EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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333. Hay también otro punto que no es menos necesario: la regularidad de las reuniones. En todas hay siempre Espíritus que podrían llamarse los acostumbrados a la asistencia, y no se entienda por esto que queremos decir que estos Espíritus se encuentran por todo y se mezclan en todo; estos son ya Espíritus protectores, ya aquellos a quienes se pregunta más a menudo. No debe creerse que estos Espíritus no tengan otra cosa que hacer que escucharnos; tienen sus ocupaciones y también pueden encontrarse en condiciones poco favorables para ser evocados. Cuando las reuniones tienen lugar en día y hora fijas se disponen en consecuencia, y es raro que falten. Los hay también que llevan la puntualidad hasta el exceso; se formalizan si se retardan un cuarto de hora, y si ellos mismos señalan el momento de una conversación, se les llamaría en vano algunos minutos más pronto. Sin embargo, añadamos que aun cuando los Espíritus prefieren la regularidad, los que verdaderamente son superiores, no son meticulosos sobre este punto. La exigencia de una puntualidad rigurosa es una señal de inferioridad, como todo lo que es pueril. Fuera de las horas consagradas sin duda pueden venir, y aun vienen con gusto si el objeto es útil; pero nada es más pernicioso para las buenas comunicaciones que el llamarles a diestro y siniestro, cuando se apodera de nosotros la fantasía y sobre todo sin motivo formal; como no están obligados a someterse a nuestros caprichos, podría ser muy bien que no quisieran incomodarse, y entonces es cuando sobre todo otros pueden tomar su puesto y su nombre.