EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

Volver al menú
CAPÍTULO V - MANIFESTACIONES FÍSICAS ESPONTÁNEAS
Ruidos, barahúndas, alborotos y perturbaciones – Objetos lanzados. – Fenómeno de los aportes


Ruidos, barahúndas, alborotos y perturbaciones


82. Los fenómenos, de los cuales acabamos de hablar, son provocados; pero algunas veces son, también, espontáneos, sin que participe para nada la voluntad; todo lo contrario, puesto que a menudo son muy importunos. Lo que excluye, por otra parte, el pensamiento de que puedan ser efectos de la imaginación sobrexcitada por las ideas espiritistas, es que tienen lugar entre personas que no han oído jamás hablar de ellas en el momento que menos lo esperaban. Estos fenómenos, que se podrían llamar Espiritismo práctico natural, son muy importantes, porque no puede haber sospechas de connivencia; por esto invitamos a las personas que se ocupan de los fenómenos espiritistas a que recojan todos los hechos de este género que viniesen a su conocimiento, y sobre todo a hacer constatar con cuidado su realidad por un estudio minucioso de las circunstancias, a fin de asegurarse que no se es juguete de una ilusión o de una mixtificación.

83. De todas las manifestaciones espiritistas, las más sencillas y las más frecuentes son los ruidos y los golpes; aquí es, sobre todo, donde es preciso temer a la ilusión, porque una porción de causas naturales pueden producirlos: el viento que silba o que agita un objeto, un cuerpo que se mueve por sí mismo sin apercibirse, un efecto acústico, un animal oculto, un insecto, etc. y también las bromas de mal gusto de algunas personas. Los ruidos espiritistas tienen, por otra parte, un carácter particular, afectando una intensidad y un timbre muy variados que les distinguen fácilmente, y que no permiten confundirlos con el crujido de la madera, el chisporroteo del fuego o el monótono tic-tac de un péndulo; esto son golpes secos, tan pronto sordos, débiles y ligeros, como claros distintos, algunas veces estrepitosos, que cambian de sitio y se repiten sin tener una regularidad mecánica. De todos los medios de comprobación, el más eficaz, el que no puede dejar duda sobre su origen, es la obediencia a la voluntad. Si los golpes se oyen en el paraje designado, si responden al pensamiento por su número y su intensidad, no se puede desconocer en ellos una causa inteligente; pero la falta de obediencia no es siempre una prueba contraria.

84. Admitamos ahora que por una indagación minuciosa se adquiere la certeza que los ruidos o todos los demás efectos son manifestaciones reales. ¿Es racional el asustarse? Seguramente que no; porque en ningún caso podría haber el menor peligro; las personas a quienes se persuade que es el diablo, son las únicas que se afectan de un modo molesto, como los niños a quienes se asusta con las brujas. Es preciso convenir que estas manifestaciones adquieren en ciertas circunstancias proporciones de una persistencia desagradable y es muy natural que se desee desembarazarse de ellas. Con este motivo es necesario que hagamos una explicación.

85. Hemos dicho que las manifestaciones físicas tienen por objeto llamar nuestra atención sobre alguna cosa y convencernos de la presencia de una potencia superior al hombre. Hemos dicho también que los Espíritus elevados no se ocupan de esta clase de manifestaciones; se sirven de los Espíritus inferiores para producirlas, como nosotros nos servimos de los criados para los trabajos groseros, y con el fin que acabamos de indicar. Conseguido el objeto, la manifestación material cesa, porque ya no es necesaria. Uno o dos ejemplos harán que este se comprenda mejor.

86. Hace algunos años, al principio de mis estudios sobre el Espiritismo, estando una tarde ocupado en un trabajo sobre esta materia, oí golpes alrededor de mí durante cuatro horas consecutivas. Era la vez primera que semejante cosa me acontecía, averigüé que no tenía ninguna causa accidental, pero por el momento no pude saber más. En esta época tenía yo ocasión de ver frecuentemente a un excelente médium escribiente. Desde el día siguiente interrogué al Espíritu que se comunicaba por su mediación, sobre la causa de estos golpes. Me contestaron: “Es tu espíritu familiar que quiere hablarte”. – ¿Qué quería decirme? – Replicó: “Tú mismo puedes preguntárselo porque él está aquí. – Habiendo, pues, interrogado a este Espíritu, se dio a conocer bajo un nombre alegórico (supe después por otros Espíritus que pertenece a un orden muy elevado, y que hizo sobre la tierra un papel importante); me señaló errores en mi trabajo, indicándome las líneas en que se encontraban; me dio útiles y sabios consejos y añadió que estaría siempre conmigo y vendría a mí llamamiento todas las veces que quisiera preguntarle. En efecto, desde entonces no me ha dejado nunca. Me ha dado diferentes pruebas de gran superioridad, y su intervención benéfica y eficaz se me ha manifestado en los asuntos de la vida material, y en lo que concierne a las cosas metafísicas. Pero desde nuestra primera conversación los golpes han cesado. ¿Qué quería, pues? Entrar en comunicación regular conmigo; para esto le era preciso advertirme. Hecha la advertencia, puestos en inteligencia y establecidas las relaciones regulares, los golpes se hicieron inútiles; por lo tanto cesaron. Cuando los soldados están formados ya no se toca diana para despertarlos.

Un hecho casi parecido ha acontecido a uno de mis amigos. Desde algún tiempo en su habitación resonaban ruidos diversos que se hacían muy incómodos. Habiéndose presentado la ocasión de preguntar al Espíritu de su padre, por un médium escribiente supo para lo que se le quería; hizo lo que le fue recomendado y desde entonces nada más ha oído. Es de notar que las personas que tienen en los Espíritus un medio regular y fácil de comunicación, rara vez tienen manifestaciones de este género, y esto se concibe.

