EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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Sobre el Espiritismo

I

Tened confianza en la bondad de Dios, y sed bastante perspicaces para comprender los preparativos de la nueva vida que os destina. Verdad es que no os será dado gozar de ella en esta existencia, ¿pero no seréis felices, sino volvéis a vivir en este globo, considerando desde arriba la obra que habréis empezado y que se desarrollará a vuestros ojos? Estad animados por una fe firme y sin vacilar contra los obstáculos que parece deber levantarse contra el edificio cuyos cimientos ponéis. Las bases sobre las cuales se apoya son sólidas: Cristo puso la primera piedra. ¡Ánimo, pues, arquitectos del Divino Maestro! Trabajad, edificad. Dios coronará vuestra obra. Pero no olvidéis que Cristo desconoce a cualquiera de sus discípulos que sólo tenga la caridad en los labios; no basta creer, sobre todo es menester dar ejemplo de bondad, de benevolencia y de desinterés, sin esto, vuestra fe será estéril para vosotros. San Agustín.

II

Cristo mismo preside los trabajos de toda clase que están en vías de cumplirse para abriros la era de renovación y de perfeccionamiento que os predicen vuestros guías espirituales. Si en efecto, echáis una mirada fuera de las manifestaciones espiritistas, sobre los acontecimientos contemporáneos, reconocerías sin duda alguna, las señales precursoras que os probarán de una manera irrecusable que han llegado los tiempos predichos. Las comunicaciones se establecen entre todos los pueblos; destruidas las barreras materiales, los obstáculos morales que se oponen a su unión, los prejuicios políticos y religiosos se borrarán rápidamente, y el reino de la fraternidad se establecerá en fin de una manera sólida y duradera. Observad desde hoy a los mismos soberanos, empujados por una mano invisible, tomar, cosa nunca oída por vosotros, la iniciativa en las reformas, y las reformas que vienen de arriba y espontáneamente son mucho más rápidas y más duraderas que las que vienen de abajo y arrancadas por la fuerza. A pesar de los prejuicios de la infancia y de la educación a pesar del culto a la tradición, yo había presentido la época actual; soy feliz por ello, y soy aun más feliz viniendo a deciros: Hermanos, ánimo. Trabajad para vosotros y para el porvenir de los vuestros. Trabajad sobre todo por vuestro mejoramiento personal, y gozaréis en vuestra primera existencia de una felicidad de la que os es tan difícil el formaros una idea, como a mí el hacerla comprender. Chateaubriand.

III

Pienso que el Espiritismo es un estudio enteramente filosófico de las causas secretas, de los movimientos interiores del alma, poco o de ninguna manera definidos hasta ahora. Explica aun más de lo que descubre nuevos horizontes. La reencarnación y las pruebas sufridas antes de llegar al fin supremo, no son revelaciones sino una confirmación importante. Estoy conmovido por las verdades que este medio pone en evidencia. Digo medio con intención, porque a mi parecer, el Espiritismo es una palanca que aparta las barreras de la obscuridad. La preocupación por las cuestiones morales, está enteramente por crearse; se discute la política que examina los intereses generales, se discuten los intereses privados, se toma pasión por el ataque o defensa de personalidades; los sistemas tienen sus partidarios y sus detractores; pero las verdades morales, las que son el pan del alma, el pan de la vida, se han dejado en el polvo acumulado por los siglos. Todas las perfecciones son útiles a los ojos de la multitud, menos la del alma; su educación, su elevación son quimeras, buenas todo lo más para ocupar los ocios de los sacerdotes, de los poetas, de las mujeres, sea por seguir la moda, o como enseñanza. Sí el Espiritismo resucita al Espiritualismo, volverá a la sociedad el aliento que da a los unos la dignidad interior y a los otros la resignación; a todos la necesidad de elevarse hacia el Ser supremo, olvidado y desconocido por sus ingratas criaturas. J. J. Rousseau.

