EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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CAPÍTULO XXV - DE LAS EVOCACIONES
Consideraciones generales. – Espíritus que se pueden evocar. – Lenguaje que debe tenerse con los Espíritus. – Utilidad de las evocaciones particulares. – Preguntas sobre las evocaciones .– Evocaciones de los animales. – Evocación de las personas vivientes. – Telegrafía humana.

Consideraciones generales

269. Los Espíritus pueden comunicarse espontáneamente o venir a nuestro llamamiento, es decir, por medio de la evocación. Algunas personas piensan que deben abstenerse de evocar tal o cual Espíritu, y que es preferible esperar al que quiera buenamente comunicarse. Fundan esta opinión en que llamando a un Espíritu determinado no se tiene certeza que se presente el mismo, mientras que el que viene espontáneamente y por su propia voluntad prueba mejor su identidad, puesto que de este modo manifiesta su deseo de hablarnos. Creemos que esto es un error: primeramente, porque hay siempre alrededor nuestro Espíritus lo más a menudo de baja esfera, que no desean otra cosa que comunicarse; en segundo lugar, y también por la última razón, no llamando a nadie en particular, se abre la puerta a todos los que quieren entrar. En una reunión el no conceder la palabra a nadie es dejarla a todos y se sabe lo que resulta. El llamamiento directo que se hace a un Espíritu determinado, es un lazo entre él y nosotros; le llamamos por nuestro deseo y de este modo oponemos una especie de barrera a los intrusos. Sin un llamamiento directo, un Espíritu no tendría muchas veces ningún motivo para venir a nosotros, no siendo nuestro Espíritu familiar.

Estos dos modos de obrar tiene cada uno sus ventajas, y el inconveniente solo estaría en la exclusión absoluta de uno de los dos. Las comunicaciones espontáneas no tienen ningún inconveniente cuando se conocen los Espíritus y se tiene la certeza que los malos no tomarán ningún imperio; entonces es muchas veces útil esperar la complacencia de los que quieran manifestarse, porque su pensamiento no sufre ninguna opresión, y de este modo se pueden obtener cosas admirables; mientras que no se sabe si el Espíritu que llamáis está dispuesto para hablar o sea capaz de hacerlo en el sentido que se desea. El examen escrupuloso que hemos aconsejado es, por lo demás, una garantía para las malas comunicaciones. En las reuniones regulares, sobre todo en aquellas que uno se ocupa de un trabajo continuo, hay siempre Espíritus acostumbrados que se van a la cita sin que nadie les llame, porque en razón a la regularidad de las sesiones, ya están prevenidos; a menudo toman la palabra espontáneamente para tratar algún asunto, desarrollar una proposición o prescribir aquello que debe hacerse, y entonces se les reconoce con facilidad, sea por la forma del lenguaje, que siempre es idéntico, sea por la escritura, sea por ciertas costumbres que les son familiares.

270. Cuando uno desea comunicarse con un Espíritu determinado, es de toda necesidad evocarlo. (Número 203). Si puede venir, generalmente se obtiene por respuesta: Sí; o: Estoy aquí; y también: ¿Para qué me queréis? Algunas veces entra directamente en materia contestando con anticipación a las preguntas que querían hacérsele.

Cuando un Espíritu es evocado por la primera vez, conviene designarlo con alguna precisión. En las preguntas que se le dirigen, es menester evitar las fórmulas secas e imperativas, que sería para él un motivo para alejarle. Estas fórmulas deben ser afectuosas o respetuosas, según el espíritu y en todos los casos atestiguar el evocador su benevolencia.

271. Nos sorprendemos muchas veces con la prontitud con que se presenta un Espíritu evocado, aun por la primera vez; se diría que estaba prevenido; en efecto, esto es lo que tiene lugar cuando uno se ha ocupado anticipadamente de su evocación. Esta preocupación es una especie de evocación anticipada, y como tenemos siempre nuestros Espíritus familiares que se identifican con nuestro pensamiento, preparan el camino de tal modo, que si no hay nada que se oponga, el Espíritu que se quiere evocar está ya presente. En caso contrario, es el Espíritu familiar del médium, o el del evocador, o uno de los que están acostumbrados, el que va a buscarle, y para esto no necesita mucho tiempo. Si el Espíritu evocado no puede venir instantáneamente, el mensajero (los paganos dirían Mercurio) señala un tiempo, algunas veces de cinco minutos, un cuarto de hora, una hora y aun muchos días; cuando ha llegado, entonces dice: Aquí está, y es cuando pueden dirigírsele las preguntas que quieran hacérsele.

El mensajero no es siempre un intermediario necesario, porque el llamamiento del evocador puede ser oído directamente por el Espíritu, como se dirá más adelante número 282, pregunta 5ª., sobre la manera de la transmisión del pensamiento.

Cuando decimos que debe hacerse la evocación en nombre de Dios, entendemos que nuestra recomendación deber ser hecha formalmente y no a la ligera; los que no vieron en ello sino una fórmula sin consecuencia, harían mejor absteniéndose.

272. Las evocaciones ofrecen muchas veces más dificultades a los médiums, que los dictados espontáneos, sobretodo cuando se trata de obtener respuestas precisas a preguntas circunstanciadas. Para esto son necesarios médiums especiales, a la vez flexibles y positivos, y se ha visto (núm. 193) que estos últimos son bastante raros, porque como lo hemos dicho ya, las relaciones fluídicas no se establecen siempre instantáneamente con el primer Espíritu que llega. Por esto es útil que los médiums no se entreguen a las evocaciones detalladas, sino después que estén seguros del desarrollo de su facultad y de la naturaleza de los Espíritus que les asisten, porque entre aquellos que está mal acompañados las evocaciones no pueden tener ningún carácter de autenticidad.

273. Los médiums, generalmente, son mucho más buscados para las evocaciones de un interés privado que para las comunicaciones de un interés general; esto se explica por el deseo muy natural de conversar con los seres que nos son queridos. Creemos deber hacer, con este motivo, muchas recomendaciones importantes a los médiums. En primer lugar no acceder a este deseo, sino con reserva, delante de personas sobre cuya sinceridad no estén bien seguros, y ponerse en guardia contra las trampas que pudieran tenderles gentes malévolas. En segundo lugar no prestarse, bajo ningún pretexto, si entrevén un objeto de curiosidad o de interés, y no una intención formal de parte del evocador; rehusar toda pregunta ociosa o que saliese del círculo de aquellas que pueden dirigirse racionalmente a los Espíritus. Las preguntas deben ser puestas con claridad, limpieza y sin segunda intención, si se quieren respuestas categóricas. Es, pues, menester rechazar todas aquellas que tengan un carácter insidioso, porque se sabe que los Espíritus no quieren a los que tienen por objeto es ponerles a prueba; insistir sobre las preguntas de esta naturaleza es querer ser engañado. El evocador debe marchar franca y abiertamente al objeto, sin subterfugios y sin medios capciosos; si teme explicarse, haría mejor que se abstuviera.

