EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

Volver al menú
76. Pongamos una comparación. Cuando se tiene la voluntad de obrar materialmente sobre un punto cualquiera colocado a distancia, el pensamiento es el que quiere, pero el pensamiento solo no va a tocar este punto; le es preciso un intermediario que el mismo dirige: un bastón, un proyectil, una corriente de aire, etc. Observad, también, que el pensamiento no obra directamente sobre el bastón, porque si no se le toca no obrará por sí solo. El pensamiento, que no es otro que el Espíritu encarnado en nosotros, está unido al cuerpo por el periespíritu; así, pues, no puede obrar sobre el cuerpo sin el periespíritu, como no puede obrar sobre el bastón sin el cuerpo; obra sobre el periespíritu porque es la sustancia con la cual tiene más afinidad; el periespíritu obra sobre los músculos, los músculos cogen el bastón y el bastón toca el objeto. Cuando el Espíritu no está encarnado, le es preciso un auxiliar extraño; este auxiliar es el fluido con cuya ayuda hace que el objeto sea propio para seguir la impulsión de su voluntad.