IV

Si Dios envía a los hombres Espíritus para instruirles, es con el fin de ilustrarles sobre sus deberes, enseñarles el camino que puede abreviar sus pruebas y por eso mismo activar su adelantamiento; además de la misma manera que el fruto llega a sazonarse, también el hombre llegará a la perfección. Pero al lado de los Espíritus buenos que quieren vuestro bien, hay también los Espíritus imperfectos que quieren vuestro mal; mientras los unos os conducen adelante, los otros os empujan hacia atrás; debéis poner toda vuestra atención para distinguirles; el medio es fácil: procurad sólo comprender que todo lo que viene de un Espíritu bueno no puede dañar a nadie, y que todo lo que es malo solo puede proceder de un Espíritu malo. Si vosotros no escucháis las prudentes amonestaciones de los Espíritus que os quieren bien, si os agraviáis con las verdades que pueden deciros, es evidente que os aconsejan los malos Espíritus; sólo el orgullo puede impediros el que os reconozcáis tales como sois; pero si no lo veis vosotros mismos, otros lo ven por vosotros; de manera que sois censurados por los hombres que se ríen detrás de vosotros y por los Espíritus. Un Espíritu familiar.

V

Vuestra Doctrina es santa y hermosa. El primer jalón está plantado y con mucha solidez. Ahora ya no tenéis otra cosa que hacer sino marchar; el camino que se os ha abierto es grande, majestuoso. Bienaventurado el que llegare al puerto; cuanto más prosélitos haya hecho, más le será tomado en cuenta. Pero por esto no abracéis la Doctrina fríamente; es menester hacerlo con ardor, y este ardor será doble porque Dios está siempre con vosotros cuando hacéis el bien. Todos aquellos que condujereis serán otras tantas ovejas que volverán a entrar en el redil; ¡pobres rebaños, medio descarriados! Creed bien que el más escépticto, el más ateo, el más incrédulo, en fin, tiene siempre un pequeño rincón en su corazón que quisiera ocultar a sí mismo. Pues bien, este es el pequeño rincón que debéis buscar, el que es preciso encontrar; este lado vulnerable es el que debe atacarse; es una pequeña brecha que se ha dejado abierta expresamente por Dios para facilitar a su criatura el medio de volver a entrar en su seno. San Benito.

VI

No os asustéis por ciertos obstáculos y por ciertas controversias. No atormentéis a nadie con ninguna insistencia; la persuasión solo llegará a los incrédulos por vuestro desinterés, por vuestra tolerancia y vuestra caridad para todos, sin excepción. Guardaos sobre todo de violentar la opinión, ni con palabras ni con demostraciones públicas. Cuanto más modestos seáis más conseguiréis haceros apreciar. Que no os haga obrar ningún móvil personal y encontraréis en vuestras conciencias una fuerza de atracción que sólo el bien proporciona. Los Espíritus trabajan por orden de Dios para el progreso de todos, sin excepción; vosotros espíritas haced lo mismo. San Luis.

VII

¿Cuál es la institución humana, aun divina que no ha tenido obstáculos que vencer, cismas contra los cuales ha sido preciso luchar? Si tuviesen una existencia triste y lánguida no se dirigirían contra vosotros, sabiendo bien que deberíais sucumbir de un momento a otro; pero como vuestra vitalidad es fuerte y activa, como el árbol espírita tiene fuertes raíces, suponen que puede vivir largo tiempo y ensayan con el hacha contra él. ¿Que harán stos envidiosos? Todo lo más cortarán algunas ramas que rebrotarán con nueva savia y serán más fuertes que nunca. Channing.

VIII

Voy a hablaros sobre la firmeza que debéis tener en vuestros trabajos espíritas. Se os ha hecho una cita con este objeto, os aconsejo que la estudiéis de corazón y que os apliquéis al espíritu de ella; porque de la misma manera que San Pablo, vosotros seréis perseguidos no en carne y hueso, sino en espíritu; los incrédulos, los fariseos de la época, blasfemarán de vosotros y os abofetearán; pero no temáis, esta será una prueba que os fortificará si sabéis sobrellevarla por amor a Dios y más tarde veréis coronados vuestros esfuerzos; éste será un gran triunfo para vosotros en el día de la eternidad, sin olvidar que, en este mundo, es ya un consuelo para las personas que han perdido parientes y amigos; sabed que son felices y que podéis comunicaros con ellos, es ya una dicha. Marchad, pues, adelante; cumplid la misión que Dios os ha dado, y os será tomada en cuenta el día que comparezcáis ante el Todopoderoso. Channing.