Conviene, además, no hacer evocaciones en ausencia de las personas que hacen la demanda, sino con mucha prudencia, y a menudo es preferible el abstenerse del todo, siendo estas personas las solas aptas para examinar las respuestas, juzgar de su identidad, provocar aclaraciones si hay lugar a ello y hacer las preguntas incidentales que traen consigo las circunstancias. Además su presencia es un lazo que atrae al Espíritu, muchas veces poco dispuesto a comunicarse con extraños, por los cuales no tiene ninguna simpatía. El médium, en una palabra, debe evitar todo lo que pudiera transformarle en un agente de consulta, lo que a los ojos de mucha gente es sinónimo de decidor de la buenaventura.

Espíritus que se pueden evocar

274. Se pueden evocar todos los Espíritus a cualquier grado de la escala a la que pertenezcan; lo mismo los buenos que los malos; tanto los que hace poco que murieron como los que vivieron en los tiempos más remotos, a los hombres ilustres como a los más obscuros, a nuestros parientes, a nuestros amigos, lo mismo que a aquellos que nos son indiferentes; pero no se dice por esto que quieran o puedan venir siempre a nuestro llamamiento; independientemente de su propia voluntad o del permiso que puede serles negado por un poder superior, pueden estar impedidos por motivos que no siempre nos está permitido penetrar. Queremos decir que no hay impedimento absoluto que se oponga a las comunicaciones, salvo el que se dirá después; los obstáculos que pueden impedir a un Espíritu el manifestarse, casi siempre son individuales y dependen a menudo de las circunstancias.

275. Entre las causas que pueden oponerse a la manifestación de un Espíritu, las unas les son personales y las otras les son extrañas. Es menester colocar entre las primeras sus ocupaciones o las misiones que cumple y de las que no puede separarse para ceder a nuestros deseos; en este caso, su visita sólo queda aplazada.

Hay, además, su propia situación. Bien que el estado de encarnación no sea un obstáculo absoluto, puede ser un impedimento en ciertos momentos dados, sobre todo cuando la encarnación tiene lugar en mundos inferiores y cuando el mismo Espíritu está poco desmaterializado. En los mundos superiores, en aquellos en que los lazos del Espíritu y de la materia son muy sutiles, la manifestación es casi tan fácil que en el estado errante y en todos los casos más fácil que en aquellos en que la materia corporal es más compacta.

Las causas extrañas tienen relación, principalmente, con la naturaleza del médium, con la de la persona que evoca, con el centro en el cual se hace la evocación, y finalmente con el fin que uno se propone. Ciertos médiums reciben más particularmente comunicaciones de sus Espíritus familiares, que pueden ser más o menos elevados; otros son aptos para servir de intermediarios para todos los Espíritus; esto depende de la simpatía o de la antipatía, de la atracción, o de la repulsión, que el Espíritu personal del médium ejerce sobre el Espíritu extraño, que puede tomarle por intérprete con gusto o con repugnancia. Esto, depende también, haciendo abstracción de las cualidades íntimas del médium, del desarrollo de la facultad mediúmnica. Los Espíritus vienen con más gusto, y sobre todo son más explícitos con un médium que no les ofrezca ningún obstáculo material. Por lo demás, lo mismo sucede en cuanto a las condiciones morales; cuanta más facilidad tiene un médium para escribir o para expresarse, más se generalizan sus relaciones con el mundo de los Espíritus.

276. Es menester tomar también en cuenta la facilidad que debe dar la costumbre de comunicarse con tal o cual Espíritu; con el tiempo, el Espíritu extraño se identifica con el del médium, y del mismo modo con el del que le llama. Dejando aparte la cuestión de simpatía, se establecen entre ellos relaciones fluídicas que hacen las comunicaciones más prontas; por esto la primera conversación no es siempre tan satisfactoria como se podría esperar, y es también porque los mismos Espíritus piden que se les vuelva a llamar. El Espíritu que tiene costumbre de venir está como en su casa, familiarizado con sus oyentes y sus intérpretes; habla y obra más libremente.

277. En resumen, de lo que acabamos de decir resulta: que la facultad de evocar a cualquier Espíritu no implica para el Espíritu la obligación de estar a nuestras órdenes; que él pueda venir en un momento y no en otro, con tal médium o tal evocador que le plazca y no con tal otro; decir lo que él quiere sin que se le pueda obligar a decir lo que él no quiera, marcharse cuando le convenga; en fin, que por causas dependientes o no de su voluntad, después de haberse manifestado asiduo durante algún tiempo, de repente puede dejar de venir.

Por todos estos motivos, cuando uno quiere llamar un Espíritu nuevo, es necesario preguntar a su guía protector si la evocación es posible; en el caso de que no lo sea, generalmente da los motivos y entonces es inútil insistir.

278. Aquí se presenta una grande cuestión: la de saber si hay o no inconveniente en evocar a los Espíritus malos. Esto depende del objeto que uno se propone y del ascendiente que se puede tener sobre ellos. El inconveniente es nulo cuando se les llama con un objeto formal, instructivo y con el fin de mejorarles; por el contrario, es muy grande si es por pura curiosidad o diversión, o si uno se pone bajo su dependencia pidiéndoles algún servicio. Los Espíritus buenos, en tal caso, pueden darles el poder de hacer aquello que se les pide, dejando a salvo y para más tarde el castigar severamente al temerario que se hubiera atrevido a invocarles en su socorro y creerles con más poder que Dios. En vano se prometería hacer un buen uso para lo sucesivo, y despedir al servidor una vez obtenido el servicio; aun este servicio que se ha solicitado, por pequeño que sea, es un verdadero pacto hecho con un Espíritu malo, y éste no deja la presa fácilmente (número 212).

279. El ascendiente sólo se ejerce sobre los Espíritus inferiores por la superioridad moral. Los Espíritus perversos reconocen a los hombres de bien como sus señores; frente a frente de aquellos que no les oponen sino la energía de la voluntad, especie de fuerza brutal, luchan y a menudo son los más fuertes. Uno que quería de este modo dominar a un Espíritu rebelde, por su voluntad, el Espíritu le contestó: Déjame tranquilo con tu aspecto de matamoros; tú, que no vales más que yo, ¿no se diría que un ladrón moraliza a otro ladrón?

Nos asombramos de que el nombre de Dios que se invoca contra ellos sea, a menudo, impotente; San Luis ha dado la razón en la respuesta siguiente:

El nombre de Dios no tiene influencia sobre los Espíritus imperfectos sino en la boca de aquel que puede servirse de él con autoridad por sus virtudes; en la boca del hombre que no tuviera sobre el Espíritu ninguna superioridad moral, es una palabra como otra cualquiera. Lo mismo sucede con las cosas santas que se les opone. El arma más terrible es inofensiva cuando está en manos inhábiles para poderse servir de ella o incapaces de llevarla.