87. Las manifestaciones espontáneas no se limitan siempre a ruidos y golpes; degeneran a veces en verdadera barahúnda y en perturbaciones; los muebles y objetos diversos son derribados; proyectiles de todas clases son lanzados desde fuera; se abren puertas y ventanas, y cerradas por manos invisibles, se ven romperse cristales, lo que no puede tomarse por ilusión.

El trastorno es a menudo muy efectivo, pero a veces sólo tiene la apariencia de la realidad. Se oye barahúnda en una pieza inmediata, un ruido de vajilla que cae y se hace pedazos, troncos que ruedan sobre el pavimento; corren a ver lo que hay y se lo encuentran todo tranquilo y en orden; después vuelve a empezar de nuevo la algazara.

88. Las manifestaciones de este género no son ni raras, ni nuevas; hay pocas crónicas locales que no encierren alguna historia de esta clase. Sin duda el miedo ha exagerado muchas veces los hechos, que han debido tomar proporciones extraordinariamente ridículas pasando de boca en boca; con ayuda de la superstición, las casas en que han tenido lugar estos hechos han sido reputadas por moradas de los diablos, y de ahí todos los cuentos maravillosos o terribles de fantasmas. Por otro lado, la bellaquería no ha dejado escapar tan buena ocasión para explotar la credulidad, y a menudo en provecho de intereses personales. Se concibe, por lo demás, la impresión que hechos de este género, aun reducidos a la realidad, pueden causar sobre caracteres débiles y predispuestos por la educación a las ideas supersticiosas. El medio más seguro de prevenir los inconvenientes que pudiesen ocurrir, puesto que no se pueden impedir, es el de hacer conocer la verdad. Las cosas más sencillas vienen a ser espantosas cuando se ignora la causa. Cuando nos familiaricemos con los Espíritus, y aquellos a quienes se manifiestan no crean ya tener una legión de demonios que les pisen los talones, dejarán de tener miedo.

Se puede ver en la Revista Espírita la descripción de muchos hechos auténticos de este género, entre otros la historia del Espíritu golpeador de Bergzabern, cuyas burlas de mala especie duraron más de ochos años: (números de mayo, junio y julio de 1858); la de Dibbelsdorf (agosto de 1858); la del panadero de GrandesVentes, cerca de Dieppe (marzo de 1860); la de la calle de Noyers, en París (agosto de 1860); la del Espíritu de Castelnaudari, bajo el título de “Historia de un condenado” (febrero de 1860); la del fabricante de San Petersburgo (abril de 1860) y muchas otras.

89. Los hechos de esta naturaleza tienen frecuentemente el carácter de una verdadera persecución. Conocemos seis hermanas que habitaban juntas, y que durante muchos años encontraban por la mañana sus ropas dispersadas, ocultas hasta en los techos, desgarradas y cortadas en trozos, a pesar de cuantas precauciones tomaban para encerrarlas bajo llave. Ha ocurrido muchas veces que personas acostadas y perfectamente despiertas veían sacudir sus cortinas, arrancar violentamente sus cobertores de la cama y sus almohadas, siendo levantadas sobre sus colchones y aun arrojadas fuera de la cama. Estos hechos son más frecuentes de lo que se cree; pero la mayor parte de las veces los que son víctimas no se atreven a hablar por temor al ridículo. Tenemos conocimiento de ciertos individuos que se han querido curar de lo que consideraban alucinación, sometiéndoles al tratamiento de los enajenados, y se les ha hecho volver realmente locos. La medicina no puede comprender estas cosas, porque no admite en la causa sino el elemento material, de donde resultan equivocaciones a menudo funestas. Algún día la historia contará ciertos tratamientos del siglo diez y nueve, como se cuentan hoy ciertos procedimientos de la Edad Media.

Admitimos perfectamente que ciertos hechos son obra de la malicia o de la malevolencia; pero si hechas todas las averiguaciones resulta probado que no son la obra de los hombres, es preciso convenir que son: los unos dirán la obra del diablo; nosotros diremos de los Espíritus. ¿Pero de qué Espíritus?

90. Los Espíritus superiores, así como entre nosotros los hombres graves y serios, no se divierten en dar cencerradas. Muchas veces hemos evocado para preguntarles el motivo que les conduce a alterar así el reposo. La mayor parte no tiene otro objeto que el de divertirse; son Espíritus más bien ligeros que malos, que se ríen de los sustos, que ocasionan y de las investigaciones inútiles que se hacen para descubrir la causa del desorden. A menudo se encarnizan con un individuo que se complacen en vejar y que persiguen de casa en casa; otras veces se aficionan a un local, sin otro motivo que su capricho. Algunas veces también es una venganza que ejercen, como tendremos ocasión de verlo. En ciertos casos su intención es saludable; quieren llamar la atención y ponerse en relación, ya sea para dar una advertencia útil a la persona a la cual se dirigen, ya sea para pedirle alguna cosa para ellos mismos. Hemos visto muchas veces pedir oraciones; otras solicitar el cumplimiento en su nombre de un voto que no habían podido cumplir; otras, en fin, querer, en interés de su propio reposo, reparar una mala acción cometida por ellos en vida. En general se hace mal en asustarse; su presencia puede ser importuna, pero no peligrosa. Por los demás se concibe el deseo que se tiene de desembarazarse de esto, y se hace generalmente todo lo contrario de lo que sería menester. Si son Espíritus que se divierten, cuánto más se toma la cosa en serio tanto más persisten, como los muchachos traviesos que hostigan, tanto más cuanto más ven que incomodan, y asustan a los medrosos. Si se toma el prudente partido de reírse uno mismo de sus bromas pesadas acabarán por cansarse y quedar tranquilos. Conocemos a uno que, lejos de irritarse, les excitaba, les ponía en el caso de que hicieran tal o cual cosa y al cabo de algunos días ya no volvían. Pero como hemos dicho, los hay cuyo motivo es menos frívolo. Por esto es siempre útil saber lo que quieren. Si piden alguna cosa se puede estar seguro que cesarán sus visitas después de estar satisfecho su deseo. El mejor medio de enterarse sobre el particular es el de evocar al Espíritu por conducta de un buen médium escribiente; en sus contestaciones se verá en seguida con quién se trata y se obrará en consecuencia; si es un Espíritu infeliz, la caridad exige que se le trate con las consideraciones que merece; si es un bromista de mal género, se puede obrar con él sin cumplimiento; si es malévolo, es preciso rogar a Dios que se mejore. De cualquier modo que sea, la oración siempre tendrá un buen resultado. Pero se ríen de la gravedad de las fórmulas del exorcismo y no hacen ningún caso de ellas. Si se puede entrar en comunicación con ellos es menester desconfiar de las calificaciones burlescas o medrosas que ellos mismos se dan algunas veces para divertirse de la credulidad.

