EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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CAPÍTULO XXI - INFLUENCIA DEL CENTRO

231. 1. ¿El centro en el cual se encuentra el médium, ejerce alguna influencia sobre las manifestaciones? Todos los Espíritus que rodean al médium le ayudan, tanto en el bien como en el mal.

2. ¿Los Espíritus superiores no pueden triunfar de la mala voluntad del Espíritu encarnado que les sirve de intérprete y de los que le rodean? Sí, cuando lo juzgan útil y según la intención de la persona que se les dirige. Ya lo hemos dicho: los Espíritus más elevados pueden algunas veces comunicarse por un favor especial a pesar de la imperfección del médium y del centro, pero entonces éstos permanecen allí como extraños.

3. ¿Los Espíritus superiores procuran conducir las reuniones fútiles a ideas más formales? Los Espíritus superiores no van a las reuniones en las que saben que su presencia es inútil. En los centros poco instruidos, pero en los que hay sinceridad, vamos con gusto, aun cuando no encontremos sino medianos instrumentos; pero en los centros instruidos, en los que domina la ironía, no vamos. Allí es menester hablar a los ojos y a los oídos; este es el papel de los Espíritus golpeadores y burlones. Es bueno que las gentes engreídas por su ciencia sean humilladas por los Espíritus menos sabios y menos avanzados.

4. ¿La entrada en las reuniones formales está prohibida a los Espíritus inferiores? No, algunas veces permanecen en ellas para aprovecharse de las enseñanzas que allí se dan; pero se callan como los atolondrados en las asambleas de los sabios.

232. Sería un error el creer que es menester ser médium para atraerse los seres del mundo invisible. El espacio está lleno de ellos; los tenemos sin cesar a nuestro alrededor, a nuestro lado, que nos ven, nos observan, se mezclan en nuestras reuniones, nos siguen o nos evitan según los atraemos o rechazamos. La facultad mediúmnica nada tiene de ver con esto; sólo es un medio de comunicación. Acerca de lo que nosotros hemos visto sobre la causa de simpatía o antipatía de los Espíritus, se comprenderá perfectamente que debemos estar rodeados de aquellos que tienen afinidad por nuestro propio Espíritu, según está elevado o degradado. Consideremos ahora el estado moral de nuestro globo, y se comprenderá cuál es la índole de los Espíritus que deben dominar entre los Espíritus errantes. Si vamos a ver cada pueblo en particular, podremos juzgar por el carácter dominante de los habitantes, por sus preocupaciones, sus sentimientos más o menos morales y humanitarios, las órdenes de Espíritus que en ellos se dan cita.

Partiendo de este principio, supongamos una reunión de hombre ligeros, inconsecuentes, ocupados en sus placeres; ¿cuáles serán los Espíritus que se encontrarán allí de preferencia? Seguramente no serán Espíritus superiores, de la misma manera que nuestros sabios y nuestros filósofos no irían a pasar allí el tiempo. Así, pues, todas las veces que los hombres se reúnen, tiene con ellos una asamblea oculta que simpatiza con sus cualidades o extravagancias, y esto haciendo abstracción de todo pensamiento de evocación. Admitamos ahora que tenga la posibilidad de hablar con los seres del mundo invisible por medio de un intérprete, es decir, por un médium; ¿cuáles son los que responderán a su llamamiento? Evidentemente los que están allí preparados y solo esperan una ocasión para comunicarse. Si en una asamblea fútil se llama a un espíritu superior, podrá venir y aún hacer oír algunas palabras razonables, como un buen pastor viene entre su rebaño descarriado; pero desde el momento que no es comprendido ni escuchado, se va, como haríais vosotros mismos en su puesto, y entonces los otros tienen el paso franco.

233. No siempre basta que una asamblea sea formal para tener comunicaciones de un orden elevado; hay gentes que no ríen nunca, pero su corazón por esto no es más puro; así, pues, el corazón sobre todo es el que atrae a los buenos Espíritus. Ninguna condición moral excluye las comunicaciones espiritistas, pero si se está en malas condiciones se habla con sus iguales que no hacen falta para engañarnos y a menudo acarician nuestras preocupaciones.

Se ve por eso la enorme influencia del medio sobre la naturaleza de las manifestaciones inteligentes; pero esta influencia no se ejerce como lo han pretendido algunas personas, cuando aún no se conocía el mundo de los Espíritus como se conoce hoy, y antes que experimentos más concluyentes hayan venido a esclarecer las dudas. Cuando las comunicaciones concuerdan con la opinión de los asistentes, no es porque esta opinión se refleje en el Espíritu del médium como un espejo; es porque tenéis entre vosotros Espíritus que os son simpáticos tanto para el bien como para el mal, y que abundan en vuestro sentido; y lo que prueba es que si tenéis la fuerza de atraeros otros Espíritus que aquellos que os rodean, este mismo médium tendrá para vosotros un lenguaje enteramente diferente y os dirá las cosas que estén más lejos de vuestro pensamiento y de vuestras convicciones. En resumen, las condiciones del centro serán tanto mejores cuanto más homogeneidad haya para el bien, más sentimientos puros y elevados y más deseo sincero de instruirse sin ninguna segunda intención.