Lenguaje que debe tenerse con los Espíritus

280. El grado de inferioridad o superioridad de los Espíritus, naturalmente, indica el tono que conviene tenerse con ellos. Es evidente que cuanto más elevados están, más derecho tienen a nuestro respecto, a nuestras consideraciones y a nuestra sumisión. No les debemos menos deferencia que cuando vivían y además por otros motivos: en la Tierra hubiéramos considerado su rango y su posición social; en el mundo de los Espíritus nuestro respeto sólo se dirige a la superioridad moral. Su misma elevación les pones sobre las puerilidades de nuestras formas aduladoras. Por las palabras no es como podemos captar su benevolencia; es por la sinceridad de sentimientos. Sería, pues, ridículo, darles los títulos que nuestros usos consagran a la distinción de las clases y que, viviendo, podrían haber lisonjeado su vanidad; si realmente son superiores, no solamente no hacen caso de eso, sino que les disgusta. Un buen pensamiento les es más agradable que los honores más laudables; si fuese de otro modo no estarían más elevados que la Humanidad. El Espíritu de un venerable eclesiástico que en la Tierra fue un príncipe de la Iglesia, hombre de bien, y que practicaba la ley de Jesús, respondió un día a uno que le evocaba, dándole el título de Monseñor: “Al menos deberías decir ex Monseñor, porque aquí no hay otro señor que Dios; debes saber que yo veo algunos aquí que en la Tierra se arrodillaban delante de mí y ante los cuales yo mismo me inclino ahora”.

En cuanto a los Espíritus inferiores, su carácter nos traza el lenguaje que conviene tener con ellos. En el número los hay que, aunque inofensivos y aun benévolos, son ligeros, ignorantes y atolondrados; tratarles del mismo modo que a los Espíritus formales, como lo hacen ciertas personas, sería lo mismo que si nos inclináramos delante de un aprendiz o de un asno cubierto con el birrete de doctor. En tono familiar es el más adecuado para ellos, y no se formalizan por esto; al contrario, se prestan a ello con gusto.

Entre los Espíritus inferiores los hay que son infelices. Cualesquiera que puedan ser las faltas que expían, sus sufrimientos son títulos tanto más grandes para nuestra conmiseración, pues ninguna persona puede vanagloriarse de evadirse de esta palabra de Jesús: “Que el que esté sin pecado le lance la primera piedra”. La benevolencia que les manifestamos es un consuelo para ellos; a falta de simpatía, deben encontrar la indulgencia que quisiéramos que se tuviera por nosotros.

Los Espíritus que revelan su inferioridad por el cinismo de su lenguaje, sus mentiras, la bajeza de sus sentimientos, la perfidia de sus consejos, seguramente son menos dignos de nuestro interés que aquellos cuyas palabras manifiestan su arrepentimiento; al menos les debemos la piedad que concedemos a los más grandes criminales, y el medio de reducirles al silencio es el de manifestarse superior a ellos. No se dedican sino a la persona que ellos creen que nada tienen que temer; porque los Espíritus perversos reconocen a sus señores en los hombres de bien como en los Espíritus superiores.

En resumen, sería tanta irreverencia el tratar de igual a igual a los Espíritus superiores, como ridículo el tener una misma deferencia para todos sin excepción. Tengamos veneración para los que lo merecen, reconocimiento para los que nos protegen y nos asisten; para todos los otros una benevolencia de la cual necesitaremos, puede ser, nosotros mismos un día. Penetrando en el mundo incorpóreo, aprendemos el modo de conocerle, y este conocimiento debe arreglar nuestras relaciones con aquellos que lo habitan. Los antiguos, en su ignorancia, les levantaron altares; para nosotros sólo son criaturas más o menos perfectas y no elevamos altares sino a Dios.

Utilidad de las evocaciones particulares

281. Las comunicaciones que se obtienen de los Espíritus muy superiores o de aquellos que han animado los grandes personajes de la antigüedad, son preciosas por la alta enseñanza que encierran. Estos Espíritus han adquirido un grado de perfección que les permite abrazar una esfera de ideas más extensa, penetrar los misterios que están fuera del alcance vulgar de la Humanidad y por consiguiente iniciarnos mejor que los otros en ciertas cosas. No se sigue de esto que las comunicaciones de los Espíritus de un orden menos elevado sean inútiles; el observador saca de ellas más de una instrucción. Para conocer las costumbres de un pueblo es menester estudiar todos los grados de la escala. El que solo viera bajo una faz, lo conocería mal. La historia de un pueblo no es la de los reyes y personajes sociales; para juzgarle es preciso verle en la vida íntima, en sus costumbres privadas. Así es que los Espíritus superiores son los personajes del mundo de los Espíritus; su elevación misma les coloca de tal modo sobre nosotros que la distancia que nos separa nos asusta. Los Espíritus más burgueses (permítasenos esta expresión) nos hacen más palpables las circunstancias de su nueva existencia. Entre ellos el lazo de la vida corporal con la vida del Espíritu es más íntimo, la comprendemos mejor porque nos toca de más cerca. Sabiendo por ellos mismos lo que son, lo que piensa, lo que experimentan los hombres de todas las condiciones y de todos los caracteres, los hombres de bien como los viciosos, los grandes como los pequeños, los felices y los infelices del siglo, en una palabra, los hombres que han vivido entre nosotros, que hemos visto y conocido, cuya vida real sabemos, sus virtudes y extravagancias, comprendemos sus goces y sus sufrimientos, nos asociamos a ellos y sacamos una enseñanza moral tanto más provechosa cuanto más íntima son las relaciones entre ellos y nosotros. Nos ponemos más fácilmente en el lugar de aquel que ha sido nuestro igual, que no en el de aquel que sólo vemos a través de la ilusión de una gloria celeste. Los Espíritus vulgares nos enseñan la aplicación práctica de las grandes y sublimes verdades cuya teoría nos enseñan los Espíritus superiores. Por lo demás, en el estudio de una ciencia nada hay inútil: Newton encontró la ley de las fuerzas del Universo en el fenómeno más sencillo.

La evocación de los Espíritus vulgares tiene, por otra parte, la ventaja de ponernos en relación con los Espíritus que sufren, que uno puede aliviar y cuyo adelantamiento podemos facilitar por medio de consejos útiles. Podemos, pues, hacernos útiles instruyéndonos nosotros mismos; cuando sólo se busca nuestra propia satisfacción, hay egoísmo en la conversación con los Espíritus, y el que se desdeña de tender una mano caritativa a los que son desgraciados, da pruebas de orgullo. ¿Para qué le sirve tener buenas recomendaciones de los Espíritus de importancia, si esto no le hace mejor, más caritativo y más benévolo para sus hermanos de este mundo y del otro? ¿Qué sería de los pobres enfermos si los médicos rehusaban tocar sus llagas?

