EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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180. La transmisión del pensamiento tiene también lugar por intermedio del Espíritu del médium, o mejor dicho de su alma, pues nosotros designamos bajo este nombre el Espíritu encarnado. El Espíritu extraño en este caso no obra sobre la mano para hacerla escribir; no la tiene, no la guía; obra sobre el alma con la cual se identifica. El alma, bajo este impulso, dirige la mano y la mano dirige el lápiz. Observamos aquí una cosa importante, a saber: que el Espíritu extraño no sustituye al alma, porque no podría desalojarla; la domina sin que lo sepa y le imprime su voluntad. En esta circunstancia, el papel del alma no es absolutamente pasivo; ella es la que recibe el pensamiento del Espíritu extraño y lo transmite. En esta situación, el médium tiene conciencia de lo que escribe, aunque esto no sea su propio pensamiento; este es el que se llama médium intuitivo.

Se dirá que si así sucede nada prueba que el que escribe sea más bien un Espíritu extraño que el del médium. La distinción es, en efecto, algunas veces bastante difícil de hacer, pero puede acontecer que esto importe poco. Sin embargo se puede reconocer el pensamiento sugerido en que nunca se ha concebido anticipadamente; nace a medida que se escribe, y muchas veces es contrario a la idea previa que uno se ha formado; también puede estar fuera de los conocimientos y de la capacidad del médium.

El oficio de médium mecánico es el de una máquina; el médium intuitivo obra como lo haría un intérprete. Este, en efecto, para transmitir el pensamiento debe comprenderle, apropiárselo de cierto modo a fin de traducirlo fielmente, y no obstante no es su pensamiento; no hace más que atravesar su cerebro. Tal es, exactamente, el papel del médium intuitivo.