Volveremos a tratar más detalladamente sobre este objeto y sobre las causas que muchas veces hacen ineficaces las plegarias, en los capítulos de los lugares frecuentados por los fantasmas y de la obsesión.

91. Estos fenómenos, aunque son ejecutados por Espíritus inferiores, muchas veces los provocan Espíritus de un orden más elevado, con el fin de convencer de la existencia de los seres incorpóreos, y de una potencia superior al hombre. El estremecimiento que resulta de esto, aun el espanto que esto causa, llaman la atención y acabarán por hacer abrir los ojos a los más incrédulos. Estos encuentran más sencillo poner estos fenómenos en los efectos de la imaginación, explicación muy cómoda y que dispensa de dar otra; sin embargo, cuando los objetos son trastornados o se os han arrojado a la cabeza, fuera preciso una imaginación muy complaciente para figurarse que semejantes cosas suceden cuando no existen. Se observa un efecto cualquiera, este efecto tiene necesariamente una causa; si una fría y tranquila observación nos demuestra que este efecto es independiente de toda voluntad humana y de toda causa material; si además nos da señales evidentes de inteligencia y libre voluntad, lo que es la señal más característica no se puede menos que atribuirlo a una inteligencia oculta. ¿Cuáles son estos seres misteriosos? Es lo que los estudios espiritistas nos enseñan de la manera menos disputable, por los medios que nos dan para comunicar con ellos. Estos estudios nos enseñan también a ponernos de la parte que pueda haber de real, de falso o de exagerado en los fenómenos que nosotros no comprendemos. Si se produce un efecto insólito, ruido, movimiento o aun cuando sea una aparición, el primer pensamiento que se debe tener es que obedece a una causa del todo natural, por ser la más probable; es preciso entonces buscar esta causa con el mayor cuidado y no admitir la intervención de los espíritus sino a ciencia cierta; este es el modo de no hacerse ilusión. Aquel, por ejemplo, que sin estar cerca de nadie, recibiese un bofetón, o bastonazos sobre las espaldas, como se ha visto, no podría dudar de la presencia de un ser invisible.

Se debe estar preparado no sólo contra las narraciones que pueden ser más o menos exageradas, sino contra sus propias impresiones, y no atribuir un origen oculto a todo lo que no se comprende. Una infinidad de causas muy sencillas y muy naturales pueden producir efectos extraños al primer momento, y sería una verdadera superstición ver por todas partes Espíritus ocupados en derribar los muebles, romper la vajilla, suscitar, en fin, los mil enredos domésticos, que es más prudente atribuirlos a la impericia.

Objetos Lanzados

92. La explicación dada al movimiento de los cuerpos inertes se aplica, naturalmente, a todos los efectos espontáneos que acabamos de ver. Los ruidos, aunque más fuertes que los golpes dados en la mesa, tienen la misma causa; los objetos lanzados o cambiados de puesto lo son por la misma fuerza que levanta un objeto cualquiera. Una circunstancia viene también aquí en apoyo de esta teoría. Se podría preguntar: ¿dónde está el médium en esto? Los Espíritus nos han dicho que en semejante caso hay siempre alguno cuyo poder se ejerce sin que él lo sepa. Las manifestaciones espontáneas se producen muy raramente en los puntos aislados; tienen lugar casi siempre en las casas habitadas y por causa y mediación de ciertas personas que ejercen una influencia sin quererlo; estas personas son verdaderos médiums que ellos mismos ignoran su facultad, y que nosotros llamamos por esta razón médiums naturales; son, con respecto a los otros médiums lo que los sonámbulos naturales son a los sonámbulos magnéticos, que también son dignos de observar.

93. La intervención voluntaria o involuntaria de una persona dotada de cierta aptitud especial para la producción de estos fenómenos, parece ser necesaria en la mayor parte de los casos, aunque haya algunos en que el Espíritu parezca obrar solo; pero entonces podría ser que tomase el fluido animalizado de otra parte que de la persona presente. Esto explica por qué los Espíritus que nos rodean sin cesar no producen a cada instante perturbaciones. Es menester, desde luego, que el Espíritu lo quiera, que tenga un fin, un motivo, sin esto no hace nada. Luego es menester que en el acto encuentre, precisamente en el lugar en que quiera obrar, una persona apta para secundarle, coincidencia que se encuentra muy raramente. Sobreviniendo esta persona inopinadamente, se aprovecha de ello. A pesar de la reunión de circunstancias favorables, podría también ser impedido por una voluntad superior que no le permitiría obrar a su gusto. Puede no serle permitido hacerlo sino dentro de ciertos limites, y en caso que estas manifestaciones fuesen juzgadas útiles, ya sea como medio de convicción, ya sea como prueba para la persona que es el objeto.