282. Preguntas sobre las evocaciones

1. ¿Se puede evocar a los Espíritus sin ser médium? Todo el mundo puede evocar a los Espíritus, y si los que vosotros llamáis no pueden manifestarse materialmente, no por esto dejan de estar cerca de vosotros y os escuchan.

2. ¿El Espíritu evocado viene siempre al llamamiento que se le hace? Esto depende de las condiciones en que se encuentra, porque hay circunstancias en que no puede.

3. ¿Cuáles son las causas que pueden impedir a un Espíritu el venir a nuestro llamamiento? Su voluntad, la primera; después su estado corporal si está reencarnado, las misiones que pueda tener a su cargo y además puede no concedérsele permiso. Hay Espíritus que no pueden comunicarse nunca; éstos son aquellos que por su naturaleza pertenecen aún a los mundos inferiores a la Tierra. Los que están en las esferas de castigo tampoco lo pueden a menos de un permiso superior que solo se concede con un fin útil y general. Para que un Espíritu pueda comunicarse, es menester que haya alcanzado el grado de adelanto del mundo en que es llamado; de otro modo es extraño a las ideas de este mundo y no tiene ningún punto de comparación. No sucede lo mismo con los que son enviados en misión o en expiación en los mundos inferiores; éstos tienen las ideas necesarias para contestar.

4. ¿Por qué motivos puede rehusarse a un Espíritu el permiso de comunicarse? Esto puede ser una prueba o un castigo para él o para quien lo llama.

5. ¿Estando los Espíritus diseminados por todo el espacio o en los diferentes mundos, cómo pueden oír las evocaciones que se les hacen de todos los puntos del Universo? Muy a menudo son avisados por los Espíritus familiares que os rodean y van a buscarles; pero en esto hay un fenómeno que es difícil de explicaros, porque vosotros no podéis aún comprender el modo de transmisión del pensamiento entre los Espíritus. Lo que puedo deciros es que el Espíritu que vosotros evocáis, por lejos que esté, recibe, por decirlo así, el choque del pensamiento como una especie de conmoción eléctrica que llama su atención a la parte de donde viene el pensamiento que se le dirige. Se puede decir que oye el pensamiento, así como vosotros oís la voz en la Tierra. ¿El fluido universal es el vehículo del pensamiento, así como el aire lo es del sonido? Sí, con la diferencia de que el sonido no puede hacerse oír sino en un radio muy limitado, mientras que el pensamiento alcanza el Infinito. El Espíritu, en el espacio, es como el viajero en medio de un vasto campo que, oyendo de repente pronunciar su nombre, se vuelve del lado que le llaman.

6. Sabemos que las distancias son poca cosa para los Espíritus; sin embargo, causa admiración el verles responder algunas veces tan pronto como si estuviesen esperando que se les llame. Es que, en efecto, están dispuestos algunas veces. Si la evocación es premeditada, el Espíritu está avisado anticipadamente y se encuentra allí a menudo antes de llamarle.

7. El pensamiento del evocador, según las circunstancias, ¿puede ser oído con más o menos facilidad? Sin duda ninguna; el Espíritu que es llamado por un sentimiento simpático y benévolo se conmueve con más viveza; es como una voz amiga que reconoce; sin esto sucede a menudo que la evocación no llega. El pensamiento que brota de la evocación impresiona al Espíritu; si es mal dirigido se pierde en el vacío. Lo mismo sucede con los Espíritus que con los hombres; si el que les llama les es indiferente o antipático, pueden oírle, pero muchas veces no le escuchan.

8. ¿El Espíritu evocado viene voluntariamente o se ve obligado? Obedece a la voluntad de Dios, es decir, a la ley general que rige el Universo; y, sin embargo, obligado no es la palabra, porque él juzga si es útil venir; aquí está también el libre albedrío. El Espíritu superior viene siempre cuando es llamado con un fin útil; no se resiste a responder sino en los centros de gentes poco formales y que tratan las cosas como diversión.

9. ¿El Espíritu evocado puede rehusar el venir al llamamiento que se le hace? Sí, por cierto. ¿En dónde estaría su libre albedrío sin esto? ¿Creéis vosotros que todos los seres del Universo están a vuestras órdenes? ¿Vosotros mismos os creéis obligados a responder a todos aquellos que pronuncian vuestro nombre? Cuando digo que puede negarse a ello entiendo decir sobre la demanda del evocador, porque un Espíritu inferior puede ser obligado a venir por un Espíritu superior.

10. ¿Hay un medio para el evocador que obligue al Espíritu a venir contra su voluntad? Ninguno, si este Espíritu es igual vuestro o superior en moralidad - digo en moralidad y no en inteligencia – porque no tenéis sobre él ninguna autoridad; si es vuestro inferior, lo podéis si es para su bien, porque entonces los otros Espíritus os secundarán. (Número 279).

11. ¿Hay inconveniente en evocar a Espíritus inferiores, y puede temerse, llamándoles, el ponerse bajo su dominio? No dominan sino a los que se dejan dominar. El que está asistido por buenos Espíritus no tiene nada que temer; impone respeto a los Espíritus inferiores, pero éstos no se lo imponen a él. En el aislamiento los médiums, sobre todo los que empiezan, deben abstenerse de esta especie de evocaciones. (Núm. 278).

12. ¿Son necesarias algunas disposiciones particulares en las evocaciones? La más esencial de todas las disposiciones es el recogimiento cuando se quiere comunicar con Espíritus formales. Con la fe y el deseo del bien se tiene más poder para evocar a los Espíritus superiores. Elevando su alma por algunos instantes de recogimiento en el momento de la evocación, se identifica con los buenos Espíritus y les dispone a que vengan.

13. ¿Es necesaria la fe para las evocaciones? La fe en Dios, sí, la fe para lo demás vendrá, si queréis el bien y tenéis el deseo de instruiros.

14. Los hombres reunidos en una comunión de pensamientos y de intenciones, ¿tienen más poder para evocar a los Espíritus? Cuando todos están reunidos por la caridad y para el bien, obtienen grandes cosas. Nada es más nocivo para el resultado de las evocaciones que la divergencia de pensamientos.

15. La precaución de hacer la cadena, dándose la mano durante algunos minutos al empezar las reuniones, ¿es útil? La cadena es un medio material que no pone la unión entre vosotros si ésta no existe en el pensamiento; lo que es más útil que lo demás es el unirse en un mismo pensamiento común llamando cada uno por su parte a los buenos Espíritus. Vosotros no sabéis todo lo que pudiera obtener una reunión formal de la que estuviera desterrado todo sentimiento de orgullo y de personalidad y en donde reinase un perfecto sentimiento de mutua cordialidad.

