aquellos que me asistieron en vida y en la muerte son los intérpretes divinos de la voluntad de nuestro Padre. Hombres débiles que creéis en el error de vuestras obscuras inteligencias, no apagueis la antorcha que la clemencia divina coloca en vuestras manos para iluminar vuestro camino y conduciros, hijos perdidos, al regazo de nuestro Padre. En verdad os digo, creed en la diversidad, en la multiplicidad de los Espíritus que os rodean. Estoy demasiado conmovido por vuestras miserias, por vuestra inmensa debilidad para no tender una mano protectora a los infelices descarriados que, viendo el cielo, caen en el abismo del error. Creed, amaos, comprended las verdades que os son reveladas; no mezcléis la cizaña con el buen grano, los sistemas con las verdades. ¡Espíritas! ¡Amaos! He aquí la primera enseñanza; instruíos, aquí tenéis la Segunda. Todas las verdades se encuentran en el Cristianismo; los errores que en él han echado raíces son de origen humano; y ved que más allá de la tumba que vosotros creéis la nada, voces os gritan: ¡Hermanos! Nada perece; Jesucristo es el vencedor del mal, sed vosotros los vencedores de la impiedad.

Nota. – Esta comunicación, obtenida por uno de los mejores médiums de la Sociedad Espírita de París, está firmada con un nombre que el respeto no nos permite reproducir sino bajo toda reserva, tan grande sería el insigne favor de su autenticidad y porque se ha abusado demasiado de él en las comunicaciones evidentemente apócrifas; este nombre es el de Jesús de Nazareth. No dudamos de ningún modo que pueda manifestarse; pero si los Espíritus verdaderamente superiores no lo hacen sino en circunstancias excepcionales, la razón nos impide creer que el Espíritu puro por excelencia responde al llamamiento de cualquiera; en todo caso habría profanación en atribuirle un lenguaje indigno de él. Por estas consideraciones nos hemos abstenido siempre de publicar nada que lleve este nombre; y creemos que no se podría ser bastante circunspecto en las publicaciones de esta clase, que sólo tienen autenticidad por el amor propio, y que el menor inconveniente es de proporcionar armas a los adversarios del Espiritismo. Como hemos dicho, cuanto más elevados están los Espíritus en la jerarquía, tanta más desconfianza debe haber en aceptar su nombre; sería menester estar dotado de una grande dosis de orgullo para vanagloriarse de tener el privilegio de sus comunicaciones y creerse digno de hablar con ellos como con sus iguales. En la comunicación antecedente, no hacemos constar sino una cosa: la superioridad incontestable del lenguaje y de los pensamientos, dejando a cada uno el cuidado de juzgar si aquel cuyo nombre lleva la desmentiría.