EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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225. La disertación siguiente, dada espontáneamente por un Espíritu superior, que se ha revelado por las más elevadas comunicaciones, resume de la manera más clara y más completa la cuestión de papel de los médiums.


Cualquiera que sea la naturaleza de los médiums escribientes, mecánicos, semimecánicos o simplemente intuitivos, nuestros procedimientos de comunicación con ellos no varían esencialmente. En efecto, nos comunicamos con los Espíritus encarnados, como con los Espíritus propiamente dichos, por la sola difusión de nuestro pensamiento.


Nuestros pensamientos no tienen necesidad de la palabra para que sean comprendidos por los Espíritus, y todos perciben el pensamiento que deseamos comunicarles con sólo dirigirlo hacia ellos, y esto es en razón de sus facultades intelectuales, es decir, que tal pensamiento puede ser comprendido por algunos, según su adelantamiento, mientras que para otros, no despertándoles este pensamiento ningún recuerdo, ningún conocimiento en el fondo de su corazón o de su cerebro, no es perceptible para ellos. En este caso es Espíritu encarnado que nos sirve de médium es más propio para manifestar nuestro pensamiento a los otros encarnados, aun cuando él no lo comprenda, que un Espíritu desencarnado y poco avanzado no podría hacerlo sin estar obligado a recurrir a su intermediario; porque el ser terrestre pone su cuerpo como instrumento a nuestra disposición, lo que no puede hacer el Espíritu errante.


De este modo, cuando encontramos un médium con el cerebro bien provisto de conocimientos adquiridos en la vida actual y su Espíritu rico de conocimientos anteriores latentes propios para facilitar nuestras comunicaciones, nos servimos de él con preferencia, porque con él, el fenómeno de la comunicación no es mucho más fácil que con un médium cuya inteligencia fuese limitada y cuyos conocimientos anteriores hubiesen quedado insuficientes. Vamos a ver si podemos hacernos comprender por algunas explicaciones limpias y precisas.


Con un médium cuya inteligencia actual o anterior se encuentra desarrollada, nuestro pensamiento se comunica instantáneamente de Espíritu a Espíritu, por una facultad propia a la esencia del mismo Espíritu. En este caso encontramos en el cerebro del médium los elementos propios para dar a nuestro pensamiento la forma de la palabra correspondiendo a este pensamiento, y esto que el médium sea intuitivo, semimecánico o mecánico puro. Por esto cualquiera que sea la diversidad de los Espíritus que comunican con el médium, los dictados que se obtienen por él, aunque procedan de Espíritus diversos, llevan el sello de la forma y el calor personal de este médium. Sí; bien que el pensamiento sea del todo extraño a él, bien que el asunto salga del círculo en el cual se mueve habitualmente, o bien que lo que nosotros queremos decir no provenga de ningún modo de él, no por esto deja de influir menos la forma, por las cualidades y las propiedades que son adecuadas a su individuo. Es absolutamente como cuando vosotros miráis deferentes puntos de vista con anteojos de diferentes matices, verdes, blancos o azules: aun cuando los puntos de vista u objetos mirados estén enteramente opuestos y enteramente independientes los unos de los otros, no por esto afectan menos siempre un tinte que proviene del color de los anteojos. Mejor aún, compararemos los médiums a estas vasijas llenas de líquidos de colores y transparentes que se ven en el mostrador de los farmacéuticos; pues bien: nosotros somos como las luces que iluminamos ciertos puntos de vista morales, filosóficos e internos a través de los médiums, azules, verdes o encarnados, de tal modo que nuestros rayos luminosos, precisados a pasar a través de los cristales, más o menos bien tallados, más o menos transparentes, es decir, por médiums más o menos inteligentes, no llegan sobre los objetos que queremos iluminar sino tomando el tinte, o mejor, la forma propia y particular de estos médiums. En fin, para terminar por la última comparación, nosotros, los Espíritus, somos como los compositores de música, que hemos compuesto o queremos improvisar un aire y no tenemos a la mano sino un piano, un violín, una flauta, un bajo o un silbato de dos cuartos. Es incontestable que con el piano, la flauta o el violín, ejecutaremos nuestro fragmento de una manera muy comprensible para los oyentes; y aun cuando los sonidos proviniendo del piano, del bajo o del clarinete, sean esencialmente diferentes los uno de los otros, nuestra composición será idénticamente la misma, salvo los cambios del sonido. Pero si sólo tenemos a nuestra disposición un silbato o un embudo, esta es nuestra dificultad.


En efecto, cuando nos vemos precisados a servirnos de médiums poco avanzados, nuestro trabajo es más largo y mucho más penoso, porque nos vemos obligados por recurso a tomar formas incompletas, lo que para nosotros es una complicación; porque entonces nos vemos forzados a descomponer nuestros pensamientos y proceder, palabra por palabra, letra por letra, lo que es enojoso y fatigante para nosotros, y una traba real para la prontitud y el desarrollo de nuestras manifestaciones.


