¡Vamos, hijos, unid vuestras filas! Quiere decir, que vuestra buena unión haga vuestra fuerza. ¡Vosotros que trabajáis en la fundación de un grande edificio, velad y trabajad siempre para consolidarlo por su base, y entonces podréis levantarlo bien alto, bien alto! El progreso es inmenso sobre todo nuestro globo; una cantidad innumerable de prosélitos se forman bajo nuestra bandera; muchos escépticos y aun de los más incrédulos se acercan también. ¡Marchad, hijos, marchad con el corazón alto, lleno de fe, el camino que seguís es hermoso; no os paréis; seguid siempre la línea recta, servid de guías a aquellos que vienen después de vosotros, ellos serán felices, muy felices! ¡Marchad, hijos; vosotros no tenéis necesidad de la fuerza de las bayonetas para sostener vuestra causa, sólo necesitáis la fe; la creencia, la fraternidad y la unión, estas son vuestras armas; con ellas sois fuertes, más poderosos que todos los grandes potentados del universo reunidos, a pesar de sus fuerzas vivientes, sus flotas, sus cañones y su metralla! Vosotros que combatís por la libertad de los pueblos y la regeneración de la grande familia humana, marchad, hijos, ánimo y perseverancia. Dios os ayudará. Buenas noches, hasta más ver. Napoleón. Observación. — Napoleón era, cuando vivía, un hombre grave y formal como el que más; todo el mundo conoce su estilo breve y conciso; hubiera singularmente degenerado, si después de su muerte se hubiese vuelto hablador y burlesco. Esta comunicación puede que sea del Espíritu de algún soldado que se llamaba Napoleón.