EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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81. Acabamos de hablar del aumento posible del peso; en efecto, es un fenómeno que se produce algunas veces y sólo tiene de anómalo la misma resistencia prodigiosa de la campana, bajo la presión de la columna atmosférica. Se ha visto bajo la influencia de ciertos médiums que, objetos bastante ligeros, ofrecían la misma resistencia, y después ceder de repente al menor esfuerzo. En la referida experiencia, la campana no pesa en realidad ni más ni menos por sí misma, pero parece más pesada por efecto de la causa exterior que obra sobre ella; probablemente en esto sucede lo mismo. La mesa tiene siempre el mismo peso intrínseco, porque su masa no ha aumentado, pero una fuerza extraña se opone a su movimiento, y esta causa puede estar en los fluidos ambientes que la penetran, como la que aumenta o disminuye el peso aparente de la campana, está en el aire. Haced la experiencia de la campana neumática delante de un campesino ignorante, y no comprendiendo que es el aire que no ve él que obra, no será difícil persuadirle de que es el diablo.

Puede que se diga que, siendo este fluido imponderable, su acumulación no puede aumentar el peso de un objeto: conforme, pero observad que si nos hemos servido de la palabra acumulación es por comparación y no por asimilación absoluta con el aire; este es imponderable, convenido; pero nada lo prueba; su naturaleza íntima no es desconocida, y estamos lejos de conocer todas sus propiedades. Antes que se hubiera experimentado el peso del aire, no se sospechaban los efectos de este mismo peso. La electricidad está también colocada entre los fluidos imponderables; sin embargo, un cuerpo puede ser detenido por una corriente eléctrica y ofrecer una resistencia grande al que quiera levantarlo; es, pues, que se ha vuelto más pesado en apariencia. Porque no se vea lo que le sostiene, sería ilógico decir que no existe. El Espíritu puede, pues, tener palancas que nos son desconocidas; la Naturaleza nos prueba todos los días que su potencia no se detiene en el testimonio de los sentidos.

No puede explicarse sino por una causa semejante el fenómeno singular, del que se han visto muchos ejemplos, de una joven débil y delicada, levantando con dos dedos, sin refuerzo y como una pluma, a un hombre fuerte y robusto, con el asiento en que estaba. Lo que prueba una causa extraña a la persona, son las intermitencias de la facultad.