94. No citaremos a este fin más que la conversación provocada a propósito de los hechos, que pasaron en junio, de 1860 en la calle de Noyers, en París. Se encontrarán los detalles en la Revista Espírita, número de agosto de 1860.

1. (A San Luis). ¿Tendréis la bondad de decirnos si los hechos que se dicen haber pasado en la calle de los Noyers son reales? En cuanto a la posibilidad no lo dudamos. Sí, estos son hechos verdaderos; solo que la imaginación de los hombres los ha abultado, ya sea por miedo, ya sea por ironía; pero, lo repito, son verdaderos. Estas manifestaciones son provocadas por un Espíritu que se divierte un poco a costa de los habitantes del lugar.

2. ¿Hay en la casa una persona que sea causa de estas manifestaciones? Estas manifestaciones son siempre causadas por la presencia de la persona a la cual se ataca; es que el Espíritu perturbador mirando el habitante del lugar donde está quiere hacerle ruindades o que se vaya de la habitación.

3. Nosotros preguntamos si entre los habitantes de la casa hay alguno que sea la causa de estos fenómenos por una influencia mediúmnica, espontánea e involuntaria. Es muy necesario; “sin esto el hecho no podría tener lugar”. Un Espíritu habita un paraje de predilección para él; permanece en la inacción hasta tanto que una naturaleza que le sea conveniente se presente en este lugar; cuando llega esta persona se divierte tanto como puede.

4. La presencia de esta persona sobre los mismos lugares, ¿es indispensable? Es el caso más ordinario, y este es el del hecho que citáis; por eso he dicho que sin esto el hecho no podría tener lugar; pero yo no he querido generalizado; hay casos en que la presencia inmediata no es necesaria.

5. Estos Espíritus, siendo siempre de un orden inferior, la aptitud que les sirve de auxiliar es una presunción desfavorable para la persona? ¿anuncia esto una simpatía con los seres de esta naturaleza? No, precisamente porque esta aptitud proviene de una disposición física; sin embargo esto anuncia muy a menudo una tendencia material que sería preferible no tener; porque cuanto más se está elevado moralmente, más se atrae a sí a los buenos Espíritus, que alejan necesariamente a los malos.

6. ¿Dónde va a tomar el Espíritu los proyectiles de que se sirve? Estos objetos diversos son lo más de las veces tomados en los mismos lugares o en la vecindad, una fuerza que viene del Espíritu los lanza en el espacio y caen en el paraje designado por este Espíritu.

7. Puesto que las manifestaciones espontáneas son muchas veces permitidas y aun provocadas con el fin de convencer, nos parece que si ciertos incrédulos fuesen personalmente el objeto se verían forzados a rendirse a la evidencia. Se quejan algunas veces de no poder ser testigos de hechos concluyentes; ¿podría depender de los Espíritus el hacerles dar alguna prueba sensible? Los ateos y los materialistas ¿no son a cada instante testigos de la potencia de Dios y del pensamiento? Esto no les impide negar a Dios y el alma. Los milagros de Jesús ¿han convertido a todos sus contemporáneos? Los fariseos que le decían: “Maestro, hacednos ver algún prodigio”, ¿no se parecen a los que en vuestros tiempos piden que les hagáis ver manifestaciones? Si no están convencidos por las maravillas de la creación menos lo están aun cuando los Espíritus se les aparecieren de la manera menos inequívoca, porque su orgullo les pone como los caballos rebelones. Las ocasiones de ver no les faltarán si las buscan de buena fe; por esto Dios no juzga a propósito hacer por ellos más de lo que hace por aquellos que procuran sinceramente la instrucción, porque sólo recompensa a los hombres de buena voluntad. Su incredulidad no impedirá el que se cumpla la voluntad de Dios; ved bien que ella no ha impedido a la doctrina su propagación. Cesad pues de inquietaros por su oposición, que es a la doctrina como la sombra es al cuadro y le da mayor relieve. ¿Qué méritos tendrían el ser convencidos por la fuerza? Dios les deja toda la responsabilidad de su terquedad, y esta responsabilidad será más terrible de lo que pensáis. Bienaventurados aquellos que creen sin haber visto, dijo Jesús, porque esos no dudan de la potencia de Dios.

8. ¿Creéis que sería inútil evocar este Espíritu para pedirle algunas explicaciones? Evocadle si queréis; pero es un Espíritu inferior que no os dará más que contestaciones bastante insignificantes.


95. Conversación con el Espíritu perturbador de la calle de Noyers.

1. Evocación. ¿Para qué me queréis que me llamáis así? ¿Queréis, acaso, que os apedree? Entonces, se vería un bonito sálvese quien pueda, a pesar de vuestro grave aspecto.

2. Aunque tú nos apedrees no nos asustarías por eso y quisiéramos saber si podrías hacerlo. Podría muy bien ser que no pudiera; tenéis un guardián que vela mucho por vosotros.

3. En la calle de Noyers ¿había una persona que te servía de auxiliar para facilitarte las bromas pesadas que hacías a los habitantes de la casa? Ciertamente encontré un buen instrumento, y ningún Espíritu docto, sabio y mojigato para impedírmelo; porque soy alegre y me gusta divertirme de cuando en cuando.

4. ¿Qué persona te ha servido de instrumento? Una moza de servicio.

5. ¿Te servía de auxiliar sin saberlo? ¡Oh! Sí, pobre muchacha. Ella era la que más se asustaba.

6. ¿Obrabas con un fin hostil? No tenía ningún fin hostil; pero los hombres que de todo sacan partido, se aprovecharon de esto.

