EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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340. Las sociedades, pequeñas o grandes, y todas las reuniones, cualquiera que sea su importancia, tienen que luchar contra otro escollo. Los promovedores de disturbios no sólo están en su seno, están también en el mundo invisible. De la misma manera que hay Espíritus protectores para las sociedades, las ciudades y los pueblos, los Espíritus malhechores se unen a los grupos lo mismo que a los individuos; primeramente atacan a los más débiles, a los más accesibles, de los cuales procuran hacer sus instrumentos, y poco a poco intentan invadir las masas; porque su alegría perversa están en razón del número de aquellos que tienen bajo su yugo. Todas las veces, pues, que en un grupo, una persona cae en un lazo, es preciso decir que hay un enemigo en el campo, un lobo en el redil, y que debe un prevenirse, porque es más que probable que multiplicará sus tentativas; si no se le corta el vuelo por una resistencia enérgica, la obsesión viene a ser entonces un mal contagioso que se manifiesta en los médiums por la perturbación de la mediumnidad, y en los otros por la hostilidad de sentimientos, la perversión del sentido moral y la turbación de la armonía. Como el más poderoso antídoto de este veneno es la caridad, tratan de sofocarla. Es preciso, pues, no esperar que el mal sea incurable para poner remedio, tampoco es menester esperar los primeros síntomas, es preciso saberlo precaver; para esto hay dos medios eficaces si se emplean bien: la oración de corazón y el estudio atento de las menores señales que revelan la presencia de los Espíritus mentirosos; el primero atrae a los buenos Espíritus que solo asisten con celo a los que les secundan por su confianza en Dios; el otro prueba a los Espíritus malos que tienen que habérselas con personas que ven bastante claro para que se dejen engañar. Si uno de los miembros sufre la influencia de la obsesión, todos los esfuerzos deben dirigirse, desde los primeros indicios, a abrirle los ojos por temor de que el mal se agrave, a fin de convencerle de que es engañado y con el deseo de secundar a los que quieren desembarazarle.