Por esto somos felices cuando encontramos médiums bien apropiados, bien útiles, dotados de materiales prontos a funcionar, buenos instrumentos, en una palabra, porque entonces, nuestro periespíritu, obrando sobre el periespíritu que nosotros mediumnizamos, no hay más que dar impulsión a la mano que nos sirve de porta plumas o de lapicero; mientras que, con los médiums insuficientes, estamos obligados a hacer un trabajo análogo al que hacemos cuando nos comunicamos por golpes, es decir, designando letra por letra, palabra por palabra, cada una de las frases que forman la traducción de los pensamientos que queremos comunicar.


Por estas razones nos dirigimos con preferencia a las clases ilustradas e instruidas, para la divulgación del Espiritismo y el desarrollo de las facultades mediúmnicas escritoras, aun cuando entre estas clases se encuentran los individuos más incrédulos, los más rebeldes y los más inmorales. De la misma manera que dejamos hoy a los Espíritus burlones y poco avanzados el ejercicio de las comunicaciones tangibles de golpes y aportes, de la misma manera los hombres poco formales entre vosotros prefieren la vista de los fenómenos que hieren sus ojos y sus oídos, a los fenómenos puramente espirituales, puramente psicológicos.


Cuando queremos proceder por dictados espontáneos obramos sobre el cerebro, sobre el archivo del médium y reunimos nuestros materiales con los elementos que nos proporciona y siempre sin que él lo sepa; es como si tomásemos de su bolsillo las monedas que tuviese en él y las colocáramos siguiendo el orden que nos pereciera más útil.


Pero cuando el médium quiere preguntarnos el mismo de cualquier manera que sea, es bueno que reflexione formalmente a fin de que pueda preguntarnos de un modo metódico, facilitándonos así nuestro trabajo de contestación. Porque, como ya se os ha dicho en una instrucción precedente, vuestro cerebro está, a veces, en un desorden confuso, nos es tan penoso como difícil el movernos en el laberinto de vuestros pensamientos. Cuando las preguntas deben hacerse por terceros, es bueno, es útil que la serie de preguntas sean comunicadas anticipadamente al médium para que éste se identifique con el Espíritu que evoca y se impregne de ellas, por decirlo así, porque nosotros mismos tenemos entonces mucho más facilidad para responder, por la afinidad que existe entre nuestro periespíritu y es del médium que nos sirve de intérprete.


Ciertamente nosotros podemos hablar de matemática por mediación de un médium que parezca no entender nada; pero a veces el Espíritu de este médium posee este conocimiento en estado latente, es decir, personal, al ser fluídico y no al ser encarnado, porque su cuerpo actual es un instrumento rebelde o contrario a este conocimiento, Lo mismo sucede con la astronomía, la poesía, la medicina y los diversos idiomas, así como con todos los otros conocimientos particulares de la especie humana. En fin, tenemos, además, el medio trabajoso de la elaboración con médiums completamente extraños al objeto de que se han tratado, reuniendo las letras y las palabras, como en tipografía.


Así como lo hemos dicho ya, los Espíritus no tienen necesidad de vestir su pensamiento; perciben y comunican los pensamientos por el solo hecho de que existen en ellos. Los seres corporales al contrario no pueden percibir el pensamiento sino revestido. Mientras que la letra, la palabra, el sustantivo, el verbo, la frase, por decirlo de una vez, os son necesarias para percibir aunque sea mentalmente; ninguna forma visible o tangible es necesaria para nosotros. ERASTO Y TIMOTEO.”


Observación. — Este análisis del papel de los médiums, y de los procederes con ayuda de los cuales se comunican los Espíritus, es tan claro como lógico. Se desprende de este principio, que el Espíritu no saca sus ideas, sino los materiales necesarios para expresarlas en el cerebro del médium y que cuanto más este cerebro es rico en materiales, más fácil es la comunicación. Cuando el Espíritu se expresa en un lenguaje que es familiar al médium, encuentra en él las palabras completamente formadas para revestir la idea; si es en una lengua que le es extraña, no encuentra en él las palabras si no sólo y simplemente las letras; por esto el Espíritu está obligado a dictar, por decirlo así, letra por letra, de la misma manera que si nosotros quisiéramos hacer escribir en alemán al que no sabe ni una palabra. Si el médium no sabe leer ni escribir, tampoco posee el don de las letras; entonces es preciso conducirle la mano como a un discípulo; aquí hay una dificultad aun más grande que vencer. Estos fenómenos son , pues, posibles, y se tiene numerosos ejemplos; pero se comprende que ese modo de proceder está poco acorde con la extensión y la rapidez de las comunicaciones, y que los Espíritus deben preferir los instrumentos más fáciles, o como ellos dicen, los médiums bien surtidos a su punto de vista.


Si aquellos que soliciten estos fenómenos como un medio de convicción, hubiesen estudiado con anticipación la teoría, sabrían en qué condiciones excepcionales se producen.