7. ¿Qué entiendes tú por eso? No te comprendemos. Procuraba divertirme; pero vosotros estudiaréis la cosa y tendréis un hecho más para demostrar que existimos.

8. Tú dices que no tenías ningún fin hostil, y sin embargo has roto todos los cristales de la habitación, de este nodo has causado un perjuicio real. Es un detalle.

9. ¿Dónde te has procurado los objetos que han lanzado? Son bastante comunes; los he encontrado en el patio, en los jardines vecinos.

10. ¿Los has encontrado todos o has fabricado algunos? (Véase, más adelante, el Cap. VIII). Nada he creado, nada he compuesto.

11. Si tú no los hubieras encontrado, ¿habrías podido fabricarlos? Hubiera sido más difícil, pero en rigor, se mezclan las materias y esto hace un todo cualquiera.

12. Ahora dinos cómo los has lanzado. ¡Ah! Eso es más difícil de decir; me he servido de la naturaleza eléctrica de esta muchacha, junto con la mía, menos material; de este modo hemos podido transportar entre los dos estas diversas materias.

13. Pienso que querrás darnos algunos indicios sobre tu persona. Dinos, pues, desde luego, si hace mucho tiempo que has muerto. Hace bastante tiempo; hará como una cincuentena de años.

14. ¿Qué eras tú cuando vivías? Poca cosa de bueno; yo recogía trapos en este barrio y se me decían algunas veces tonterías porque me gustaba mucho el licor rojo del buen hombre Noé; este es el motivo por que yo quería que todos levantasen el campo.

15. ¿Eres tú mismo el que ha contestado a nuestras preguntas y lo has hecho por tu propia voluntad? Tengo un instructor.

16. ¿Quién es ese instructor? Vuestro buen rey Luis.

Observación. – Esta pregunta fue motivada por la naturaleza de ciertas respuestas, que parecían superar el alcance de este Espíritu por el fondo de las ideas, y aun por la forma del lenguaje. No tiene nada de admirable que fuese ayudado por un Espíritu más ilustrado, que quiso aprovechar esta ocasión para darnos una instrucción. Este es un hecho muy ordinario; pero la particularidad notable en esta circunstancia, ha sido que la influencia del otro Espíritu se ha hecho sentir sobre la misma escritura; la de las respuestas en que ha habido intervención es más regular y más corrida; la del trapero es angulosa, gruesa, irregular, a menudo poco legible, y tiene otro carácter.

17. ¿Qué haces ahora? ¿Te ocupas de tu porvenir? Todavía no; estoy errante. Se piensa tan poco en mí sobre la Tierra, que nadie ruega por mí; por lo mismo que no estoy ayudado, no trabajo. Observación. – Se verá más tarde cuánto se puede contribuir al adelantamiento y al alivio de los Espíritus inferiores por la oración y los consejos.

18. ¿Cuál era tu nombre cuando vivías? Juanito. 19. Pues bien, Juanito: nosotros rogaremos por ti. Dinos si nuestra evocación te ha gustado o te ha contrariado. Antes me ha dado placer, porque sois buenos muchachos, alegres vivientes, aunque un poco austeros; pero ¡qué importa! Me habéis escuchado y estoy contento. Juanito.


Fenómenos de aportes

96. Este fenómeno no difiere de los que acabamos de hablar sino por la intención benévola del Espíritu que es su autor, por la naturaleza de los objetos casi siempre graciosos y por la manera dulce y muchas veces delicada con que son traídos. Consiste en aportar espontáneamente objetos que no existían en el paraje en que se está. Son lo más a menudo flores, algunas veces frutas, cajas de dulces, alhajas, etc.

97. Decimos, desde luego, que este fenómeno es uno de los que más se prestan a la imitación, y que, por consiguiente, es preciso estar en guardia de la superchería. Se sabe hasta dónde puede llegar el arte de la prestidigitación con relación a experiencia de este género, pero sin referirse a un hombre del oficio se podría fácilmente ser juguete de una maniobra hábil e interesada. La mejor de todas las garantías está en el carácter, la honradez notoria y el desinterés absoluto de la persona que obtiene semejantes efectos; en segundo lugar, en el examen atento de todas las circunstancias con las cuales los hechos se producen; en fin, en el conocimiento ilustrado del Espiritismo, que sólo puede hacer descubrir lo que fuera sospechoso.

Disertación dada por un Espíritu

98. La teoría del fenómeno de los aportes y de las manifestaciones físicas en general, se encuentra resumida de una manera notable en la siguiente disertación dada por un Espíritu cuyas comunicaciones tienen un carácter incontestable de profundidad y de lógica. Muchas de éstas se encontrarán en la continuación de esta obra. Este Espíritu se ha dado a conocer bajo el nombre de Erasto, discípulo de San Pablo, y como Espíritu protector del médium que le ha servido de intérprete.

Es de todo punto preciso, para obtener fenómenos de este orden, tener consigo médiums que yo llamaré sensitivos, es decir, dotados del más alto grado de facultades mediúmnicas, de expansión y de penetrabilidad; porque el sistema nervioso de estos médiums, fácilmente excitable, les permite, por medio de ciertas vibraciones, proyectar alrededor de ellos su fluido animalizado con profusión.

Las naturalezas impresionables, las personas cuyos nervios vibran al menor sentimiento, a la más pequeña sensación, que la influencia moral o física, interna o externa, sensibiliza, son sujetos muy aptos para ser excelentes médiums, para los efectos físicos de tangibilidad y de aportes. En efecto, su sistema nervioso, casi enteramente desprovisto de la envoltura refractaria que aisla este sistema en la mayor parte de los otros encarnados, les hace propios para el desenvolvimiento de estos diversos fenómenos. Consecuentemente con un sujeto de esta naturaleza, y no siendo las demás facultades hostiles a la medianimización, se obtendrán más fácilmente los fenómenos de tangibilidad, los golpes dados en las paredes y en los muebles, los movimientos inteligentes y aun la suspensión en el espacio de la materia inerte más pesada. A fortiori se obtendrán estos resultados, si en lugar de un médium se tienen a la mano muchos que tengan las mismas dotes.

