EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

Volver al menú
Transfiguración

122. Pasemos al segundo fenómeno, el de la transfiguración. Consiste en el cambio de aspecto de un cuerpo vivo. He aquí respecto a esto un hecho del que podemos garantizar la perfecta autenticidad que pasó en los años 1858 y 1859, en las cercanías de Sain-Etienne. Una joven de unos quince años gozaba de la singular facultad de transfigurarse, esto es, de tomar en momentos dados todas las apariencias de ciertas personas muertas; la ilusión era tan completa, que se creía tener la persona delante de sí tan semejantes eran las facciones, la mirada, el sonido de la voz y hasta la jerga o dialecto. Este fenómeno se ha renovado centenares de veces independientemente de la voluntad de la joven. Muchas veces tomaba la apariencia de su hermano, muerto algunos años antes; tenía no sólo su figura, sino la talla y el volumen del cuerpo. Un médico del país, varias veces testigo de estos raros efectos, y queriendo asegurarse si era él juguete de una ilusión, hizo la experiencia siguiente. Nosotros hemos adquirido estas noticias de él mismo, del padre de la joven y de muchos otros testigos oculares muy honrados y muy dignos de fe. Tuvo la idea de pesar a la joven en su estado normal, después en el de la transfiguración, cuando tenía la apariencia de su hermano, de edad veintitantos años, mucho más corpulento y robusto. Pues bien: se encontró que en este último estado el peso era casi el doble. La experiencia era concluyente y no era posible atribuir esta apariencia a una simple ilusión óptica. Ensayemos la explicación de este hecho que en otro tiempo se hubiera llamado milagro, y que nosotros llamamos simplemente fenómeno. (1) Véase la Revista Espírita, enero de 1859, “El Duende de Bayona”; febrero 1859, “Los no engendrados, Mi amigo Hermann”; mayo 1859; “El Lazo entre el Espíritu y el cuerpo”; noviembre 1859, “El alma errante”; enero 1860, “El Espíritu de un lado y el cuerpo de otro”; marzo 1860, “Estudio sobre el Espíritu de las personas vivas: El doctor V. y la señora I”.; abril 1860, “El fabricante de San Petersburgo”; “Apariciones tangibles”; noviembre 1860; “Historia de María de Agreda”; julio 1861, “Una aparición providencial”.

123. La transfiguración, en ciertos casos, puede tener por causa una simple contracción muscular que puede dar a la fisonomía una expresión diferente, al punto de hacer la persona casi desconocida. Nosotros lo hemos observado muchas veces en ciertos sonámbulos, pero en este caso la transformación es radical; una mujer podrá aparecer joven o vieja, bella o fea, pero será siempre una mujer, y su peso, sobre todo, no aumentará ni disminuirá. En el caso de que se trata, es bien evidente que hay alguna cosa de más: la teoría del periespíritu nos pondrá en camino. Está admitido en principio que el Espíritu puede dar a su periespíritu todas las apariencias; que por una modificación en la disposición molecular puede darle la visibilidad, la tangibilidad y, por consecuencia, la opacidad; que el periespíritu de una persona viva, aislada del cuerpo, puede sufrir las mismas transformaciones; que este cambio de estado se opera por la combinación de los fluidos. Figurémonos ahora el periespíritu de una persona viva, no aislada, sino irradiando alrededor del cuerpo de manera que lo envuelva con una especie de vapor; en este estado puede sufrir las mismas modificaciones que si estuviese separado del cuerpo; si pierde su transparencia, el cuerpo puede desaparecer, venir a ser invisible y estar velado como si estuviese metido en una densa niebla. Podrá también cambiar de aspecto, volverse resplandeciente si tal es la voluntad o el poder del Espíritu. Otro Espíritu, combinando su propio fluido con el primero, puede sustituirle con su propia apariencia; de tal modo que el cuerpo real desaparezca bajo una envoltura fluídica exterior, cuya apariencia puede variar a gusto del Espíritu. Tal parece ser la verdadera causa del extraño y raro fenómeno, preciso es decirlo así, de la transfiguración. En cuando a la diferencia del peso, se explica de la misma manera que para los cuerpos inertes. El peso intrínseco del cuerpo no ha variado porque la cantidad de materia no ha aumentado; sufre, sí, la influencia de un agente exterior que puede aumentar o disminuir el peso relativo, como lo hemos explicado más arriba, números 78 y siguientes. Es, pues, probable que si la transfiguración hubiese tenido lugar bajo el aspecto de un niño, el peso hubiera disminuido a proporción.