EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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7. Si la creencia en los Espíritus y en sus manifestaciones fuese una concepción aislada, producto de un sistema, podría con alguna apariencia de razón ser sospechosa de ilusión; pero que se nos diga ¿por qué se la encuentra tan viva entre todos los pueblos antiguos y modernos, y en los libros santos de todas las religiones conocidas? Esto es, dicen algunos críticos, porque en todo tiempo el hombre ha amado lo maravilloso. – ¿Qué es, pues, lo maravilloso según vosotros? – Lo que es sobrenatural. – ¿Qué entendéis por sobrenatural? – Lo que es contrario a las leyes de la Naturaleza. – ¿Acaso conocéis estas leyes con tanta perfección que os sea posible marcar un límite a la potencia de Dios? ¡Pues bien! Probad entonces que la existencia de los Espíritus y sus manifestaciones son contrarias a las leyes de la Naturaleza; que esto no es y no puede ser una de estas leyes. Seguid la Doctrina Espírita y ved si se eslabona con todos los caracteres de una admirable ley que resuelve todo lo que las leyes filosóficas no han podido resolver hasta este día. El pensamiento es uno de los atributos del Espíritu; la posibilidad de obrar sobre la materia, de hacer impresión sobre nuestros sentidos y como consecuencia de transmitir su pensamiento, resulta, si podemos expresarnos así, de su constitución fisiológica; luego no hay en este hecho nada de sobrenatural, nada de maravilloso. Que un hombre muerto y bien muerto, resucite corporalmente, que sus miembros dispersos se reúnan para volver a formar su cuerpo, he aquí lo maravilloso, lo sobrenatural, lo fantástico; eso sería una verdadera derogación que Dios no puede cumplir sino por un milagro, pero no hay nada de esto en la Doctrina Espírita.