Pero de la producción de estos fenómenos a la obtención del de los aportes hay mucha distancia; porque en este caso no sólo el trabajo del Espíritu es más complejo, más difícil, sino que también el Espíritu únicamente puede operar por medio de un solo aparato medianímico, esto es, que muchos médiums no pueden concurrir simultáneamente a la producción del mismo fenómeno. Acontece, por el contrario, que la presencia de ciertas personas antipáticas al Espíritu que opera estorba radicalmente su operación. A estos motivos que, como veis, no dejan de tener importancia, añadid que los aportes necesitan siempre concentraciones más grandes y al mismo tiempo mayor difusión de ciertos fluidos, que tan solo pueden obtenerse con los médiums mejor dotados, aquellos, en una palabra, cuyo aparato “electromedianímico” es de mejores condiciones.

En general los hechos de aportes son y permanecerán excesivamente raros. No tengo necesidad de demostraros por qué son y serán menos frecuentes que los otros hechos de tangibilidad vosotros mismos, deduciréis lo que digo. Por otra parte, estos fenómenos son de tal naturaleza que no sólo todos los médiums no son propicios para ellos, sino que todos los Espíritus no pueden producirlos. En efecto, es preciso que entre el espíritu y el médium exista cierta afinidad, cierta analogía, cierta semejanza que permita a la parte expansible del fluido periespíritico * del encarnado mezclarse, unirse y combinarse con el del Espíritu que quiere hacer un aporte. Esta fusión debe ser tal que la fuerza resultante venga a ser, por decirlo así, una; de la misma manera que una corriente eléctrica, obrando sobre el carbón, produce una hoguera, una claridad única. ¿Por qué esta unión, por qué esta fusión? diréis vosotros. Es que para la producción de estos fenómenos se hace preciso que las propiedades esenciales del Espíritu motor se aumenten con algunas del medianimizado; es que el fluido vital indispensable para la producción de todos los fenómenos medianímicos es el dote exclusivo del encarnado, y que a consecuencia el Espíritu operador está obligado a impregnarse del mismo. Entonces es cuando puede, por medio de ciertas propiedades de vuestro centro ambiente, desconocidas para vosotros, aislar, hacer invisibles, y mover ciertos objetos materiales y a los mismos encarnados.

“No me es permitido, por el momento, descorreros el velo de estas leyes particulares que rigen los gases y los fluidos que os cercan; pero antes que pasen muchos años, antes que se cumpla una existencia de hombre, la explicación de estas leyes y de estos fenómenos se os revelará, y veréis surgir y producirse una nueva variedad de médiums que caerán en un estado cataléptico particular desde que sean medianimizados.

“Vosotros veis de cuántas dificultades la producción de los aportes se encuentra rodeada; podéis deducir de esto muy lógicamente que los fenómenos de esta naturaleza son excesivamente raros, como ya lo he dicho, y con tanta más razón por cuanto los Espíritus se prestan a ello muy poco, porque esto motiva de su parte un trabajo casi material, lo que es un fastidio y una fatiga para ellos. Por otra parte acontece, además, que muchas veces a pesar de su energía y su voluntad, el estado del mismo médium les opone una barrera insuperable.

“Es, pues, evidente, y vuestro raciocinio lo sanciona, no dudo de ello, que los hechos tangibles de golpes, de movimiento y de suspensión, son fenómenos sencillos que se operan por la concentración y la dilatación de ciertos fluidos, y que pueden ser provocados y obtenidos por la voluntad y el trabajo de los médiums que son aptos para eso, cuando éstos son secundados por Espíritus amigos y benévolos; mientras que los hechos de los aportes son múltiples, complejos, exigen un concurso de circunstancias especiales, no pueden operarse sino por uno solo Espíritu y un solo médium, y tienen precisión, fuera de la necesidad de la tangibilidad, de una combinación del todo particular, para aislar y hacer invisibles el objeto o los objetos que forman el motivo del aporte.

“Todos vosotros, espiritistas, comprendéis mis explicaciones y os dais perfecta cuenta de esta concentración de fluidos especiales, para la locomoción y la tangibilidad de la materia inerte; creéis en ellos como creéis en los fenómenos de la electricidad y del magnetismo, con los cuales los hechos medianímicos están llenos de analogía, y son, por decirlo así, la consagración y el desenvolvimiento. En cuanto a los incrédulos, y a los sabios, peores que los incrédulos, no pienso en convencerlos, pues no me ocupo de ellos ya lo serán un día por la fuerza de la evidencia, porque será preciso que se inclinen ante el testimonio unánime de los hechos espiritistas, como se han visto forzados a hacerlo ante tantos otros hechos que habían rechazado en un principio.

“Para resumir: si los hechos de tangibilidad son frecuentes, los hechos de aportes son muy raros, porque las condiciones para éstos son muy difíciles; consecuentemente, ningún médium puede decir: A tal hora, a tal momento, obtendré un aporte; porque muchas veces el mismo Espíritu se encuentra impedido en su obra. Debo añadir que estos fenómenos son doblemente difíciles en público, porque en éste se encuentran casi siempre elementos enérgicamente refractarios que paralizan los esfuerzos del Espíritu y con mayor razón la acción del médium. Tened, al contrario, por cierto, que estos fenómenos se producen casi siempre en particular, espontáneamente, lo más a menudo sin saberlo los médiums y sin premeditación y, en fin, muy raramente cuando ésos están prevenidos; de donde debéis deducir que hay un motivo legítimo de sospecha todas las veces que un médium se alaba de obtenerlos a su voluntad o, de otro modo, de mandar a los Espíritus como a domésticos, lo que es sencillamente un absurdo. Tened, además, por regla general, que los fenómenos espiritistas no se han hecho para presentarse en espectáculo y para divertir a los curiosos. Si algunos Espíritus se prestan a esta especie de cosas, sólo puede ser para fenómenos simples, y no para aquellos que, tales como los aportes y otros semejantes, exigen condiciones excepcionales.

