EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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Aptitudes especiales de los médiums

185. Además de las categorías de médiums que acabamos de enumerar, presenta la mediumnidad una variedad infinita de grados que constituyen lo que se llama médiums especiales, y que tienen aptitudes particulares todavía no definidas, hecha abstracción de las cualidades y conocimientos del Espíritu que se manifiesta.


La naturaleza de las comunicaciones siempre es relativa a la naturaleza del Espíritu y lleva el sello de su elevación o de su inferioridad, de su saber o de su ignorancia; pero con mérito igual, al punto de vista jerárquico, hay incontestablemente en él una propensión a ocuparse de una cosa antes que de otra; los Espíritus golpeadores, por ejemplo, no salen casi de las manifestaciones físicas; y entre los que dan manifestaciones inteligentes hay Espíritus poetas, músicos, dibujantes, moralistas, sabios, médicos, etcétera. Hablamos de los Espíritus de un orden mediano porque llegados a cierto grado, las aptitudes se confunden en la unidad de la perfección. Pero al lado de la aptitud del Espíritu hay la del médium, que es para él un instrumento más o menos cómodo, más o menos flexible, y en el cual descubre cualidades particulares que nosotros no podemos apreciar.


Pongamos una comparación: un músico muy hábil tiene a su disposición muchos violines, que para los demás todos serán muy buenos instrumentos, pero entre los cuales el artista consumado hace gran diferencia; encuentra en éstos graduaciones de una delicadeza extrema que le harán escoger los unos y rechazar los otros, graduaciones que comprende por intuición, pero que no puede definirlas. Lo mismo sucede respecto de los médiums: a cualidades iguales en la potencia mediúmnica; el Espíritu dará la preferencia al uno o a otro, según la clase de comunicación que quiere dar. Por ejemplo, hay personas que son médiums y escriben como tales admirables poesías, aunque en las condiciones ordinarias ellas no hayan podido ni sabido jamás hacer versos; otras, al contrario, que son poetas, y que como médiums no han podido nunca escribir más que prosa, a pesar de su deseo. Lo mismo sucede en cuanto al dibujo, música, etcétera. Hay algunos que, sin tener por sí mismos conocimientos científicos, tienen una aptitud más particular para recibir comunicaciones sabias; otros son para los estudios históricos; otros sirven más fácilmente de intérpretes para los Espíritus moralistas; en una palabra, cualquiera que sea la flexibilidad del médium; las comunicaciones que recibe con más facilidad tienen, generalmente, un carácter especial; los hay también que no salen de cierto círculo de ideas y cuando se apartan de éste sólo tienen comunicaciones incompletas, lacónicas y muchas veces falsas. Fuera de las causas de aptitud, los Espíritus se comunican también con más o menos voluntad por tal o cual intermediario, según su simpatías; así es que en condiciones iguales, el mismo Espíritu será mucho más explícito con ciertos médiums, sólo porque les convienen mejor.

186. Estaríamos, pues, en error si, por sólo tener a mano un buen médium, aunque tuviese la mayor facilidad en escribir, creyéramos obtener por él comunicaciones buenas y de todas clases. La primera condición es, sin contradicción, el asegurarse del origen de que dimanan, esto es, de las cualidades del Espíritu que las transmite; pero no es menos necesario el atender a las cualidades del instrumento que se da al Espíritu; es preciso, pues, estudiar la naturaleza del médium, como se estudia la naturaleza del Espíritu, porque estos son dos elementos esenciales para obtener un resultado satisfactorio. Hay un tercero que hace en eso un papel igualmente importante: es la intención, el pensamiento íntimo, el sentimiento más o menos laudable de aquel que interroga; y esto se concibe: Para que una comunicación sea buena, es menester que emane de un Espíritu bueno; para que este buen Espíritu pueda transmitirla, le es necesario un buen instrumento; para que quiera transmitirla es preciso que el objeto le convenga. El Espíritu que lee en el pensamiento juzga si la pregunta que se le propone merece una respuesta formal, y si la persona que la dirige es digna de recibirla; en caso contrario, no pierde su tiempo en sembrar buenos granos en las piedras, y entonces es cuando los Espíritus ligeros y burlones se dan prisa, porque se ocupan poco de la verdad, les tienen sin cuidado y generalmente son muy poco escrupulosos en cuanto al objeto y medio que emplean.


Resumimos aquí los principales géneros de mediumnidad, a fin de presentar, de algún modo, el cuadro sinóptico, comprendiendo los que ya hemos descrito en los capítulos precedentes, indicando los números en que se trata de ellos con más detalles.


Hemos agrupado las diferentes variedades de médiums por analogías de causas y efectos, sin que esta clasificación nada tenga de absoluta. Algunas se vuelven a encontrar frecuentemente; otras, al contrario, son raras y aun excepcionales, lo que tenemos cuidado de mencionar. Estas últimas indicaciones nos las han suministrado los Espíritus, que también han revisado este cuadro con un cuidado muy particular, y lo han completado con numerosas observaciones y nuevas categorías de tal modo que podemos decir que todo es obra suya. Hemos indicado por comillas sus observaciones textuales, cuando hemos creído que debían llamar la atención. En su mayoría son de Erasto y de Sócrates.