EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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XII

Dios me ha encargado de una misión que debo cumplir con los creyentes a quienes favorece con la mediumnidad. Cuántas más gracias reciben del Altísimo, más peligros corren, y estos peligros son tanto más grandes porque toman origen en los mismos favores que Dios les concede. Las facultades de que gozan los médiums les atraen los elogios de los hombres, las felicitaciones, las adulaciones: aquí está su escollo. Estos mismos médiums que deberían tener siempre presente en la memoria su incapacidad primitiva lo olvidan; hacen más: lo que sólo deben a Dios lo atribuyen a su propio mérito. ¿Qué sucede entonces? Los buenos Espíritus le abandonan, vienen a ser un juguete para los malos, y no tienen brújula para guiarse; cuanto más capaces se hacen, más inclinados están en atribuirse un mérito que no les pertenece, hasta que por fin Dios les castiga retirándoles una facultad que sólo pudo serles fatal. No sabría cómo recomendaros a vuestro ángel guardian, para que os ayude a estar siempre preparados contra vuestro más cruel enemigo que es el orgullo. Acordáos mucho los que tenéis la dicha de ser los intérpretes entre los Espíritus y los hombres, que sin el apoyo de nuestro divino Maestro seréis castigados con más severidad, porque habréis sido más favorecidos. Espero que esta comunicación dará sus frutos y deseo que pueda ayudar a los médiums a mantenerse en guardia contra el escollo donde vendría a destruirse, este escollo ya os lo he dicho, es el orgullo. Juana de Arco.