“Recordad, espiritistas, que si es absurdo rechazar sistemáticamente todos los fenómenos de ultratumba, no es prudente tampoco aceptarlos todos ciegamente. Cuando un fenómeno de tangibilidad, de aparición, de visibilidad o de aporte se manifiesta espontáneamente y de una manera instantánea, aceptadle; pero, no me cansaré de repetíroslo, no aceptéis nada ciegamente; que cada hecho sufra un examen minucioso, profundo y severo; porque, creedlo, el Espiritismo, tan rico en fenómenos sublimes y grandiosos, no tiene nada que ganar en estas pequeñas manifestaciones que hábiles prestidigitadores pueden imitar.

“Sé muy bien lo que me vais a decir: que estos fenómenos son útiles para convencer a los incrédulos; pero sabed que si no hubierais tenido otros medios de convicción, no tendríais hoy día la centésima parte de espiritistas que tenéis. Hablad al corazón, éste es el modo de hacer más conversiones formales. Si creéis útil para ciertas personas obrar por los hechos materiales, presentadlos al menos en tales circunstancias que no puedan dar lugar a ninguna falsa interpretación, y sobre todo no salgáis a las condiciones normales de estos hechos porque los hechos, presentados en malas condiciones, suministran argumentos a los incrédulos en lugar de convencerlos. – ERASTO.”


___________________________________________________
* Se ve que cuando se trata de expresar una idea nueva, para la cual no hay término en el lenguaje, los Espíritus saben perfectamente crear neologismos. Estas palabras “electro-medianímico, periespíritico”, no son nuestras. Los que nos han criticado la creación de las palabras “espiritista”, “espiritismo” y “periespíritu” que no tenían sus análogas, podrán también hacer el mismo proceso a los Espíritus.



99. Este fenómeno ofrece una particularidad bastante singular, y es que ciertos médiums tan sólo lo obtienen en estado de sonambulismo; y esto se explica fácilmente. Hay en el sonámbulo un desprendimiento natural, una especie de aislamiento del Espíritu y del periespíritu que debe facilitar la combinación de los fluidos necesarios. Tal es el caso de los aportes de que hemos sido testigos. Las preguntas siguientes se dirigieron al Espíritu que los produjo, pero sus respuestas se resienten alguna vez por su insuficiencia; las hemos sometido al Espíritu Erasto, mucho más ilustrado desde el punto de vista teórico, quien las ha completado con observaciones muy juiciosas. El uno es el artesano, el otro el sabio, y la misma comparación de estas dos inteligencias es un estudio instructivo, porque prueba que no basta ser Espíritu para comprenderlo todo.

1. Os ruego nos digáis ¿por qué los aportes que hacéis solo se producen en el sueño magnético del médium? Esto proviene de la naturaleza del médium; los hechos que yo produzco cuando el mío está dormido, podría igualmente producirlos en estado de vigilia con otro médium.

2. ¿Por qué hacéis esperar tan largo tiempo el aporte de los objetos y por qué excitáis la codicia del médium, irritando su deseo de obtener el objeto prometido? Este tiempo me es necesario a fin de preparar los fluidos que sirven para el aporte; en cuanto a la excitación, a veces solo es para divertir a las personas presentes y a la sonámbula.

Observación de Erasto. – El Espíritu que ha contestado no sabía más; no se da cuenta del motivo de esta ansiedad que le aguijonea instintivamente sin comprender el efecto; cree divertir, mientras que en realidad provoca sin pensarlo mayor emisión de fluido; ésta es la consecuencia de la dificultad que presenta el fenómeno, dificultad siempre más grande cuando no es espontánea, sobre todo con ciertos médiums.

3. ¿La producción del fenómeno tiende a la naturaleza especial del médium o podría producirse por otros médiums con más facilidad y prontitud? La producción tiende a la naturaleza especial del médium y solo puede producirse con naturalezas correspondientes; pera la prontitud, la costumbre que adquirimos, correspondiendo a menudo con el mismo médium nos es de gran utilidad.

4. La influencia de las personas presentes ¿contribuye en algo? Cuando hay incredulidad y oposición se nos puede molestar mucho; mejor queremos hacer nuestras pruebas con creyentes y personas versadas en el Espiritismo; pero no quiero decir por eso que la mala voluntad pueda paralizarnos completamente.

5. ¿Dónde habéis ido a tomar las flores y los confites que habéis traído? En los jardines tomo las flores que me gustan.

6. ¿Y los confites? ¿El confitero se habrá apercibido de que le faltaban? Yo los tomo donde quiero; el confitero no lo ha notado porque he puesto otros en su lugar.

7. Pero los anillos tienen un valor, ¿en dónde los habéis cogido? ¿Acaso habéis causado algún daño al que se los habéis tomado? Las he tomado en parajes desconocidos para todos y de manera que nadie pueda experimentar ningún perjuicio.

Observación de Erasto. – Creo que el hecho está explicado de una manera insuficiente en razón de la capacidad del Espíritu que ha respondido. Sí; puede haber en eso un mal real de causa, pero el Espíritu no ha querido pasar por haber tomado alguna cosa. Un objeto no puede ser reemplazado sino por un objeto idéntico, de la misma forma, del mismo valor; consecuentemente, si un espíritu tenía la facultad de substituir un objeto semejante por aquel que toma, no tendría razón para tomarlo, y debería dar aquel que sirve para substituirlo.