16. ¿Las evocaciones en días y horas fijas son preferidas? Sí, y si es posible en el mismo lugar. Los Espíritus van allí más a gusto; el deseo constante que tenéis ayuda mucho a que vengan los Espíritus y se pongan en comunicación con vosotros. Los Espíritus tienen sus ocupaciones que no pueden dejar de improviso por vuestra satisfacción personal. He dicho en el mismo lugar, pero no creáis que sea una obligación absoluta, porque los Espíritus vienen por todas partes; digo que un lugar destinado a esto es preferible porque el recogimiento es más perfecto.

17. Ciertos objetos, tales como medallas y talismanes, ¿tienen la propiedad de atraer o rechazar a los Espíritus como algunos lo pretenden? Esta cuestión es inútil, porque vosotros sabéis bien que la materia no tiene ninguna acción sobre los Espíritus. Estad bien seguros que un Espíritu bueno jamás aconseja semejantes absurdos; la virtud de los talismanes de cualquier naturaleza que sean, jamás ha existido sino en la imaginación de las gentes crédulas.

18. ¿Qué hemos de pensar de los Espíritus que dan citas en lugares lúgubres y en horas impropias? Estos Espíritus se divierten a expensas de aquellos que les escuchan. Es siempre inútil y a menudo pernicioso el ceder a tales sugestiones; inútil porque no se gana absolutamente nada más que ser mixtificado; pernicioso, no por el mal que puedan hacer los Espíritus, sino por la influencia que esto puede ejercer sobre las imaginaciones débiles.

19. ¿Hay días y horas más propicias para las evocaciones? Para los Espíritus esto es completamente indiferente, como todo lo que es material, y sería una superstición el creer en la influencia de los días y de las horas. Los momentos más propicios son aquellos en que el evocador puede estar menos distraído por sus ocupaciones habituales, en que su cuerpo y su Espíritu están con más calma.

20. ¿La evocación es una cosa agradable o penosa para los Espíritus? ¿Vienen con gusto cuando se les llama? Esto depende de su carácter y del motivo por que se les llama. Cuando el objeto es laudable y cuando el centro les es simpático, para ellos es una cosa agradable y atractiva; los Espíritus son siempre felices por la afección que se les tiene. Para algunos es una gran felicidad el comunicarse a los hombres y sufren por el abandono en que se les deja. Pero como he dicho ya, esto depende igualmente de su carácter; entre los Espíritus los hay también misántropos, que no les gusta que les estorben y cuyas respuestas indican su malhumor, sobre todo cuando son llamados por personas que les son indiferentes y por las cuales no se interesan. Muchas veces un Espíritu no tiene ningún objeto para venir al llamamiento de un desconocido que le es indiferente y casi siempre está movido por la curiosidad; si viene, generalmente hace cortas apariciones, a menos que no haya un objeto formal e instructivo en la evocación.

Observación. – Hay personas que sólo evocan a sus parientes para preguntarles las cosas más vulgares de la vida material; por ejemplo, el uno para saber si alquilará o venderá su casa, el otro para conocer los beneficios que podrá sacar de su comercio, el paraje en que se ha escondido dinero, si tal negocio será o no ventajoso. Nuestros parientes de ultratumba se interesan por nosotros en razón a la afección que les tenemos. Si todo nuestro pensamiento se limita a creerles hechiceros, si sólo nos acordamos de ellos para pedirles indicios, no pueden tener por nosotros grande simpatía y no debe uno maravillarse si nos demuestran poca benevolencia.

21. ¿Hay diferencia entre los buenos y malos Espíritus con respecto a venir pronto al llamamiento que se les hace? La hay muy grande; los Espíritus malos sólo vienen a gusto cuando esperan dominar y engañar; pero experimentan una viva contrariedad cuando están obligados a venir para confesar sus faltas; sólo desean marcharse, como cuando se llama a un estudiante para reprenderle. Pueden ser obligados por Espíritus superiores, como castigo, y para la instrucción de los encarnados. La evocación es penosa para los buenos Espíritus cuando se les llama inútilmente por cosas de ninguna importancia; entonces no vienen, o bien se retiran. Vosotros podéis decir que, en principio, los Espíritus, cualquiera que sean, no les gusta como a vosotros, servir para distracción de los curiosos. Muchas veces no tenéis otra idea evocando a un Espíritu que el saber lo que os dirá, o preguntarle sobre las particularidades de su vida que no desea haceros conocer, porque no tiene ningún motivo para haceros sus confidencias. ¿Creéis que va a sentarse en el banquillo para que os divierta? Desengañaos: lo que él no os hubiera dicho cuando vivía tampoco os lo dirá como Espíritu.

Observación. – La experiencia prueba, en efecto, que la evocación es siempre agradable a los Espíritus cuando se hace con un objeto formal y útil; los buenos vienen con placer para instruirnos; los que sufren encuentran consuelo en la simpatía que se les manifiesta; los que hemos conocido están satisfechos de nuestro recuerdo. Los Espíritus ligeros quieren ser evocados por personas frívolas, porque esto les proporciona una ocasión de divertirse a sus expensas; están poco a gusto con personas graves.

22. ¿Los Espíritus, para manifestarse, tienen siempre necesidad de ser evocados? No, porque se presentan muchas veces sin ser llamados y esto prueba que vienen espontáneamente.

23. Cuando un Espíritu se presenta por su propia voluntad, ¿se está más seguro de su identidad? De ninguna manera, porque los Espíritus mentirosos, emplean a menudo este medio para engañaros mejor.

24. Cuando por el pensamiento se evoca el Espíritu de una persona, aun cuando no haya manifestación por la escritura ni de otro modo cualquiera, ¿viene a nosotros? La escritura es un medio material para que el Espíritu pueda atestiguar su presencia, pero el pensamiento es el que le atrae y no la acción de escribir.

25. Cuando un Espíritu inferior se manifiesta, ¿puede obligársele a que se retire? Sí, no escuchándole. Pero, ¿cómo queréis que se retire cuando os divertís con sus torpezas? Los Espíritus inferiores se unen a los que les escuchan con gusto, como los necios entre vosotros.

26. La evocación hecha en nombre de Dios, ¿es una garantía contra la intervención de los Espíritus? El nombre de Dios no es un freno para todos los Espíritus perversos, pero detiene a muchos; por este medio siempre alejáis a algunos y aun alejarías a muchos más si la evocación fuese hecha desde el fondo del corazón y no como una fórmula ligera.

27. ¿Podrían evocarse nominalmente muchos Espíritus a la vez? Ninguna dificultad hay en esto, y si vosotros tuvierais tres o cuatro manos para escribir; tres o cuatro os responderían al mismo tiempo; lo que sucede cuando hay muchos médiums.

28. Cuando son evocados muchos Espíritus simultáneamente y sólo hay un médium, ¿quién es el que contesta? Uno de ellos contesta por todos y manifiesta el pensamiento colectivo.

29. ¿Podría el mismo Espíritu comunicarse a la vez con dos médiums diferentes, estando en sesión? Tan fácilmente como vosotros tenéis hombres que a la vez dictan muchas cartas.