IX

Vengo yo, tu Salvador y tu juez vengo como antes entre los hijos descarriados de Israel; vengo a traer la verdad y a disipar las tinieblas. Escuchadme. El Espiritismo, como otrora mi palabra, debe recordar a los materialistas que, por encima de ellos reina la inmutable verdad: el Dios bueno, el Dios grande que hace germinar la planta y que levanta las olas. Revelé la doctrina divina; como un segador he atado en manojos el bien esparcido en la Humanidad, y dije: ¡Venid a mí todos vosotros que sufrís! Pero los hombres ingratos se han apartado del camino recto y amplio que conduce al reino de nuestro Padre, dispersos en los ásperos atajos de la impiedad. Nuestro Padre no quiere aniquilar la raza humana; no ya por los profetas, tampoco por los apóstoles, quiere que ayudándoos unos a los otros, muertos y vivos, es decir, muertos según la carne, porque la muerte no existe, os socorráis, y que la voz de aquellos que ya no están se haga oír para gritaros: ¡Rogad y creed! Porque la muerte es la resurrección y la vida la prueba elegida, durante la cual vuestras virtudes cultivadas deben crecer y desarrollarse como el cedro. Creed en las voces que os responden: son las mismas almas de aquellos que evocáis. Sólo me comunico rara vez; mis amigos, aquellos que me asistieron en vida y en la muerte son los intérpretes divinos de la voluntad de nuestro Padre. Hombres débiles que creéis en el error de vuestras obscuras inteligencias, no apagueis la antorcha que la clemencia divina coloca en vuestras manos para iluminar vuestro camino y conduciros, hijos perdidos, al regazo de nuestro Padre. En verdad os digo, creed en la diversidad, en la multiplicidad de los Espíritus que os rodean. Estoy demasiado conmovido por vuestras miserias, por vuestra inmensa debilidad para no tender una mano protectora a los infelices descarriados que, viendo el cielo, caen en el abismo del error. Creed, amaos, comprended las verdades que os son reveladas; no mezcléis la cizaña con el buen grano, los sistemas con las verdades. ¡Espíritas! ¡Amaos! He aquí la primera enseñanza; instruíos, aquí tenéis la Segunda. Todas las verdades se encuentran en el Cristianismo; los errores que en él han echado raíces son de origen humano; y ved que más allá de la tumba que vosotros creéis la nada, voces os gritan: ¡Hermanos! Nada perece; Jesucristo es el vencedor del mal, sed vosotros los vencedores de la impiedad.

Nota. – Esta comunicación, obtenida por uno de los mejores médiums de la Sociedad Espírita de París, está firmada con un nombre que el respeto no nos permite reproducir sino bajo toda reserva, tan grande sería el insigne favor de su autenticidad y porque se ha abusado demasiado de él en las comunicaciones evidentemente apócrifas; este nombre es el de Jesús de Nazareth. No dudamos de ningún modo que pueda manifestarse; pero si los Espíritus verdaderamente superiores no lo hacen sino en circunstancias excepcionales, la razón nos impide creer que el Espíritu puro por excelencia responde al llamamiento de cualquiera; en todo caso habría profanación en atribuirle un lenguaje indigno de él. Por estas consideraciones nos hemos abstenido siempre de publicar nada que lleve este nombre; y creemos que no se podría ser bastante circunspecto en las publicaciones de esta clase, que sólo tienen autenticidad por el amor propio, y que el menor inconveniente es de proporcionar armas a los adversarios del Espiritismo. Como hemos dicho, cuanto más elevados están los Espíritus en la jerarquía, tanta más desconfianza debe haber en aceptar su nombre; sería menester estar dotado de una grande dosis de orgullo para vanagloriarse de tener el privilegio de sus comunicaciones y creerse digno de hablar con ellos como con sus iguales. En la comunicación antecedente, no hacemos constar sino una cosa: la superioridad incontestable del lenguaje y de los pensamientos, dejando a cada uno el cuidado de juzgar si aquel cuyo nombre lleva la desmentiría.