EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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63. Decimos, además que la forma de la mesa, la sustancia de que está hecha, la presencia de los metales, de la seda, de los vestidos de los asistentes, los días, las horas, la obscuridad o la luz, etc., son tan indiferentes como la lluvia o el buen tiempo. Sólo el volumen de la mesa es de alguna importancia, pero únicamente en el caso de que la potencia mediúmnica fuese insuficiente para vencer la resistencia; en caso contrario una sola persona aun niño puede hacer levantar una mesa de cien kilogramos, mientras que con condiciones menos favorables, doce personas no harían mover el más pequeño velador.

En este estado, cuando el efecto empieza a manifestarse, generalmente se oye un pequeño crugido en la mesa se siente como un estremecimiento que es el preludio del movimiento; parece que hace esfuerzos para destacarse; después se pronuncia el movimiento de rotación y se acelera hasta el punto de adquirir una rapidez tal que los asistentes casi no pueden seguirla. Una vez establecido el movimiento, pueden también separarse de la mesa, la que continúa moviéndose en diversos sentidos, sin contacto.

En otras circunstancias la mesa se levanta y se endereza, tan pronto sobre un solo pie como sobre otro; después vuelve a tomar con suavidad su posición natural. Otras, veces se balancea imitando el movimiento de ondulación de un buque; otras, en fin, pero para esto es preciso una potencia mediúmnica considerable, se destaca enteramente del suelo y se mantiene en equilibrio en el espacio, sin punto de apoyo, levantándose también algunas veces hasta el techo, de modo que puede pasarse por debajo; después vuelve a descender lentamente, meciéndose como lo haría una hoja de papel, o bien cae violentamente y se rompe, lo que prueba de una manera patente, que uno no es juguete de una ilusión óptica.