Observación. – Hemos visto a un Espíritu contestar al mismo tiempo por conducto de dos médiums a las preguntas que se le han dirigido, al uno en inglés y al otro en francés, y las respuestas eran idénticas en el sentido: algunas eran la traducción literal la una de la otra.

Dos Espíritus evocados simultáneamente por dos médiums pueden establecer entre ellos una conversación; esta especie de comunicación no siendo necesaria para ellos, puesto que leen recíprocamente su pensamiento, se prestan a ello sólo para nuestra instrucción. Si son Espíritus inferiores, como aún están imbuidos de pasiones terrestres y de ideas corporales, puede llegar el caso que se disputen y apostrofen con palabras groseras, se echen en cara sus faltas, y aun se tiren los lápices, cestitas o planchitas, etcétera, el uno contra el otro.

30. El Espíritu evocado al mismo tiempo sobre diferentes puntos, ¿puede contestar simultáneamente a las varias preguntas que se le hacen? Sí, si es un Espíritu elevado.

–¿En este caso se divide el Espíritu o tienen el don de ubicuidad? El Sol es uno y sin embargo irradia alrededor y lleva lejos sus rayos sin subdividirse; lo mismo sucede con los Espíritus. El pensamiento del Espíritu es como una chispa que proyecta a lo lejos su claridad y puede ser apercibida en todos los puntos del horizonte. Cuanto más puro es el Espíritu, más irradia su pensamiento y se extiende como la luz. Los Espíritus inferiores son demasiado materiales; no pueden contestar sino a una sola persona a la vez, y si les llama en otra parte tampoco pueden ir.

Un Espíritu superior, llamado a un mismo tiempo en dos puntos diferentes, responderá las dos evocaciones si son tan formales y fervientes la una como la otra; en el caso contrario, da preferencia a la más formal.

Observación. – Lo mismo sucede con un hombre que, sin cambiar de puesto, puede transmitir su pensamiento por medio de señales vistas de diferentes lados.

En una sesión de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas en que se había discutido la cuestión de ubicuidad, un Espíritu dictó espontáneamente la comunicación siguiente:

Preguntábais esta noche cuál era la jerarquía de los Espíritus para la ubicuidad. Comparadnos a un aeróstato que se eleva poco a poco por los aires. Cuando toca a tierra sólo puede verle un pequeño círculo; a medida que se eleva el círculo se ensancha para él, y cuando ha llegado a cierta altura aparece a un número infinito de personas. Lo mismo sucede con nosotros; un Espíritu malo que aun está unido a la Tierra queda en un círculo estrecho en medio de las personas que le ven. Aumenta en gracia, se mejora, y puede hablar con muchas personas; cuando llega a ser Espíritu superior, puede irradiar como la luz del Sol, manifestarse a muchas personas y en muchas partes a la vez. Chaning”.

31. ¿Puede evocarse a los Espíritus puros que han terminado la serie de sus encarnaciones? Sí, pero rara vez; pues solo se comunican a los corazones puros y sinceros, y no a los orgullosos y egoístas; es menester desconfiar de los Espíritus inferiores que toman esta cualidad para darse más importancia a vuestros ojos.

32. ¿En qué consiste que el Espíritu de los hombres más ilustres venga tan fácil y familiarmente al llamamiento de los hombres más obscuros? Los hombres juzgan a los Espíritus como ellos, y es un error; después de la muerte del cuerpo, las categorías terrestres no existen; no hay más distinción entre ellos que la bondad, y los que son buenos van por todas partes en donde puede hacerse bien.

33. ¿Cuánto tiempo después de la muerte puede tardarse en evocar a un Espíritu? Puede hacerse en el mismo instante de la muerte, pero como en este momento el Espíritu está aún en la turbación responde imperfectamente. Observación. – Siendo la duración de la turbación muy variable, no puede haber plazo fijo para hacer la evocación; es raro, sin embargo, que al cabo de ocho días el Espíritu no se reconozca bastante lúcido para poder responder; algunas veces lo puede muy bien dos o tres días después de la muerte; en todos los casos se debe ensayar con respeto.

34. ¿La evocación en el instante de la muerte es más penosa para el Espíritu que la que se hace más tarde? Algunas veces es como si os quitasen el sueño antes de despertaros completamente. Sin embargo hay algunos que no son contrariados y aun les ayuda a salir de la turbación.

35. Un niño que muere a corta edad, ¿cómo puede su Espíritu responder con conocimiento de causa, si cuando vivía no tenía aún conciencia de sí mismo? El alma del niño es un Espíritu envuelto aún en los lazos de la materia; pero separado de ella goza de las facultades del Espíritu, porque los Espíritus no tienen edad; lo que prueba que el Espíritu del niño ha vivido ya. Sin embargo, hasta que esté completamente desprendido, puede conservar en su lenguaje algunas trazas del carácter de la infancia.

Observación. – La influencia corporal que se hace sentir más o menos tiempo sobre el Espíritu del niño se hace igualmente notar algunas veces sobre el Espíritu de aquellos que mueren en estado de locura. El Espíritu, por sí mismo, no es loco, pero ya se sabe que ciertos Espíritus creen durante algún tiempo estar aun en este mundo; no es, pues, extraño, que sintiéndose loco el Espíritu se resienta aún de las trabas que durante la vida se oponían a su libre manifestación, hasta que esté completamente desprendido. Este efecto varía según las causas de la locura, porque hay locos que recobran toda la lucidez de sus ideas inmediatamente después de su muerte.

283. Evocaciones de los animales

36. ¿Puede evocarse el Espíritu de un animal? Después de la muerte del animal, el principio inteligente que estaba en él, está en un estado latente; al momento es utilizado por ciertos Espíritus encargados de este cuidado para animar nuevos seres, en los cuales continúa la obra de su elaboración. De este modo en el mundo de los Espíritus no hay Espíritus de animales errantes, sino únicamente Espíritus humanos. Esto contesta a vuestra pregunta.

–¿En qué consiste, pues, que ciertas personas, habiendo evocado a los animales han obtenido contestación? Evocad a una peña y os responderá. Hay siempre una turba de Espíritus dispuestos a tomar la palabra para todo.

Observación. – Por la misma razón si se evoca un mito, o un personaje alegórico, responderá, es decir, responderán por él, y el Espíritu que se presentará tomará el carácter y las maneras. Uno tuvo un día la idea de evocar a Tartufo y Tartufo vino en seguida; hizo más, habló de Orgón, de Elmira, de Damis y de Valeria, de quienes dio noticias; en cuanto a él, imitó al hipócrita con tanto arte como si Tartufo hubiese sido un personaje real. Más tarde dijo ser el Espíritu de un actor que había hecho este papel. Los Espíritus ligeros se aprovechan siempre de la inexperiencia de los que preguntan; pero se guardan de dirigirse a aquellos que saben que son ilustrados para descubrir sus imposturas y que no creerían sus cuentos. Lo mismo sucede entre los hombres.

