EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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275. Entre las causas que pueden oponerse a la manifestación de un Espíritu, las unas les son personales y las otras les son extrañas. Es menester colocar entre las primeras sus ocupaciones o las misiones que cumple y de las que no puede separarse para ceder a nuestros deseos; en este caso, su visita sólo queda aplazada.

Hay, además, su propia situación. Bien que el estado de encarnación no sea un obstáculo absoluto, puede ser un impedimento en ciertos momentos dados, sobre todo cuando la encarnación tiene lugar en mundos inferiores y cuando el mismo Espíritu está poco desmaterializado. En los mundos superiores, en aquellos en que los lazos del Espíritu y de la materia son muy sutiles, la manifestación es casi tan fácil que en el estado errante y en todos los casos más fácil que en aquellos en que la materia corporal es más compacta.

Las causas extrañas tienen relación, principalmente, con la naturaleza del médium, con la de la persona que evoca, con el centro en el cual se hace la evocación, y finalmente con el fin que uno se propone. Ciertos médiums reciben más particularmente comunicaciones de sus Espíritus familiares, que pueden ser más o menos elevados; otros son aptos para servir de intermediarios para todos los Espíritus; esto depende de la simpatía o de la antipatía, de la atracción, o de la repulsión, que el Espíritu personal del médium ejerce sobre el Espíritu extraño, que puede tomarle por intérprete con gusto o con repugnancia. Esto, depende también, haciendo abstracción de las cualidades íntimas del médium, del desarrollo de la facultad mediúmnica. Los Espíritus vienen con más gusto, y sobre todo son más explícitos con un médium que no les ofrezca ningún obstáculo material. Por lo demás, lo mismo sucede en cuanto a las condiciones morales; cuanta más facilidad tiene un médium para escribir o para expresarse, más se generalizan sus relaciones con el mundo de los Espíritus.