8. ¿Es posible el traer flores de otro planeta? No, esto no me es posible. (A Erasto). ¿Otros Espíritus tendrían este poder? No, esto no es posible, en razón de la diferencia de los centros ambientes.

9. ¿Podríais traer flores de otro hemísferio, de los trópicos, por ejemplo? Desde el momento que estén sobre la Tierra, puedo.

10. Los objetos que habéis traído ¿podríais hacerlos desaparecer y llevároslos? Del mismo modo que los he hecho venir puedo llevarlos por mi voluntad.

11. ¿La producción del fenómeno de los aportes os causa alguna dificultad, algún embarazo? No nos causa ninguna dificultad, cuando tenemos el permiso; podría causárnoslos muy grandes si quisiéramos producir estos efectos sin estar autorizados para eso.

Observación de Erasto. – No quiere confesar su dificultad aunque sea real, puesto que está forzado a hacer una operación, por decirlo así, material.

12. ¿Cuáles son las dificultades que encontráis? Ninguna otra sino malas disposiciones fluídicas que pueden sernos contrarias.

13. ¿Cómo traéis el objeto? ¿lo cogéis con las manos? No; lo envolvemos en nosotros mismos.

Observación de Erasto. – No explica claramente su operación, porque no envuelve el objeto con su propia personalidad; pero como su fluido personal es dilatable, penetrable y expansible, combina una parte de este fluido con una parte del fluido animalizado del médium, y en esta combinación oculta y transporta el objeto causa del aporte. No está, pues, en lo justo al decir que lo envuelve en sí mismo.

14. ¿Aportaríais con la misma facilidad un objeto de un peso considerable, de 50 kilogramos, por ejemplo? El peso nada tiene que ver para nosotros; aportamos flores porque pueden ser más agradables que un peso voluminoso.

Observación de Erasto. – Justamente: puede aportar 100 ó 200 kilogramos en objetos, porque el peso que existe para vosotros es nulo para él, pero tampoco en esto se sabe dar cuenta de lo que pasa. La masa de los fluidos combinados es proporcionada a la masa de los objetos; en una palabra, la fuerza debe estar en razón de la resistencia; de donde se sigue que si el Espíritu sólo aporta una flor o un objeto ligero es porque muchas veces no encuentra en el médium o en sí mismo los elementos necesarios para un esfuerzo más considerable.

15. ¿Hay algunas veces desapariciones de objetos cuya causa se ignora, y que serían obra de los Espíritus? Esto acontece muy a menudo, más a menudo de lo que pensáis, y podría remediarse rogando al Espíritu que vuelva a traer el objeto desaparecido.

Observación de Erasto. – Esto es verdad; pero algunas veces lo que ha sido quitado es bien quitado; porque hay objetos que no vuelven a encontrarse en casa, que frecuentemente se llevan muy lejos. Sin embargo, como el sacar los objetos exige casi las mismas condiciones fluídicas que los aportes no puede tener lugar sino con ayuda de médiums dotados de facultades especiales; así es que cuando alguna cosa desaparece, hay más probabilidad de que sea la consecuencia de vuestro aturdimiento que obra de los Espíritus.

16. ¿Hay efectos que se miran como fenómenos naturales, y que se deben a la acción de ciertos Espíritus? Vuestros días están llenos de estos hechos que no comprendéis, porque no os habéis ocupado de ellos, pero con un poco de reflexión lo veríais claramente.

Observación de Erasto. – No atribuyáis a los Espíritus lo que es la obra de la Humanidad; pero creed en su influencia oculta constante, que hace nacer alrededor de vosotros mil circunstancias, mil incidentes necesarios para el cumplimiento de vuestros actos, de vuestra existencia.

17. Entre los objetos aportados ¿los hay que pueden ser fabricados por los Espíritus, esto es, producidos espontáneamente por las modificaciones que los Espíritus pueden hacer sufrir al fluido o al elemento universal? Para mí no, porque no tengo el permiso; sólo lo puede un Espíritu elevado.

18. ¿Cómo habéis introducido el otro día estos objetos, puesto que la habitación estaba cerrada? Los he hecho entrar conmigo envueltos, por decirlo así, en mi sustancia; para vosotros esto no tiene más explicación.

19. ¿Cómo habéis hecho volver visibles estos objetos que eran invisibles un instante antes? He quitado la materia que los envolvía.

Observación de Erasto. – No es la materia propiamente dicha la que los envuelve, sino un fluido tomado la mitad del periespíritu del médium, la otra mitad del de el Espíritu que opera.

20. (A Erasto). ¿Un objeto puede ser aportado a un paraje perfectamente cerrado, en una palabra, el Espíritu puede espiritualizar un objeto material, de manera que pueda penetrar la materia? Esta cuestión es compleja. Para los objetos aportados, el Espíritu puede hacerlos invisibles pero no penetrables; él no puede romper la agregación de la materia, lo que sería la destrucción del objeto. Este objeto hecho invisible puede traerlo cuando quiere y no desprenderse de él sino en el momento conveniente para hacerle aparecer. En cuando a los objetos que nosotros componemos, es otra cosa; como no introducimos sino los elementos de la materia, y que estos elementos son esencialmente penetrables, puesto que nosotros mismos penetramos y atravesamos los cuerpos más condensados, con tanta facilidad como los rayos solares atraviesan las vidrieras, podemos perfectamente decir que hemos introducido el objeto en un paraje por cerrado que sea; pero es solamente en este caso.

Nota. – Véase más adelante la teoría de la formación espontánea de los objetos, el cap. Titulado “Laboratorio del mundo invisible”.