Un caballero tenía en su jardín un nido de jilgueros por los que se interesaba mucho; un día desapareció el nido; persuadido de que nadie de su casa era culpable de este delito, como él era médium, tuvo la idea de evocar a la madre de los pequeñuelos; vino, y le dijo en muy buen francés: “No culpes a nadie, y sosiégate sobre la suerte de mis pequeños; ha sido el gato que saltando ha hecho caer el nido; lo encontrarás en la yerba, lo mismo que los pequeños que no han sido comidos”. Averiguado, se encontró exacto, ¿Es menester por esto sacar en consecuencia que fue el pájaro el que contestó? Seguramente que no; sino un Espíritu que conocía la historia. Esto prueba cuanto debe uno desconfiar de las apariencias y cuán justa es la respuesta anterior: “Evocad una roca y os responderá”. – (Véase el capítulo de la Mediumnidad en los animales, núm. 234).

284. Evocación de las personas vivientes

37. La encarnación del Espíritu, ¿es un obstáculo absoluto para su evocación? No, pero es preciso que el estado del cuerpo permita al Espíritu desprenderse de la materia en este momento. El Espíritu encarnado viene con tanta más facilidad cuanto más elevado es el mundo en que se encuentra, porque los cuerpos son allí menos materiales.

38. ¿Puede evocarse el Espíritu de una persona viviente? Sí, puesto que puede evocarse un Espíritu encarnado. El Espíritu de un viviente puede también en sus momentos de libertad presentarse, sin ser evocado; esto depende de su simpatía por las personas con las cuales se comunica. (Véase en el número 115, la historia del hombre de la caja de polvo).

39. ¿En qué estado está el cuerpo de la persona cuyo Espíritu se evoca? Duerme o dormita; entonces es cuando el Espíritu es libre. –¿Podría despertarse el cuerpo mientras que el Espíritu está ausente? No; el Espíritu está obligado a volver a entrar en él; si en este momento está hablando con vosotros, os deja y algunas veces os dice el motivo.

40. ¿El Espíritu ausente del cuerpo, ¿cómo es advertido de la necesidad de su presencia? El Espíritu de un cuerpo viviente nunca está completamente separado; a cualquiera distancia que se transporte, está unido a él por un lazo fluídico que sirve para llamarle cuando es necesario; este lazo solo se rompe con la muerte.

Observación. – Este lazo fluídico ha sido apercibido a menudo por médiums videntes. Es una especie de rastro fosforescente que se pierde en el espacio en dirección al cuerpo. Ciertos Espíritus han dicho que en esto se reconocen aquellos que pertenecen al mundo corporal.

41. ¿Qué sucedería si durante el sueño y en ausencia del Espíritu, el cuerpo fuese herido mortalmente? El Espíritu sería advertido y volvería a entrar antes que la muerte se consumase. –De ese modo, ¿no podría suceder que el cuerpo muriese en la ausencia del Espíritu, y que éste, a su vuelta, no pudiese volver a entrar? No; esto sería contrario a la ley que rige la unión del alma y del cuerpo. –¿Pero si fuese el golpe dado súbitamente y de improviso? El Espíritu sería avisado antes que se diera el golpe mortal.

Observación. – Preguntado el Espíritu de un vidente sobre este hecho, respondió: “Si el cuerpo podía morir en ausencia del Espíritu, esto sería un medio muy cómodo de cometer suicidios hipócritas”.

42. ¿El Espíritu de una persona evocada durante el sueño, es tan libre de comunicarse como el de una persona muerta? No; la materia influye siempre poco o mucho.

Observación. – Una persona en este estado a la que se dirigía esta pregunta, contestó: Estoy siempre encadenado a la bala que arrastro tras de mí. –En este estado, ¿podría ser impedimento al Espíritu para venir, el que estuviese en otra parte? Sí; puede suceder que el Espíritu esté en un paraje y que se complaciera en permanecer allí, entonces no viene a la evocación, sobre todo cuando es hecha por alguno que no le interesa.

43. ¿Es enteramente imposible evocar el Espíritu de una persona despierta? Aunque difícil, no es absolutamente imposible, porque si la evocación llega, puede suceder que la persona se duerma; pero el Espíritu no puede comunicarse, como Espíritu, sino en los momentos en que su presencia no es necesaria para la actividad inteligente del cuerpo.

Observación. – La experiencia nos prueba que la evocación hecha durante el estado de vela puede provocar sueño, o al menos una absorción vecina al sueño, pero este efecto solo puede tener lugar por una voluntad muy enérgica y si existen lazos de simpatía entre las dos personas; de otro modo la evocación no tiene resultado. En el mismo caso en que la evocación podría provocar sueño, si el momento es inoportuno, no queriendo dormir, la persona opondrá resistencia, y si sucumbe, su Espíritu estará turbado y responderá difícilmente. Resulta de esto que el momento más favorable para la evocación de una persona viviente es el de su sueño natural, porque siendo libre, su Espíritu puede venir al que le llama de la misma manera que podría ir a otra parte. Cuando la evocación se hace con el consentimiento de la persona y que ésta procura dormirse con este objeto, puede suceder que esta preocupación retarde el sueño y turbe al Espíritu; por esto el sueño no forzado es el preferido.

44. Una persona viviente evocada, ¿tiene de ello conciencia al despertar? No; vosotros lo sois más a menudo de lo que creéis. Sólo su Espíritu lo sabe y puede algunas veces dejarle una vaga impresión como de un sueño. –¿Quién es el que puede evocarnos si somos seres obscuros? En otras existencias podéis haber sido personas conocidas en este mundo o en otros, y además vuestros parientes y vuestros amigos igualmente en este mundo o en otros. Supongamos que tu Espíritu haya animado el cuerpo del padre de otra persona; pues bien: cuando esta persona evoque a su padre, será tu Espíritu el que será evocado y responderá.

45. ¿El Espíritu evocado de una persona viviente responde como Espíritu o según las ideas de cuando está despierto? Esto depende de su elevación, pero juzga más sanamente y con menos preocupaciones, absolutamente como los sonámbulos; es un estado parecido a poca diferencia.

46. ¿Si el Espíritu de un sonámbulo en estado de sueño magnético fuese evocado, sería más lúcido que el de otra persona? Si duda respondería con más facilidad porque está más desprendido; todo depende del grado de independencia del Espíritu y del cuerpo. –¿El Espíritu de un sonámbulo podría responder a una persona que le evocase a distancia, al mismo tiempo que respondería verbalmente a otra persona? La facultad de comunicarse simultáneamente sobre dos puntos diferentes no pertenece sino a los Espíritus completamente desprendidos de la materia.

