EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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229. Al lado de eso pongamos a la vista el cuadro del médium verdaderamente bueno, aquel en que se puede tener confianza. Supongamos, en primer lugar, una facilidad de ejecución bastante grande para permitir a los Espíritus el comunicarse libremente y sin inconvenientes por ninguna dificultad material. Obtenido esto lo que más interesa considerar es la naturaleza de los Espíritus que habitualmente le asisten, y para esto no es al nombre al que se debe atender, sino al lenguaje. Jamás se debe perder de vista que las simpatías que se granjeará entre los Espíritus buenos, estarán en razón de lo que hará para alejar a los malos. Persuadido de que su facultad es un don, que le ha sido concedido para el bien, no abusa y no se hace de ello ningún mérito. Acepta las comunicaciones buenas que se le hacen, como una gracia de la que es menester que se esfuerce en hacerse digno por su bondad, por su benevolencia y su modestia. El primero se enorgullece por sus relaciones con los Espíritus superiores; éste se humilla, porque nunca se cree merecedor de este favor.