47. ¿Se podrían modificar las ideas de una persona en el estado de vela, obrando sobre su Espíritu durante el sueño? Sí, algunas veces; el Espíritu no está ya unido a la materia por lazos tan íntimos; por esto es más accesible a las impresiones morales y estas impresiones pueden influir sobre su manera de ver en el estado ordinario. Desgraciadamente sucede muy a menudo que al despertarse, la naturaleza corporal le conduce a hacerle olvidar las buenas resoluciones que ha podido tomar.

48. El Espíritu de una persona viviente ¿es libre de decir lo que quiere? Tiene sus facultades de Espíritu y por consiguiente su libre albedrío, y como tiene más perspicacia, es también más circunspecto que cuando está despierto.

49. ¿Podría obligarse a una persona, evocándola, a decir lo que ella quisiera callar? He dicho ya que el Espíritu tiene su libre albedrío, pero puede ser que como Espíritu dé menos importancia a ciertas cosas que en el estado ordinario; su conciencia puede hablar con más libertad. Por lo demás, si no quiere hablar, puede siempre evadirse de las impertinencias marchándose, porque no puede detenerse su Espíritu como se retiene su cuerpo.

50. ¿El Espíritu de una persona viviente no podría ser obligado por otro Espíritu a venir y hablar del mismo modo que tiene lugar con los Espíritus errantes? Entre los Espíritus, que estén muertos o vivos, solo hay supremacía por la superioridad moral, y debéis creer bien que un Espíritu superior jamás prestaría su apoyo a una fea indiscreción.

Observación. – Este abuso de confianza sería en efecto una mala acción, pero no podría tener resultado, puesto que no se puede arrancar un secreto que el Espíritu quisiera callar, a menos que, dominado por un sentimiento de justicia, confesase lo que en otras circunstancias callaría.

Una persona quiso saber, por este medio, de uno de sus parientes, si el testamento de este último estaba en su favor. El Espíritu contestó: “Sí, mi amada sobrina, y muy pronto tendrás la prueba”. En efecto, la cosa era real, pero pocos días después, el pariente destruyó su testamento y tuvo la malicia de hacerlo saber a la persona, sin que supiese que había sido evocado. Un sentimiento instintivo, le condujo, sin duda, a ejecutar la resolución que el Espíritu había tomado según la pregunta que se le había hecho. Hay bajeza en pedir al Espíritu de un muerto o de un vivo, lo que uno no se atrevería a pedir a su persona; y esta bajeza por lo mismo no tiene por compensación el resultado que se promete.

51. ¿Puede evocarse un Espíritu cuyo cuerpo está aun en el seno de su madre? No; sabéis bien que en este momento el Espíritu está en una turbación completa.

Observación. – La encarnación no tiene lugar definitivamente sino en el momento en que el niño respira; pero desde la concepción el Espíritu designado para animarle, está sobrecogido de una turbación que aumenta cuando se aproxima el nacimiento y le quita la conciencia de sí mismo y por consecuencia la facultad de responder. (Véase El libro de los Espíritus: Vuelta a la vida corporal; unión del alma y del cuerpo, núm. 344).

52. ¿Un Espíritu mentiroso podría tomar el puesto de una persona viviente que se evocase? Esto no es dudoso y sucede muy a menudo, sobre todo cuando la intención del evocador no es pura. Por lo demás la evocación de las personas, vivientes sólo tiene el interés de un estudio psicológico; conviene abstenerse siempre que no pueda tener un resultado instructivo.

Observación. – Si la evocación de los Espíritus errantes no siempre da resultado, para servirnos de su expresión, esto es mucho más frecuente para los que están encarnados; entonces, sobre todo es cuando los Espíritus mentirosos toman su puesto.

53. La evocación de una persona viviente ¿tiene inconvenientes? Nunca deja de tener peligro; esto depende de la posición de la persona, porque si está enferma puede aumentar sus sufrimientos.

54. ¿En qué caso la evocación de una persona viviente puede tener más inconvenientes? Debe abstenerse de evocar a los niños de muy corta edad, a las personas gravemente enfermas, a los ancianos achacosos, en una palabra, puede tener inconvenientes todas las veces que el cuerpo está muy debilitado.

Observación. – La brusca suspensión de las facultades intelectuales durante el estado de vela, podría también ofrecer peligro si la persona se encontraba en este momento en la necesidad de tener toda su presencia de espíritu.

55. ¿Durante la evocación de una persona viviente, experimenta su cuerpo fatiga a consecuencia del trabajo al que se entrega el Espíritu aunque se halle ausente? Una persona en este estado y que pretendía que su cuerpo se fatigaba, respondió a esta pregunta: Mi Espíritu es como un globo cautivo atado a un poste; mi cuerpo es el poste que se estremece por las sacudidas del globo.

56. ¿Puesto que la evocación de personas vivientes puede tener inconvenientes cuando se hace sin precaución, el daño existe también cuando se evoca a un Espíritu que no se sabe si está encarnado y que podría no encontrarse en condiciones favorables? No; las circunstancias no son las mismas; no vendrá si no está en disposición de hacerlo. Y, además, ¿no os he dicho que preguntéis antes de hacer una evocación, si podéis hacerla?

57. Cuando nosotros experimentamos en los momentos más inoportunos, una irresistible pasión de sueño, ¿dimana de que nos evocan en alguna parte? Sin duda esto puede tener lugar, pero lo más a menudo es un efecto puramente físico, sea que el cuerpo tenga necesidad de descanso, sea que el Espíritu tenga necesidad de libertad.

Observación. – Una señora conocida nuestra, médium, tuvo un día la idea de evocar al Espíritu de su nieto que dormía en la misma habitación. La identidad se hizo constar por el lenguaje, las expresiones familiares del niño y por el relato muy exacto de muchas cosas que le habían sucedido en su pensión, pero una circunstancia vino a confirmarlo. De repente la mano de la médium se paró en medio de una frase, sin que fuera posible obtener nada más; en este momento, el niño medio despierto hizo muchos movimientos en la cama; algunos instantes después, volviéndose a dormir, la mano marchó otra vez continuando la conversación interrumpida. La evocación de las personas vivientes, hecha en buenas condiciones, prueba de la manera más patente la acción distinta del Espíritu y del cuerpo y por consiguiente la existencia de un principio inteligente, independiente de la materia. (Véase en la Revista Espírita de 1860, págs. 11 y 81, muchos ejemplos notables de evocación de personas vivientes.)

285. Telegrafía humana

58. Evocándose dos personas recíprocamente, ¿podrían transmitir sus pensamientos y establecer una correspondencia? Sí, y esta telegrafía humana un día será el medio universal de correspondencia.

–¿Por qué no ha de ser desde ahora? Ya lo es para ciertas personas, pero no para todo el mundo; es menester que los hombres se depuren para que su Espíritu se desprenda de la materia, y esta es también una razón para hacer la evocación en nombre de Dios. Hasta entonces está circunscripto a las almas elegidas y desmaterializadas, lo que encuentra raramente en el estado actual de los habitantes de la Tierra.